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domingo, 12 de julio de 2009

Domingo XV del Tiempo Ordinario: Nuevas rutas

Publicado por Entra y Verás

El mandato misionero que Jesús nos hace hoy en el evangelio implica la audacia de saber abrir nuevos caminos, nuevas rutas que permitan que el mensaje dé el mayor fruto posible. No es tiempo de repetir caminos, debemos buscar también nuevas rutas.

Cuando el pescador no encuentra el banco de peces, abandona esa ruta y se abre a otras todavía no navegadas. La dificultad está en la audacia para orientar el barco de forma que los vientos le sean favorables y en la sabiduría para encontrar el rumbo adecuado. Cuanto más ligera sea la embarcación más sencilla será la maniobra.

La tarea que Jesús encarga a sus discípulos consiste en echar a andar para anunciar el mensaje de vida, de alegría, de felicidad que Jesús lleva consigo. Lo que llama la atención es que les ordena que vayan sin ningún tipo de seguridad, ya sea el dinero, los alimentos… Su proyecto no lo sacarán adelante los ricos, sino la gente sencilla que sepa vivir con pocas cosas porque han descubierto lo esencial: el reino de Dios y su justicia. Desde la tranquilidad del bienestar, desde la tumbona de la hartura, no es fácil crear el reino de Dios como un espacio de vida digna para todos. No llevarán siquiera zurrón, la obsesión por la seguridad no es buena. Tampoco túnica de repuesto para protegerse del frío de la noche. La gente los debe ver identificados con los últimos. Si se alejan de los pobres, no podrán anunciar la Buena Noticia de Dios a los más necesitados. En una palabra, Jesús los quería liberados de ataduras, identificados con los últimos, con la confianza puesta totalmente en Dios. Sólo de esta forma puede tomar cuerpo su proyecto.

A la luz de este evangelio hay que recordar una vez más, que la postura de fe no se detiene a medir y a calcular. El creyente emprende el viaje y la salida sin saber bien a dónde va y sin tener la carta del itinerario perfectamente calculado. El creyente, en este sentido, es temerario. Es la fe, la confianza en Aquel en quien cree, la que le lleva a no medir y a confiar, a emprender metas que parecen imposibles, a ser creador y creativo. La confianza del creyente es complicidad con Aquel en quien cree. De esta forma, Dios se siente “implicado” y “complicado” con y en la aventura que emprende el que cree y deposita toda su confianza en Él.

Pero hoy, dejamos poco en manos de la Providencia. Lo contamos todo, por lo que Dios cuenta menos... Dejamos poco al cuidado de Dios... y vemos lo que dan de sí nuestras previsiones...

La respuesta a las necesidades de hoy exige riesgo. El riesgo es propio de personas de fe. El riesgo exige comenzar sin tener todo claro. El riesgo incluye dentro de sí una dinámica que no puede tener todo controlado de ante mano. El riesgo admite que la vida se vaya haciendo o corrigiendo sobre la marcha... Sólo así es vida real y está atenta a la realidad del momento. Es la fe la que nos hará arriesgados y creativos, capaces de propuestas que parecen una pura temeridad, propuestas que se salgan de lo normal...


No tenemos que olvidar que la palabra que anunciamos es una palabra encarnada, es decir que está en medio de nuestra carne y de nuestra historia. Asume, ratifica y confirma la presencia de Dios en la humanidad. No es un manojo de leyes sino un modo de vida. En un momento como el nuestro en el que la esperanza está en peligro de extinción, la comunidad cristiana, es decir, todos nosotros estamos llamados a aportar a nuestra sociedad un poco de nuestra vivencia, de nuestra experiencia como cristianos. Si en verdad vivimos una buena noticia no tenemos que guardárnosla sino dejar que fructifique repartiéndola. No sigamos en un banco de peces agotado, busquemos nuevas rutas, pero no carguemos demasiado nuestra barca.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto.
Chiclana de la Frontera (Cádiz, España)

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