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sábado, 22 de noviembre de 2008

Cuatro momentos para meditar el Evangelio del Domingo: XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A


I - HAY ALGO QUE NO SOPORTA EL DIVINO PACIENTE.

Muy estimados amigos:

Hoy celebramos a Jesucristo, Rey del Universo. Se trata de un Rey Divino humanamente extraño, al mismo tiempo que incomprensible. Celebramos en la Iglesia y en el Mundo al único Rey que ha ofrendado la vida para salvar a los súbditos, al único Señor que le ha lavado los pies a sus siervos, al único Legislador que con antelación ha vivido aquello que legisla, el único Soberano que siendo de Condición Divina ha tomado la condición de esclavo, el único Príncipe que ha dado la vida por los que estaban cautivos, al Dios único que siendo Hijo dio la vida para salvar a los esclavos, al único Monarca que puede hacer cualquier cosa a favor de los hombres, ¡cualquier cosa!, menos una. ¿Cuál? Preguntarán algunos.

Les pido que me obsequien un poco de su paciencia para que vayamos avanzando paso por paso… El Rey de la Gloria al que estamos celebrando es a Jesucristo.

2.- El Señor Jesucristo, el Rey del Universo, ha muerto como consecuencia de haber vivido el amor auténtico y verdadero con toda libertad y en la solidaridad.

La muerte de Jesús, Soberano del Universo, contra muchas de las predicaciones que escuchamos en tantos hermanos separados y, por desgracia, en algunos católicos, no es la consecuencia de una incomprensible justicia caprichosa y egoísta del Padre, que necesitaría de sangre inocente para aplacar su ira,... sino que fue una consecuencia de su vida, de su amor y de su libertad.

¡Ya basta de poner al Padre de bondad como si fuese el malo de la historia! Cuando este Padre, como nos lo ha comunicado Jesucristo, y a Él le creemos, estaba esperando con amor, dirigiendo la mirada todos los días hacia aquella puerta ansiando el regreso del Hijo extraviado!

3.- Y esta fue la predicación de este Rey que vino a conocer las condiciones de vida de sus súbditos, a quienes ya no les quiso llamar siervos sino amigos, y esta fue la vida de amor en este Rey manifestada en la libertad y en la solidaridad, hasta que llegó un momento en que se convirtió en conflictiva para aquellos que se sentían amenazados en su propia comprensión de la religión santa, que decidieron quitarlo de en medio.

Lee bien el Santo Evangelio, cualquiera de los cuatro relatos, y te podrás dar cuenta de que a Jesús no lo han matado los malos, sino los oficialmente buenos. Quisieron acabar con Él no los irreligiosos sino los “piadosos”, no los ateos sino los “creyentes”.

Jesús murió porque fue rechazado, rechazado más que por el sistema judío, por el sistema humano de “los aparentemente buenos”.

De esa manera fue quitado de en medio el Justo sin más, el Hijo eterno del Padre, el Hombre por excelencia, el Siervo de Yahwéh, el Señor y Cristo. Y esto debiera dejar sin palabras toda reflexión humana: la Verdad ha sido silenciada, el Camino fue interrumpido, la Vida fue asesinada, la Luz eterna ha sido reducida a la penumbra de un sepulcro, el Pan de la Vida ha sido arrojado al piso por los soberbios, la fuente de Agua Viva ha sido cancelada, la Puerta ha sido derribada por los golpes del hierro. ¡El Pastor ha dado la vida por sus ovejas! Y esto, ha acontecido conforme a la pretensión de los “oficialmente buenos” e “impecablemente religiosos” que lo llevaron al patíbulo en el nombre de la vida, de la verdad y, según ellos, para conservar su apreciación de un camino. Y así se le ha dado muerte a Dios en el mismísimo nombre de Dios.

4.- Y, sin embargo, nosotros sabemos que el Monte Gólgota se ha convertido en un lugar sagrado, en primer lugar porque la Cruz se ha convertido en el árbol de la vida, porque el sepulcro de Cristo se convirtió en la cuna de la glorificación, pero también desde ese otro aspecto que hoy quiero señalar: Jesús ofreció en su oración todo lo que vivió desde el Gólgota y también antes del Gólgota: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

El Señor busca justificar a las personas aunque no justifica las acciones. ¡Así suele proceder! Ama al pecador pero no al pecado. Y, esto, lo hace desde la plegaria decisiva que se eleva desde la cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Y me he preguntado en variadas ocasiones: ¿No lo sabían? Y mi pregunta me ha llevado, una y otra vez, a amar más la nobleza de este Rey cubierto con el manto púrpura de su propia sangre, puesto que considero que ellos sí sabían lo que hacían.

Y así, de la misma manera en que Jesús ora desde el Gólgota, y así como lo hizo desde el Getsemaní, nosotros también debemos orar desde nuestro propio Gólgota y desde nuestro Getsemaní. De la misma manera en que Cristo ha convertido al viernes santo en el día de la oración más intensa nosotros también debemos orar en nuestro viernes santo. Y es que la oración del Getsemaní es escuchada en el corazón mismo de Dios, aunque parece que esa oración retumba en el eco silencioso de la noche,… ¿Cómo saber que la oración fue escuchada? ¿Sobre todo cuando el desenlace pareciera decirnos todo lo contrario? Precisamente, al contemplar al Señor levantarse reiteradamente camino al calvario y volver a tomar la cruz hasta llegar a la cúspide del Gólgota, uno sabe que la fortaleza de Dios es la que le ha sostenido inquebrantable.

5.- Sin embargo, volviendo al Evangelio de este domingo, hoy quiero invitarte para que reflexiones sobre lo siguiente: Fíjate como Cristo ha ofrecido el perdón sobre todo aquello que le hicieron, sobre las humillaciones que le infringieron, sobre el abandono perpetrado, sobre las risas burlonas, sobre el dolor compartido, sobre la injusticia ejecutada y hasta sobre su misma muerte tan llena de injusticias... Y, no obstante, te quiero pedir que dirijas el día de hoy la mirada hacia lo que el Señor nos presenta en el Evangelio: ¡Hay algo que Jesús, el Rey bondadoso del Universo no soporta! ¿De qué se trata? ¡Que nos los diga de una buena vez el cura!

Este Rey que puede soportar y perdonar su misma muerte, no soporta nuestro olvido sobre los pobres y marginados claramente visualizados en el hambriento, el sediendo, el desnudo, el forastero, el enfermo y el encarcelado.

¡Fíjate como en el juicio último no importarán nuestra serie de “credenciales” aparentemente impresionantes que le presentemos al Señor¡ Releé el texto y percibe cómo los que están a la izquierda también lo han confesado como: Señor, y ¡así lo llaman! Y no obstante ellos escucharán la peor de las sentencias: “Apártense de mi malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron´. ¿Cuándo, Señor?- le preguntarán. “Cuando no lo hicieron con uno de estos hermanos míos más insignificantes”.

6.- Ahora es el momento para que nos preguntemos: Tú y yo ¿Qué estamos haciendo por el hambriento, por el enfermo, por el desnudo, por el encarcelado y por los otros necesitados?

Para muchos las personas enunciadas se convierten en personas molestas, incómodas, estorbosas. ¡Han tenido la osadía de cruzarse y alterar nuestro camino y nuestras programaciones!

Todos nosotros y nuestra sociedad debiéramos entender el Evangelio de Dios y la solicitud que nos pide el Rey de la vida, para que respetemos al ser humano.

“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.Fíjate como Él nos puede perdonar los dolores creados sobre su mismo cuerpo pero no perdonará que no nos apiademos de quien sufre el calvario de su enfermedad, puede perdonar el no probar alimento desde la última cena y hasta las tres de la tarde del día siguiente pero no soporta que no le demos de comer al pequeño que tiene hambre, puede perdonar que le expongamos al viento y el sol del meridiano hasta sentir la sed de la insolación pero no perdona que no le demos un vaso de agua al insignificante que tiene sed, puede perdonar que le despojemos de sus vestiduras pero no soporta que no le demos vestido al pobre en su desnudez, puede perdonar que lo hayamos metido a los separos de la cárcel, pero no nos perdona el que no visitemos al ser humano encarcelado...

7.- ¡Cuánta razón tenía la madre Teresa de Calcuta cuando decía: “La mayor de las enfermedades de hoy no es ni la lepra ni la tuberculosis, sino más bien el sentirse indeseado, descuidado y abandonado por todos. El peor de los males es la falta de amor y la ausencia de caridad, la horrible indiferencia “humana” hacia el prójimo que vive a la vera del camino, asaltado por la explotación, la corrupción, la miseria, la violencia, la inseguridad, la crisis económica del capitalismo liberal, la enfermedad propia y la enfermedad del egoísmo en la humanidad!” Y, ¡cuánta razón tenía Jacques Chirac, entonces Primer Ministro Francés, cuando pronunció sobre la Madre Teresa en la noche de su muerte: “Al morir la Madre Teresa de Calcuta, todos hemos perdido, el mundo ha perdido! Este mundo es menos humano”.

Hoy el Evangelio nos dice que aquellos que sufren están tan cerca de la persona de Cristo, se parecen tanto a Él, que son los miembros más activos y más poderosos de su Cuerpo. No sin fundamento, nuestra Iglesia en la era Primitiva reconocía en los Mártires un poder especial de intercesión, y para nosotros, ¡aunque no lo creas! ellos son el boleto que nos permitirá un día tomar el avión hacia la eternidad.



II - LA AUTORIDAD DEL QUE MUERE EN LA CRUZ.

“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos”.

1.- Estimados amigos:

¿Cuántas veces el hombre ha pretendido asemejar a Dios a sí mismo, lejos de que sea Él el que se asemeje a Aquel que posee la perfección? ¿Cuántas veces queremos que el Evangelio se amolde a nuestra forma de vida, lejos de que sea nuestra vida la que se amolde al Evangelio?

2.- Jesucristo es el Rey de Reyes, el Rey del universo, el Soberano de la Creación, y así lo profesamos y lo celebramos en este día litúrgico tan especial.

Pero, acaso te has preguntado alguna vez: ¿En dónde están los fundamentos y en dónde se ubica la identidad del Reinado de Cristo?

Te invito para que reflexionemos sobre ello en este segmento.

Sin lugar a dudas, en un primer elemento, tenemos que decir: el que Cristo sea el Rey tiene sus fundamentos más profundos en su propia identidad como Verbo de Dios e Hijo eterno del Padre.

Para Jesucristo no son necesarios, y puedo decir que hasta se llegan a convertir en verdaderos estorbos, todos esos simulacros de poder y de esplendor con los que se rodeó en otros tiempos a la monarquía, con toda su pompa y majestad, con toda su soberbia y vanagloria, con toda su vanidad y egocentrismo. Y es que el reinado de Jesucristo es algo en mucho más radical, algo más sólido y mucho más firme ya en sí mismo, precisamente por la identidad de Cristo Jesús: es Dios verdadero de Dios verdadero.

3.- Pero además del anterior, tenemos un segundo elemento para que podamos comprender mejor su soberanía: Jesús nos ha enseñado que su reinado no ha consistido en un sólo proclamar leyes y poner gravámenes sobre la espalda de los súbditos, tal como lo han hecho y lo hacen los reyes y gobernantes de la tierra, sin que ellos los toquen ni siquiera con la punta del dedo.

Podríamos decir que a ese primer reinado que le toca a Jesús en su propio ser y en su propia identidad, sigue el segundo reinado que es la identificación de Cristo con todo lo que Él mismo nos enseña.

Jesucristo ha ido paso a paso, legislando con su testimonio y con su ejemplo, de tal manera que Cristo en la congruencia entre el decir y el hacer ha alcanzado otra de las más nítidas manifestaciones de la autoridad, para que así pueda enseñar y orientar a los hombres por el camino de sus mandamientos, viviéndolos primero que nada Él mismo.

Acuérdate del estribillo que recorre los Evangelios: “La gente se admiraba de su doctrina porque hablaba como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos.” Jesucristo enseña al ser humano con la autoridad del que lo que enseña lo ha vivido en la primera persona del singular.

¡Date cuenta! El Evangelio de este día nos muestra cómo una de las manifestaciones del reinado de Cristo es ese poder que tiene para juzgar a los hombres y a las naciones. Y, Él no los juzga entonces en base a los criterios que se promulgan y que no son vividos, como lo hacen las autoridades en el mundo, sino que juzga a las naciones y a los hombres en base a su propia experiencia y a su propio testimonio.

Es así como podemos decir que el reinado de Cristo tiene el primer fundamento es su ser, pero que posee un segundo fundamento en su quehacer.

4.- Sí una enseñanza tuviéramos que elegir para este segundo segmento de nuestra reflexión, considero que no puede ser otra, sino el pedirle a Dios que nos ayude a comprender que no debemos divorciar nuestro ser de nuestro quehacer, así como nuestro quehacer de nuestro ser.

Algunos enfatizamos y presumimos de nuestro ser, pero nos hemos olvidado de nuestro quehacer, y algunos otros cumplimos con algunos o con muchos de nuestros quehaceres, pero nos hemos olvidado de nuestro ser. Las dos situaciones son verdaderamente lamentables.

Apliquémoslo a nuestra vida, para que así lo comprendamos.

En primer lugar, gran parte de nuestros problemas consisten en esa búsqueda de algunos de nosotros que nos conformamos con el ser en el olvido del quehacer: Algunos nos conformamos con lo que hemos recibido, aquello con lo que se nos ha constituido y nos hemos olvidamos del obrar coherente con lo anterior.

Muchos se conforman con haber engendrado, no pocos nos conformamos con la ordenación sacerdotal, otros con el haberse casado o con la consagración en una hermosa liturgia. Pero..., no manifestamos en la vida lo que somos. El ser se va muriendo por esa inconsistencia que provoca la ausencia del quehacer.

5.- Pero también hay otros que nos hemos conformado con el quehacer y nos hemos olvidado del ser. Aquellos que nos conformamos con la sola manifestación de acciones olvidando las propias convicciones y, muchas veces la propia identidad.

Somos los que cumplimos puntualmente con la realización de algunas acciones, de una parte o la totalidad de los quehaceres, pero nos olvidamos del ser. ¿No lo quieres entender? Te lo explico entonces de otra manera: ¿El ser padre significa solamente proveer un hogar? ¿Ser padre se identifica solamente con el llenar una alacena? ¿Ser padre se queda en el sólo pagar una colegiatura o saldar los servicios de una casa? Te fijas, como el cumplir con los quehaceres se puede hacer al margen de la conciencia y la coherencia con el ser. Y, es que, hoy abundamos aquellos que damos cosas pero que no nos damos a nosotros mismos, que no ofrecemos nuestra donación.

6.- Te lo predico desde mi púlpito: Imagínate un sacerdote que cumple puntualmente todas sus obligaciones, con todo su quehacer: celebra misa y la gente no se le duerme, confiesa largas horas, da charlas que motivan a la conversión, visita a los enfermos y ancianos que necesitan del consuelo, la gracia y la paz de Cristo... Pero una vez que termina con su horario se quita la sotana y se olvida de su ser. Termina su horario y se convierte, según él, en un hombre como cualquier otro, olvidando su identidad y con ello convirtiéndose en peor que cualquier otro. ¿Te fijas? El divorcio entre el ser y el quehacer, pero visto desde el otro ángulo. Un sacerdote puede cumplir con todos sus quehaceres, una religiosa puede cumplir con todas sus obligaciones, un padre o una madre de familia pueden cumplir con todos sus trabajos, unos esposos así mismo con sus labores, pero nunca pueden ni deben olvidarse de su ser. No se deben olvidar que están casados, no deben olvidar que son esposos, no deben olvidar que son padres, no debo olvidar que soy sacerdote, no deben olvidar que están consagrados, no debemos olvidar que somos bautizados.

7.- Hoy el Evangelio nos enseña en el rostro de Cristo glorificado el rostro del Rey, el rostro de la autoridad y la soberanía,… y una clara manifestación de lo que significa el unir en la vida nuestro ser con nuestro quehacer, y ¿sabes qué? Esto aconteció principalmente en la cruz.

Jesucristo es el Rey porque es el Hijo eterno del Padre, pero su reinado también hace relación a Aquel que es coherente entre lo que dice y lo que hace, Aquel que legisla con su propio comportamiento.

8.- Un último ejemplo, quizá demasiado personal, te podrá ayudar en este momento: Muchas personas le hemos puesto a Cristo una corona como la de los reyes de la tierra, un manto púrpura como el de los príncipes, un cetro en su mano como el de aquellos que comandan humanamente, y todo eso lo hacemos con la intención de favorecer en nuestro juicio una imagen de “Cristo Rey”. ¡Qué absurdo!,… Queremos que Cristo sea el Rey conforme a la imagen humana, y muchas veces mezquina del Reinado.

¿Sabes una cosa? Para mí no existe una imagen más hermosa de Cristo Rey, que la imagen de Cristo crucificado. ¿Por qué? Porque nos muestra abiertamente a Aquel que está sobre todos y sobre todo, enseñándonos con el ejemplo de su vida. A la autoridad natural de Aquél que es el Hijo eterno del Padre, le agregamos la autoridad de Aquel que nos ha amado hasta dar su vida por nosotros. La Cruz no es una imagen que pudiera envilecer, sino una imagen que engrandece a Aquel que ya era grande por sí mismo.

9.-Te lo explico con esta otra imagen: Me tocó ver a mi madre y a mi padre muchísimas veces en su lecho de enfermedad, y este año que está por concluir acompañamos a mi padre al librar el último de los combates. Él tenía una autoridad natural innegable: me dio la vida y muchísimo más que la vida. Esto me hacía verle con respeto. Pero al contemplarlo en su lecho de enfermedad, me llevaba a ver a aquel que estaba en su cruz de enfermedad a causa de su desgaste amoroso por mí, por mis hermanos y también por mi madre. Clavado en la cruz de la dependencia, flagelado con el látigo de los continuos dolores, con sus manos llagadas por sus quehaceres y sus pies perforados por los deberes, con su frente punzada por las espinas del tiempo y del cansancio.

Le veía, en cierta manera, incomodarse cargando una cruz muy difícil de llevar, ¿quieres saber cuál? Ya no podía valerse por sí mismo para sus necesidades personales... Pero siempre le pude ver con unos ojos de travesura y una sonrisa en la cuál lo decía todo: le alegraba vernos bien aunque él se hubiera consumido con los años y sus huellas imborrables. Al verle en su lecho de enfermedad veía a aquel a quien he considerado una rey por que me dio la existencia, pero sobre todo veía en esa cama de hospital a aquel que obtuvo la más grande autoridad, la autoridad de ese amor inmenso que nos tuvo, y por lo cual se fue consumiendo en sus noches y en sus días.

10.- ¿Entiendes ahora porque te digo que la imagen más bella de Cristo Rey es la imagen de Jesucristo crucificado? Su ser que sobrepasa todo lo que podamos pensar se unió a su quehacer que ha sobrepasado todo lo que podíamos haber esperado.

Yo no me avergüenzo de Cristo crucificado, todo lo contrario, me siento orgulloso de Él. Sé que Él ha resucitado, sé que está glorificado..., pero su cruz me recuerda la autoridad de Aquel que muere porque ama. ¡Lástima que hoy haya tantos enemigos de la imagen de la cruz de Cristo! Y que hasta se llegan a burlar que haya un Cristo crucificado en nuestras casas y templos.

11.- ¿Quieres un consejo? No le pongas a Cristo una corona de oro, ni un manto de púrpura, ni un cetro, ni lo sientes en un trono. Él no los necesita. -¡Es que quiero que parezca un Rey!- Él es Rey por lo que es y por lo que ha hecho. ¿Porqué mejor, en lugar de que hagamos a Cristo tal y como son nuestros reyes, nuestros reyes no se hacen tal y como es Cristo?

Los azotes, los clavos, la corona, la lanzada y la cruz no acabaron con él. Aquellos que no pudieron evitar su nacimiento tampoco pudieron evitar su resurrección. La victoria de Cristo traspasa los clavos. Los clavos de la cruz hacen inconsistente el poder dominante del mundo. Como cristiano no debo arrodillarme ante “los señores” que mandan poner clavos, no es ante los crucificadores, sino ante el crucificado que ha traspasado los clavos. Es ante Él, ante quien tiene sentido mi postración, mi adoración y mi obediencia.



III - EL REINO DEL QUE SIRVE.

“Entonces dirá el rey a los de su derecha: ´Vengan benditos de mi padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo: porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme´. Los justos le contestaran entonces: ´Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?´ Y el rey les dirá: Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

1.- Muy queridos amigos:

Nos encontramos ante un Reino que no termina, más aún con un Reino que se proyecta hacia la eternidad.

Los grandes imperios, sus palacios y sus edificios, se han quedado sepultados bajo el olvido del desierto, de una selva, de la arena o de los mares. Es labor de los arqueólogos el buscar todos los vestigios posibles para poder reconstruir su historia. Los libros de historia se ocupan de ellos y en los museos se encuentra alguna parte de sus construcciones. Bajo la misma tierra que en éste momento pisamos se encuentran los restos de todos aquellos que gobernaron en el pasado.

Ramsés, Nabucodonosor, Nebuzaradán, Ciro, Darío, Filipo, Alejandro, Antíoco IV Epífanes, Marco Antonio, Pompeyo, Herodes, Pilato, Nerón, César, Constantino, Atila, Dioclesiano, Teodosio, Pepino el Breve, Carlomagno, Salamino, Timur Leng, Tlacaélel, Tizoc, Cuitláhuac, Tezozómoc, Nezahualcóyotl, Carlos III, Napoleón Bonaparte, Don Porfirio Díaz, Benito Mussolini, Adolfo Hitler,...

2.- Los reyes y guerreros de éste mundo, sus Cuerpos y sus Imperios se encuentran bajo la tierra silenciosa. Incluso muchos de sus cuerpos yacen en el anonimato de los caminos, del desierto, de una isla o de la mar, ni siquiera sabemos en donde están enterrados. Todos ellos pensaron en algún momento de su tiempo que sus Reinos nunca terminarían, que serían eternos, y hasta augustos y sacros se llegaron a proclamar.

Te pongo como ejemplo una figura cercana a nuestro tiempo y a nuestra memoria: Adolfo Hitler basado en aquel libro publicado en 1923 por J. Moeller Van der Bruck se hace llamar el Das Dritte Reich. Según Hitler el primer Reino se realizó en el Judaísmo, el Reino del Padre, del Dios del Antiguo Testamento, el cual tuvo en la Sinagoga sus representantes; el Segundo reino fue el del Cristianismo, el reino del Hijo, el del Nuevo Testamento, el cual tuvo en la Iglesia sus representantes. Hitler proclamaba desde su soberbia que en él ha llegado 'Das Dritte Reich', el Tercer Reich, pretendía ser una especie de encarnación del Espíritu Santo, y anunciaba que había iniciado ya el Millenium.

Y Hitler se pensaba fundador del Nuevo Reino, del Tercer Reino, de un Reino que anulaba todo lo anterior..., y el Führer, el Jefe, el que conduce, un día se convirtió en ese tirano que se encontró sin el control de su propia vida.

3.- Pero, ¡no te confundas!, el Reino de Cristo no es de este mundo.

Celso, Juliano el apóstata, Augusto Comte, Friedrich Nietzche, Ludwig Feuerbach, Karl Marx querían pasar a Jesús a la historiología, a la historiografía, a los datos muertos de los libros de la historia.

Mis muy queridos Juliano, Comte, Nietzche, Feuerbach y Marx: son ustedes los que han pasado a la Historia, y Jesucristo sigue vivo ayer, ahora y siempre. Él es el Alfa y la Omega, es el principio y el fin, es el primogénito y el pleroma. Entendamos que su Reino no es de éste mundo, su Reino trasciende, el Universo entero le pertenece.

4.- Todo lo que nace de abajo es transitorio, inconsistente, limitado, condenado a la muerte. De abajo nace el desorden, la prepotencia, el mal, las tiranías de todo género, la violencia, la injusticia, la codicia y los egoísmos.

Lo que nace de arriba es eterno, victorioso, glorioso y universal. De arriba nace la bondad, el amor, el servicio, la justicia y la verdad. La entrega desinteresada, la fidelidad, la compasión, la vida y la paciencia vienen de Dios.

Sobre la tierra nada hay que sea definitivo, siempre, ahora y luego, la vida verdadera será un encuentro con la luz y una transformación de lo caduco.

Pero... ¿Cómo podremos obtener la vida verdadera que traspasa lo espacio-temporal? ¿Cómo podemos tener parte en ese Reino del que nos quiere hacer partícipe Aquél que es el Rey eterno?

5.- El Evangelio nos invita a dar sin esperar. Nos invita a considerar nuestra vida sin protagonismos, sin exigencias, sin pretensiones de dominio ni arrogancias. No hay quien se salve, ni puede conocer lo que es vivir desde la creencia de sentirse superior, distinto, desde la postura de mirar un poco, o un mucho, por encima del hombro al resto.

Todo el mundo reconoce que para vivir es necesario dar, participar, colaborar, sentirse útil, etc... Sin embargo hay quienes sirven para recibir a cambio, para recibir dinero o gratificación, mientras que hay otros que sirven sin esperar ni exigir, sin pretensiones de dominio y de poder.

Dar sin esperar es la verdadera forma de vivir amando. Amor que es la razón, el origen y el fin de nuestra vida, que quiere decir: “dar sin pretender que el resultado o el final sea lo que espero”, al menos no esperamos el final inmediato pero sí el eterno.

6.- Las desgracias y las penas de los que damos para recibir en este mundo, empiezan cuando la respuesta es desagradecida, cuando se ven a los hijos, a los amigos, al esposo,... en definitiva cuando todos aquellos que más queremos no son como queremos que sean ni responden a lo que esperamos. Porque sin darnos cuenta, muchos de nosotros hemos ido dando con la intención de recibir, para conseguir que sean o que vivan como mejor creemos o como nosotros queremos. Los sufrimientos se van originando por la respuesta libre de los que más queremos, porque ni los comprendemos ni podemos sufrir su propia desgracia.

Los que dan para ser vistos, para recibir la respuesta a la que tienen derecho, para recibir el premio, los que dan con exigencias de reconocimiento, ya han recibido su paga aquí en la tierra; pero es que además, la postura de exigencias siempre crea distanciamiento y soledad. Nadie se acerca al que nos va a exigir pleitesía o que va esperar algún pago por los favores, nos acercamos a quien nos ama sin esperar, sin reclamar, y sin que nos venga a pedir cuentas. “Después de todo lo que hicimos por ustedes, ¡ése es su agradecimiento!”, dicen con frecuencia los padres.

El agradecimiento o es de corazón, o es una imposición que repele tener que darlo. Uno se siente amado cuando sabe que no le van a pasar la factura, cuando sabe que es libre, cuando no siente la pretensión o la exigencia de ese amor que no es más que una necesidad cubierta de dominio, compañía, o deseos personales.

7.- Nuestra vida es un proceso de crecimiento. Se empieza exigiendo al nacer, se pasa a dar para recibir, y se descubre la plenitud dando sin esperar.' La verdadera esclavitud del hombre es una cadena con eslabones que le atan a la respuesta esperada, parece que la vida no tiene sentido si las personas no recibimos la respuesta deseada, la gratitud o el servicio merecidos. Todo ser humano ha de aprender a dejar a los otros la misma libertad que está exigiendo para sí. Y es que el dominar es cuestión de poder, y el servir es cuestión de amor. ¡Esto es lo verdaderamente cristiano!

El instinto da para recibir, el verdadero amor no pide una respuesta esperada. Y frente a esa pasión instintiva, el hombre puede reconocer que existe un camino mucho más profundo, el de aquel que da porque ama el bien, porque pone en manos de Aquél que es la Vida la respuesta adecuada a su desprendimiento oculto, y que sólo espera la recompensa sin pretenderla ni buscarla, ni mucho menos el exigirla.

Cuando se da esperando recibir a cambio, se desea, se busca y se obtiene,… y cuando, en no pocas ocasiones, no es posible obtener lo que se desea y se busca, sufrimos o hacemos sufrir a los más inocentes. Cuando no se recibe, pensamos y creemos que ellos son malagradecidos, y que no merecían todo lo que hicimos por ellos. Y parece que no nos damos cuenta de que si lo que hicimos fue para ellos, son ellos los que darán la respuesta que puedan, no la que nosotros queremos o esperábamos.

Este mundo se convierte en un gran negocio en el que queremos comprar nuestra felicidad y la de los demás dando, por ejemplo, dinero, regalos, amor, servicio; pero lo hacemos a cambio de objetos, de la admiración de las personas o del agradecimiento. Con dinero conseguimos comprar cosas, pero el amor, el respeto y el agradecimiento que esperamos nos lo da Jesucristo a quienes son capaces de amar sin exigencia.

8.- A diferencia de todo lo anterior, nada que se hace por amor desinteresado es inútil. La recompensa que puede dar este mundo a los que considera sus benefactores es solamente oropel que engaña nuestros sentidos. En la realidad es mucho más profunda la respuesta de Dios a todos aquellos que son capaces de amar sin pretensiones de agradecimiento.

¿No te has fijado? Aquellos hombres de la parábola de este domingo ni siquiera sabían que lo estaban haciendo con Jesucristo..., Relee el Evangelio para comprender.

Todos sabemos que la alegría consiste en dar más que en recibir, pero parece que este mundo nos ha acostumbrado a dar para conseguir, a dar para escuchar “gracias”, a dar para decidir sobre la vida de los demás. No se comprende que es más provechoso el dar por amor. Todo dolor desaparecerá cuando dejemos en la libertad a los otros para que nos quieran como quieren o pueden, para que nos den lo que quieran, porque entonces recibimos el amor que es la vida, y recibiremos la Vida de Aquel que es el Amor verdadero. Es la forma de dar sin ser vistos, es la forma de dar lo mejor que tenemos.

9.- Hay que aprender a dar el paso del deseo al amor, el paso del instinto al servicio en el dar.

El hombre puede tener la seguridad de que nuestro final será el paso y la consecuencia de lo que hayamos hecho en el presente, y a esto no debemos tenerle miedo, a nuestro egoísmo sí hay que tenerle miedo.

Si un embrión pudiera tener conciencia de elección, evitaría abandonar el conocido lugar en el que se va desarrollando y en el que sólo está recibiendo, porque no ve otra realidad.

La placenta del hombre es este mundo y no quiere salir de él porque desconoce la realidad total, porque no puede ver más allá de sus límites, pero si desarrolla ahora sus capacidades más profundas en el amor manifiesto, a través del amor sincero obtendrá una fuerza que es la esperanza, con esa fuerza podrá vivir cada acontecimiento, aún aquellos que le pudieran resultar difíciles o negativos, no como un obstáculo, sino como sucesos que van construyendo su futuro.



IV -LA MEDICINA DE LA PRESENCIA.

“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda”.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ´Vengan benditos de mi padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo: porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme´. Los justos le contestaran entonces: ´Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?´ Y el rey les dirá: Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

1.- Muy queridos amigos:

Existe un dato que me ha dejado pensativo: Todo mundo les hemos llamado e identificado a las seis acciones señaladas en el Evangelio, y a las que se les suma el dar cristiana sepultura a los fieles difuntos, como las obras de misericordia corporales. Lo anterior es correcto, pero creo que en nuestro subconsciente colectivo o eclesial referimos o catalogamos estas obras, casi exclusivamente y en automático a los beneficios materiales, lo cual tampoco se debe descartar, ya que el Evangelio nos habla de ello… El problema es que nos quedamos en el pan para el hambriento, el agua para el sediento, el vestido para el desnudo y el techo para el forastero, y casi siempre allí nos quedamos,… y nos olvidamos de que en el caso del enfermo y en la situación del encarcelado se nos habla de de visitar y de ir a verles…

Este es el ámbito que debemos enfatizar en este momento: El Señor al hablarnos del enfermo no nos dice que estuvo enfermo y le curamos, sino que “estuvo enfermo y me visitaron”, y en el caso del encarcelado no menciona que le hayamos liberado o que hayamos tomado su defensa, sino “estuve encarcelado y fueron a verme”. Lo cual nos ubica en una situación de mayor complicación, ya que se trata no de enviarles medicina ni de pagarles el hospital o una cirugía a unos enfermos o de contratarles un abogado o pagar las fianzas inalcanzables a los encarcelados, esto lo hace el famoso teletón que ya se avecina,… En el Evangelio se trata de ese factor llamado tiempo y que en las bolsas de nuestros valores se ubica siempre a la alza,… digamos que se trata de uno de los tesoros que más adheridos están a los bolsillos de nuestro propio egoísmo.

2.- Y es que efectivamente el tiempo y la presencia generosa mezclados suelen ser también una de las mejores suspensiones convertidas en uno de los mejores medicamentos para cualquier tipo de enfermedades.

Dime por favor conforme al Evangelio de este día: ¿Dónde está Dios sino en nosotros? ¿Dónde están los frutos abundantes prometidos por Cristo sino en las virtudes y en las buenas obras de los cristianos? ¿Dónde está el consuelo del ser humano sino en la palabra de su hermano? ¿Dónde está la luz de la inteligencia oscurecida sino en la palabra que enseña el cristiano con sabiduría y con respeto?

Y ¿Por qué le reclamamos a Dios su ausencia cuando en el mundo somos nosotros los ausentes? ¿Por qué no darnos cuenta de que somos nosotros las manos, los instrumentos y todos esos medios a través de los cuales Dios sigue dando sus frutos? ¿Por qué le reclamamos a Dios Nuestro Señor por todas las cosas malas, tristes, sucias y crueles de las que somos testigos todos los días sí en el mundo no hay más presencia que la presencia del cristiano? ¿Por qué no asumir entonces plenamente nuestras responsabilidades y comprender que como personas individuales y como Iglesia, tenemos la responsabilidad de hacer presentes los frutos sabrosos y abundantes de Cristo?

¿Cómo quieres que el mundo crea en el Divino Redentor si nosotros no nos manifestamos redimidos?

3.- Se conserva de Emmanuel Mounier, considerado un laico místico, un epistolario abundante. Y en el epistolario hay una serie de misivas que escribió para su hija Francoise Mounier en la que se dirige a ella tratando de fortalecerla ante la enfermedad que padece y que le llevará a la postre a la muerte: “Francoise, hijita mía una nueva historia interviene en nuestro diálogo: resistir a las formas fáciles de una paz firmada con el destino, continuar siendo tu padre y tu madre, no abandonarte a nuestra resignación, no acostumbrarnos a tu ausencia, a tu milagro, darte tu pan diario de amor y de presencia, proseguir la oración que eres, reavivar nuestra herida porque esta herida es la puerta de la presencia, estar contigo”.

El pan y la puerta de la presencia… Dime, ¿sí o no es cierto de que en los cuartos de los ancianos y de todo tipo de enfermos, así en los hospitales y así en sus propias residencias, abundan los alimentos, incluso los prohibidos, la tecnología y las distracciones mecánicas, pero les faltan palabras de aliento, los gestos silenciosos y la presencia del cariño que es tan necesaria?

La novedad de la vida cristiana que hoy nos recuerda el Evangelio radica en que Dios se ha convertido en el otro y ha querido que nuestra relación vertical se convirtiera en una relación horizontal. El otro se ha convertido en la presencia de Cristo. El hermano ha dejado de ser el infierno y se convierte en presencia de Cristo y en el pasaporte único e ineludible de ingreso al Reino de los Cielos.

4.- Y es que aunque tú y yo no nos demos cuenta el día de hoy que estamos sanos, en la realidad el miedo a nuestras enfermedades se vence mediante la presencia de la fuerza del amor de aquellos que nos acompañan y que con su presencia nos ofrecen esa seguridad que todos necesitamos.

La presencia del otro también nos da la seguridad y la disposición, la confianza, la fortaleza y con ello el camino hacia la salud.

5.- Es hoy la fiesta de Cristo Rey, y Él hoy nos deja muy en claro de que de la misma manera en que Él cuando vino a la tierra sin dejar el seno del Padre, ahora que ha regresado a la derecha del Padre lo ha hecho sin dejarnos solos.

El Señor nos dice que Él está con nosotros y en nosotros todos los días hasta que Él regrese a juzgar el mundo, y todos nosotros lo hemos constatado en nuestro caminar.

Y es que existen las posturas glamorosas de la vida cristiana: la de todos aquellos que dedican su vida a mirar solamente el cielo uránico en la búsqueda de Dios, pero que se han olvidado de dirigir su mirada hacia las huellas que nos ha dejado en la tierra: sobre todo en los enfermos.

Es por ello que te quiero invitar a continuar hablando de esta obra de misericordia: el enfermo y el don precioso de la vida humana. Nuestra sociedad debe modificar todos sus criterios, buscando favorecer la vida y rechazar el aborto y la eutanasia, y todo aquello que atente contra la vida.

6.- Hay enfermedad que son transitorias y que se solucionan con una corta duración: un dolor de muelas o con la extirpación de un órgano afectado así sean las amígdalas, la vesícula biliar o el apéndice. Hoy existen las cirugías ambulatorias de las que en pocos momentos nos podemos recuperar.

Hoy se fabrican nuevos sueros, antibióticos, se hacen transplantes, desaparecen las enfermedades endémicas..., ¡Oh increíbles adelantos de la ciencia! Pero, surgen arrolladoras otras clases de dolencias: enfermedades de nervios, histerismo, el alcohol y las drogas... Por más que te suene anticuado nuestra vida sigue siendo un valle de lágrimas.

Hablemos sin embargo de los enfermos crónicos, así los cancerosos, los seropositivos, los tuberculosos, los cardíodeficientes, los diabéticos y los leprosos, lo cual les hace pasar a un nuevo estado de vida comparable con la infancia, la pubertad, la juventud...

En estos últimos casos se ha visto modificada su personalidad, sus relaciones con el mundo, consigo mismo y con todos aquellos que les rodean.

Y es que el universo de un enfermo se estrecha, si antes decidía personalmente, ahora tiene que ceder ante lo que se le ordena. Antes era invulnerable, o al menos así se sentía, y ahora se siente y se sabe limitado.

Las coordenadas espacio-temporales han cambiado en sus dimensiones. En algunos casos ya no se puede asistir a todos los lugares que se quiere ir a vacacionar,… en otros el universo se reduce a la habitación, a la cama, al corredor, a la sala de estar. En otras ocasiones la enfermedad arroja al hombre a un estado de postración o de parálisis de sus fuerzas vivas de autonomía.

En el nivel de comunicación también se ve afectado el enfermo. Un enfermo se siente tratado como un niño,… como un débil mental.

Las salidas al encuentro de las personas que se quieren ahora se han cambiado por esas visitas ocasionales de las personas que nos quieren.

Estar enfermo tiene que concebirse como un modo de ser particular que afecta a toda la persona en su manera de pensar, de juzgar, de reaccionar, de comportarse. La enfermedad posee al enfermo. El pordiosero más que decir: “Yo soy pobre”, tendría que decir “Yo estoy pobre”, el enfermo más que decir “Yo estoy enfermo”, tendría que decir: “Yo soy enfermo”. La enfermedad afecta más que la esfera del tener a la esfera del ser del paciente. De ser pobre uno puede salir con trabajo y disciplina, pero en algunas enfermedades ya no hay salida.

6.- Binding, el gran penalista defensor de una eutanasia consecuente que poco a poco fue incluyendo más posibilidades para poder infringir la eutanasia contra el ser humano, en cierta ocasión hizo la siguiente declaración: “Me parece que es completamente innecesario el que el deseo de morir tenga su origen en dolores insoportables. Una desesperación indolora merece la misma compasión.”

A lo que responde con razón Fr. Walter, un sacerdote defensor de la vida: “Unas veces el desesperado es el médico, otras veces la sociedad, otras veces la familia, otras el enfermo y finalmente lo desesperado es la enfermedad... ¿Qué va a ser lo decisivo?”.

Parece producirse una pendiente inseparable en esa situación de decisión cuando el criterio del derecho a la Eutanasia se deriva no sólo de un dolor objetivo constatable sino también del estado subjetivo de la desesperación. ¿Qué enfermo grave no ha tenido el deseo, manifiesto o tácito, de que se ponga fin de una vez a su estado desesperado y de que se le ahorre la dolorosa fatiga del debate con el sufrimiento?

No podemos querer ser más divinos que Dios y querer romper el cristal del reloj de arena que Él ha dispuesto como medida de nuestra temporalidad. Pero muchos más que visitar y acompañar al enfermo queremos hacerle la caridad de cortarle la existencia a aquellos que hemos abandonado y que ahora se convierten en una intensa “carga” para los bolsillos de unos buitres que andan rondando el lecho del enfermo. ¿Qué nos dirá el Señor en el juicio final? ¿Hacia donde seremos enviados? Todavía es tiempo de reconvenir.

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