¡”Qué abismo de sabiduría y de conocimiento, el de Dios”! exclama el apóstol Pablo en su carta a los Romanos (2ª lectura). ¡“Qué insondables sus decisiones y qué irrastreable sus caminos”!En su primera carta a los cristianos de Corinto, se atreverá a afirmar que “Dios ha escogido lo que el mundo considera necio para confundir a los sabios”! (1Cor 1,27)
De eso el Evangelio de este día nos da un ejemplo extraordinariamente llamativo. Jesús tantea el pensamiento de sus apóstoles: ¿qué dice la gente de él? Y los apóstoles contestan fijándose en los rumores que circulan: “unos dicen… otros dicen…”
“Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”
¡“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”!
Cada uno sabe que a este acto de fe del apóstol Pedro, Jesús contesta con una locura, una decisión que no tiene sentido: ¡le confía su Iglesia! “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Y desde hace dos mil años la misión de Cristo se perpetúa bajo la autoridad de los sucesores de Pedro.
Jesús sabía perfectamente que Pedro lo renegaría un día, que sus sucesores – como los de los apóstoles – no serían todos unos santos, ni mucho menos. Sin embargo es a ellos que Jesús confía su Iglesia, del mismo modo es a la Iglesia - esto es a todos nosotros – a una Iglesia hecha de pecadores, que confía su misión: el anuncio de la Buena Noticia…
De verdad, todo eso parece locura. Pero en está la sabiduría de Dios. Una sabiduría divina que cree en la grandeza del hombre, a pesar de nuestra vida no siempre edificante.
Oración :Que no se pierdan las llaves...
Nos preguntas qué concepto tenemos de ti,
qué estamos dispuestos a afirmar sobre ti a los demás,
quién creemos realmente que eres, Jesús.
Simón Pedro se ha adelantado en la respuesta,
nos ha sacado de dudas
porque estaba inspirado por una fe divina,
superior a nuestras luces.
Si deseas que todos comprendamos tu Reino
y sepamos cómo entrar en él,
te pedimos que sigas dándonos algún Pedro,
que ilumines a sus sucesores en cada época,
porque entre tantas religiones y profetas,
sabios, científicos y embaucadores aprovechados,
no perdamos la cabeza ni erremos el camino.
Al fin y al cabo, si no fuera por esto,
no necesitaríamos estructuras, ni doctrinas, ni papas;
pero somos humanos, vivimos en comunidad,
y necesitamos la Iglesia
porque conserva la fe en su seno,
y con solvencia la desarrolla y la transmite,
haciendo que todos sepan que eres el Hijo de Dios,
que, con esta humildad, nos has querido salvar.
Adelante
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