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jueves, 28 de agosto de 2008

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal


TEMAS Y CONTEXTOS

EL EVANGELIO DE MATEO
En este fragmento de Mateo propuesto para la lectura de hoy, se muestran dos de las dificultades que solemos tener para leer bien el evangelio. La primera es que el texto litúrgico es continuación inseparable de la lectura del domingo anterior. La segunda, que en este mismo fragmento se funden dos enseñanzas diferentes, agrupadas aquí por Mateo.
Respecto a le lectura litúrgica, este fragmento completa el reconocimiento mesiánico que se dio en versículos anteriores. Los discípulos, con Pedro como portavoz, reconocen a Jesús como Mesías, pero Jesús - en el evangelio de hoy - matiza su afirmación hacia el verdadero mesianismo: no el Mesías triunfal-político sino el que ha de sufrir la cruz.
La interesada lectura de la primera mitad del texto ha prestado más atención al "primado de Pedro", mientras que el tema básico del evangelista es la correcta comprensión de Jesús.
Respecto a la composición del mismo texto evangélico, se deriva del Mesías sufriente a la concepción de la vida como negación de sí mismo. La cruz del Mesías da pie a consideraciones de tipo más existencial para el cristiano. Los temas están relacionados, pero hay una clara modificación del género, que quizá debería haber aconsejado que estos textos disfrutasen de la categoría de mensaje separado del anterior. Estos pasajes son centrales en el evangelio de Mateo, muestra su plan. Mateo hace un evangelio para mostrar que Jesús es el Mesías esperado, se esfuerza en mostrarlo como cumplimiento de las Escrituras, y tiene que matizar que la interpretación oficial de Israel no es correcta, que la vida del Mesías tendrá que pasar por el rechazo y la muerte, y que el Reino no será de rosas en este mundo para sus discípulos.
La incomprensión de Pedro y la áspera reprensión de Jesús muestran sin duda una realidad a dos niveles: lo lejos que están aún los discípulos de entender el mesianismo de Jesús, y lo lejos que podemos estar las personas religiosas de lo esencial del mensaje de Jesús. Pero esto lo desarrollaremos más adelante.
En el final del fragmento, el evangelista ha colocado tres sentencias de Jesús, probablemente pronunciadas en ocasiones diversas, unidas no tanto porque fueran pronunciadas en la misma ocasión, ni por su conexión lógica, sino porque las tres completan bien la idea de llevar la cruz", como aplicación a los discípulos del destino mismo de Jesús.

LA PROFECÍA DE JEREMÍAS
Es uno de los fragmentos más violentos y significativos del libro de Jeremías (aunque posiblemente haya sido introducido aquí por un redactor). El verbo "seducir" no se refiere a una atracción irresistible sino más bien a un engaño. Se emplea en el caso de que un hombre seduce a una virgen. Jeremías es "manejado" por Dios, se siente perjudicado, siente que su vida ha sido atropellada, que se ha convertido en motivo de burla para todos, y se ha resistido a ser instrumento de Dios... pero Dios ha sido más fuerte, y dentro de sí mismo el profeta siente el fuego de la Palabra, de la Misión, que le lleva a "estropear su vida" por la Misión.
Es un texto con proyección mesiánica y aplicación a la vida cristiana. Enlaza perfectamente con "el Mesías tiene que ser rechazado" y con "el que pierda la vida por mí, la encontrará"

EL TEXTO DE ROMANOS
Se subrayan las mismas ideas, de forma simple, bajo la imagen del "cuerpo", que en Pablo significa siempre la vida misma ( cuando no es el "cuerpo de muerte, es decir, la oposición al "espíritu" ). La renovación de la mente, la conocida "metanoia", casi sinónimo de conversión, hace que no nos acomodemos al "mundo presente". Así pues, el texto se refuerza también la oposición entre "salvar y perder la vida".

R E F L E X I Ó N

1.- EL DESTINO DE JESÚS.

Hay dos maneras de enfocar estas "predicciones" de Jesús. La primera, desde la normalidad de nuestras maneras de entender (desde una Cristología baja, ascendente).
Jesús "empieza a adivinar" que las cosas van a ir de mal en peor y que hasta es posible que todo acabe en rechazo y en tener que afrontar la muerte por ello. Esta convicción progresiva le hace dar sentido al mensaje del Reino, interiorizado, como superación del mal profundo, del pecado, como negación de todo triunfalismo externo o cultual.
El segundo enfoque vendría dado por una Cristología alta, descendente, la propia de Juan, por la que Jesús "lo sabe todo" desde el principio y va preparando a sus discípulos para una revelación que Él posee desde siempre. Esto nos llevaría al tema de la "conciencia mesiánica" o "conciencia divina" de Jesús, que está fuera de nuestra intención en este domingo.
Según cuál sea nuestra posición en estos temas, entenderemos la cruz como "la voluntad del Padre", que tiene planeado el Sacrificio Redentor de su Hijo, o como el resultado inevitable de la atrevida predicación de Jesús y la consiguiente reacción de los poderes oficiales. Si nuestra fe es suficientemente adulta, podremos hacer las dos lecturas conjuntamente, como mantendremos una cristología preferente que no excluya a la otra.

2.- EL MESÍAS SUFRIENTE EN TODA SU MAGNITUD

El Mesías Triunfante es sólo la cabeza de un iceberg que invade todo el Antiguo Testamento. La Tierra Prometida es la tierra que mana leche y miel. La Alianza hará que nunca prevalezcan contra Israel los enemigos. Las buenas obras serán premiadas por Dios con bienes materiales y larga vida... Todo un estadio primitivo de la religión, una etapa de Israel en su comprensión de Dios y de la vida. Y una etapa, un estado quizá, de nuestra propia religiosidad. En el fondo, es Dios para nosotros, para nuestra vida aquí: Dios para mi comodidad, para mi prestigio. Dios anti-dolor, anti-enfermedad, anti-pobreza, anti-enemigos....
Pero la religión profunda, la de Jesús, no altera la vida sino que le da sentido. No quita la mala suerte, la enfermedad, los terremotos, las alternativas de la fortuna: Dios no nos libra de eso. Ni las riquezas son so bendición ni la enfermedad su castigo. Ni bendecirá nuestras guerras ni lo encerraremos en nuestros templos. Todo eso se va a acabar con Jesús. Para el Pueblo de Israel ( y por eso tenían muchísima razón los jefes del pueblo al considerar a Jesús como un gravísimo peligro ), y para nosotros, invitados a una religiosidad más profunda, en la que Dios no sea un parche a las dificultades de la vida, sino el sentido de todo, de lo bueno y lo malo, lo agradable y lo desagradable de la vida.

3.- NEGACIÓN, ¿QUÉ NEGAMOS?

"Negar, negación, negativo" son nociones peligrosas, palabras de poco prestigio hoy. "Hay que ser positivo, qué persona más negativa". Y no es raro encontrar posturas anti-religiosas basadas en que se entiende la religión como negación de lo humano, del disfrutar, del sexo, del triunfo... Y tampoco podemos negar que pueden tener razones para pensar así, porque hemos presentado algunas veces la cara negativa de la religión, como una ascesis negadora que sólo mira a la vida eterna: "fastidiarse aquí para merecer la vida eterna".
Pero no es así. La Palabra es informa al ser humano de qué es Bien y qué es Mal, es decir, qué le conviene y qué le estropea. El ser humano tiende a dejarse seducir ( en el sentido más sensual de la palabra ) por las apariencias: tiende a buscar lo inmediatamente agradable. Disfrutar aquí y ahora, triunfar del enemigo, vengarse, comprar todo lo que apetezca... La Palabra anuncia al ser humano que es más que un animalillo destinado a sobrevivir lo más cómodamente que pueda en esta vida. Le dice "eres más, no te conformes, no te dejes engañar."
Desde este punto de vista, todas las negaciones se convierten en ambiciones. La justicia es más que la venganza, y el amor es más que la justicia: más satisfactorio, más humano y más "positivo". La austeridad es más que el consumismo, más liberadora, más solidaria, más humanizadora. El esfuerzo es más que el ocio, construye más a la persona, despierta ambiciones, elimina esclavitudes.... La Palabra se convierte por tanto en "negación e la negación", es decir, en negación del pecado, que es, esencialmente, negación, fuerza destructiva, peligro de estropear al ser humano.
Y todas esas fuerzas negativas no están simplemente "en el mundo", fuera de mí: están en mi propio ser, son "mi carne". Por aquí podríamos caminar en busca e una nueva y mejor teología del Pecado Original, y por aquí debemos entender el "negarse a sí mismo" o su equivalente en Ignacio de Loyola "vencerse a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea". Desordenada, que no lleva a buen fin.

PARA NUESTRA ORACIÓN

1.- REFLEXIÓN, sobre mis criterios acerca del bien y el mal. El éxito, la salud, el dinero... No son bienes. Son circunstancias que hay que usar. Y quizá sean más difíciles de usar que sus contrarias.

2.- CONTEMPLAR a Ignacio de Loyola diciéndole a Francisco Javier esas mismas palabras de Jesús: "Javier, ¿de qué te sirve ganar todo el mundo?". Contemplar a Javier tirando todas sus ambiciones mundanas. Contemplarle muriendo en Sancián y pensar: "¿Acertó?, ¿echó a perder su vida? ¿ganó su vida? ¿mereció al pena?

3.- PEDIR A JESÚS SUS OJOS, par entender el bien y el mal, la vida y la muerte con su lógica, no con la nuestra, manchada del pecado original.

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