Río / Religión – Ya se aproxima el fin de año y con él la agitación, el tránsito enloquecedor, el consumo frenético, el correr de comida en comida, de amigo secreto a amigo secreto y las tensiones no tan ocultas. Tal vez por ya estar abrumada por el cansancio que significa esta época del calendario o por desear, como cada año, que ocurra de una forma distinta, es que me haya impresionado tanto la entrevista que leí del P. Adolfo Nicolás.
P. Adolfo Nicolás, SJ., es el nuevo superior general de los jesuitas, electo en enero de este año. Español de nacimiento, la misión lo llevó a pasar casi toda su vida en Asia. En la entrevista colectiva que concedió en Barcelona, Adolfo Nicolás se refirió a muchos asuntos: el compromiso social, la laicidad, etc. Pero, al ser consultado sobre las prioridades de la Compañía de Jesús, destacó la que denominó como "camino interior". Me llamó la atención leer esta expresión, porque sentí que coincide y converge con el deseo y la búsqueda de muchas personas y grupos de hoy en día en la sociedad y en la Iglesia.
La cuestión social, de la justicia y de los derechos humanos es algo que no tiene vuelta atrás en el horizonte de la humanidad. Por otro lado, no es menos verdad que cada vez crece más la búsqueda espiritual, la sed de verdad, de trascendencia y de conocimiento interior. A eso parece referirse Adolfo Nicolás al decir que hoy se constata "una fatiga de la caridad" y, para eso, las soluciones externas ayudan poco. Hay un nivel de profundidad de los anhelos humanos al cual solamente el camino interior, que lleva las fuentes de la verdadera energía, logra responder.
A lo que el P. Nicolás llama como "camino interior", grandes figuras espirituales de la historia le han dado otros nombres. Henri le Saux, monje benedictino de la Bretagne, que se convirtió en el más importante puente entre cristianismo e hinduismo, habló de "una elevación al fondo del corazón". La elevación llevó a le Saux a una experiencia de unión con Dios. Thomas Merton, el religioso trapense norteamericano, aterrizó en la vida contemplativa después de una juventud desorientada y frívola. Desde entonces, a partir de las cuatro paredes de su celda descubría el "punto virgen" de su libertad como estado-madrugada, que lo abría a otros y al mundo, y lo hizo compartir todas las luchas y dolores de su tiempo.
Teresa de Ahumada, la mística de Ávila, caminaba de casa en casa hasta llegar a la séptima, la de unión con Dios. Siglos más tarde, otra carmelita, judía de nacimiento y tradición, Edith Stein, entraría en la séptima morada travestida en cámara de gas en Auschwitz, dando la vida en redención por su pueblo. En la misma época, Etty Hillesum, judía holandesa de 28 años, cautivada por Dios en un encuentro amoroso y profundo, caminaba al encuentro del sentido de su vida presentándose voluntariamente al campo de concentración de Westerbok, con el fin de "ayudar a Dios y salvar a su pueblo" y ser "un bálsamo derramado sobre tantas heridas". Bien cerca, en Francia, Simone Weil, agnóstica, militante sindical, operaria y filósofa, caminaba en búsqueda de la verdad hasta experimentar que "Cristo en persona bajó y me tomó".
La lista podría ser muy larga. Por eso conviene quedarse por aquí. Delante de los inmensos problemas que vive el mundo, las soluciones externas deben ser buscadas, pero traen poca esperanza si no se unen por la simultaneidad del "camino interior". Es necesario empezarlo. Nadie lo hará por nosotros. Pues una de las características constitutivas de ese camino es ser original e irrepetible para cada uno y cada una. Cada persona tiene que descubrirlo y seguirlo con el fin de encontrar el sentido de su vida.
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Maria Clara Lucchetti Bingemer, teóloga, profesora y decana del Centro de Teología y Ciencias Humanas de la PUC-Rio.
P. Adolfo Nicolás, SJ., es el nuevo superior general de los jesuitas, electo en enero de este año. Español de nacimiento, la misión lo llevó a pasar casi toda su vida en Asia. En la entrevista colectiva que concedió en Barcelona, Adolfo Nicolás se refirió a muchos asuntos: el compromiso social, la laicidad, etc. Pero, al ser consultado sobre las prioridades de la Compañía de Jesús, destacó la que denominó como "camino interior". Me llamó la atención leer esta expresión, porque sentí que coincide y converge con el deseo y la búsqueda de muchas personas y grupos de hoy en día en la sociedad y en la Iglesia.
La cuestión social, de la justicia y de los derechos humanos es algo que no tiene vuelta atrás en el horizonte de la humanidad. Por otro lado, no es menos verdad que cada vez crece más la búsqueda espiritual, la sed de verdad, de trascendencia y de conocimiento interior. A eso parece referirse Adolfo Nicolás al decir que hoy se constata "una fatiga de la caridad" y, para eso, las soluciones externas ayudan poco. Hay un nivel de profundidad de los anhelos humanos al cual solamente el camino interior, que lleva las fuentes de la verdadera energía, logra responder.
A lo que el P. Nicolás llama como "camino interior", grandes figuras espirituales de la historia le han dado otros nombres. Henri le Saux, monje benedictino de la Bretagne, que se convirtió en el más importante puente entre cristianismo e hinduismo, habló de "una elevación al fondo del corazón". La elevación llevó a le Saux a una experiencia de unión con Dios. Thomas Merton, el religioso trapense norteamericano, aterrizó en la vida contemplativa después de una juventud desorientada y frívola. Desde entonces, a partir de las cuatro paredes de su celda descubría el "punto virgen" de su libertad como estado-madrugada, que lo abría a otros y al mundo, y lo hizo compartir todas las luchas y dolores de su tiempo.
Teresa de Ahumada, la mística de Ávila, caminaba de casa en casa hasta llegar a la séptima, la de unión con Dios. Siglos más tarde, otra carmelita, judía de nacimiento y tradición, Edith Stein, entraría en la séptima morada travestida en cámara de gas en Auschwitz, dando la vida en redención por su pueblo. En la misma época, Etty Hillesum, judía holandesa de 28 años, cautivada por Dios en un encuentro amoroso y profundo, caminaba al encuentro del sentido de su vida presentándose voluntariamente al campo de concentración de Westerbok, con el fin de "ayudar a Dios y salvar a su pueblo" y ser "un bálsamo derramado sobre tantas heridas". Bien cerca, en Francia, Simone Weil, agnóstica, militante sindical, operaria y filósofa, caminaba en búsqueda de la verdad hasta experimentar que "Cristo en persona bajó y me tomó".
La lista podría ser muy larga. Por eso conviene quedarse por aquí. Delante de los inmensos problemas que vive el mundo, las soluciones externas deben ser buscadas, pero traen poca esperanza si no se unen por la simultaneidad del "camino interior". Es necesario empezarlo. Nadie lo hará por nosotros. Pues una de las características constitutivas de ese camino es ser original e irrepetible para cada uno y cada una. Cada persona tiene que descubrirlo y seguirlo con el fin de encontrar el sentido de su vida.
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Maria Clara Lucchetti Bingemer, teóloga, profesora y decana del Centro de Teología y Ciencias Humanas de la PUC-Rio.
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