Por Laiconet
DESDE LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
(matrimonio, él trabaja, con cinco hijos, pertenecen a comunidad cristiana de matrimonios)
Buscar cuando está oscuro, correr al sepulcro vacío… ¡Qué alegría tan inmensa! ¡Qué fe más maravillosa! Jesús está resucitado. Les preguntamos a nuestros hijos qué es lo que les producía más felicidad, y nos pusieron varios ejemplos: sacar buena nota, que un amigo se quede a dormir, irnos de vacaciones, sentirse perdonados, que un compañero les ayude, el día de su cumpleaños, compartir buenos momentos, que un familiar recupere la salud,… entonces les explicamos que la resurrección de Jesús es motivo de una mayor alegría aún. Que nuestras dichas tienen un sentido completo y nuestras pequeñas cruces de cada día son más llevaderas. Jesús está vivo. Somos libres. ¡Feliz Pascua!
DESDE LA CIENCIA
(matrimonio,trabajan ambos, pertenecen a grupo cristiano)
La ciencia estudia al hombre y el resto de seres vivos. Nos dice que la vida está relacionada con complejísimas reacciones químicas que ocurren en las células, que a su vez están constituidas de la misma materia que forma el resto del universo. El “alma” como algo diferente al cuerpo, sería una idea mítica. Y por supuesto cuando llega la muerte, cuando esas reacciones químicas cesan, no hay vuelta atrás, la persona, el ser vivo desaparece. Sin embargo el Evangelio nos habla de la resurrección de Jesús, de que la vida no acaba con la muerte. Independientemente de cómo se pueda concretar esa resurrección (con el mismo cuerpo y las mismas células, como otra realidad que desconocemos actualmente, como una intuición en la mente de los discípulos…), este es uno de los pilares de nuestra fe. Porque no lo podemos “probar”, debemos ser conscientes de que sólo lo podemos afirmar haciendo el “salto de la fe” (y por tanto con actitud de gran humildad). Detrás de la resurrección está la intuición de que hay un Dios que “fundamenta” toda la vida. Un Dios que nos quiere infinitamente. Un Dios que llena la vida, nuestro mundo, de sentido.
DESDE LO SOCIAL
(hombre, casado, con tres hijos, trabaja, miembro y directivo de movimientos sociales, y de grupo cristiano)
A muchos de nosotros nos sucede como a los discípulos del Evangelio de hoy, durante épocas más o menos largas de nuestra vida, que tampoco entendemos bien la Escritura que nos anuncia la Resurrección del Señor. En otras épocas vamos algo más allá, y como el discípulo amado, vemos los signos y creemos, sostenidos por la fe. Pero el mismo Jesús nos invita y nos pide ir aún más allá cuando, en la víspera de su muerte, indica a sus discípulos: "después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea" (Mc 14, 28; Mt 26, 32). Hemos de ir detrás de Él, volver a la Galilea de los orígenes, para ver al Resucitado y encontrarnos con Él.
¿Por qué la necesidad de este viaje? Algunos autores sugieren que ante ese acontecimiento desbordador y sin precedentes, se corría y se corre el riesgo de que, en el espíritu de los discípulos, la conmoción de la resurrección arrancara a Jesús de nuestra humanidad y de nuestra historia, y lo proyectara a un universo mítico de tal forma que, en el punto límite, anulaba la encarnación. Por ello Jesús resucitado los hace volver a sus encuentros iniciales, en Galilea, antes de afirmarse ante ellos como Señor de la gloria y volver al Padre.
Así también nosotros, para encontrarnos con el Resucitado, hemos de seguirle, tras sus pasos, hacia Galilea. Galilea son todos los lugares que Jesús ha marcado con su presencia: desde el monte de las bienaventuranzas a tantos sitios de curaciones, pasando por todos los lugares de encuentro con los pobres, pecadores y excluídos. Galilea es ese lugar en el que, por la presencia y la actuación de Jesús, parece que el cielo ha perdido su orgullo y su Reino toca la tierra, se abre a todos y se encarna en la vida cotidiana.
Yo le doy gracias al Señor por darse por completo a nosotros, y le pido que nos ayude a saber encontrarle, resucitado y vivo, presente y actuante, en nuestras vidas y en las de nuestro prójimo.
PARA REZAR
(hombre, casado, trabaja, con un hijo)
Que al reconocerte resucitado, Señor, no se me olvide el Cristo clavado en la cruz…
Que al contemplar la roca desplazada del sepulcro, también recuerde como llegó el cuerpo del Hijo hasta allí…
Que al recordar a Jesús sufriente en la cruz se avive mi esperanza y se aferre mi fe, a la resurrección del tercer día…
Que al revivir el camino del calvario, me anime la confianza de que al final, y al principio, siempre estás Tú…
Que al ejercitar el amor fraterno se agite mi alma y descubra mi corazón, que ese es el Amor que se clavó en una cruz
y que salió andando de un sepulcro cerrado…
Que no me quede en las cruces de mi vida, que se remuevan las piedras que puedan encerrar mis pasos,
que me anime la esperanza de sentir que al final la Luz me enseña el camino…
Y que me apasione, Padre, al sentir que se renueva incesantemente el milagro de amarme sin reservas, el milagro de tu entrega sin reservas, el milagro de reconocerte Vivo en la Muerte, y Muerto para la Vida que no deseas para mí…
Que mi alma se alimente de tu Vida y de tu Muerte, para renovar mi espíritu, para cambiar mi mundo, para testimoniar que vives en mí.
(matrimonio, él trabaja, con cinco hijos, pertenecen a comunidad cristiana de matrimonios)
Buscar cuando está oscuro, correr al sepulcro vacío… ¡Qué alegría tan inmensa! ¡Qué fe más maravillosa! Jesús está resucitado. Les preguntamos a nuestros hijos qué es lo que les producía más felicidad, y nos pusieron varios ejemplos: sacar buena nota, que un amigo se quede a dormir, irnos de vacaciones, sentirse perdonados, que un compañero les ayude, el día de su cumpleaños, compartir buenos momentos, que un familiar recupere la salud,… entonces les explicamos que la resurrección de Jesús es motivo de una mayor alegría aún. Que nuestras dichas tienen un sentido completo y nuestras pequeñas cruces de cada día son más llevaderas. Jesús está vivo. Somos libres. ¡Feliz Pascua!
DESDE LA CIENCIA
(matrimonio,trabajan ambos, pertenecen a grupo cristiano)
La ciencia estudia al hombre y el resto de seres vivos. Nos dice que la vida está relacionada con complejísimas reacciones químicas que ocurren en las células, que a su vez están constituidas de la misma materia que forma el resto del universo. El “alma” como algo diferente al cuerpo, sería una idea mítica. Y por supuesto cuando llega la muerte, cuando esas reacciones químicas cesan, no hay vuelta atrás, la persona, el ser vivo desaparece. Sin embargo el Evangelio nos habla de la resurrección de Jesús, de que la vida no acaba con la muerte. Independientemente de cómo se pueda concretar esa resurrección (con el mismo cuerpo y las mismas células, como otra realidad que desconocemos actualmente, como una intuición en la mente de los discípulos…), este es uno de los pilares de nuestra fe. Porque no lo podemos “probar”, debemos ser conscientes de que sólo lo podemos afirmar haciendo el “salto de la fe” (y por tanto con actitud de gran humildad). Detrás de la resurrección está la intuición de que hay un Dios que “fundamenta” toda la vida. Un Dios que nos quiere infinitamente. Un Dios que llena la vida, nuestro mundo, de sentido.
DESDE LO SOCIAL
(hombre, casado, con tres hijos, trabaja, miembro y directivo de movimientos sociales, y de grupo cristiano)
A muchos de nosotros nos sucede como a los discípulos del Evangelio de hoy, durante épocas más o menos largas de nuestra vida, que tampoco entendemos bien la Escritura que nos anuncia la Resurrección del Señor. En otras épocas vamos algo más allá, y como el discípulo amado, vemos los signos y creemos, sostenidos por la fe. Pero el mismo Jesús nos invita y nos pide ir aún más allá cuando, en la víspera de su muerte, indica a sus discípulos: "después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea" (Mc 14, 28; Mt 26, 32). Hemos de ir detrás de Él, volver a la Galilea de los orígenes, para ver al Resucitado y encontrarnos con Él.
¿Por qué la necesidad de este viaje? Algunos autores sugieren que ante ese acontecimiento desbordador y sin precedentes, se corría y se corre el riesgo de que, en el espíritu de los discípulos, la conmoción de la resurrección arrancara a Jesús de nuestra humanidad y de nuestra historia, y lo proyectara a un universo mítico de tal forma que, en el punto límite, anulaba la encarnación. Por ello Jesús resucitado los hace volver a sus encuentros iniciales, en Galilea, antes de afirmarse ante ellos como Señor de la gloria y volver al Padre.
Así también nosotros, para encontrarnos con el Resucitado, hemos de seguirle, tras sus pasos, hacia Galilea. Galilea son todos los lugares que Jesús ha marcado con su presencia: desde el monte de las bienaventuranzas a tantos sitios de curaciones, pasando por todos los lugares de encuentro con los pobres, pecadores y excluídos. Galilea es ese lugar en el que, por la presencia y la actuación de Jesús, parece que el cielo ha perdido su orgullo y su Reino toca la tierra, se abre a todos y se encarna en la vida cotidiana.
Yo le doy gracias al Señor por darse por completo a nosotros, y le pido que nos ayude a saber encontrarle, resucitado y vivo, presente y actuante, en nuestras vidas y en las de nuestro prójimo.
PARA REZAR
(hombre, casado, trabaja, con un hijo)
Que al reconocerte resucitado, Señor, no se me olvide el Cristo clavado en la cruz…
Que al contemplar la roca desplazada del sepulcro, también recuerde como llegó el cuerpo del Hijo hasta allí…
Que al recordar a Jesús sufriente en la cruz se avive mi esperanza y se aferre mi fe, a la resurrección del tercer día…
Que al revivir el camino del calvario, me anime la confianza de que al final, y al principio, siempre estás Tú…
Que al ejercitar el amor fraterno se agite mi alma y descubra mi corazón, que ese es el Amor que se clavó en una cruz
y que salió andando de un sepulcro cerrado…
Que no me quede en las cruces de mi vida, que se remuevan las piedras que puedan encerrar mis pasos,
que me anime la esperanza de sentir que al final la Luz me enseña el camino…
Y que me apasione, Padre, al sentir que se renueva incesantemente el milagro de amarme sin reservas, el milagro de tu entrega sin reservas, el milagro de reconocerte Vivo en la Muerte, y Muerto para la Vida que no deseas para mí…
Que mi alma se alimente de tu Vida y de tu Muerte, para renovar mi espíritu, para cambiar mi mundo, para testimoniar que vives en mí.
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