Publicado por Pastoral Vocacional
1. Comentario vocacional

Efectivamente, Juan escribe este relato para fortalecer a los cristianos que se tambalean en sus convicciones. Son cristianos que no han “visto” al Señor, pero que quieren creer. O cristianos que un día creyeron y ahora no “ven”. Y esa es nuestra experiencia. Una experiencia muy frecuente. Por eso ese Tomás en crisis soy yo, si no me engaño a mí mismo. Yo, cuando busco una fe con muchos apoyos; yo, cuando tengo una fe acomodada y amaestrada; yo, cuando vivo mi fe o mi vocación a mi manera y sin referencia comunitaria. Estamos en crisis cuando no encontramos el sentido ni a lo que somos, ni a lo que hacemos. No obstante, sabemos que las crisis son algo normal. El problema está en cómo salir de ella.
En cuanto a Tomás, el evangelista se asegura que notemos que “a los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos”. Tomás, sólo, no puede encontrar al Señor. La fe en la resurrección es algo que le supera porque, en su época, era algo que sólo se esperaba al final de los tiempos. Sin embargo, la comunidad aparece como lugar privilegiado que facilita y posibilita el encuentro personal con el Resucitado. Es la comunidad que ha recibido el Espíritu. Es la comunidad, que superando los miedos iniciales, ha recibido la tarea de continuar la misión del mismo Jesús. Nunca podremos superar nuestras crisis, ya sean de fe o de vocación, por nuestros propios medios y al margen de nuestra comunidad de referencia. Porque es finalmente en la comunidad, donde Tomás puede proclamar su profesión de fe que es la nuestra: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Tanto la primera como la segunda lectura, nos ofrecen algunos puntos que nos ayudarán a comprender mejor los rasgos de esta comunidad cristiana. En su primera carta, Juan insiste constantemente que no pude haber separación entre fe y amor. La verdadera fe es inseparable del amor. Esta fe y este amor se encuentran precisamente en la comunidad. Amamos a Dios porque amamos a los hermanos. Amamos a los hermanos porque amamos a Dios. Este es nuestro mandamiento, un mandamiento que no pesa. Un mandamiento que vence al mundo, es decir, toda la maldad, el odio, la violencia, la injusticia…de nuestro mundo.
Lucas en el relato de Hechos nos presenta una imagen un poco idealizada de la primera comunidad de Jerusalén. Sin embargo, es un cuadro que nos queda como modelo interpelante para hoy. Ese amor del que hemos hablado, se concreta primero en una comunión de pensamiento y de sentimiento. Es la comunión en sí: una espiritualidad de compartir la fe y la vida. Pero esta comunión se concreta, además, en una comunión de bienes porque “poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía”.
Esta manera de vivir es de por sí, tal como lo expresa Lucas, un testimonio de la resurrección del Señor. Un testimonio realizado, además, “con mucho valor”. En el contexto actual de crisis económica, estamos llamados a renovar hoy este testimonio. Hoy, los pobres son más pobres, y cada vez son más los que vivían en una situación acomodada y ahora se encuentran en la estrechez. Cuál es el gesto, el signo, el testimonio que la comunidad cristina tiene que dar hoy? Cuando parece que el individualismo ha gritado a los cuatro vientos un “sálvese quien pueda”, ¿qué tendremos que hacer los discípulos del Resucitado en esta coyuntura, cobre todo con los que más la sufren?
Si para Tomás, injustamente llamado el incrédulo, la comunidad fue un apoyo para recuperar su fe, el reto para la comunidad cristiana de hoy está en continuar en la misma línea al estilo de esa comunidad de Jerusalén. Quizás nuestra manera de afrontar la crisis está siendo todo lo contrario: un escándalo que aleja a los que que buscan otra manera de vivir, otro estilo de vida.
Las lecturas de hoy nos ofrecen pues, una orientación para salir de nuestra crisis personal de fe, pero también, de nuestra crisis socioeconómica. Que nunca nos falte el Espíritu del Resucitado para discernir y tomar las decisiones oportunas.
2. Pistas para la homilía
-En nuestro caminar cristiano y en nuestro proceso vocacional vivimos momentos de crisis. No vemos al Señor, no encontramos el sentido ni a lo que somos ni a lo que hacemos. Vivir una crisis es normal. La cuestión está en salir de ella.
-Tomás sólo se encontró con el Señor resucitado cuando volvió a la comunidad. Es en la comunidad que ha recibido el Espíritu donde podremos salir de nuestras crisis y liberarnos de nuestro miedos.
-Pero para llegar a ese ambiente, la comunidad debe vivir el mandamiento del amor en su doble vertiente inseparable: a Dios y a los hombres. Este amor es capaz de vencer al mundo.
-Sin embargo el amor debe concretarse. La comunidad de Jerusalén nos ofrece ejemplo de la comunión de bienes. Un ejemplo que en este momento de crisis nos tiene que interpelar, y mucho.
3. Preguntas para la reflexión personal o de grupo
-¿Cuáles los momentos de crisis que has vivido en tu vida? ¿Cómo los has solucionado?
-¿Cómo has sentido el apoyo de la comunidad, o de alguien en particular, que te ha ayudado en esas circunstancias?
-Mirando a la comunidad de Jerusalén como un modelo, ¿qué tendríamos que cambiar en nuestras comunidades y parroquias?
-¿Qué está haciendo la Iglesia hoy para afrontar la crisis socioeconómica? ¿Qué puedes hacer tú personalmente para implicarte con los que sufren las consecuencias más duras?
4. Un poco de poesía
NADIE ESTÁ SOLO
En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad.
Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?...
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio.
¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
(Agustin Goytisolo)
En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad.
Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?...
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio.
¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
(Agustin Goytisolo)
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