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viernes, 27 de febrero de 2009

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: Llenar la carne de Espíritu

I Domingo de Cuaresma - Ciclo B
Por José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.


LA CUARESMA

La Pascua es el segundo “tiempo fuerte” del año litúrgico. Su centro está en la celebración de la Resurrección: la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección. Esta celebración se prepara con cinco semanas, la Cuaresma, que recuerdan los cuarenta días de oración de Jesús en el desierto antes de lanzarse a los caminos de Galilea a predicar la Buena Noticia. Estas cinco semanas desembocan en la Semana Santa, en que recordamos la Pasión y muerte de Jesús, como último escalón antes de la Resurrección. Después celebraremos la Ascensión del Señor y Pentecostés pero antes de estas dos fiestas intercalaremos otras cinco semanas, recordando los cuarenta días
en que, según Lucas, Jesús resucitado se apareció a los discípulos instruyéndolos sobre el Reino de Dios.
Si el Tiempo de Navidad ponía los cimientos de la Buena Noticia, anunciando a Dios con nosotros Libertador, el Tiempo de Pascua nos introduce en el corazón mismo del mensaje: el amor de Dios que descubrimos en Jesús, capaz de entregar su vida por todos, y el poder del amor de Dios, más fuerte que la muerte y que el pecado.
Tanto en la Pascua como en la Cuaresma se han introducido, en la fe y en la celebración litúrgica, algunas formulaciones y conceptos que tienen poco que ver con el mensaje de Jesús.
Se nos ha presentado la Cuaresma ante todo como un tiempo de penitencia, de pedir a Dios perdón de nuestros pecados, insistentemente, como si, a fuerza de penitencias y súplicas lográramos que se ablandase un poco el Juez Justiciero. Y no es así: Dios ofrece siempre el perdón, de antemano, gratuito, porque es Abbá, porque me quiere más que mi madre. Lo nuestro es darnos cuenta, volvernos a Él y aceptar con alegría.
Se nos ha presentado también la muerte de Jesús en la cruz como un sacrificio cruento, parecido a los sacrificios de corderos en el Templo: y el dios juez justiciero, airado por nuestros pecados, depone su ira viendo la sangre de su propio hijo y nos perdona. Es una caricatura macabra y, nunca mejor dicho, sangrienta. Jesús crucificado no aplaca al Padre, sino que muestra cuánto nos quiere el Padre. No hace falta ningún sacrificio, ninguna sangre, para que Dios nos quiera.
El mensaje de la Pascua y de la Cuaresma es profundo, no lo manchemos con prehistóricas concepciones de la divinidad airada ni de la sangre ritual propiciatoria.
Todas esas cosas fueron quizá la fe de un Israel primitivo que entendía todavía poco de Dios. Pero desde Jesús sabemos de Dios mucho más. No cometamos el error de entender a Jesús desde el Antiguo Testamento. Es al revés, entendemos el Antiguo Testamento, lo válido y lo inválido del mismo, desde Jesús. Sacrificios, expiaciones, dioses airados … Jesús terminó con todo eso y que todo eso ha terminado es también parte de la Buena Noticia.


DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA
Llenar la carne de Espíritu.

T E X T O S

Comenzamos el Tiempo de Cuaresma. Cuarenta días de camino hacia la Pascua. En este primer Domingo, el centro básico del Mensaje está al final del Evangelio de Marcos: "Convertíos y creed en la Buena Nueva". Los otros textos comienzan a exponer la conversión, como obra del Espíritu, y a preparar la catequesis del Bautismo, por el que nos incorporamos a Cristo.

Del libro del Génesis (9: 8-15)
Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él: «He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia, y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra. Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.» Dijo Dios: «Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. Cuando yo anuble de nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes, y me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros y toda alma viviente, toda carne, y no habrá más aguas diluviales para exterminar toda carne».

De la primera carta de Pedro (3: 18-22)
Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua; a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo, que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades.

Del Evangelio de Marcos (1: 12-15)
A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Noticia».


TEMAS Y CONTEXTOS

EL RELATO DEL GÉNESIS
Es un relato del Código Sacerdotal que utiliza materiales de la tradición Yahvista. El diluvio fue sin duda una catástrofe natural de la que queda constancia en muchas tradiciones de los pueblos antiguos. El Yahvista y el Sacerdotal la recogen y hacen de esta catástrofe un gran sermón penitencial, considerándola un castigo de Dios por los pecados.
Pero el fragmento de hoy es totalmente específico de Israel: Dios no es un ser temible que puede en cualquier momento destruir la creación entera: Dios es un aliado. Mientras los seres humanos obedezcan la Ley de Dios, pueden contar con Él.
El signo de esta Alianza no puede ser más expresivo: el arco iris. No es un arco de piedra, algo arquitectónico. Es el arco de guerra de Dios vengador. Dios ha disparado sus flechas que han estado a punto de exterminar toda vida; pero ya no: el sacrificio de Noé ha aplacado a Dios, y Dios ha colgado su arco de guerra en el firmamento, como muestra de que ya no va a intentar nunca destruir a la humanidad.
A la vista está que es una tradición y una espiritualidad antiquísima. Es la prehistoria de nuestra fe. De aquí a la teología de Juan ("Dios hecho hombre por salvar") hay un larguísimo camino por recorrer. Pero reconocemos ya en esta vetusta tradición la semilla de nuestra misma fe en Dios Salvador.

LA CARTA DE PEDRO
Es un texto escrito probablemente en Roma después de la muerte de Pedro, y fundado en su predicación. Su "teología del diluvio" y de la acción de Cristo sobre lo antepasados nos resulta un tanto lejana. Nos quedamos solamente con la idea de que es un texto bautismal, centrado en "salvados a través del agua", imagen muy usada en la primera Iglesia, en la que el agua es el mal, el pecado, la muerte (como realidad y como símbolo) de que se salva Jesús, salvado de la muerte por el Espíritu, y nosotros, que nos incorporamos a su resurrección por el Bautismo.

EL EVANGELIO DE MARCOS
El evangelio de Marcos comienza con la predicación del Bautista (1:1-8), el Bautismo de Jesús (1:8-12), y el fragmento que hoy leemos (1:12-15) Marcos presenta muy esquemáticamente la cuarentena de oración y ayuno de Jesús en el desierto. Mateo y Lucas la desarrollan más (las tres tentaciones ) y Juan la omite.
Se muestra el retiro de Jesús, su tentación y el principio de su predicación. Movido por el Espíritu. El bautismo de Juan es presentado en todos los evangelistas como infusión del Espíritu. Jesús, pleno del Espíritu de Dios, va a comenzar el anuncio de la Buena Nueva. El Espíritu le lleva a cuarenta días de soledad, de oración y ayuno, en que se incluye la tentación. El tema de la tentación no es lo central en este domingo. Jesús se prepara para su trabajo con un tiempo de oración y soledad. Retirarse a orar en soledad será una costumbre de Jesús, frecuente en su vida, y lo hará muy especialmente en los momentos más importantes.
Los cuarenta días son simbólicos, como siempre en la Biblia. Son los cuarenta días de peregrinación de Elías al Horeb, al encuentro de Dios. Son los cuarenta años de peregrinación del pueblo por el desierto... Cuarenta, un ciclo completo. Jesús termina su ciclo completo de preparación, en soledad, oración y ayuno. Esta preparación ha dado origen a la Cuaresma. Cuarenta días de camino hacia la Pascua.
Marcos parece indicar que Jesús empieza su predicación justamente cuando Juan es encarcelado, pero la conexión temporal de los dos párrafos puede no ser más que un recurso redaccional.
El centro del pasaje se encuentra sin duda - en Marcos - en el contenido del principio de la predicación de Jesús:
"El Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva"
Viene a ser como el pregón de toda la predicación de Jesús, el anuncio de todo lo esencial de su contenido. Inmediatamente después se describe el comienzo de su predicación en Galilea, que hemos leído en los domingos anteriores (domingos 2-9 del Tiempo Ordinario)


R E F L E X I Ó N

Es fácil identificar esos cuarenta días con unos días de "penitencia por los pecados". Y la presencia del Carnaval ha acentuado esa práctica. Llevado hasta el extremo, se entiende a veces como unos días de purificación por el resto del año en que no nos preocupamos de ello. No es necesario insistir en la poca validez del planteamiento.
Pero, más en profundidad, tampoco nos basta con "penitencia por los pecados". El concepto que se maneja es más fuerte: conversión, y, en este sentido, la Cuaresma sirve para revivir uno de los aspectos más básicos, diríamos que el primero, de nuestra vida religiosa. Es el primer mensaje de Jesús: "Convertíos".
Convertirse es "volverse", "ir en otra dirección", "cambiar de mentalidad” El encuentro con Jesús produce un cambio, un cambio de dirección, de criterios, de valores. El cambio es, ante todo, "creer en la Buena Noticia". Por tanto, volvemos a los orígenes de nuestra fe, a aquello que nos hace llevar una vida distinta: que creemos en la Buena Noticia que Jesús trae.
Esto plantea el enfrentamiento entre "la carne y el espíritu". En el lenguaje del Nuevo Testamento, estos son dos términos que indican simplemente la vida del creyente la vida animada por el Espíritu) y la vida dedicada a las cosas perecederas, la vida sin espíritu de Dios. La acción de "El Espíritu" es el trabajo de Dios por salvar. Aceptar la Buena Noticia es aceptar ese concepto de Dios, esa visión de la vida, esa misión para la vida de cada uno, vivir con el Espíritu de Jesús. Con ese Espíritu, la vida es algo diferente, es una vida nueva, renovada, salvada de la oscuridad, de la muerte.
Todo esto lo celebramos en el Bautismo, con el signo del agua. Por eso está presente en este domingo la mención del Diluvio. En aquel desastre natural, el agua fue la muerte para muchos. Los autores del relato bíblico entienden la acción de Dios con Noé como “salvarlo de las aguas”, salvarlo del desastre, de la muerte. Éste es el primer simbolismo - bastante olvidado - del agua del bautismo, y por eso se celebraba en la primera iglesia “por inmersión”: se sumergía al catecúmeno en el agua y se le sacaba de ella. Era el símbolo de que Dios nos salva de la muerte. Era también un símbolo de la resurrección de Jesús: sumergido en la muerte y salvado de ella por el poder de Dios.
Pro es un texto peligroso. Antes, Dios ha decidido exterminar al género humano a causa de sus pecados, y éste dios no es Abbá. Ahora es aplacado por el sacrificio de Noé, y esta acción ha sido presentada para explicar la muerte sangrienta de Jesús como sacrificio que aplaca la ira de Dios. Finalmente, Dios se muestra como aliado ¿de quién? Israel lo entenderá no pocos veces como aliado suyo, de ese pueblo, contra otros pueblos. Graves peligros. Quizá sería necesario explicarlo detenidamente, pero no habrá tiempo en una homilía. Quizá podríamos repetir la primera lectura del domingo pasado (7º TO). Porque el tema básico que transmite el evangelio es más válido y profundo.
Toda nuestra celebración de la Pascua tiene un tema fundamental: Dios salvador de la muerte, Dios más fuerte que el mal. Por eso, el centro de la celebración no es el pecado o la penitencia, sino la resurrección, el triunfo del bien, que se realiza en Jesús resucitado, el Primogénito, detrás del cual vamos todos nosotros.
La Cuaresma es por tanto el principio de un camino que conduce hacia la Vigilia Pascual, con la renovación de nuestro Bautismo. El día en que nos bautizaron empezó para nosotros una vida nueva, una vida inspirada y animada por el Espíritu de Jesús.
Jesús muerto y resucitado es el origen de esa vida nueva, y cada año, al recordar y celebrar su muerte y su resurrección, celebramos nuestra incorporación a esa nueva vida.
La muerte se toma siempre en dos sentidos: la muerte como término de la vida, como paso a la vida definitiva y como última prueba para la fe. Pero también la muerte como símbolo: nuestra vida anterior, la que llevábamos antes de seguir a Jesús, atenta a los criterios y valores mundanos, ha muerto. Vivimos ya otra vida, resucitados, salvados de aquella vida que no es vida.
Es ésta una parte fundamental del mensaje de Jesús: “convertíos” viene a significar lo mismo que “despertad”, “salid de la muerte”, “asomaos a la Vida plena”. Por eso la Noticia es Buena, es una invitación a vivir, a vivir más plenamente. La vida de los seguidores de Jesús está invitada a la plenitud, a ser más plenamente humana. Una Vida comparada con la cual lo anterior es estar muerto. Que existe ese otro modo de vivir, que ese modo de vivir es la obra de Dios, que todo eso lleva al ser humano a su plenitud, es una muy Buena Noticia.
Así, el primer mensaje de la Cuaresma es una invitación a vivir en plenitud, a dejar que la vida se llene del Espíritu, siguiendo a Jesús, que, lleno del Espíritu, empieza su camino, un camino que no lleva a la cruz sino que pasa por la cruz y llega hasta la Vida definitiva.
Para terminar, es muy significativa la última frase del evangelio de Marcos: Jesús sale a los caminos a invitar a la conversión. Más allá de su verdad histórica, es una magnifico símbolo de la espiritualidad del cristiano: no ha ido él a buscar a Dios, sino que Dios ha ”bajado” a sus caminos, a encontrare, a invitarle. Lo nuestro es responder. Por eso, la cuaresma no es un esfuerzo nuestro “ a ver si Dios me perdona”, “ a ver si Dios me escucha”. Es un esfuerzo de Dios para que yo le escuche, una oferta de perdón, una oferta de vida: “Convertíos” significa simplemente, hacedle caso, aceptad la oferta de Dios Salvador.


PARA NUESTRA ORACIÓN

LA CONVERSIÓN

Convertirse, cambiar. Cambiar nuestra imagen de Dios. No es el que estropea la vida con mandamientos que la hacen más pesada. NO es el que amenaza para que le obedezcan bajo pena de muerte. ES EL QUE SALVA LA VIDA DEL DESASTRE.
Esto es como quitarse unas gafas que nos hacen ver todo con falsos colores. El concepto de bien y mal nos pueden engañar: bien es lo que apetece inmediatamente - mal es lo que no apetece. Pues no: bien es lo que sirve para la Vida - mal es lo que estorba la Vida. Conversión es cambiar de fin y por tanto de medios, de meta y por tanto de dirección. Y también de motivos. El fin y la meta es la plenitud humana, que se consigue en Dios. Los medios son la manera de vivir que muestra Jesús. Dios es el que anima y da fuerza para todo eso, para que la vida llegue a plenitud.
Cambiar nuestra vida en algo más válido. Convertir el agua en vino. Convertir el trabajo, el descanso, el ocio, el sufrimiento, la muerte... convertirlo, cambiar su sentido y su valor. Es la Buena Noticia: todo está convertido ya. Se trata de aceptar la Buena Noticia. La Buena Noticia es una noticia: "Escuchad: no hay que temer a Dios, os quiere.
No se pierde la vida. No se acaba en la muerte....." Aceptar la buena noticia es aceptar que todo puede convertirse en divino, válido, con sentido.
Es la obra de la fe. No se entiende la fe sin cambio de vida. Quizá el cambio no es hacer otras cosas, sino hacerlo todo con otro sentido: poner el Espíritu de Jesús en la carne de nuestra vida.
La carne y el Espíritu. Hay un "mal espíritu" que nos inclina a estropear la vida. La tentación de Jesús nos lo muestra. En el misterio del hombre está inscrito, como parte de ese pecado original, fuente y origen de todo pecado, esa afición por estropear la vida, por atender a lo que apetece pero no conviene. La primera manifestación de ese "mal espíritu" es trivializar la vida, no darle importancia, no animarla del Espíritu de Dios, tirar la vida en lo que no merece la pena. La segunda manifestación es sin duda no aceptar la Buena Noticia: fíate de Dios, que es tu Padre. La tercera, no aceptar la vida como Misión de Dios, misión de salvar, de servir. Son nuestras tres tentaciones La Buena Noticia, el Tesoro que se nos ofrece, es que compramos mucho por poco. Es
verdad que hay que vender el campo, que hay renuncias que hacer. Pero la Buena Noticia es anterior: por eso vendemos el campo, porque hemos encontrado,. previamente, un estupendo Tesoro. Esto es sin duda "El Reino".
Y ni siquiera se trata de que viviendo así se es más feliz. No recibimos gratificación alguna por vivir así. El premio es vivir así, vivir válidamente. Quizá esto produzca paz, satisfacción, felicidad... son un buen síntoma, pero no es ese el fin. El fin es no tirar la vida. El fin es la salvación. La Buena Noticia es "la vida está salvada", y por poco precio por nuestra parte.

CONTEMPLACIÓN

Imaginar la escena: vamos por un camino, en una dirección. Nos cruzamos con Jesús, nos fascina su Buena Noticia … y cambiamos de rumbo; nos vamos con él. Contemplar la vida, la de las personas en general: nacer, afanarse, sufrir, trabajar, envejecer, morir... Necesita ser salvada. Pedir a Jesús sus ojos para verla como es.
Contemplar la intranscendencia de la vida humana, el sin sentido de todo. Ver mi propia vida, desde el final, desde la vejez... valorar...
Pedir a Dios que salvemos la vida, que sirva, que valga... Pedir por todos los hombres, para que encuentren el sentido, el valor... Pedir que se proclame la Gran Noticia.
¡ESTAMOS EN EL REINO!
Estamos en el Reino, conocemos a Dios, sabemos quiénes somos, toda la vida tiene sentido y valor, tenemos misión … ¡No nos podemos conformar con menos!. Jesús nos ha traído la mejor de las noticias: pensábamos que Dios era temible, que estábamos amenazados de dios, amenazados de muerte. Pensábamos que la vida acababa en la muerte o que después de la muerte nos amenazaba el juicio severísimo del Juez Supremo. Jesús lo ha cambiado todo: la vida es camino para la Vida, la muerte es llegar a casa. Cuando lleguemos, nos espera nuestra madre con la mesa puesta. El final no es el juicio sino el banquete.
Pensábamos que Dios nos vigila, al acecho de nuestros pecados. Y Jesús nos muestra que Dios es el pastor que nos cuida para que no nos perdamos, para que encontremos alimento, el médico que cura nuestras heridas. Más aún, Él es la luz, el agua y el pan.
En la Vigilia Pascual lo celebraremos con tres preciosos símbolos: el cirio, el agua y el pan/vino de la eucaristía: todo eso es Dios para nosotros, que le hemos creído a Jesús.
Por eso, Jesús, luz, agua, pan y vino, es lo mejor de la Buena Noticia.


O R A C I Ó N
SALMO 118

Podemos entonar este cántico con mucho más sentido que su mismo autor, refiriéndolo a Jesús, a la Buena Noticia. Damos gracias a Dios porque Jesús es su respuesta a nuestras necesidades más íntimas.
¡Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
¡Digan los que temen al Señor:
que es eterno su amor!
En mi angustia grité hacia el Señor,
Él me respondió y me dio respiro;
El Señor está por mí, no tengo miedo,
¿qué puede hacerme daño?
El Señor está por mí, entre los que me ayudan.
Mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los hombres;
mejor es refugiarse en el Señor.
El Señor vino en mi ayuda;
mi fuerza y mi cántico es el Señor,
él ha sido para mí la salvación.
No, no he de morir, que viviré,
y contaré las obras del Señor;
Gracias te doy, porque me has respondido,
y has sido para mí la salvación.
La piedra que los constructores desecharon
se ha convertido en piedra angular
esta ha sido la obra del Señor,
una maravilla a nuestros ojos.
¡Este es el día que ha hecho el Señor
exultemos y gocémonos en él!
Porque el Señor, da la salvación!
el Señor da la victoria!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!

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