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martes, 23 de marzo de 2010

Evangelio Misionero del Día: Miercoles 24 de Marzo de 2010 - V Semana de Cuaresma


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 31-42

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en Él:
«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra,
serán verdaderamente mis discípulos:
conocerán la verdad y la verdad los hará libres».
Ellos le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: "Ustedes serán libres"?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que todo el que peca es esclavo del pecado.
El esclavo no permanece para siempre en la casa;
el hijo, en cambio, permanece para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera,
ustedes serán realmente libres.
Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham,
pero tratan de matarme
porque mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo
lo que he visto junto al Padre,
y ustedes hacen
lo que han aprendido de su padre».
Ellos le replicaron: «Nuestro padre es Abraham».
y Jesús les dijo:
«Si ustedes fueran hijos de Abraham,
obrarían como él.
Pero ahora quieren matarme a mí,
al hombre que les dice la verdad
que ha oído de Dios.
Abraham no hizo eso.
Pero ustedes obran como su padre».
Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios».
Jesús prosiguió:
«Si Dios fuera su Padre,
ustedes me amarían,
porque Yo he salido de Dios y vengo de Él.
No he venido por mí mismo,
sino que Él me envió».


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

En Jesús alcanzamos la verdadera libertad
Juan 8,31-42
“Si pues el Hijo les da la libertad, serán realmente libres”


Después de la revelación del “Yo soy”, que nos ha mostrado la unión íntima de Jesús con el Padre haciéndonos descubrir en Él al Dios liberador (Éxodo 3,15), en este día se nos revela como el “Hijo que nos da la libertad”. En otras palabras, el evangelio de hoy nos a entrar decididamente en la “filiación divina” de Jesús para que podamos ser verdaderamente libres.

Observemos de cerca el texto. Éste está construido a partir de cuatro frases que llamamos condicionales (del tipo: “si tal cosa… entonces tal otra”).

Las dos primeras parten de una afirmación que invita a hacer o a dejar hacer algo; si esta es aceptada la consecuencia es la realización de una promesa.
• “Si se mantienen fieles a mi Palabra (entonces) serán mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (8,31).
• “Si el Hijo les da la libertad, (entonces) serán realmente libres” (8,36).

Aquí se conectan estrechamente dos realidades: “ser discípulos” y “ser libres”.

En las otras dos Jesús urge a los judíos a asumir las consecuencias del ser descendientes del Patriarca Abraham e Hijos de Dios:
• “Si son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham” (8,39)
• “Si Dios fuera su Padre, me amarían a mí” (8,42)

La conexión entre las dos primeras afirmaciones y las otras está en la palabra “Hijo”. El discípulo vive la libertad del Hijo. Los israelitas viven la filiación de Abraham, pero en última instancia su verdadero Padre es Dios, aquel a quien Abraham siempre se remitió. De aquí se derivan nuevas conexiones y consecuencias.

Ahondemos en algunos aspectos significativos del pasaje.


1. Permanecer en la Palabra para ser discípulos

Para ser discípulo de Jesús no basta solamente seguirlo (8,12) o fiarse de Él (8,31), es necesario “Permanecer en su Palabra” (8,31), es decir, dejarse habitar por ella, acogerla, asimilarla, vivir de ella, reconociendo que por medio de ella asimilamos al “Verbo”: Dios con y en nosotros.

En este discipulado podemos llegar al conocimiento de la “Verdad” (8,32), es decir de la íntima naturaleza y de la fidelidad del Padre y del Hijo. El Hijo, quien vive en una relación íntima con el Padre, es la “Verdad” personificada (ver 1,14; 14,6).


2. El pecado nos hace esclavos

Los judíos se rebelan ante la propuesta de libertad que Jesús les hace porque siendo los hijos de Abraham, se consideran ya, de por sí, un pueblo libre. Dios mismo los ha liberado de la esclavitud para que le sirvieran en libertad, por eso, aunque estén bajo la dominación romana, sostienen que no son esclavos de nadie.

Pero Jesús está hablando de la una libertad más profunda: “Todo el que comete pecado es un esclavo” (8,34). Quien se hace esclavo del pecado ya no es hijo, no goza de la libertad propia del Hijo.

El hijo es el que está en relación íntima con Dios y por tanto permanece en la familia divina. El esclavo no se queda en casa para siempre (8,35) porque el pecado lo aleja del amor y de la familia del Padre (como bien lo ilustra Lucas en la parábola del Padre misericordioso: Lucas 15,11-16).

El pecado de que Jesús está hablando aquí es el rechazo a su Palabra. Rechazar a Jesús es rechazar la luz (3,19), rechazar el amor de Dios revelado en Jesús.


3. Ser realmente hijos libres

Es en el Hijo en quien llegamos a ser realmente libres (ver 8,36).

La libertad para Jesús se vive al interior de una relación viva con Dios, como fruto de la verdad plenamente acogida, y está íntimamente relacionada con la filiación: “Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres” (8,36).

La Palabra de Dios a lo largo de toda esta Cuaresma sigue progresivamente nuestro proceso de liberación interior, verdadero camino pascual, atrayéndonos cada vez con mayor fuerza para vivir como hijos de Dios, dejándonos configurar con los sentimientos y actitudes de Jesús, el Hijo enviado del Padre.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué el hecho de ser discípulos de Jesús nos da libertad?

2. ¿Qué quiere decir ‘permanecer en la Palabra de Jesús’? ¿Cómo lo vivo en mi familia, comunidad o grupo de referencia?

3. ¿En qué hago consistir en mi vida de cada día el hecho de ser y sentirme hijo/a de Dios?

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