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viernes, 20 de febrero de 2009

Cuatro amigos presentan a un paralítico a Jesús - VII Domingo del T.O. - Ciclo B: (Mc 2,1-12)


Precioso este relato de Marcos, rico en vivencias humanas, algunas especialmente atractivas. Reflexionemos en algunas de ellas, nos ayudará descubrir el mensaje que Jesús quiere trasmitirnos hoy.

Cuatro jóvenes traen a un amigo paralítico en una camilla. No pueden acercarse hasta Jesús, lo impiden las gentes entusiastas que le siguen. Están presentes los maestros de la Ley. Al no poder pasar, suben al paralítico al tejado de la casa, rompen el techo de la vivienda y se presentan donde está Jesús. Todos atónitos: “nunca hemos visto una cosa igual” dicen.

El enfermo queda solo ante Jesús, que mirándole profundamente, le dice: "tus pecados quedan perdonados". Nadie esperaba esto, querían ver un milagro, una curación y sienten lástima por el enfermo. Los maestros de la Ley no aceptan que Jesús diga que perdona pecados.

Jesús cuando se acerca a los enfermos, siente su dolor, hace lo posible por devolverles la alegría de vivir. Sabe que hay una tristeza, un dolor más hondo que la enfermedad, es el dolor del espíritu cuando nos descubrimos capaces de hacer el mal, capaces de odiar, despreciar, de guardar rencor en nuestro corazón.

Todos hacemos con frecuencia lo que no deberíamos hacer y la culpa es una experiencia dolorosa de la que nadie nos vemos libres. Quien no tenga la vivencia de haber sido perdonado alguna vez, no podrá enfrentarse con sinceridad consigo mismo y renovar su existencia. Es fácil justificarse, culpabilizar a los demás, quitar importancia a los propios errores e injusticias, eludir la propia responsabilidad pero nos resulta difícil quitar la culpa cuando no se perdona.

En el mundo actual casi nadie pide hoy perdón ni lo otorga. La actitud común ante quien hace daño, ante el adversario, es guardar odio, el record en el corazón. Por eso nos extraña, hasta nos desagrada ver si alguien perdona.

Las gentes que rodeaban a Jesús, entre ellos los Maestros de la Ley, no creían que Jesús fuera capaz de perdonar. Por eso cuando presentaron al paralítico de modo tan espectacular todos esperaban un gesto magnánimo y quedaron defraudados porque Jesús perdona. No conocían a Jesús, no conocían la grandeza del perdón de Dios.

Si, Jesús perdona. El perdón de Jesús es una declaración de la actitud de Dios ante nuestras miserias. En Dios sólo hay bondad, apoyo, perdón, no hay resentimiento ni venganza cuando hemos hecho el mal, Él sigue con la “mano tendida”. Jesús dice que Dios perdona, que ama sin límites.

Saberse perdonado es una curación maravillosa, los que rodean a Jesús no lo entienden. ¿Nosotros lo entendemos? Sabemos amar a quien nos ama, por eso a veces nos creemos buenos. Pero nos cuesta abandonar el rencor hacia quien nos ha hecho daño, pensamos que es nuestro derecho, que es salvaguardar nuestra dignidad. Y no perdonamos.

Es saludable la experiencia de sentir el perdón por Dios, nos impulsaría a promover la reconciliación y el perdón mutuo. Sería verdadera curación de nuestro espíritu, camino seguro para alcanzar la paz y restablecer la justicia. Es difícil perdonar, hemos de confesar que nos cuesta mucho, pero el perdón entre nosotros, cristianos, ha de ser la expresión más genuina que define la caridad que Cristo nos enseñó, expresión de nuestra fe en el Dios que es Amor, el acto de fe en Dios quizá más auténtico.

Marcos concluye el relato: “Jesús les dijo, para que veáis que tengo poder de perdonar, dijo al paralítico: levántate y anda. El enfermo tomó la camilla y salió delante de todos ellos, que glorificaban a Dios”. Jesús ha curado a este hombre, le ha perdonado sus pecados, le ha devuelto la salud.

Jesús dijo cómo pedir perdón a Dios, hemos de decir: “perdónanos como nosotros perdonamos”. Así nos acercamos a Dios. Hoy recibimos una invitación para perdonar.

Pero hay algo que no podemos pasar por alto en esta narración de Marcos. Son estos cuatro jóvenes. La forma espectacular con que consiguen que llegue ante Jesús su amigo enfermo. Fue su amistad, su afecto, su generosidad. La amistad es una de las relaciones más ricas que podamos tener los humanos entre nosotros. Aquí es entrega generosa, arriesgada, comprometida de estos cuatro jóvenes.

Marcos en este relato nos invita hoy a pensar en nuestros amigos. Son cuatro los amigos del enfermo que le cogen y le presentan a Jesús. Podemos pensar si en nuestro acercamiento a Jesús, ha de habido algún encuentro personal de amistad.

Jesús tuvo amigos, a quienes más quiso les llamó amigos, vivió con ellos una verdadera relación de amistad. Se lo dijo a sus discípulos al despedirse de ellos: “vosotros sois mis amigos”.

Todos tenemos amigos en nuestra vida. Sabemos bien cuanto les debemos. A estos cuatro amigos de hoy se debe el que Jesús realice este gesto maravilloso de perdón, esta curación. Es posible que en nuestro acercamiento a Jesús haya algún amigo, también que con nuestra amistad hayamos ayudado a alguien a acercarse a Jesús. Siempre ha sido posible. También en estos tiempos. Habremos de escoger las ocasiones y los medios. Una condición fundamental es ser de verdad amigos, como éstos, dispuestos a todo, empeñándolo todo y arriesgando cuanto sea necesario. Generosos.

La amistad es la vivencia que mejor puede definir la relación que haya de existir entre nosotros y Jesús. Gracias a los amigos, el paralítico pudo llegar hasta Jesús. Al escuchar este pasaje de Marcos podemos pensar en nuestras parálisis y necesitar ponernos ante el Señor para que las cure. Podrán ser los amigos quienes nos confronten con nuestras parálisis. Solos, no somos siempre capaces de vernos bloqueados, paralizados, incapaces de ir adelante con buen ánimo. Gracias al esfuerzo de quienes nos quieren bien podemos arrancar de las sombras de nuestra vida todo lo que nos deja anquilosados y lanzar lejos nuestra camilla y echar a andar otra vez.

Hoy la Palabra de Dios nos pone ante esos grandes dones que el Señor ha querido hacernos en la vida regalándonos amigos, bien podemos agradecerlo. Tendríamos que dar gracias a Dios y alabarle por el don de la amistad que nos hace la vida tan llevadera y agradable, darle gracias por los amigos que El nos ha regalado. Por tantos gestos recibidos de amigos que, ante lo imposible, ante lo impensable, se han superado y nos han sacado del atolladero a base de imaginación, coraje y cariño.

Pero no olvidemos, Jesús comenzó la “curación” mirando fijamente al pobre enfermo, comprendía su verdadera enfermedad.

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