Publicado por Fe Adulta
A ti, Dios y Señor nuestro, dirigimos esta plegaria
para bendecir tu nombre y darte gracias
porque estás siempre con nosotros y nos das la vida que disfrutamos.
Queremos proclamar tu bondad ante el mundo,
para que sepa que por encima de tu poder y tu grandeza
está tu amor infinito, incondicional, de Padre y Madre.
Gracias, Dios santo, porque no tenemos por qué temerte
y sólo nos das motivos para quererte.
Uniendo nuestras voces a las de todo el género humano,
entonamos con alegría este himno en tu honor.
Santo, santo…
Sabemos, Señor, que esto no es propiamente un altar
desde el que estuviéramos ofreciéndote el sacrificio de un cordero.
Es Jesús, tu hijo, quien nos ha congregado alrededor de esta mesa
para que recordemos toda su vida consagrada al bien de la humanidad,
reproduciendo unos gestos significativos
como el de partir y repartir un pan y beber juntos de una copa de vino.
Te agradecemos ya, Señor, la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Esa es nuestra fe, porque es sencillamente lo que nos prometió tu hijo
cuando estuviéramos reunidos como ahora en su nombre.
El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Dios invisible, pero presente en la inmensa creación y en nuestro interior,
derrama tu espíritu de amor sobre todos nosotros
para que seamos amigos de la verdad y la verdad nos haga libres,
para que tengamos entrañas de misericordia
y nos duelan las desgracias que sufren tantos hermanos,
para que siempre estemos disponibles para ayudar a los demás,
para que seamos entusiastas constructores de tu Reino.
Queremos hacer una gran iglesia, una comunidad universal,
donde tenga cabida toda la gente de buena voluntad y buen corazón.
Ensancha nuestras miras,
que aprendamos de ti a entender y a querer a propios y extraños.
Y todos juntos, como testimonio de la gran familia que formamos en ti,
invocamos tu nombre y brindamos en tu honor,
por Jesús y con Jesús, tu hijo, hermano, guía y maestro nuestro.
AMÉN.
para bendecir tu nombre y darte gracias
porque estás siempre con nosotros y nos das la vida que disfrutamos.
Queremos proclamar tu bondad ante el mundo,
para que sepa que por encima de tu poder y tu grandeza
está tu amor infinito, incondicional, de Padre y Madre.
Gracias, Dios santo, porque no tenemos por qué temerte
y sólo nos das motivos para quererte.
Uniendo nuestras voces a las de todo el género humano,
entonamos con alegría este himno en tu honor.
Santo, santo…
Sabemos, Señor, que esto no es propiamente un altar
desde el que estuviéramos ofreciéndote el sacrificio de un cordero.
Es Jesús, tu hijo, quien nos ha congregado alrededor de esta mesa
para que recordemos toda su vida consagrada al bien de la humanidad,
reproduciendo unos gestos significativos
como el de partir y repartir un pan y beber juntos de una copa de vino.
Te agradecemos ya, Señor, la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Esa es nuestra fe, porque es sencillamente lo que nos prometió tu hijo
cuando estuviéramos reunidos como ahora en su nombre.
El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Dios invisible, pero presente en la inmensa creación y en nuestro interior,
derrama tu espíritu de amor sobre todos nosotros
para que seamos amigos de la verdad y la verdad nos haga libres,
para que tengamos entrañas de misericordia
y nos duelan las desgracias que sufren tantos hermanos,
para que siempre estemos disponibles para ayudar a los demás,
para que seamos entusiastas constructores de tu Reino.
Queremos hacer una gran iglesia, una comunidad universal,
donde tenga cabida toda la gente de buena voluntad y buen corazón.
Ensancha nuestras miras,
que aprendamos de ti a entender y a querer a propios y extraños.
Y todos juntos, como testimonio de la gran familia que formamos en ti,
invocamos tu nombre y brindamos en tu honor,
por Jesús y con Jesús, tu hijo, hermano, guía y maestro nuestro.
AMÉN.
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