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lunes, 16 de noviembre de 2009

Evangelio Misionero del Día: Martes 17 de Noviembre de 2009. XXXIII SEMANA DEL TO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

El encuentro de Jesús con Zaqueo
Lucas 19,1-10
“El hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”


Del encuentro vivo de Jesús con el ciego que estaba a la entrada de Jericó, pasamos hoy a otro encuentro famoso que se realiza ya dentro de la ciudad: el encuentro con Zaqueo. Pasamos del encuentro con un mendigo al encuentro con un rico. En ambos casos asistimos a una catequesis sobre lo que es una experiencia de salvación.

Veamos primero la persona de Zaqueo. Hay personas que a veces clasificamos como “difíciles” en la evangelización. Son personas “duras” para convertirse. Zaqueo parece ser una de ellas. Él llena todos los requisitos:
(1) Es publicano (baste recordar 15,1-2), inclusivo es el jefe de ellos. No olvidemos que Jericó está en un lugar estratégico, es ciudad de frontera, donde debía haber una oficina de aduana para cobrar los impuestos de los mercaderes por el tránsito de la región de Judea hasta la región de Perea (al otro lado del Jordán).
(2) Es rico, Jesús ya había dicho un poco antes: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” (18,24).
(3) Es un “pecador”, dice la gente en el v.7. La gente lo tiene “fichado”, sus malas acciones (sus injusticias y extorsiones) parecen ser conocidas por “todos” (como dice expresamente el texto).
(4) En el momento de su conversión él no excluye haya podido ser deshonesto (v.8).
(5) El mismo Jesús se refiere a él como uno que “estaba perdido” (v.10).

El relato de la conversión de Zaqueo es una demostración del poder de Dios para cambiar los corazones duros, de manera que ellos puedan gustar también de la salvación. Bien dijo Jesús: “Lo imposible para los hombres, es posible para Dios” (18,27).

¿Cómo sucede el encuentro con Jesús que le transformó la vida?

Zaqueo quiere ver, montado desde un sicómoro, a Jesús. El texto dice que “trataba de ver quién era Jesús” (v.3), lo cual nos recuerda también la actitud de otro hombre poderoso, Herodes, cuando supo acerca de Jesús (ver Lc 9,9). Lo que llama la atención no es el improvisado balcón que supliría su baja estatura sino su profundo interés por Jesús. Para Zaqueo no es suficiente “escuchar” acerca de Jesús sino dar un nuevo paso hacia delante en el conocimiento de Él: el verlo.

Zaqueo recibe a Jesús con alegría. Pero es Jesús quien “ve” a Zaqueo y le pide hospedaje. Es normal que Zaqueo lo haga “con alegría”, porque el hecho le da importancia. Esta valoración por parte Jesús, que es un signo de su misericordia, es salvífica porque rescata lo mejor que hay en su corazón. Por eso su “alegría” es la “alegría de la salvación” que ya comienza a experimentar. Y como sucedió con la historia del ciego: no es suficiente ver pasar al Señor, lo importante es estar con Él, entrar en relación estrecha con Él en el gozo festivo de la mesa.

Zaqueo se comporta públicamente como un hombre según el Evangelio. A la “alegría” le sigue otro indicador de salvación: la generosidad. Él dice: “Daré la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo” (v.9). Desde el comienzo del Evangelio, en la predicación de Juan Bautista, se había dicho que la conversión no era cuestión de labios para fuera sino gestos de beneficencia (ver 3,12-13). Zaqueo ahora tiene el corazón del Evangelio (“dad y se os dará”, 6,38; “Dad en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros”, 11,41).

Jesús concluye diciendo “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (v.9ª). Es el “hoy” de la salvación que fue anunciada en Lc 4,21. Entonces Zaqueo es acogido como miembro pleno de la comunidad: “También éste es hijo de Abraham” (v.9b).

“El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (v.10). El encuentro de Jesús con Zaqueo ha sido como el pastor con la oveja perdida, que estaba descarriada, herida, maltratada (como lo ilustra Ezequiel 34,16). Una historia cargada de profundas emociones que nos sobrecoge también a nosotros hoy.


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Cómo fue el itinerario del encuentro de Jesús con Zaqueo?

2. ¿En qué se nota el giro de la conversión que ocurre en Zaqueo?

3. ¿Qué me enseña este texto para una trabajo de evangelización urbana en las Jericó de hoy?

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