1.- Entre los cromos pintados en tela de hule y enrollados como mapas de geografía, el Hermano Camilo nos enseñaba uno que mostraba en lo alto una estrecha puerta, la del cielo, a la que llegaba por un zigzagueante sendero un triste pelotón de almas, mientras por el valle corría un ancho camino que llevaba a un abismo de llamas a los alegres y divertidos caminantes.
No es exactamente de lo que habla este evangelio, no habla de corrupción moral, sino de manipulación religiosa, Jesús está contestando a una impertinente pregunta nacida de una mentalidad farisaica, porque esa pregunta implica aquella célebre frase: “lo que se dice al cielo al cielo iremos los de siempre”.
Porque para el fariseo el mero hecho de ser judío, el ser hijo de Abraham, el estar circuncidado, cumplir ayunos y lavatorios, eran otras tantas pólizas de seguros de salvación. Pólizas de seguros que hacen el camino al cielo amplio y fácil, confortable y seguro, ensanchan la puerta del cielo.
Todas las religiones y también nosotros hemos tenido la tentación y hemos caído en ella con frecuencia de convertir la puerta estrecha en una puerta automática, de esas que se abren solas, una puerta mágica ante la que el “abracadabra” que hay que entonar para que se abra es bautizarse, hacer la Primera Comunión y casarse en la iglesia, con eso, y no robar ni matar, la puerta se abre. Otro “abracadabra” han sido tantas promesas y devociones mal entendidas en que el mágico poder viene del número de veces, de los días del año, de los actos de piedad que hay que cumplir en ellos.
2.- La religión de Jesús no tiene ninguna de esas seguridades, camino del Reino de Jesús se estrecha al pasar por la puerta del corazón. El corazón es la fuente de toda bondad, el corazón tiene experiencias que no tiene la ley, bondad con amigos y enemigos, bondad hasta el olvido de si mismo, para ayudar a los demás, bondad que llene el día a día, y que por ser quehacer diario a la larga pesa como cruz, nos oprime con la estrechez de puerta pequeña, aunque en realidad ese pasar por este mundo haciendo el bien a todos sea lo único que merezca la pena.
La religión del Señor Jesús pasa por el corazón del hombre sin distinción de raza, nación ni religión, por eso vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur los verdaderos hijos de Abraham el Bueno.
3.- La pregunta no debió ser: “¿serán muchos los que se salven?, si no la pregunta del joven rico “¿Qué debo hacer yo para entrar en el Reino de los Cielos?”. Y la respuesta hubiera sido: “Entra por la puerta estrecha de un corazón grande que abrace a todos”, porque no todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino, sino el que me dio de comer, el que me dio de beber, el que me vio enfermo y solo y estuvo conmigo en mis hermanos. ¡Entremos en el Reino por la puerta estrecha de un corazón muy grande!
No es exactamente de lo que habla este evangelio, no habla de corrupción moral, sino de manipulación religiosa, Jesús está contestando a una impertinente pregunta nacida de una mentalidad farisaica, porque esa pregunta implica aquella célebre frase: “lo que se dice al cielo al cielo iremos los de siempre”.
Porque para el fariseo el mero hecho de ser judío, el ser hijo de Abraham, el estar circuncidado, cumplir ayunos y lavatorios, eran otras tantas pólizas de seguros de salvación. Pólizas de seguros que hacen el camino al cielo amplio y fácil, confortable y seguro, ensanchan la puerta del cielo.
Todas las religiones y también nosotros hemos tenido la tentación y hemos caído en ella con frecuencia de convertir la puerta estrecha en una puerta automática, de esas que se abren solas, una puerta mágica ante la que el “abracadabra” que hay que entonar para que se abra es bautizarse, hacer la Primera Comunión y casarse en la iglesia, con eso, y no robar ni matar, la puerta se abre. Otro “abracadabra” han sido tantas promesas y devociones mal entendidas en que el mágico poder viene del número de veces, de los días del año, de los actos de piedad que hay que cumplir en ellos.
2.- La religión de Jesús no tiene ninguna de esas seguridades, camino del Reino de Jesús se estrecha al pasar por la puerta del corazón. El corazón es la fuente de toda bondad, el corazón tiene experiencias que no tiene la ley, bondad con amigos y enemigos, bondad hasta el olvido de si mismo, para ayudar a los demás, bondad que llene el día a día, y que por ser quehacer diario a la larga pesa como cruz, nos oprime con la estrechez de puerta pequeña, aunque en realidad ese pasar por este mundo haciendo el bien a todos sea lo único que merezca la pena.
La religión del Señor Jesús pasa por el corazón del hombre sin distinción de raza, nación ni religión, por eso vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur los verdaderos hijos de Abraham el Bueno.
3.- La pregunta no debió ser: “¿serán muchos los que se salven?, si no la pregunta del joven rico “¿Qué debo hacer yo para entrar en el Reino de los Cielos?”. Y la respuesta hubiera sido: “Entra por la puerta estrecha de un corazón grande que abrace a todos”, porque no todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino, sino el que me dio de comer, el que me dio de beber, el que me vio enfermo y solo y estuvo conmigo en mis hermanos. ¡Entremos en el Reino por la puerta estrecha de un corazón muy grande!
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