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viernes, 29 de octubre de 2010

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (31/10/2010)


"Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa"
Pubilcado por Dominicos.org

Introducción

Cuando Jesús acepta la invitación de Zaqueo para cenar en su casa la gente exclama escandalizada: Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador! En realidad tienen razón, porque Zaqueo es publicano y pecador. Mas hospedándose en su casa, Jesús le ofrece amistad, un gesto que Zaqueo sorprendido y agradecido, acepta con gozo. El desenlace de esta historia manifiesta claramente los reducidos límites hasta donde llega nuestro conocimiento del corazón humano. Con frecuencia nos quedamos en la superficie, sin alcanzar a vislumbrar la capacidad de tranformación que puede tener lugar bajo el impulso de la gracia.

Por eso es necesario apostar siempre a favor de la bondad oculta en el fondo del corazón humano, compartir el optimismo divino por el hombre, incluso cuando èste parezca haber perdido la confianza en sì mismo: Tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida (Sab 11,26) . Todas las criaturas poseen un rayo de luz y de amor oculto bajo la capa de miseria y de pecado. Dios puede transformar esa pequeña semilla: Entonces dijo el que estaba sentado en el trono: Mira que hago un mundo nuevo (Ap 21,5) La historia de Zaqueo es un buen ejemplo de todo esto.

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Comentario bíblico

Todos están llamados a la salvación

Iª Lectura: Sabiduría (11,23–12,2): La bondad del ser creado

I.1. Hermoso texto del libro de la Sabiduría. Hermosa reflexión y plegaria a la vez que canta la grandeza de Dios en la creación como misterio de su “sabiduría”. Lo creado tiene sentido, no solamente porque sale de las manos de Dios, sino porque es bueno y tiene un sentido positivo. Es verdad que el texto viene a culminar un repaso a la historia del pecado de Egipto que tuvo en sus manos al pueblo elegido. Dios podía haber reducido a la “nada” a ese pueblo. Pero no fue así. El autor, probablemente escribe en Alejandría y ve todavía la grandeza de ese pueblo, aunque ahora en manos helenistas.

I.2. Por eso el final de este capítulo impresiona: Dios no puede destruir nada que haya creado con su poder. Se refiere al pueblo, a la humanidad, a los hombres, a las personas. Dios, el Dios de la Sabiduría, no puede destruir a nadie para triunfar Él; aunque se le haya presentado así muchas veces. Este texto respira sabiduría religiosa y contempla cómo todo tiene un sentido y cómo de la mano de Dios también salen las oportunidades para cambiar, para ser otras personas, para emprender un camino nuevo. El mundo vive de la mano de Dios y el hombre, de cualquier raza o religión, es un canto a la dignidad que cada uno lleva en su corazón. Por eso la religión debe ser lumbrera cuando se asoma a la interioridad de la persona, porque en esa interioridad es donde habita el “espíritu”, la “sabiduría” –que sería lo mismo-, de Dios.



IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (1,11–2,2): La vocación cristiana no debe ser la apocalíptica

II.1. La II Tes es una carta sobre la que existen verdaderas dudas de su autenticidad paulina. Esta opinión está cada día más extendida. Son numerosas las muestras literarias e incluso el sentido pastoral de la misma. Se piensa que los discípulos de Pablo se vieron en la obligación de escribir a una comunidad que estaba pasando una verdadera crisis de identidad. Y especialmente turbada por cuestiones escatológicas sobre la venida del Hijo del hombre o del fin del mundo. Pablo había abordado el tema escatológico en su primera carta (1Tes 4,15ss), tal como la suerte de los difuntos. Esto incrementó en alguna comunidad una crisis y un deseo por fijar cuándo y cómo acabará todo.

II.2. La referencia a “revelaciones” o a un supuesto escrito de Pablo debe interpretarse con verdadero cuidado. Es verdad que es eso lo que se intenta corregir, y todavía muchos autores piensan que Pablo mismo sale al paso de una falsa interpretación de sus palabras. Sobre ello habría mucho que decir, pero no es el momento. Pablo, de alguna manera, se vio envuelto también en esa tensión escatológica de los primeros años cristianos. E incluso esperó la pronta venida del Señor. Pero él mismo tuvo que centrarse en otras cosas y poco a poco fue precisando su pensamiento sobre estas cuestiones que apasionaba a las mentes apocalípticas. Lo que a Pablo le interesaba, de verdad, es la vocación cristiana, la suya y la de todos aquellos que aceptaban al Señor como el verdadero salvador. Es eso lo que se pone de manifiesto en los versos finales de 2Tes 1, y que corresponden a nuestra lectura.



Evangelio: Lucas (19,1-10): El Reino exige un pacto de justicia

III.1. El relato de Zaqueo es otro de esos episodios de Lucas que no tiene desperdicio. Es tan logrado, a todos los niveles, que habría que leerlo varias veces y cada una de ellas nos encontraríamos con matices que podría dar para una reflexión. No es un relato histórico. simplemente porque Jesús “tenía” que pasar por allí para ir a Jerusalén. Pero el que sea en la frontera de esta ciudad milenaria es un marco digno de consideración, porque la salvación llega hasta los confines de la tierra. Se enfrentan dos personajes… pero no solamente eso. También hay gente que está a la expectativa de qué hará Jesús. Aunque Jesús parece que no hace nada más que invitarse a casa de un “pecador”, tendrá la última palabra. Con esto está dicho todo. Zaqueo es un pecador para los puritanos, para los de religión legal. Para Jesús, y sin duda para Lucas, es un “rico”. Pero ¿también de los ricos es el Reino de los cielos? He aquí la gran cuestión de este episodio. Si los ricos renuncian a ello (dando la mitad de los bienes a los pobres y haciéndose como la gran mayoría de la gente) entonces sí.

III.2. Los bienpensantes de siempre especulaban que si Jesús entraba a casa de un publican, se contaminaba, ya que los publicanos trataban con las autoridades romanas que les concedían los privilegios de recolectores de impuestos. Pero para Lucas Jesús va buscando el verdadero “pecado”: haber acumulado riquezas y poder a costa de los otros. Y es eso lo que debe cambiar Zaqueo. No tiene por qué renunciar a ser colector de impuestos, ni a tratar con los paganos, los romanos, sino a no hacerse poderoso con las riquezas injustas. El tema es muy querido para Lucas, como sabemos. Y eso, sin duda, porque en su comunidad debía ser una cuestión puesta sobre la mesa de cómo se puede ser un buen seguidor de Jesús en este mundo donde hay riquezas y todo lo que ello conlleva.

III. 3. El narrador de este episodio nos muestra su maestría literaria, pero la instancia narrativa va mucho más allá de lo que podíamos esperar. El que ponga en labios de Jesús elementos que son muy característicos de su teología centra con precisión las pers pec tivas globales de su obra evangélica: mostrar a Jesús como profeta y salvador. El que seleccione sus informaciones es un indicio de buen narrador; insinúa las cosas y aunque no describa la psicología teológica de la conversión de Zaqueo no significa que no haya lle ga do hasta el fondo de las cosas: está, justamente, en la decisión de dar la mitad a los pobres. Esto no es signo de liberalidad solamente, sino de justicia. No pretende Lucas presentar a Zaqueo simplemente como un hombre desprendido o mag ná ni mo (porque antes del encuentro con Jesús no lo había sido), sino como un convertido a la causa del Reino. También aquí las insinuaciones se transparentan: en la casa han hablado a fondo Jesús y Zaqueo, porque que rían conocerse mutuamente. Esta es, pues, una propuesta para los ricos (no para dirigirlos espiritualmente), aunque la conversión también se apoya, y mucho, en la magnanimidad, precisamente la que no muestran los con troladores ortodoxos de los pecadores. Es un relato de grandes iniciativas: Zaqueo que quiere conocer a Je sús; Jesús que busca a Zaqueo; Za queo que renuncia a ser rico (sic: porque no de otra manera se ha de entender ofrecer la mitad de los bienes a los pobres, y restituir la injusticia) y, finalmente, Jesús (y desde luego Lucas está detrás), que le muestra que ese es el camino de la salvación.

III. 4. En el texto, los ricos y los poderosos se sienten aludidos hic et nunc. Y sabemos que Lucas quiere reconciliar a gente rica y poderosa con el mensaje cristiano y con las exigencias del Reino desde algo que esté de acuerdo con la exigencia social propia de su situación. El sentido práctico de lo que pide no puede obviarse con interpretaciones o escapatorias que no lleven a una praxis determinada. Lu cas lo ha dejado bien sentado en su obra: la riqueza es muy pe ligrosa para vivir en cristiano, por injusta, como en el caso de Zaqueo, y porque los pobres no podrán nunca salir de su condición si no cambian las situaciones sociales, o mejor dicho, si los ricos no invierten «la mitad» de sus riquezas en los pobres. Esa es la forma en que los ricos se convierten y la manera en que hacen justicia con los que no conocen ya después de haberles exaccionado. Eso significa, asimismo, que Lucas mantiene un debate crítico con los ricos: su afán de dinero (philargyría) y su codicia (pleonexía), como le sucede a los fariseos (Lc 16,14), es la causa de su pecado, no el que traten con paganos y pecadores; de ahí que su con versión está adecuada a la de un hombre rico, porque cada uno debe tener la suya, según su historia y el sentido de su vida.

III. 5. Es una propuesta a nivel de la comunidad, o de personas concretas, de la que hay que extraer consecuencias inmediatas de alcance social; a posteriori debe tener reflejo en la sociedad que nos ha tocado vivir en el mundo de hoy, como es en el caso de los pue blos del Tercer Mundo y de su deuda externa frente a los países ri cos y poderosos. Lucas debe tener claro que en la comunidad cris tia na no puede haber desequilibrios y que los ricos y pudientes de ben compartir sus bienes como una exigencia de con versión verdadera. Esto significa, pues, que cuando Lucas se propone describir el tiempo nuevo como un tiempo de salvación, en esta historia, esa salvación se hace efectiva para él, para aquella casa, para aquella familia o para aquella comunidad, por la praxis de la justicia como ética de verdadera solidaridad.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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Pautas para la homilía

La gracia del encuentro con Dios

Zaqueo, no obstante su condición de publicano y pecador, siente algo dentro de sí que le atrae hacia el Rabi de Nazaret y hace cuanto le es posible por acercarse a él. La mirada de Jesús lo descubre en el sicomoro donde se ha instalado para mejor observar la escena. Aunque Zaqueo está a la vista de todos, solo Jesús es capaz de leer ese algo nuevo que está naciendo en su corazón. Alzando la vista le dice: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa (Lc 19, 5).

La iniciativa es de Jesús y se produce porque hay disponibilidad en la persona de Zaqueo. El encuentro con Dios es a la vez gracia y culminación de una búsqueda más o menos consciente por parte del hombre. Zaqueo acoge con gozo la oportunidad que se le brinda de recibir en su casa al Rabi de Nazaret, ignorando aún las consecuencias que resultarán de esta aventura: Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría (v.6). Más tarde, en la intimidad, descubrirá en la persona de Jesús la gratuidad del amor de Dios hacia él. Un amor y una misericordia mucho más grandes de lo que él se habría atrevido a imaginar.

Cuanto sucede no es simplemente fruto de la casualidad. El texto emplea el adverbio de tiempo “hoy” que sirve al Evangelio para indicar la actualidad de la salvación que Dios ofrece y realiza continuamente. Recordemos que a los pastores que vigilan el rabaño en Belén durante la noche, los ángeles anuncian: Hoy os ha nacido un salvador; a los habitantes de Nazaret que le escuchan leer el famoso pasaje de Isaías, Jesús les dice; Esta Escritura, que acacbáis de oír, se ha cumplido hoy. Por fin, al buen ladrón le asegura que “hoy”estará con él en el paraíso. Dios, en su misericordia, ofrece la gracia de la salvación a quien lo necesita y se deja interpelar.

Un encuentro que cambia la vida

Jesús se aparta temporalmente de una muchedumbre entusiasta que le aclama en Jericó para dedicarse solo a Zaqueo a quien, como hace el Buen Pastor, busca en su propia casa, dejando las noventa y nueve ovejas del rebaño para ir a buscar la perdida, porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. (v 19). Entra en casa de Zaqueo sin temor a comprometerse, o escandalizar. Su misión es hacer presente en medio de los hombres la misericordia de Dios que quiere la conversión y la salvación de todos sin exclusión. Jesús nos enseña que el amor a Dios se manifiesta haciendo camino con nuestros hermanos, compartiendo amor y misericordia, haciendo nuestras las palabras: hoy la salvación ha entrado en esta casa.

Es el amor gratuito de Dios y no sus propios méritos lo que permite a Zaqueo dar un vuelco a su vida y abrirse a un horizonte nuevo. Al sentirse acogido y perdonado comienza a su vez a pensar en los hermanos: daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo”. El publicano Zaqueo se convierte de este modo en la figura del discípulo cristiano que, sin dejarlo todo como hacen otros discípulos de Jesús, permanece en su mundo habitual, dando testimonio de un estilo distinto de vida, según el evangelio. Ya no más la ganancia por encima de todo, sino la justicia (devolveré el cuádruplo); el compartir con quien lo necesita (daré la mitad de mis bienes a los pobres). Está el discípulo que deja todo por el evangelio y el discípulo que vive la radicalidad continuando en el ambiente al que pertenece.

La conduca y las palabras de Zaqueo contienen una enseñanza con respecto a la actitud sobre la riqueza y los pobres. La riqueza es inicua cuando se acumula a costa del débil y se emplea en proprio beneficio de modo desenfrenado. Deja de ser tal cuando es fruto del trabajo honrado y se comparte con los hermanos y la comunidad. La experiencia de Zaqueo nos enseña que la conversión evangélica es contemporaneamente conversión a Dios y a los hermanos.

La experiencia del perdón abre al creyente un camino de gozo y de compromiso que no tiene nada que ver con el sentimentalismo o con un espiritualismo desencarnado. En esta misma línea se mueve el texto de la carta a los Tesalonicenses de este domingo. Pablo escribe a esta iglesia un tanto turbulenta y apocalíptica para llamarles al realismo evangélico: Que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término todo vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe (1,11)…..Os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar fácilmente por algunas manifestaciones del Espíritu que os haga suponer que está inminente la venida del Señor (2,2). El cristiano vive con la esperanza puesta en la venida del Señor, pero sin evasiones ilusorias, sino comprometiéndose a fondo en el presente con el bien y la justicia.

Dios es el Dios de la vida

El mensaje de la Escritura de este domingo es típicamente neotestamentario pero lleva a su cumplimiento afirmaciones ya presentes en el Antiguo Testamento. El Libro de la Sabiduría habla del amor invencible de Dios por sus criaturas, no obstante el pecado. Dios es omnipotente, dice este texto, con toda la tradición teológica de Israel. Pero de la afirmación de la omnipotencia divina saca una consecuencia sorprendente: su compasión. Como Dios es omnipotente no tiene miedo de nada y, puesto que no teme a nadie, puede permitirse ser compasivo y misericordioso con todos.

El pecado de los humanos no suscita en Dios el resentimiento del débil, sino el amor y la la compasión del fuerte: Porque tu amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces,pues,si algo odiases, no lo habrías hecho! (v.24). Dios es el Dios de la vida, un Dios que constantemente ama y crea; un Dios que confia en sus criaturas y que, cuando estas yerran, ama perdonar.Hay un designio de amor divino en el origen de toda criatura que ha dado existencia a las cosas; Dios no lo retira por ningún motivo, lo mantiene con una fidelidad inquebrantable. ¿Quiere esto decir que Dios no lleva cuenta del mal? ¿Qué no reacciona ante el pecado? Ciertamente no. Quiere decir que Dios no reacciona como un ofendido resentido, sino como un padre que desea el bien de sus hijos.

Fr. Pedro Luis González González
Casa Santissima Trinità degli Spagnoli-Roma

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