¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?.... ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?
Este último domingo de Adviento concentra nuestra atención en una llegada, en una presencia que puede ser acontecimiento en nuestras vidas. Pero se nos presenta de una forma curiosa –pues este Dios no deja de sorprendernos– lo hace a través de la palabra.
Podría haber escogido otros “soportes” para manifestarnos qué tipo de Dios quiere ser-con-nosotros, pero esta forma tan peculiar e inquietante ya nos advierte de que cualquier cosa va a ser posible ¿Estamos preparados?
* Iª Lectura: IIº Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16 ): Dios no quiere ser "encerrado"
I.1. Se toma hoy la primera lectura del IIº Samuel, que está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó al rey David durante gran parte de su vida; el que le prometió una casa, una dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no eran justas y no las consideraba en el plan de Dios. David había trasladado el Arca de la Alianza hasta Jerusalén, pero quería rematar esta acción religioso-política con la construcción de una «casa» (bayit) para Yahvé. Pero Dios no se lo habría de permitir, según el profeta, quizás porque su proceder no fue digno, como en el caso de Betsabé y de censo del pueblo. No obstante, Dios le promete una dinastía (bayit), que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta, en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios quería.
I.2. Sabemos, pues, que este texto de hoy es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete, con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. En el texto, a pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa” construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más humano y más digno. La respuesta, para nosotros los cristianos, la tenemos en el texto del evangelio: Dios se construye una morada en el seno materno de María.
* IIª Lectura: Romanos (16,25-27): El evangelio, misterio de salvación de Dios
II.1. La segunda lectura es de Romanos, concretamente la “doxología” final, un himno en definitiva, que presenta varias dificultades textuales: algunos manuscritos la sitúan en otro momento (v.g. Rom 14, 23; o Rom 15,33). Incluso, hay autores que piensan que es un remate extraño a la carta a los Romanos, propio de la tradición paulina. Se recurre al «evangelio que proclama», que es el punto focal de toda la carta. Pero el evangelio no es de Pablo, no se lo ha inventado él, sino que se le ha manifestado para darlo a conocer. El evangelio es Jesucristo que revela el misterio de Dios para que todos los pueblos, no solamente el pueblo judío o la Iglesia, sean beneficiarios de los dones divinos. El evangelio debe ser la buena noticia que impregne todos los corazones de los hombres.
II.2. En realidad, para entender la densidad de lo que se quiere decir aquí, habría que considerar toda la carta a los Romanos, que es el escrito paulino más consistente de su pensamiento teológico y de su predicación de la gracia salvadora de Dios. En Cristo se revela el misterio de Dios ¿Qué misterio? el de la salvación de todos los hombres, judíos o paganos. Este es el tema fundamental de la carta a los Romanos, y por eso esta doxología o himno final tiene en cuenta toda la teología de la carta a los Romanos, expresada ya desde 1,16-17. En este sentido, pues, el evangelio, que es Jesucristo, nos revela el misterio de la salvación de Dios. Y este evangelio comienza desde que es “hijo de David” (Rom 1,3), es decir, desde la Encarnación y nacimiento de Jesús para lo que nos preparamos en Adviento.
* Evangelio: Lucas (1,26-38): María, en manos de Dios
III.1. El evangelio de la “anunciación” viene a llenar una laguna, algo que muchos echan de menos en el evangelio de Marcos. Por eso, en el último domingo de Adviento se recurre al tercer evangelio, que es el único que nos habla de María como la auténtica mujer profética que va perfilando, con sus gestos y palabras, lo que posteriormente llevará a cabo su hijo, el Hijo del Altísimo con que se le presenta en la anunciación. Esto ocurre así, en la liturgia de hoy, previa a la Navidad, porque si Juan el Bautista es una figura iniciadora de este tiempo litúrgico, es María la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del Adviento. El relato de la anunciación de Lucas no se agota en una sola lectura, sino que siempre implica una novedad inagotable. Esta mujer de Nazaret (aldea desconocida hasta entonces en la historia) será llamada por Dios, precisamente para que ese Dios sea el Enmanuel, el Dios con nosotros, el Dios humano. (cf también el comentario a este texto en la Fiesta de la Inmaculada).
III.2. No obstante, Dios no ha querido avasallar desde su grandeza; y, para ser uno de nosotros, ha querido ser aceptado por esta mujer que, en nombre de toda la humanidad, expresa la necesidad de que Dios sea nuestra ayuda desde nuestra propia sensibilidad. El papel de María en esta acción salvadora de Dios no solamente es discreto, sino misterioso. Ella debe entregar todo su ser, toda su feminidad, toda su fama, toda su maternidad al Dios de los hombres. No se le pide un imposible, porque todo es posible para Dios, sino una actitud confiada para que Dios pueda actuar por nosotros, para nosotros. No ha elegido Dios lo grande de este mundo, sino lo pequeño, para estar con nosotros. María es la que hace sensible y humano el Adviento y la Navidad.
III.3. En este texto de la “anunciación” vemos que a diferencia de David, piadosillo, pero interesado, es Dios quien lleva la iniciativa de construirse una “morada”, una casa (bayit), una dinastía, en la casa de María de Nazaret, una mujer del pueblo, de los sin nombre, de los sin historia. El ángel Gabriel que antes había sido “rechazado” de alguna manera en la liturgia solemne del templo por el padre de Juan el Bautista, que era sacerdote, es ahora acogido sencilla y humildemente por una mujer sin título y sin nada. Aquí sí hay respuesta y acogida y aquí Dios se siente como en su casa, porque esta mujer le ha entregado no solamente su fama y su honra, no solamente su seno materno, sino todo su vida y todo su futuro. Es ahora cuando se cumple la profecía de Natán (“Dios le dará el trono de David, su padre”), pero sabemos que será sin dinastía ni títulos reales.
* Yo estaré contigo
Dice el segundo libro de Samuel que David soñó con ser el fundamento de su propia vida y acciones. Pensó que ahora que conseguía una vida estable y pacífica podría también definir con su poder todo lo demás, incluso aquello que tenía que ver con la divinidad. Pero fue ésta misma, quien a través de la palabra comunicó a Natán, el profeta, quién era quién. Es la palabra la que le muestra cuál es la vida que ha tenido David, quién lo ha acompañado, escogido y quién permitirá que tenga futuro, incluso más allá de su propia muerte y a través de sus descendientes.
Dios nos sitúa ante su presencia, no para medirnos, sino para amarnos. Su esfuerzo se dirige hacia nosotros para que ganemos perspectiva hacia nosotros mismos y hacia la densidad misma que tienen nuestras vidas. Ya que Dios estaba ya preparando nuestro camino antes de nuestro nacimiento y continúa en este empeño más allá de toda muerte. Se trata, como dice Pablo, de la revelación del misterio que se ha mantenido en secreto y que ahora ha sido manifestada.
Ya sabemos que Dios no juega a mantener silencios, no es ese su estilo, sino que más bien parece que su sabiduría sale a borbotones, a veces silenciosos, pero muy frecuentes si nos ponemos a tino. Por ello, Pablo habla de algo que es “misterioso” porque no deja de sorprendernos. Dios con su sabiduría siempre lleva la iniciativa a la hora de comunicarnos su buena-noticia, es decir, su estar-en medio de nosotros. Así que los secretos divinos no son para unos pocos escogidos sino para todos los que se disponen a obedecer, es decir, a escuchar lo que nos dice a cada uno de nosotros y eso es a veces peligroso pues puede transformar nuestra existencia. ¡Cuidado!
* La Palabra: motivo de escándalo, motivo de gracia.
El 8 de diciembre leíamos el anuncio que recibe una joven muy arriesgada. En el comentario de ese día Olivia Pérez nos advertía de que la repetición de los textos puede llegar a inmunizarnos. Hoy volvemos a fijarnos de nuevo en este texto pero para no tener “tentaciones” lo haremos desde otras claves que nos permitan ampliar su increíble riqueza.
Esta joven también recibe confusa y sorprendida a la Palabra. Es un anuncio en el que se le invita a la alegría. Dios, que está de su parte, le pide colaboración y ella tiene que digerir el mensaje. Supongo que no fue fácil. No pudo serlo pues requería, como sucede con cada uno de nosotros, un proceso de asimilación de lo que allí estaba teniendo lugar. Por ser un anuncio de Vida necesita también un hueco, un espacio en nuestras existencias para poder ser acogido.
El “hágase en mi” se repite hoy también, pero como hemos dicho esto tiene consecuencias peligrosas que se han repetido a lo largo de la historia. Una de ellas fue la que le llevó a predicar, un día como hoy, a fr. Antonio de Montesinos un sermón preparado comunitariamente y que en La Española, en 1511, leyó ante los poderosos denunciando las injusticias que se estaban cometiendo contra los indios. Su palabra resonó con fuerza y aún no han callado pues pueden seguir manifestando la injusticia existente.
Por eso, Miriam nos invita a preparar espacios de vida que nos dejen recibir la Palabra que no cesa y que hace brotar algo nuevo… ¿es que no lo notáis?
¡Feliz final de Aviento y Feliz Nati-vidad!
Fray Antonio de Montesinos
Introducción
Este último domingo de Adviento concentra nuestra atención en una llegada, en una presencia que puede ser acontecimiento en nuestras vidas. Pero se nos presenta de una forma curiosa –pues este Dios no deja de sorprendernos– lo hace a través de la palabra.
Podría haber escogido otros “soportes” para manifestarnos qué tipo de Dios quiere ser-con-nosotros, pero esta forma tan peculiar e inquietante ya nos advierte de que cualquier cosa va a ser posible ¿Estamos preparados?
Comentario bíblico
* Iª Lectura: IIº Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16 ): Dios no quiere ser "encerrado"
I.1. Se toma hoy la primera lectura del IIº Samuel, que está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó al rey David durante gran parte de su vida; el que le prometió una casa, una dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no eran justas y no las consideraba en el plan de Dios. David había trasladado el Arca de la Alianza hasta Jerusalén, pero quería rematar esta acción religioso-política con la construcción de una «casa» (bayit) para Yahvé. Pero Dios no se lo habría de permitir, según el profeta, quizás porque su proceder no fue digno, como en el caso de Betsabé y de censo del pueblo. No obstante, Dios le promete una dinastía (bayit), que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta, en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios quería.
I.2. Sabemos, pues, que este texto de hoy es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete, con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. En el texto, a pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa” construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más humano y más digno. La respuesta, para nosotros los cristianos, la tenemos en el texto del evangelio: Dios se construye una morada en el seno materno de María.
* IIª Lectura: Romanos (16,25-27): El evangelio, misterio de salvación de Dios
II.1. La segunda lectura es de Romanos, concretamente la “doxología” final, un himno en definitiva, que presenta varias dificultades textuales: algunos manuscritos la sitúan en otro momento (v.g. Rom 14, 23; o Rom 15,33). Incluso, hay autores que piensan que es un remate extraño a la carta a los Romanos, propio de la tradición paulina. Se recurre al «evangelio que proclama», que es el punto focal de toda la carta. Pero el evangelio no es de Pablo, no se lo ha inventado él, sino que se le ha manifestado para darlo a conocer. El evangelio es Jesucristo que revela el misterio de Dios para que todos los pueblos, no solamente el pueblo judío o la Iglesia, sean beneficiarios de los dones divinos. El evangelio debe ser la buena noticia que impregne todos los corazones de los hombres.
II.2. En realidad, para entender la densidad de lo que se quiere decir aquí, habría que considerar toda la carta a los Romanos, que es el escrito paulino más consistente de su pensamiento teológico y de su predicación de la gracia salvadora de Dios. En Cristo se revela el misterio de Dios ¿Qué misterio? el de la salvación de todos los hombres, judíos o paganos. Este es el tema fundamental de la carta a los Romanos, y por eso esta doxología o himno final tiene en cuenta toda la teología de la carta a los Romanos, expresada ya desde 1,16-17. En este sentido, pues, el evangelio, que es Jesucristo, nos revela el misterio de la salvación de Dios. Y este evangelio comienza desde que es “hijo de David” (Rom 1,3), es decir, desde la Encarnación y nacimiento de Jesús para lo que nos preparamos en Adviento.
* Evangelio: Lucas (1,26-38): María, en manos de Dios
III.1. El evangelio de la “anunciación” viene a llenar una laguna, algo que muchos echan de menos en el evangelio de Marcos. Por eso, en el último domingo de Adviento se recurre al tercer evangelio, que es el único que nos habla de María como la auténtica mujer profética que va perfilando, con sus gestos y palabras, lo que posteriormente llevará a cabo su hijo, el Hijo del Altísimo con que se le presenta en la anunciación. Esto ocurre así, en la liturgia de hoy, previa a la Navidad, porque si Juan el Bautista es una figura iniciadora de este tiempo litúrgico, es María la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del Adviento. El relato de la anunciación de Lucas no se agota en una sola lectura, sino que siempre implica una novedad inagotable. Esta mujer de Nazaret (aldea desconocida hasta entonces en la historia) será llamada por Dios, precisamente para que ese Dios sea el Enmanuel, el Dios con nosotros, el Dios humano. (cf también el comentario a este texto en la Fiesta de la Inmaculada).
III.2. No obstante, Dios no ha querido avasallar desde su grandeza; y, para ser uno de nosotros, ha querido ser aceptado por esta mujer que, en nombre de toda la humanidad, expresa la necesidad de que Dios sea nuestra ayuda desde nuestra propia sensibilidad. El papel de María en esta acción salvadora de Dios no solamente es discreto, sino misterioso. Ella debe entregar todo su ser, toda su feminidad, toda su fama, toda su maternidad al Dios de los hombres. No se le pide un imposible, porque todo es posible para Dios, sino una actitud confiada para que Dios pueda actuar por nosotros, para nosotros. No ha elegido Dios lo grande de este mundo, sino lo pequeño, para estar con nosotros. María es la que hace sensible y humano el Adviento y la Navidad.
III.3. En este texto de la “anunciación” vemos que a diferencia de David, piadosillo, pero interesado, es Dios quien lleva la iniciativa de construirse una “morada”, una casa (bayit), una dinastía, en la casa de María de Nazaret, una mujer del pueblo, de los sin nombre, de los sin historia. El ángel Gabriel que antes había sido “rechazado” de alguna manera en la liturgia solemne del templo por el padre de Juan el Bautista, que era sacerdote, es ahora acogido sencilla y humildemente por una mujer sin título y sin nada. Aquí sí hay respuesta y acogida y aquí Dios se siente como en su casa, porque esta mujer le ha entregado no solamente su fama y su honra, no solamente su seno materno, sino todo su vida y todo su futuro. Es ahora cuando se cumple la profecía de Natán (“Dios le dará el trono de David, su padre”), pero sabemos que será sin dinastía ni títulos reales.
Miguel de Burgos, OP
Pautas para la homilía
* Yo estaré contigo
Dice el segundo libro de Samuel que David soñó con ser el fundamento de su propia vida y acciones. Pensó que ahora que conseguía una vida estable y pacífica podría también definir con su poder todo lo demás, incluso aquello que tenía que ver con la divinidad. Pero fue ésta misma, quien a través de la palabra comunicó a Natán, el profeta, quién era quién. Es la palabra la que le muestra cuál es la vida que ha tenido David, quién lo ha acompañado, escogido y quién permitirá que tenga futuro, incluso más allá de su propia muerte y a través de sus descendientes.
Dios nos sitúa ante su presencia, no para medirnos, sino para amarnos. Su esfuerzo se dirige hacia nosotros para que ganemos perspectiva hacia nosotros mismos y hacia la densidad misma que tienen nuestras vidas. Ya que Dios estaba ya preparando nuestro camino antes de nuestro nacimiento y continúa en este empeño más allá de toda muerte. Se trata, como dice Pablo, de la revelación del misterio que se ha mantenido en secreto y que ahora ha sido manifestada.
Ya sabemos que Dios no juega a mantener silencios, no es ese su estilo, sino que más bien parece que su sabiduría sale a borbotones, a veces silenciosos, pero muy frecuentes si nos ponemos a tino. Por ello, Pablo habla de algo que es “misterioso” porque no deja de sorprendernos. Dios con su sabiduría siempre lleva la iniciativa a la hora de comunicarnos su buena-noticia, es decir, su estar-en medio de nosotros. Así que los secretos divinos no son para unos pocos escogidos sino para todos los que se disponen a obedecer, es decir, a escuchar lo que nos dice a cada uno de nosotros y eso es a veces peligroso pues puede transformar nuestra existencia. ¡Cuidado!
* La Palabra: motivo de escándalo, motivo de gracia.
El 8 de diciembre leíamos el anuncio que recibe una joven muy arriesgada. En el comentario de ese día Olivia Pérez nos advertía de que la repetición de los textos puede llegar a inmunizarnos. Hoy volvemos a fijarnos de nuevo en este texto pero para no tener “tentaciones” lo haremos desde otras claves que nos permitan ampliar su increíble riqueza.
Esta joven también recibe confusa y sorprendida a la Palabra. Es un anuncio en el que se le invita a la alegría. Dios, que está de su parte, le pide colaboración y ella tiene que digerir el mensaje. Supongo que no fue fácil. No pudo serlo pues requería, como sucede con cada uno de nosotros, un proceso de asimilación de lo que allí estaba teniendo lugar. Por ser un anuncio de Vida necesita también un hueco, un espacio en nuestras existencias para poder ser acogido.
El “hágase en mi” se repite hoy también, pero como hemos dicho esto tiene consecuencias peligrosas que se han repetido a lo largo de la historia. Una de ellas fue la que le llevó a predicar, un día como hoy, a fr. Antonio de Montesinos un sermón preparado comunitariamente y que en La Española, en 1511, leyó ante los poderosos denunciando las injusticias que se estaban cometiendo contra los indios. Su palabra resonó con fuerza y aún no han callado pues pueden seguir manifestando la injusticia existente.
Por eso, Miriam nos invita a preparar espacios de vida que nos dejen recibir la Palabra que no cesa y que hace brotar algo nuevo… ¿es que no lo notáis?
¡Feliz final de Aviento y Feliz Nati-vidad!
Montse Escribano
CPJA-El Levantazo-Valencia
CPJA-El Levantazo-Valencia
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