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martes, 3 de noviembre de 2009

Evangelio Misionero del Día: Miercoles 04 de Noviembre de 2009. XXXI SEMANA DEL TO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre ya su madre, a su mujer ya sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: «Éste comenzó a edificar y no pudo terminar».
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee no puede ser mi discípulo.


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

El discipulado tiene un costo
Lucas 14,25-33
“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”


Nuestra lectura del evangelio de Lucas, al ritmo de la liturgia de la Iglesia, nos va llevando cada vez más hondo en este camino de configuración con Jesús de Nazareth, a sabiendas de que “todo el que esté bien formado, será como su maestro”(6,40) y de que la “madurez” del oyente de la Palabra se constata en su capacidad de “dar fruto con perseverancia” (8,15).

El itinerario lucano nos lleva hoy a dar un nuevo paso en la formación del discípulo, mediante la asimilación de un conjunto de enseñanzas bien exigentes que encontramos entre el capítulo 14 versículo 25 y el capítulo 17 versículo 10 (comprende seis lecciones en total, pero por razones del orden litúrgico sólo veremos cinco). El hilo conductor de todas estas enseñanzas es la conversión del discípulo que se realiza según el modelo del corazón misericordioso del Padre.

El primer paso en el discipulado es la respuesta al llamado. En esto vemos la conexión con el texto de ayer. La lección es que darle el “sí” a Jesús implica estar de acuerdo con sus exigencias.

Notemos en el texto las dos enseñanzas fundamentales en boca de Jesús:
1. La vocación tiene exigencias concretas (Lc 14,25-27).
2. Si tales son las exigencias, entonces hay que adoptar una actitud que corresponda a ellas (14,28-33).

Profundicemos. Jesús nos dice que para “poder ser discípulos” suyos las exigencias son dos: (1) La primera exigencia nos plantea que cuando una persona tiene un encuentro vivo con Jesús, los grandes amores de la vida se replantean: el del papá, la mamá, la esposa, los hijos, los hermanos y las hermanas, la propia vida (v.26); luego se agrega que también la actitud vale para los bienes (v.33). (2) La segunda exigencia, nos señala que la nueva manera de amar se aprende en una gran identificación con el crucificado (v.27).

¿Cómo entender esto?

Debemos poner cuidado de no malinterpretar las palabras del Señor como si se tratara de un descuido o un olvido de la familia. Lo que Jesús propone es una inversión en el punto de vista en el abordaje de las relaciones.

Esto quiere decir, que no se trata de amar a Jesús con el amor con que se quieren los grandes amores que están en nuestro corazón (los inolvidables papá y mamá, la bella esposa, los adorados hijos, etc.). Es como cuando, para educar a un niño en el amor a Dios, le preguntamos primero quién es la persona que más quiere en el mundo, y él responde naturalmente que su mamá y su papá, para luego decirle que así de grande debe ser el amor a Dios.

Para el nuevo discípulo Jesús enseña el camino inverso: amarlos a ellos con el amor de Jesús, que es un amor total, purificado, mejor dicho: amarlos desde la cruz, donde la entrega no tiene límites y salva al ser amado. No es entregarse a Jesús con la pasión con que se quiere a la persona más amada de este planeta sino entregarse a la persona amada con la pasión de Jesús.

Por eso es necesaria una toma de distancia: aquél que comienza en serio una vida de discipulado redefine sus relaciones colocando en el centro de todo a Jesús. Luego, desde el Señor, teje una relación de mayor entrega, fidelidad, responsabilidad con las personas que amamos. En otras palabras, las relaciones se cristifican y por lo tanto se sanan y se potencializan. Jesús no es un amor al lado de los otros, es el centro de todos ellos.

Este camino no es fácil, de hecho es una verdadera conversión (giro en la vida). Por eso, en el camino del discipulado hay que pensar, reflexionar, discernir antes de comprometerse. Esta es la lección de las dos parábolas del constructor de la torre y del rey que va a la guerra (Lc 14,28-33).



Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. En cuanto a las exigencias para ser discípulo de Jesús: ¿Qué se deja y qué se toma? ¿Cómo se relacionan estas dos?

2. La comunidad de Lucas parece estar preocupada ante algunas deserciones en la comunidad: ¿Cómo ilustran las dos parábolas la causa? ¿Qué hay que hacer entonces?

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