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jueves, 16 de julio de 2009

Domingo 19. 07. 09. Como ovejas sin pastor… Ante el Año Sacerdotal de Benedicto XVI

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 16. Tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 6, 30-34. La escena del evangelio de hoy se anuda a la anterior, en forma de cadena, de modo que el último verso de Mc 6, 6b-30 (culmina el envío, tras la muerte del Bautista) sirve de principio del relato más extenso de la multiplicación (Mc 6, 30-44). Pero la liturgia de hoy ha tomado sólo los primeros versos de la nueva escena, que vamos a comentar, porque ellos son muy significativos pues se dice que eran como ovejas sin pastor.¿Se puede aplicar esa palabra a nuestra Iglesia? Éste es un pasaje que quiero leer y explicar desde el fondo del “año sacerdotal” instaurado por Benedicto XVI.

Texto.

30 Los enviados volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 El les dijo:
-- Venid vosotros solos a un lugar solitario, para descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer.
32 Se fueron en la barca, ellos solos, a un lugar despoblado. 33 Pero los vieron marchar y muchos los reconocieron y corrieron allá, a pie, de todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. 34 Al desembarcar, vio un gran gentío, sintió misericordia de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas (Mc 6, 30-34)

1. Sentido básico

La iglesia va naciendo precisamente allí donde se vinculan misión y acogida. Jesús y sus discípulos deben adaptarse a las necesidades de la multitud. Jesús y sus discípulos han planeado y realizado una primera misión y ahora quieren descansar… (ratificando lo que han hecho), pero los necesitados vienen, llaman a la puerta, de un modo distinto, de manera que ellos, discípulos de Jesús, han de recibirles con hospitalidad de palabra y comida en un lugar desierto.

Jesús quería descansar pero no puede. Jesús quería conservar lo que había hecho, centrándose en la intimidad de sus discípulos, para profundizar con ellos en la tarea que ya han realizado, pero no le dejan, la gente quiere y busca otras cosas. Es como cierta Iglesia actual que quiere “descansar” en lo que tiene, retirarse para resolver sus cosas (sus leyes sagradas, su buen sacerdocio…). Pero viene la multitud, ella es lo primero. Desde aquí se entiende toda la escena que sigue (Mc 6, 30-44)

a: Introducción (6, 30-33). Jesús quiere descansar con sus discípulos, la muchedumbre le sigue.
b: Acción primera: palabra (6, 34). Jesús se apiada de la muchedumbre a la que enseña.
c: Acción segunda: comida (6,35-44). Se hace tarde y los discípulos quieren despedir (apolyson: 6, 36) a los presentes. Jesús, en cambio, les ofrece el alimento.
a': Despedida (6, 45-46). Sólo habiéndoles dado de comer, Jesús les despide (apolyei: 6, 45). El final de la escena es otra vez principio de la siguiente (paso por el mar), en encadenamiento narrativo y teológico.

2. Punto de partida. Jesús tiene que cambiar de idea

El evangelio de la liturgia de hoy sólo trata de las dos primeras partes de la escena: Jesús quiere retirarse con sus discípulos para descansar y orar, centrándose en aquello que han hecho. Están cansados, necesitan un tiempo para ellos mismos, para profundizar en lo que ha sido su tarea… Pero la gente viene y Jesús les acoge y enseña. Dejamos la multiplicación/alimentación para otro día. Como he dicho, éste es un día de reflexión “sacerdotal”: ¿qué quiere hacer Jesús con sus discípulos, en privado? ¿cómo tienen que cambiar)

La muchedumbre ha perseguido a Jesús y a los Doce en su retiro en el desierto (6, 33) de manera ansiosa, casi desesperada. Algunos autores como J. Wellhausen han puesto de relieve la dificultad histórica que plantea esta parte de la narración: la multitud de varios miles de personas descubre el lugar secreto del destino de Jesús y llega a ese lugar más rápidamente que Jesús, dando un giro por tierra, antes que el pequeño grupo de Jesús y sus discípulos pueda hacerlo por mar, aunque presumiblemente ese viaje por mar es más directo. En todo caso, como en el caso semejante del tema de la persecución en 1, 35-36, nos hallamos ante un motivo teológico, más que ante un motivo puramente histórico. El hecho de la que multitud persiga a Jesús pone de relieve el hambre más grande y la esperanza que él ha suscitado en ellos.

Jesús se retira privadamente a un lugar desierto. Gr kat’idian eis erēmon topon. Ésta es una de las expresiones dobles, típicas de Marcos y expresa dos de sus temas característicos: el retiro de Jesús con sus discípulos (4, 10. 34 etc.) y su morada en el desierto (Mc 1, 12-13. 35. 45) .

Se viene sugiriendo con frecuencia que esa retirada de Jesús, dejando la actividad pública, se encuentra motivada por el miedo de que Herodes Antipas, que le había vinculado con Juan Bautista (6,14-16), pueda tratarle también a él de la misma forma brutal con la que trató al Bautista. Pero en nuestro pasaje no se dice nada de ese motivo, y parece más conforme con la secuencias de los acontecimientos y con la teología de Marcos en general el suponer que la muerte de Juan impulsa a Jesús a dedicar una atención más directa a sus discípulos, que ocuparán su lugar después de su propia muerte (en el tiempo de pascua). Pues bien, la novedad está en el hecho de que el mismo Jesús tiene que cambiar de idea, tiene que hacer una cosa que no esperaba ni había planeado, pues la que decide su tarea es la gente

3. Son como ovejas sin pastor. Tema del Antiguo Testamento

Eran como ovejas que no tenían un pastor. Gt. hōs probata mē echonta poimena. Los reyes mesopotamios se describen ya a sí mismos como pastores de sus pueblos (véase, por ejemplo, el Código de Hammurabi, Prólogo 1) y en el Antiguo Testamento y en la literatura judía posterior tanto Dios como los líderes humanos aparecen descritos como pastores que deberían dirigir y cuidar a su rebaño . Además, en el Antiguo Testamento y en la tradición judía posterior destacan dos personajes (Moisés y David) que son pastores en sentido sentido literal al sentido metafórico (véase, por ejemplo, Sal 78, 70-72 y Ex Rab 2, 2-3). De esa manera, nuestro pasaje suscita la impresión de que Jesús es, al mismo tiempo, el Mesías davídico (cf. Sal Salomón 16, 23-46, donde el Mesías aparece como pastor) y una figura como Moisés

En nuestro pasaje se destaca más el segundo aspecto, es decir, el aspecto mosaico de la imagen del pastor. Ciertamente, la frase «como oveja sin pastor» no está limitada en el Antiguo Testamento a Moisés, sino que ha venido a convertirse en una metáfora proverbial para indicar el sufrimiento del pueblo, tanto por la falta de liderazgo (Num 27, 17; 1 Rey 22, 17//2 Cron 18, 16; Judit 11, 19) como por el influjo de los malos
pastores/dirigentes (Ez 34, 8; Zac 10, 2), y ambos rasgos parecen aplicarse a nuestro caso. Pero la frase remite de manera más precisa a las palabras de Moisés en Num 27, 17. Pues bien, al pasar de una alusión a Moisés a una referencia a la enseñanza de Jesús, Marcos está apoyándose probablemente en una tradición judía según la cual la Torah, la enseñanza de Moisés constituye una respuesta divina al dilema de las ovejas sin pastor que hay en Israel (cf. Sal 119, 176; Filón, Posteridad y exilo de Caín 67-69; Ap. Baruc 76, 13-14) .
En Num 27, 17, Moisés pide a Dios que establezca en su lugar a un pastor, y Dios le responde estableciendo a Josué (=en griego Iēsous, Jesús), «un hombre en quien repose el Espíritu». A la luz de esta secuencia puede pensarse que la tipología de Josué/Jesús puede estar en el fondo del pasaje de Marcos: también Jesús es un sucesor de Moisés en quien habita el Espíritu de Dios (véase 1, 9-11 y véase también Hebr 4, 8 donde se evoca la tipología de Josué/Jesús). Además, a Josué se le recuerda como uno que era «como Moisés» ; en esa línea, en el resto del relato de la multiplicación Jesús actuará como Moisés.

4 Como ovejas sin pastor, tema de Iglesia… Benedicto XVI y el año de los pastores

Pero no podemos quedar en el Antiguo Testamento, como si los “malos” fueran los pastores de Israel, que había cientos y muy buenos (sacerdotes de Jerusalén, escribas de las escuelas, fariseos…). Tenemos que pasar a nuestra Iglesia y ver si hay “pastores” que de verdad acogen al pueblo: reciben, entienden…
El problema no es hoy lo que pasó antiguamente, en tiempos de Jesús, sino lo que sucede en la Iglesia y el mundo. ¿Hay pastores de verdad? Benedicto XVI acaba de inaugurar el año sacerdotal, año de buenos pastores… Pero quizá tiene que cambiar de idea, como cambió el mismo Jesús, descubriendo la necesidad de unos pastores distintos. Esperemos que vaya en la línea de aquello que quería Jesús:

Jesús
Jesús quería pastores de un tipo (retirados con él… en un desierto)
Jesús tuvo que cambiar… Acogió a la gente y empezó a realizar la tarea de otra forma

La iglesia actual:
Tiene un tipo de pastores y quiere retirarse aún más con ellos
Pero quizá el mundo actual, las necesidades de los hombres y mujeres, tienen que llevar a un cambio…

Jesús actúa como buen pastor, conforme a una imagen mesiánica del AT (cf. Núm 27, 17; Jer 23, 4; Ez 34, 23) y de textos judíos posteriores (cf. SalSal 17, 40; 1 Enoc 83-90). Él conduce, protege y alimenta al rebaño de los descarriados (ovejas sin pastor), asumiendo una experiencia israelita expresada sobre todo por Sal 23 donde el mismo Dios se muestra pastor que guía y protege a sus fieles, ofreciéndoles mesa o comida de gozo triunfante, que la tradición ha interpretado como plenitud escatológica. Como pastor de Dios, Jesús ofrece palabra y comida a los más necesitados, que están sin protección en Israel o sobre el mundo.

La Iglesia ha de seguir el ejemplo de Jesús… ofreciendo una palabra, abriendo un camino en el momento actual… ¿o no hay gente que viene? La imagen de una Iglesia retirada en un desierto, mientras el mundo muere de hambre, debe hacernos pensar

6 Un pastor compasivo, que enseña (y da de comer)

La novedad del pasaje está en que Jesús “acoge” a la gente que viene. El punto de partida de su misión no es él, lo que él piensa y quiere (¡quiere retirarse!), sino las necesidades de la gente…. Por eso cambia de idea, acoge y enseña, porque es de verdad compasivo:

-- Jesús se compadece (esplankhnisthê: 6, 34) de los necesitados, como el Dios misericordioso del AT (cf. Ex 34, 6-7; Jon 3, 3). Por encima de la ley, como principio de nueva comunión humana (de iglesia), se ha elevado esta profunda misericordia de Jesús, tanto aquí (y en 8, 2) como en los milagros del leproso y niño enfermo (1, 41; 9, 22). Sólo esa piedad que nace de su entraña (splankhna), superando el egoísmo del pequeño grupo, hace posible el surgimiento de la nueva familia mesiánica. Quería Jesús descansar con los suyos, pero deja que le influyan las necesidades del mundo. Renuncia así al reposo y abre para todos, en pleno campo, las entrañas de su nueva casa mesiánica, en gesto de palabra y pan compartido.

A lo largo de la tradición de los sinópticos, este verbo (esplachnisthē) se encuentra típica y naturalmente asociado con los milagros (véase por ejemplo la mayor parte de los manuscritos de Mc 1, 41; Mc 8, 2//Mt 15, 32; Mc 9, 22; Mt 14, 14; Mt 20, 34; Lc 7, 13). Sin embargo, en nuestro pasaje, la compasión de Jesús no lleva directamente a realizar un milagro, sino a enseñar a la multitud – una fusión típicamente marcana del motivo del poder de realizar milagros con el de enseñar (cf. 1, 26-27)

Jesús es empezó a enseñar muchas cosas (o quizá mejor con insistencia, largo tiempo: didaskein polla, 6, 34), ofreciendo palabra mesiánica a todos y no sólo a uno letrados, a pleno campo, en un lugar desierto (deshabitado). No se aísla y escoge a unos pocos en el monte de la revelación; no necesita casa estrictamente dicha (cf. 3, 13.20). La misma muchedumbre que antes le había buscado a la orilla del mar le sigue y busca ahora a pleno campo, en un lugar desierto, para escuchar su palabra. Allí ofrece Jesús la enseñanza creadora, simiente que debe sembrarse en la tierra (cf. 4, 3-9), abriendo un camino de plenitud humana. Quizá buscaban otras cosas, pero Jesús empieza regalándoles palabra comprensible, para que no estén perdidos (como ovejas sin pastor), para que nadie pueda manejarles o engañarles.

Más aún, la respuesta compasiva de Jesús a la muchedumbre le sitúa implícitamente a la par de Moisés que enseñó a Israel en el desierto y cuya enseñanza (Torah) había sido comparada con el pan y que constituía la respuesta gratuita de Dios ante los israelitas, que caminaban errantes, como ovejas sin pastor (véanse las notas sobre «como ovejas sin pastor» en 6, 34 y sobre «panes… cinco», en 6, 38). De un modo semejante, en nuestro pasaje, Jesús mira la oscuridad y hambre del pueblo, tiene compasión de ellos y expresa esta compasión del modo más eficaz posible, es decir, enseñándoles.

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