Publicado por Cáritas Andalucía (blog de F. Margallo)
”¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(La saeta)
Antonio Machado
”¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(La saeta)
Antonio Machado
I. El paro sacrifica al trabajador
¡Ayúdale a salvarse!
Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde.
Este Vía-Crucis, este Camino de la Cruz puede ser un “trabajo” para promover la responsabilidad de todos frente a todas las clases de parados.
Es una reflexión, con cierta hondura, en el calvario de cada parado. Y un rayo de luz, desde el seguimiento de Cristo, para ayudar, como cirineos, a levantar la cruz de los parados.
No recoge todo el misterio de la redención ni tampoco pretende reducirla exclusivamente a la cuestión del trabajo. Pretende, eso sí, sentir y aliviar la Pasión de Cristo en la parte que se lleva el sufrimiento colectivo del paro para servir a su “redención”.
Y esto sencillamente para ser fieles a Jesús, nuestro único Señor, que nos juzgará conforme a su palabra: Lo que hicisteis con mis hermanos, a Mí me lo hicisteis”.
Jesús de Galilea, que compartías con los campesinos el sudor de la siembra y el gozo de la cosecha, escúchanos: queremos labrar el campo que es lo nuestro; queremos trabajar nuestra tierra.
Cambia el corazón de los que la retienen: para que cambie nuestra suerte y se reparta la abundancia entre todos los hombres.
Largas fueron las horas bajo el sol. Interminables los campos. Dura la tarea…
Pero ahora son más interminables las horas…al sol de la pared pegados. Más inmensos los campos… porque están más vacíos. Y más dura la tarea de recorrer las puertas cerradas al trabajo. Más honda nuestra desesperanza, que día a día nuestra situación grava.
Ahora vendrán, seguro, las migajas del trabajo comunitario. Un trabajo impersonal e improductivo que va frustrando nuestras ansias. Y se hace tan común a nuestras tierras, que decir jornalero ya equivale a decir: profesión: del paro.
Hasta el extremo de que es más el tiempo que pasamos en las luchas defendiendo nuestros derechos de parados, que el de hacer reivindicaciones en los campos.
Y aún tenemos la humorada de hacer huelgas de hambre en nuestra hambre continua e inacabada.
Porque pensamos que, si somos jornaleros de la tierra, la tierra deberá alimentar antes a los que con las manos la trabajan que aquellos que la ley llama dueños porque a veces la recorren sobre ruedas.
Servidor, Jesús, Tú que no viniste a ser servido, sino a servir, asístenos en nuestra defensa: queremos servir el año entero en un trabajo honrado y fiel, útil al progreso, bienestar y descanso de todos, en primer lugar de los últimos, que más lo necesitan.
Cuando todos descansan yo trabajo. Un servicio esmerado…una atención al cliente… un detalle agradable y mecánico…y una fría y humillante moneda otorgada en un gesto vacío…
Somos los de detrás de la barra, detrás de la bandeja, detrás ¡hasta del gato!… Siempre detrás, nunca delante…
Cuando todos trabajan, yo no descanso.
Que no es descansar estar parado, Simplemente voy enderezando la molida cintura, tal vez doblada de tanto rendir pleitesía.
Después a esperar “colgado” en el armario de los parados, temporeros a subvención de desempleo.
Somos especializados en nada. Somos adaptados a todo.
Jesús Nazareno, hijo del carpintero y trabajador fijo en la empresa del Reino de Dios: Tú ofreciste trabajo a los ociosos y pagaste a los últimos igual que a los primeros.
Líbranos de la justificación de la crisis a quienes sólo pedimos ganarnos el pan con el esfuerzo de cada día.
Desde ahora, a pasar angustias contra reloj…El reloj de los meses que pasan acortando el plazo de la subvención…Y después ¿qué?
Siempre trabajé responsablemente. Yo no dirigí los errores que llevaron a la crisis…Tampoco provoqué la coyuntura que dicen… Ni dilapidé los recursos de los tiempos buenos ¿Por qué entonces yo me tengo que ir, y ellos se quedan?.
Yo no quiero desempleo sino trabajo.
Quiero invertir mi tiempo en la creatividad del trabajo y aportar mi lucha a la lucha común. Quiero que la sociedad me pague por los servicios que aporto, no por estar parado.
No queremos estar ociosos todo el tiempo, sino tener tiempo para el ocio. Y para la cultura, y para el trabajo…
Jesús, Maestro bueno, líbrame de la injusticia que tiene prisionera a la verdad. Tu palabra es verdad. Guíanos a enseñar a todo el que no sabe. Que para la verdad no hay paro, sobra trabajo.
Me siento un pozo lleno en medio de una tierra seca. Una tierra fértil que necesita la lluvia para que fructifique la vida humana. Nuestro poco está lleno, pero ahora nos niegan los canales para derramar el agua.
Y somos miles los que, impotentes, contemplamos el ansia de saber que corre por el pueblo: la sed inapagada en tanto tiempo.
Y si recibimos la vocación de la enseñanza, quedaríamos frustrados si nos “lanzan” a otro trabajo. Y el pueblo, destinatario de nuestra cultura, seguiría encadenado a la ignorancia.
Somos miles los que queremos enseñar y no podemos. Y millones los que necesitan aprender y les niegan los maestros. Por eso, en buena lógica, esto no tiene explicación. ¿Es que habrá otra lógica?
O a algunos no interesa que todo el pueblo aprenda la verdad, escuela de libertad, o porque la enseñanza no tiene una inmediata rentabilidad económica, no se la aprecia su promoción humana.
El caso es que la sabiduría continúa siendo privilegio de unos pocos, y la ignorancia, patrimonio de los más.
Y la cultura, necesaria como el pan de cada día, no se reparte entre los hambrientos de ella. Y hasta se echa a perder cuando se le tapa el respiro del aire del pueblo.
Señor Jesús, médico del mundo, con tus heridas hemos sido sanados. Tú curaste las enfermedades y dolencias de tu pueblo y dijiste que no necesitaban médico los sanos sino los enfermos. Sana la podredumbre de esta sociedad y ayúdanos a poder tender la mano a todos los postrados en el dolor, a levantarlos cuidadosamente uno a uno, para que anden.
No hay mayor frustración que la de tener los conocimientos que pueden aliviar dolores en el hombre y estar impedidos de poder hacerlo.
Porque puede esperar un barco, un árbol, una máquina o una carretera. Pero el hombre que sufre, los hombres que mueren por el dolor y la enfermedad… ¡esos no esperan!
Hay profesiones que son rentables por el beneficio que generan. Nosotros deberíamos ser rentables por los sufrimientos que aliviamos.
No entendemos que haya médicos que no ejercen por falta de dinero. Y que sea el dinero el que permita ejercer en exclusiva y para pocos distinguidos clientes, que pueden permitirse el lujo de pagar las atenciones. O que sea el dinero lo que incita al pluriempleo.
Mientras haya dolor y sufrimiento no puede haber espera. El dolor en las colas del seguro, el dolor en los núcleos rurales abandonados, el sufrimiento desatendido de tantos hombres y en tantos sitios.
Un hombre sin trabajo es un parado. La mujer que no trabaja es “sus labores”. Decir “sus labores” es la negación a la labor conjunta, a la labor de todos. Es la tarea que nos asignan al querernos negar otras tareas.
Así, unidas a las que ahora también pierden su trabajo, formamos la inmensa legión de casi media humanidad parada, de casi media humanidad que no produce, de casi media humanidad atada a “sus labores”.
Alegres aceptamos las tareas cuando nos llegan y no rechazamos aquellas que la mujer, como mujer, tendrá que desempeñar siempre en el seno de la humanidad.
Pero no aceptaremos la rutina de quienes por conservar privilegios, nos asignan tareas que impiden nuestra colaboración, anulan nuestra creatividad y quieren hacer de nuestra vida una frustración inacabada.
Hoy la sociedad puede, si quiere, terminar con los pretextos que originan nuestra discriminación. Y facilitar los medios para poder ir incorporándonos al trabajo, que contribuirá a nuestra liberación.
“Jesús del Gran Poder” en el cielo y en la tierra. Tú superaste las limitaciones de la materia, del espacio y del tiempo para significar nuestra liberación total.
Que absurdos intereses no nos impidan emplear la técnica para humanizar la tierra y liberar indefinidamente a todo hombre de las múltiples limitaciones materiales
Las carreteras, los puentes, los edificios, las máquinas, desde las más simples hasta las más complicadas, son fruto del esfuerzo del trabajo diario de los hombres.
Pero antes, son fruto del proyecto y del estudio realizado por hombres preparados por la sociedad para imaginar y diseñar tales proyectos de: los técnicos.
También nuestra preparación y cualificación técnica han sido una inversión, fruto del esfuerzo de todos.
Y ahora, capacitados y sin empleo, nos sentimos como edificios vacíos que se han levantado para no ser habitados, como carreteras cerradas al tráfico; como máquinas que se oxidan sin que nadie las use.
Mientras, otras carreteras se saturan de tráfico, otros edificios albergan multitudes… Son los técnicos acaparadores de todos los proyectos, que luego reparten las migajas y con migajas pagan…
Podríamos ser como instrumentos que faciliten el trabajo del hombre, que hagan más amable su tarea. Y sin embargo ahora cargamos con la cruz del paro también. Un paro cualificado pero…paro y cruz también.
IX. Paro juvenil
Cristo viviente por los siglos, queremos participar de tu eterna juventud, proseguir tu desbordante creación. No queremos resignarnos a enterrar nuestra energía vital.
Queremos amar, no con canciones, sino construyendo un mundo de hermanos, feliz para todos.
Acabo de cumplir dieciocho años y ya quieren matarme la ilusión. Dos años hace que espero, buscando a las puertas del trabajo, y dos años que dicen que espere, que aún no hay un trabajo para mí.
No pensaba que nadie me tuviera que obligar a trabajar…Pero mucho menos, que nadie me obligara a estar parado.
Parece que alguien tiene prisa en demostrar quién es aquí el amo. Pero yo a ese alguien aún no le tengo miedo.
Yo no puedo renunciar a todo lo que veo.
Yo no puedo renunciar a todo lo que me ofrecen…Y si no me lo dan me entra tentación de tomarlo. Y tengo tanto tiempo libre, y tanta energía acumulada, que lo más descabellado se me ocurre, y lo más temerario lo acometo.
Después los “bien pensantes” se escandalizan de ver que crece la delincuencia juvenil. No quieren reconocer que antes ha crecido su ceguera para nuestros problemas, su indiferencia ante nuestra angustia.
Si servimos para trabajar, queremos trabajar para servir.
Cristo Jesús, amigo fiel y camino de vida, tú que te encarnarte en un pueblo nómada y emigrante conocedor del desarraigo, solidarízate con nosotros, peregrinos del trabajo. Pues cuando no cabemos en ninguna parte, en todas necesitamos encontrarte.
Hace tiempo a alguien convino nuestra marcha para disimular los números rojos del cupo de parados.
Ahora también aquí somos parados. Con nuestro dinero se han montado muchos negocios… Que somos la segunda entrada de divisas, dicen…
Sin embargo, después de tanto tiempo, si vuelvo, lo único que tengo asegurado es el mismo número en el cupo de parados.
Mal que les pese a los del disimulo, yo quiero volver. Porque pienso que ya que no pudimos trabajar en lo que nos gusta, nadie podrá impedirnos estar parados donde nos dé la gana.
Y aquí, entre los míos, ser uno más de los que piensan, hablan, se organizan, luchan y esperan lograr un mundo nuevo en justicia, en libertad, en paz.
Con pan y trabajo, salud y vivienda, cultura y democracia sin rebajas, para todos.
“Cristo de la paciencia”, crucificado entre dos delincuentes. Tú acogías a todos los marginados con el escándalo de los que representaban la “buena sociedad” que los desechaba:
Acogías a borrachos, prostitutas, adúlteras, leprosos y “endemoniados”, descreídos pecadores. Todos ellos, al encontrarte, recuperaban su dignidad olvidada.
Formo parte de esa inmensa legión de marginados, que la sociedad conoce por borrachos, vagabundos, mendigos, locos, drogadictos, delincuentes… Restos humanos.
Se nos considera tan poco que ni siquiera somos parados. Siempre dice la gente: “No trabaja porque es un borracho”. Nunca la gente dice: “Es un borracho porque está parado”.
Llevamos tanto tiempo así, que ya ni recordamos qué fue antes. Y ahora es tanta la competencia que, que si a los más aptos desechan ¿qué no harán con nosotros?
Detrás de cada marginado existe un hombre igual a los demás y de la misma familia que los que viven y mueren. Sólo que nosotros ya empezamos a morir en vida.
Tú restableciste plenamente a muchos cojos, lisiados y ciegos para que pudieran servir a la comunidad y dieran gloria a Dios. Que esta sociedad reconozca nuestra entera dignidad y nos posibilite prestar el servicio que podemos hacerle.
Todo parado es un hombre roto.
Yo estoy roto y descosido…Pero yo no soy un inútil.
Y es que hay parados por la crisis, por la coyuntura, por el cierre… Pero nosotros somos parados por la “merma”. Pero no la que nos disminuye físicamente, sino la merma, aunque sea mínima, que pueda sufrir la rentabilidad de quien nos contrate.
Durante mucho tiempo luché por superar mi pequeña tragedia. La voluntad puso cota a la falta, y con el tiempo y la constancia dominé al trabajo y logré ejecutarlo correctamente.
“Cristo del perdón”, yo quisiera verme libre de mi ruin egoísmo para unir mis fuerzas con las del compañero, Que, por treinta monedas más para mí, no traicione la solidaridad con mis hermanos y que busque antes, Señor la salvación de todos que la salvación mía.
Dicen que soy un pícaro. Yo quisiera hoy ser honrado y deciros lo que pienso. Y pienso que sí, que soy un desvergonzado. Que aprovecho la paga y el puesto que sería de un compañero. Que facilito el fraude que aprovecha a empresarios desaprensivos.
Pero pienso que, en el fondo, en el fondo…lo que soy es un infeliz. Porque doy, con mi conducta, motivos a aquellos que quieren culpar a todos los males al obrero. Porque, con sólo las migajas, colaboro en ocultar todo un sistema corrompido.
Porque hago que confundan conmigo al compañero, que, enfermo, a media paga o en el mismo desempleo, no le llega de verdad la sal al agua y se ayuda como puede.
Y sobre todo, porque, (invirtiendo el refrán) formamos entre todos un bosquecillo que impide ver el “árbol”. El árbol que se chupa las grandes pagas de los que no son parados pues nunca trabajaron. De los que sólo en nómina figuraron para figurar en las nóminas del desempleo, estos no son pícaros, que son granujas.
“Jesús del Abandono”, Compañero de fatigas: estamos cansados del trabajo y agobiados hasta el límite por el paro.
Acudimos a Ti, que puedes levantar nuestras cargas y sacudir nuestro último yugo.
Que nuestras manos puedan seguir endureciéndose por el trabajo hasta el final, para que el resentimiento nunca nos endurezca el corazón.
¿Adónde voy yo ahora? Los que piensan que todo se paga con dinero creen que me han pagado mis derechos con pagar sólo el despido. ¿Y los otros?
A mi edad uno ya viene de vuelta. Y a la vuelta no es preciso abrir camino. Ahora quieren que yo vuelva a abrirlo.
Con las manos cansadas, con el cuerpo marchito, con el corazón para recuerdos, que no para proyectos de futuro.
Treinta años de trabajo responsable no han sido suficientes para avalar mis derechos.
Derecho a una estabilidad ya bien ganada y tranquila, Derecho a verme liberado de la desazón de lo incierto. Derecho a repasar tranquilamente los recuerdos. Derecho a reclamar, no ya la riqueza creada, pero, al menos, la que permita mantener mis anteriores derechos.
Un hombre en paro, joven, es romper un proyecto de futuro. Un parado a mi edad, es un proyecto ejecutado, destruido.
Quien diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde.
Este Vía-Crucis, este Camino de la Cruz puede ser un “trabajo” para promover la responsabilidad de todos frente a todas las clases de parados.
Es una reflexión, con cierta hondura, en el calvario de cada parado. Y un rayo de luz, desde el seguimiento de Cristo, para ayudar, como cirineos, a levantar la cruz de los parados.
No recoge todo el misterio de la redención ni tampoco pretende reducirla exclusivamente a la cuestión del trabajo. Pretende, eso sí, sentir y aliviar la Pasión de Cristo en la parte que se lleva el sufrimiento colectivo del paro para servir a su “redención”.
Y esto sencillamente para ser fieles a Jesús, nuestro único Señor, que nos juzgará conforme a su palabra: Lo que hicisteis con mis hermanos, a Mí me lo hicisteis”.
II El Parado Jornalero
Jesús de Galilea, que compartías con los campesinos el sudor de la siembra y el gozo de la cosecha, escúchanos: queremos labrar el campo que es lo nuestro; queremos trabajar nuestra tierra.
Cambia el corazón de los que la retienen: para que cambie nuestra suerte y se reparta la abundancia entre todos los hombres.
Largas fueron las horas bajo el sol. Interminables los campos. Dura la tarea…
Pero ahora son más interminables las horas…al sol de la pared pegados. Más inmensos los campos… porque están más vacíos. Y más dura la tarea de recorrer las puertas cerradas al trabajo. Más honda nuestra desesperanza, que día a día nuestra situación grava.
Ahora vendrán, seguro, las migajas del trabajo comunitario. Un trabajo impersonal e improductivo que va frustrando nuestras ansias. Y se hace tan común a nuestras tierras, que decir jornalero ya equivale a decir: profesión: del paro.
Hasta el extremo de que es más el tiempo que pasamos en las luchas defendiendo nuestros derechos de parados, que el de hacer reivindicaciones en los campos.
Y aún tenemos la humorada de hacer huelgas de hambre en nuestra hambre continua e inacabada.
Porque pensamos que, si somos jornaleros de la tierra, la tierra deberá alimentar antes a los que con las manos la trabajan que aquellos que la ley llama dueños porque a veces la recorren sobre ruedas.
III. Temporeros en los hoteles
Servidor, Jesús, Tú que no viniste a ser servido, sino a servir, asístenos en nuestra defensa: queremos servir el año entero en un trabajo honrado y fiel, útil al progreso, bienestar y descanso de todos, en primer lugar de los últimos, que más lo necesitan.
Cuando todos descansan yo trabajo. Un servicio esmerado…una atención al cliente… un detalle agradable y mecánico…y una fría y humillante moneda otorgada en un gesto vacío…
Somos los de detrás de la barra, detrás de la bandeja, detrás ¡hasta del gato!… Siempre detrás, nunca delante…
Cuando todos trabajan, yo no descanso.
Que no es descansar estar parado, Simplemente voy enderezando la molida cintura, tal vez doblada de tanto rendir pleitesía.
Después a esperar “colgado” en el armario de los parados, temporeros a subvención de desempleo.
Somos especializados en nada. Somos adaptados a todo.
IV. El que pasa al desempleo
Jesús Nazareno, hijo del carpintero y trabajador fijo en la empresa del Reino de Dios: Tú ofreciste trabajo a los ociosos y pagaste a los últimos igual que a los primeros.
Líbranos de la justificación de la crisis a quienes sólo pedimos ganarnos el pan con el esfuerzo de cada día.
Desde ahora, a pasar angustias contra reloj…El reloj de los meses que pasan acortando el plazo de la subvención…Y después ¿qué?
Siempre trabajé responsablemente. Yo no dirigí los errores que llevaron a la crisis…Tampoco provoqué la coyuntura que dicen… Ni dilapidé los recursos de los tiempos buenos ¿Por qué entonces yo me tengo que ir, y ellos se quedan?.
Yo no quiero desempleo sino trabajo.
Quiero invertir mi tiempo en la creatividad del trabajo y aportar mi lucha a la lucha común. Quiero que la sociedad me pague por los servicios que aporto, no por estar parado.
No queremos estar ociosos todo el tiempo, sino tener tiempo para el ocio. Y para la cultura, y para el trabajo…
V. Profesores en paro
Jesús, Maestro bueno, líbrame de la injusticia que tiene prisionera a la verdad. Tu palabra es verdad. Guíanos a enseñar a todo el que no sabe. Que para la verdad no hay paro, sobra trabajo.
Me siento un pozo lleno en medio de una tierra seca. Una tierra fértil que necesita la lluvia para que fructifique la vida humana. Nuestro poco está lleno, pero ahora nos niegan los canales para derramar el agua.
Y somos miles los que, impotentes, contemplamos el ansia de saber que corre por el pueblo: la sed inapagada en tanto tiempo.
Y si recibimos la vocación de la enseñanza, quedaríamos frustrados si nos “lanzan” a otro trabajo. Y el pueblo, destinatario de nuestra cultura, seguiría encadenado a la ignorancia.
Somos miles los que queremos enseñar y no podemos. Y millones los que necesitan aprender y les niegan los maestros. Por eso, en buena lógica, esto no tiene explicación. ¿Es que habrá otra lógica?
O a algunos no interesa que todo el pueblo aprenda la verdad, escuela de libertad, o porque la enseñanza no tiene una inmediata rentabilidad económica, no se la aprecia su promoción humana.
El caso es que la sabiduría continúa siendo privilegio de unos pocos, y la ignorancia, patrimonio de los más.
Y la cultura, necesaria como el pan de cada día, no se reparte entre los hambrientos de ella. Y hasta se echa a perder cuando se le tapa el respiro del aire del pueblo.
VI. Médicos que no ejercen
Señor Jesús, médico del mundo, con tus heridas hemos sido sanados. Tú curaste las enfermedades y dolencias de tu pueblo y dijiste que no necesitaban médico los sanos sino los enfermos. Sana la podredumbre de esta sociedad y ayúdanos a poder tender la mano a todos los postrados en el dolor, a levantarlos cuidadosamente uno a uno, para que anden.
No hay mayor frustración que la de tener los conocimientos que pueden aliviar dolores en el hombre y estar impedidos de poder hacerlo.
Porque puede esperar un barco, un árbol, una máquina o una carretera. Pero el hombre que sufre, los hombres que mueren por el dolor y la enfermedad… ¡esos no esperan!
Hay profesiones que son rentables por el beneficio que generan. Nosotros deberíamos ser rentables por los sufrimientos que aliviamos.
No entendemos que haya médicos que no ejercen por falta de dinero. Y que sea el dinero el que permita ejercer en exclusiva y para pocos distinguidos clientes, que pueden permitirse el lujo de pagar las atenciones. O que sea el dinero lo que incita al pluriempleo.
Mientras haya dolor y sufrimiento no puede haber espera. El dolor en las colas del seguro, el dolor en los núcleos rurales abandonados, el sufrimiento desatendido de tantos hombres y en tantos sitios.
VII. Mujeres sin trabajo
Un hombre sin trabajo es un parado. La mujer que no trabaja es “sus labores”. Decir “sus labores” es la negación a la labor conjunta, a la labor de todos. Es la tarea que nos asignan al querernos negar otras tareas.
Así, unidas a las que ahora también pierden su trabajo, formamos la inmensa legión de casi media humanidad parada, de casi media humanidad que no produce, de casi media humanidad atada a “sus labores”.
Alegres aceptamos las tareas cuando nos llegan y no rechazamos aquellas que la mujer, como mujer, tendrá que desempeñar siempre en el seno de la humanidad.
Pero no aceptaremos la rutina de quienes por conservar privilegios, nos asignan tareas que impiden nuestra colaboración, anulan nuestra creatividad y quieren hacer de nuestra vida una frustración inacabada.
Hoy la sociedad puede, si quiere, terminar con los pretextos que originan nuestra discriminación. Y facilitar los medios para poder ir incorporándonos al trabajo, que contribuirá a nuestra liberación.
VIII. Técnicos sin empleo
“Jesús del Gran Poder” en el cielo y en la tierra. Tú superaste las limitaciones de la materia, del espacio y del tiempo para significar nuestra liberación total.
Que absurdos intereses no nos impidan emplear la técnica para humanizar la tierra y liberar indefinidamente a todo hombre de las múltiples limitaciones materiales
Las carreteras, los puentes, los edificios, las máquinas, desde las más simples hasta las más complicadas, son fruto del esfuerzo del trabajo diario de los hombres.
Pero antes, son fruto del proyecto y del estudio realizado por hombres preparados por la sociedad para imaginar y diseñar tales proyectos de: los técnicos.
También nuestra preparación y cualificación técnica han sido una inversión, fruto del esfuerzo de todos.
Y ahora, capacitados y sin empleo, nos sentimos como edificios vacíos que se han levantado para no ser habitados, como carreteras cerradas al tráfico; como máquinas que se oxidan sin que nadie las use.
Mientras, otras carreteras se saturan de tráfico, otros edificios albergan multitudes… Son los técnicos acaparadores de todos los proyectos, que luego reparten las migajas y con migajas pagan…
Podríamos ser como instrumentos que faciliten el trabajo del hombre, que hagan más amable su tarea. Y sin embargo ahora cargamos con la cruz del paro también. Un paro cualificado pero…paro y cruz también.
IX. Paro juvenil
Cristo viviente por los siglos, queremos participar de tu eterna juventud, proseguir tu desbordante creación. No queremos resignarnos a enterrar nuestra energía vital.
Queremos amar, no con canciones, sino construyendo un mundo de hermanos, feliz para todos.
Acabo de cumplir dieciocho años y ya quieren matarme la ilusión. Dos años hace que espero, buscando a las puertas del trabajo, y dos años que dicen que espere, que aún no hay un trabajo para mí.
No pensaba que nadie me tuviera que obligar a trabajar…Pero mucho menos, que nadie me obligara a estar parado.
Parece que alguien tiene prisa en demostrar quién es aquí el amo. Pero yo a ese alguien aún no le tengo miedo.
Yo no puedo renunciar a todo lo que veo.
Yo no puedo renunciar a todo lo que me ofrecen…Y si no me lo dan me entra tentación de tomarlo. Y tengo tanto tiempo libre, y tanta energía acumulada, que lo más descabellado se me ocurre, y lo más temerario lo acometo.
Después los “bien pensantes” se escandalizan de ver que crece la delincuencia juvenil. No quieren reconocer que antes ha crecido su ceguera para nuestros problemas, su indiferencia ante nuestra angustia.
Si servimos para trabajar, queremos trabajar para servir.
X. Emigrante y parado
Cristo Jesús, amigo fiel y camino de vida, tú que te encarnarte en un pueblo nómada y emigrante conocedor del desarraigo, solidarízate con nosotros, peregrinos del trabajo. Pues cuando no cabemos en ninguna parte, en todas necesitamos encontrarte.
Hace tiempo a alguien convino nuestra marcha para disimular los números rojos del cupo de parados.
Ahora también aquí somos parados. Con nuestro dinero se han montado muchos negocios… Que somos la segunda entrada de divisas, dicen…
Sin embargo, después de tanto tiempo, si vuelvo, lo único que tengo asegurado es el mismo número en el cupo de parados.
Mal que les pese a los del disimulo, yo quiero volver. Porque pienso que ya que no pudimos trabajar en lo que nos gusta, nadie podrá impedirnos estar parados donde nos dé la gana.
Y aquí, entre los míos, ser uno más de los que piensan, hablan, se organizan, luchan y esperan lograr un mundo nuevo en justicia, en libertad, en paz.
Con pan y trabajo, salud y vivienda, cultura y democracia sin rebajas, para todos.
XI. Marginados del trabajo
“Cristo de la paciencia”, crucificado entre dos delincuentes. Tú acogías a todos los marginados con el escándalo de los que representaban la “buena sociedad” que los desechaba:
Acogías a borrachos, prostitutas, adúlteras, leprosos y “endemoniados”, descreídos pecadores. Todos ellos, al encontrarte, recuperaban su dignidad olvidada.
Formo parte de esa inmensa legión de marginados, que la sociedad conoce por borrachos, vagabundos, mendigos, locos, drogadictos, delincuentes… Restos humanos.
Se nos considera tan poco que ni siquiera somos parados. Siempre dice la gente: “No trabaja porque es un borracho”. Nunca la gente dice: “Es un borracho porque está parado”.
Llevamos tanto tiempo así, que ya ni recordamos qué fue antes. Y ahora es tanta la competencia que, que si a los más aptos desechan ¿qué no harán con nosotros?
Detrás de cada marginado existe un hombre igual a los demás y de la misma familia que los que viven y mueren. Sólo que nosotros ya empezamos a morir en vida.
XII. Parados por minusválidos
Tú restableciste plenamente a muchos cojos, lisiados y ciegos para que pudieran servir a la comunidad y dieran gloria a Dios. Que esta sociedad reconozca nuestra entera dignidad y nos posibilite prestar el servicio que podemos hacerle.
Todo parado es un hombre roto.
Yo estoy roto y descosido…Pero yo no soy un inútil.
Y es que hay parados por la crisis, por la coyuntura, por el cierre… Pero nosotros somos parados por la “merma”. Pero no la que nos disminuye físicamente, sino la merma, aunque sea mínima, que pueda sufrir la rentabilidad de quien nos contrate.
Durante mucho tiempo luché por superar mi pequeña tragedia. La voluntad puso cota a la falta, y con el tiempo y la constancia dominé al trabajo y logré ejecutarlo correctamente.
XIII. El Pícaro del paro
“Cristo del perdón”, yo quisiera verme libre de mi ruin egoísmo para unir mis fuerzas con las del compañero, Que, por treinta monedas más para mí, no traicione la solidaridad con mis hermanos y que busque antes, Señor la salvación de todos que la salvación mía.
Dicen que soy un pícaro. Yo quisiera hoy ser honrado y deciros lo que pienso. Y pienso que sí, que soy un desvergonzado. Que aprovecho la paga y el puesto que sería de un compañero. Que facilito el fraude que aprovecha a empresarios desaprensivos.
Pero pienso que, en el fondo, en el fondo…lo que soy es un infeliz. Porque doy, con mi conducta, motivos a aquellos que quieren culpar a todos los males al obrero. Porque, con sólo las migajas, colaboro en ocultar todo un sistema corrompido.
Porque hago que confundan conmigo al compañero, que, enfermo, a media paga o en el mismo desempleo, no le llega de verdad la sal al agua y se ayuda como puede.
Y sobre todo, porque, (invirtiendo el refrán) formamos entre todos un bosquecillo que impide ver el “árbol”. El árbol que se chupa las grandes pagas de los que no son parados pues nunca trabajaron. De los que sólo en nómina figuraron para figurar en las nóminas del desempleo, estos no son pícaros, que son granujas.
XIV. Despedido a los cincuenta
“Jesús del Abandono”, Compañero de fatigas: estamos cansados del trabajo y agobiados hasta el límite por el paro.
Acudimos a Ti, que puedes levantar nuestras cargas y sacudir nuestro último yugo.
Que nuestras manos puedan seguir endureciéndose por el trabajo hasta el final, para que el resentimiento nunca nos endurezca el corazón.
¿Adónde voy yo ahora? Los que piensan que todo se paga con dinero creen que me han pagado mis derechos con pagar sólo el despido. ¿Y los otros?
A mi edad uno ya viene de vuelta. Y a la vuelta no es preciso abrir camino. Ahora quieren que yo vuelva a abrirlo.
Con las manos cansadas, con el cuerpo marchito, con el corazón para recuerdos, que no para proyectos de futuro.
Treinta años de trabajo responsable no han sido suficientes para avalar mis derechos.
Derecho a una estabilidad ya bien ganada y tranquila, Derecho a verme liberado de la desazón de lo incierto. Derecho a repasar tranquilamente los recuerdos. Derecho a reclamar, no ya la riqueza creada, pero, al menos, la que permita mantener mis anteriores derechos.
Un hombre en paro, joven, es romper un proyecto de futuro. Un parado a mi edad, es un proyecto ejecutado, destruido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario