Antofagasta, Chile / Religión – La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos. Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos. Mateo 21:45.
Un domingo, hace algunos años, llegó a la misa un joven de unos veinticinco años. En verdad, representaba un poco más, pues, venía a mal traer. Resulta que sufría de esquizofrenia y drogadicción. Digamos que se llamaba Francisco. Quería interrumpir la misa, pero una feligresa le dijo que esperara, que no era el momento. Y se sentó.
En el momento de la presentación de las ofrendas, veía que algunas personas caminaban por el pasillo central, y se puso detrás de ellos. Junto con el vino y el pan, la comunidad presentó una ofrenda muy especial ese domingo. Creo que alguna vez, había visto como en las iglesias evangélicas hay un momento para que se acerquen los que quieren ser "salvados". A eso venía, a ser salvado.
Después de recibir las ofrendas, le impuse las manos, se quedó tranquilo, y se sentó. Escuchó el resto de la misa. Al final, agradeció y se fue.
Algunas semanas más tarde, llegó nuevamente. Entró fumando, y algunas personas se escandalizaron, que cómo era posible, y todo el cuento. La misma feligresa, suave y paciente, se acercó y le dijo que no se fuma en misa. Él no sabía. Apagó el cigarro y se quedó toda la misa. Incluso, comulgó. Saludó al final, y se fue.
Quizás parece otra anécdota de cosas extrañas que pasan en misa, pero después sucedió lo más importante. Francisco integró el grupo de narcóticos anónimos de la misma parroquia. Le ayudaron a comenzar con un medicamento para su enfermedad. Ahora, dentro de lo suyo, está bastante mejor, y vive tranquilo; todo porque una parroquiana supo incluirle con suavidad. Fue el dato que le dio la confianza para atreverse a un cambio.
Ahora, no se puede decir que Francisco está totalmente cambiado, que antes vivía en la calle, y ahora es un miembro productivo y exitoso de la sociedad. Lo más probable es que la sociedad continúa calificándolo como un fracasado, un caso perdido, un hombre sin esperanza, sobre el cual el destino no ha sonreído.
El modelo económico es categórico. Hay ganadores y perdedores. El modo de pensar de la gente es así, también: todo o nada. Hay personas que valen y otras que no importan. Para algunos, esta separación se valida con la religión. Están los salvados y los perdidos, y un gran abismo entre los dos, imposible de cruzar, porque su dios lo quiere así.
Pero el asunto es que a Jesús, le caían bien los perdedores. Sus amigos eran los marginados. Sus lugares favoritos eran las sombras donde se juntan los olvidados. Y su viña está produciendo mucho fruto, no cuando se vean éxitos espectaculares, sino cuando un hombre sencillo como Francisco logra estar un poquito mejor.
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Nathan Stone, S.J. es teólogo y magíster en Literatura. Actualmente trabaja con Jóvenes Universitarios en Antofagasta, en el norte de Chile.
Un domingo, hace algunos años, llegó a la misa un joven de unos veinticinco años. En verdad, representaba un poco más, pues, venía a mal traer. Resulta que sufría de esquizofrenia y drogadicción. Digamos que se llamaba Francisco. Quería interrumpir la misa, pero una feligresa le dijo que esperara, que no era el momento. Y se sentó.
En el momento de la presentación de las ofrendas, veía que algunas personas caminaban por el pasillo central, y se puso detrás de ellos. Junto con el vino y el pan, la comunidad presentó una ofrenda muy especial ese domingo. Creo que alguna vez, había visto como en las iglesias evangélicas hay un momento para que se acerquen los que quieren ser "salvados". A eso venía, a ser salvado.
Después de recibir las ofrendas, le impuse las manos, se quedó tranquilo, y se sentó. Escuchó el resto de la misa. Al final, agradeció y se fue.
Algunas semanas más tarde, llegó nuevamente. Entró fumando, y algunas personas se escandalizaron, que cómo era posible, y todo el cuento. La misma feligresa, suave y paciente, se acercó y le dijo que no se fuma en misa. Él no sabía. Apagó el cigarro y se quedó toda la misa. Incluso, comulgó. Saludó al final, y se fue.
Quizás parece otra anécdota de cosas extrañas que pasan en misa, pero después sucedió lo más importante. Francisco integró el grupo de narcóticos anónimos de la misma parroquia. Le ayudaron a comenzar con un medicamento para su enfermedad. Ahora, dentro de lo suyo, está bastante mejor, y vive tranquilo; todo porque una parroquiana supo incluirle con suavidad. Fue el dato que le dio la confianza para atreverse a un cambio.
Ahora, no se puede decir que Francisco está totalmente cambiado, que antes vivía en la calle, y ahora es un miembro productivo y exitoso de la sociedad. Lo más probable es que la sociedad continúa calificándolo como un fracasado, un caso perdido, un hombre sin esperanza, sobre el cual el destino no ha sonreído.
El modelo económico es categórico. Hay ganadores y perdedores. El modo de pensar de la gente es así, también: todo o nada. Hay personas que valen y otras que no importan. Para algunos, esta separación se valida con la religión. Están los salvados y los perdidos, y un gran abismo entre los dos, imposible de cruzar, porque su dios lo quiere así.
Pero el asunto es que a Jesús, le caían bien los perdedores. Sus amigos eran los marginados. Sus lugares favoritos eran las sombras donde se juntan los olvidados. Y su viña está produciendo mucho fruto, no cuando se vean éxitos espectaculares, sino cuando un hombre sencillo como Francisco logra estar un poquito mejor.
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Nathan Stone, S.J. es teólogo y magíster en Literatura. Actualmente trabaja con Jóvenes Universitarios en Antofagasta, en el norte de Chile.
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