Como cuando nieva sobre un charco, que los copos se disuelven nada más tocar el agua. Como un paisaje nevado atravesado por un torrente. El torrente, inmune a la nevada. Nuestra vida, charco estancado quizá, palabra largamente conocida, y estancada, que imposibilita recibir cualquier novedad … o torrente de múltiples actividades, deseos … incapaz de recibir palabra aluna.
Adviento: no una “época litúrgica”, sino una dimensión básica de la vida: estar atentos a la Palabra, porque viene, siempre viene, continuamente, porque Dios es incansable, porque el Amor es incansable.
Estamos a las puertas del invierno: es bueno contemplar los árboles muertos. Parecen piedras. irremisiblemente perdidos para la vida. La contemplación del invierno debería llevarnos a pensar que el final de todo es la muerte, que la vejez no tiene remedio, que los grandes árboles helados e inmóviles han llegado a término. Pero nosotros sabemos que hay primavera, porque la hemos visto. De esas medio-piedras brotarán pequeños milagros verdes. Esos escalofriantes manojos de palos desnudos se vestirán de hojas resplandecientes.
¿Quién soy yo? ¿Tengo el alma vieja, definitivamente resignada al invierno? ¿Estoy convencido de que en mi vida ya no va a pasar nada?
Estaría muy bien re-leer despacio la parábola del sembrador: Dios es el incansable sembrador. Puedo estar seguro de que habrá siembra, habrá Palabra. De que la hay.
Pensar en mis piedras, en mis zarzas. Y no resignarme a ellas. veces parece que nos gusta vivir tranquilamente resignados a la esterilidad, como si las zarzas nos protegieran de algo temible….
Estaría muy bien re-leer la parábola de la levadura. Y atreverse a entrar dentro de nosotros mismos, sin piedad y sin miedo, descubriendo nuestros íntimos miedos, abriendo las puertas que tenemos quizá largo tiempo selladas… Y al entrar en la última morada, donde no esperamos encontrar más que los más oscuro de nosotros mismos, encontrarnos con Dios/levadura, dispuesto a fermentar la masa, desde dentro, en silencio.
Adviento: tiempo de agradecer. Porque siempre está ahí, porque no se cansa. Porque el amor de Dios es paciente, porque la semilla se sigue derramando, aunque haya caído tantas veces en el camino y se la hayan llevado los pájaros. Porque la levadura, pequeña y desconocida, tiene poder para fermentar hasta treinta medidas de harina …
Recitamos este salmo desde la paz, el agradecimiento porque Dios me conoce mejor que yo mismo, deseando que Dios me salve desde dentro, sintiéndonos bien al descubrirlo como lo más íntimo de nosotros.
Adviento: no una “época litúrgica”, sino una dimensión básica de la vida: estar atentos a la Palabra, porque viene, siempre viene, continuamente, porque Dios es incansable, porque el Amor es incansable.
Estamos a las puertas del invierno: es bueno contemplar los árboles muertos. Parecen piedras. irremisiblemente perdidos para la vida. La contemplación del invierno debería llevarnos a pensar que el final de todo es la muerte, que la vejez no tiene remedio, que los grandes árboles helados e inmóviles han llegado a término. Pero nosotros sabemos que hay primavera, porque la hemos visto. De esas medio-piedras brotarán pequeños milagros verdes. Esos escalofriantes manojos de palos desnudos se vestirán de hojas resplandecientes.
¿Quién soy yo? ¿Tengo el alma vieja, definitivamente resignada al invierno? ¿Estoy convencido de que en mi vida ya no va a pasar nada?
Estaría muy bien re-leer despacio la parábola del sembrador: Dios es el incansable sembrador. Puedo estar seguro de que habrá siembra, habrá Palabra. De que la hay.
Pensar en mis piedras, en mis zarzas. Y no resignarme a ellas. veces parece que nos gusta vivir tranquilamente resignados a la esterilidad, como si las zarzas nos protegieran de algo temible….
Estaría muy bien re-leer la parábola de la levadura. Y atreverse a entrar dentro de nosotros mismos, sin piedad y sin miedo, descubriendo nuestros íntimos miedos, abriendo las puertas que tenemos quizá largo tiempo selladas… Y al entrar en la última morada, donde no esperamos encontrar más que los más oscuro de nosotros mismos, encontrarnos con Dios/levadura, dispuesto a fermentar la masa, desde dentro, en silencio.
Adviento: tiempo de agradecer. Porque siempre está ahí, porque no se cansa. Porque el amor de Dios es paciente, porque la semilla se sigue derramando, aunque haya caído tantas veces en el camino y se la hayan llevado los pájaros. Porque la levadura, pequeña y desconocida, tiene poder para fermentar hasta treinta medidas de harina …
S A L M O 1 3 9
Recitamos este salmo desde la paz, el agradecimiento porque Dios me conoce mejor que yo mismo, deseando que Dios me salve desde dentro, sintiéndonos bien al descubrirlo como lo más íntimo de nosotros.
Señor, tú me conoces y me comprendes,
que me levante o me siente, Tú lo sabes.
Desde lejos atraviesas lo que pienso
Que camine o que me acueste, Tú lo sabes,
mis caminos te son todos familiares.
Aún no asoman las palabras a mi boca
y el Señor las conoce ya completas.
Tú me envuelves por detrás y por delante,
Tú has puesto tu mano sobre mí.
¿A dónde iré yo lejos de tu Espíritu?
¿A dónde escaparé lejos de tu Rostro?
Si escalo los cielos, allí estás
si me hundo en el abismo, estás allí.
Si le cojo las alas a la aurora
y me alojo más allá de los mares,
incluso allí, tu mano me conduce
y tu diestra me apoya.
Si digo: "que me cubran las tinieblas
y la luz se haga noche sobre mí",
la tiniebla no es tiniebla para Ti
y la noche resplandece como el día.
Eres Tu quien ha formado mis entrañas
quien me ha tejido en el vientre de mi madre.
te doy gracias por tantos misterios
porque soy un milagro, milagro de tus manos.
Sondéame, Señor, mira en mi corazón,
examina mi alma, comprende mis temores.
Guíame a lo largo del camino
sé mi guardián para la eternidad.
que me levante o me siente, Tú lo sabes.
Desde lejos atraviesas lo que pienso
Que camine o que me acueste, Tú lo sabes,
mis caminos te son todos familiares.
Aún no asoman las palabras a mi boca
y el Señor las conoce ya completas.
Tú me envuelves por detrás y por delante,
Tú has puesto tu mano sobre mí.
¿A dónde iré yo lejos de tu Espíritu?
¿A dónde escaparé lejos de tu Rostro?
Si escalo los cielos, allí estás
si me hundo en el abismo, estás allí.
Si le cojo las alas a la aurora
y me alojo más allá de los mares,
incluso allí, tu mano me conduce
y tu diestra me apoya.
Si digo: "que me cubran las tinieblas
y la luz se haga noche sobre mí",
la tiniebla no es tiniebla para Ti
y la noche resplandece como el día.
Eres Tu quien ha formado mis entrañas
quien me ha tejido en el vientre de mi madre.
te doy gracias por tantos misterios
porque soy un milagro, milagro de tus manos.
Sondéame, Señor, mira en mi corazón,
examina mi alma, comprende mis temores.
Guíame a lo largo del camino
sé mi guardián para la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario