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viernes, 29 de octubre de 2010

Dom 31 X 10. ¡Adivina quien viene esta noche!... ¡Es mucho más que el Papa!


Publicado por El Blog de X. Pikaza
Domingo 31, tiempo ordinario, ciclo C. Lc 19, 1-10.

Dicen que viene el Papa a Compostela, y andan muchos muy emocionados en la Quintana dos Mortos y en Obradoiro, aunque algunos hablan de meigas, invasiones cristianas y dinero.

Dicen que viene el Papa a Barcelona, y andan en general muy contentos, limpiando aquel pueblo, terminando una Iglesia para ver si se queda, y contando el dinero: ¡Hasta 17 millones de Euros de Ley!

Fue por entonces Zaqueo a su casa, bajando de la higuera, sudoroso, y dijo a Salome, su mujer: ¡Adivina quien viene esta noche a nuestra casa! Y Salomé, que era muy sabia, le dije: ¡Viene Jesús de Nazaret, y yo estoy preparando el cordero que teníamos para pascua, pues viene por lo menos con Doce! Tú arregla las cuentas, pues ese hará que termines hablando de dinero… y no podrás engañarle, como a otros.

Así puede empezar la historia de este domingo de Zaqueo y de Jesús que viene a su casa (nuestra casa). Siga quien quiera enterarse de lo que sigue. Para los habituales de este blog, quiero añadir que este evangelio es continuación del evangelio del domingo anterior, que trataba del fariseo y el publicano. Imaginemos que este publicano es aquel mismo que hace ocho días fue a rezar al templo. Allí le dijo a Dios que era pecador. Ahora viene Jesus a su casa.

Introducción. La historia de Zaqueo

Este pasaje responde de algún modo a los grandes temas sobre la riqueza y la pobreza que hemos ido destacando a lo largo de varios domingos, leyendo el evangelio de Lucas.

Antes de llegar a Jerusalén (donde tiene que decir su última palabra sobre el templo), Jesús pasa por Jericó, ciudad rica, la en hoya del Jordán, donde normalmente los peregrinos descansaban el sábado, para subir de madrugada (el primer día de la semana, hoy domingo) hacia Jerusalén, recorriendo casi treinta kilómetros de duro ascenso. Los curiosos del pueblo le esperan, esperando también a los cientos de peregrinos galileos que van a Jerusalén.

Entre los que esperan está Zaqueo, oficial de publicanos (administradores de aduanas), hombre rico, pero quizá pequeño, que se sube a un árbol para verle (o quizá para pasar inadvertido). Pero Jesús le ve y le dice que le invite (se auto-invita). Quiere pasar el día (un largo sábado de fiesta) con ese publicano, antes de iniciar el camino sin vuelta de Jerusalén.

Es evidente que van a criticarle: ¿Qué podrá hacer Jesús con este impuro hombre de dineros? Pero a Jesus no le importan las críticas. Quiere hablar con de persona a persona, un largo día de sábado. Y así empieza este pasaje simbólico, de escalofriante actualidad, todo un programa de vida, dialogando un día con Jesús?

Pero:
¿Qué pasaría si Jesús me dijera: Oye, Xabier, invítame a tu casa, que estás en la higuera y yo voy de camino hacia Jerusalén y quiero decirte algo? ¿qué me diría Jesús, qué le diría yo?

¿Qué pasaría si Jesús dijera al Papa: Oye, Benito, invítame a tu higuera del Vaticano, que hace tiempo que no voy por allí, y tenemos que hablar de amores y dineros?

¿Qué pasaría si le dijera al Publicano mayor del Reino, el Señor Zapatero: Oye, José Luis, invítame a tu Moncloa, que quiero que me expliques algunas cosas, y quizá tengo yo algunas que decirte…?

¿Qué pasaría si invitara…? Sigamos soñando personas. Y mientras tanto leamos el texto.

Texto. Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más
Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."

Un texto simbólico y realísimo

Es un texto que ha sido muy retocado por Lucas, el evangelistas, para condensar el mensaje de Jesús sobre la pobreza, desde la perspectiva de los publicanos. Evidentemente, ha recogido y transformado tradiciones anteriores sobre los publicanos y sobre Jesús que comía con ellos ofreciéndoles el Reino de Dios (cf. Mc 2, 15-16 par; Lc 5, 27). De un modo especial, ha retomado el tema del publicano de la parábola anterior (del fariseo y publicano: Lc 18, 11-13). Pero en lo esencial ofrece un buen retrato de Jesús, pues se dice que Lucas, autor del evangelio, era pintor y retratista.

Se trata de un texto simbólico, tanto por el nombre como por el lugar y las circunstancias:

Nombre: Zaqueo es una abreviatura popular de Zacarías, que significa “Dios se acuerda” (Dios tiene misericordia). También parece vinculado la terminología de la justicia (zedaka), de manera que se suele tomar como equivalente a Justo (hombre limpio). Es evidente que “Dios se ha recordado de él”, ha entrado en su casa.

Lugar: Jericó es la última etapa de la subida de Jesús a Jerusalén. En el camino de Jericó han sucedido grandes cosas, como las que indica la parábola del buen Samaritano. Aquí, en Jericó, se hallaba una de las “aduanas” y oficinas de impuestos más importantes de la zona oriental de Judea; por aquí pasaban caravanas y caminos. Era un lugar apropiado para señalar la última exigencia del evangelio de Jesús en torno a la pobreza.

La gente en la plaza. Pasa Jesús

La mayoría van al espectáculo, en la gran plaza, a la caída de la tarde de un viernes especial. Llega el sábado anterior a la Pascua y son cientos los que vienen, caso tantos como los que están marchando para ver al Papa en Compostela o Barcelona. Tienen fiesta, pasa un hombre famoso de Galilea, de quien dicen que tendrá problemas en Jerusalén, donde probablemente le mataran. Algunos cruzan apuestas: ¡cuando! ¡cómo! ¿qué le dirá a Pilatos, el gobernador, y a Caifás el sacerdote…?

Es momento de mirar, curiosear, gozar la fiesta con banderas y con viva... Pero Zaqueo no va de fiesta externa, sino que quiere ver a Jesús… y Jesús, el mismo Jesús le mira, subido al árbol y le dice que quiere hospedarse en su casa. , le ofrece de comer, escucha su palabra… y como resultado de ello ambos (o, mejor dicho, Zaqueo) terminan hablando de dinero.

Y Jesús se queda en casa de Zaqueo

No le ha invitado Zaqueo, es Jesús el que le ha dicho: Oye, que tengo que pasar aquí el sábado y no tengo casa… Quiero que me invites a la tuya. ¿Tienes un patio o un cortello donde podamos dormir al abrigo=

Y Zaqueo corrió a darle la noticia a Salomé…, que ya estaba guisando el cordero y que había puestos mantas y mantas en el suelo del patio, en las habitaciones libres y en el cortello, porque nunca se sabe cuantos llegan con Jesús, y ella sabía, en su corazón, que Jesús venía a cenar y a descansar precisamente un día de sábado, casi de pascua, antes de seguir para Jerusalén, con mucha gente, con su gente.

Y así vino Jesús, y entraron muchos en la casa de Zaqueo, mientras otros le acusaban a Jesús diciendo que “ha entrado en casa de un pecador”, un hombre que. no puede convertirse (es mal publicano y mal publicano permanecerá), pensndo así que es inútil la venida de Jesús, un mal Mesías, pues no se ocupa de las cosas de la religión, sino que se mezcla con los ladrones oficiales, dejándose invitar por ellos.

¿Qué le dijo Jesús a Zaqueo? ¿Hablaron de amores y oraciones?

No sabemos de que hablaron mientras cenaban, en una larguísima noche de preparación de Sábado… y es bueno que no andemos con curiosidades. Quizá hablaron de Caifás y Pilato (¡siempre el Gobierno!), quizá de amores… Hablaron, sin duda de la vida, en amor. Y cuando todos se acostaron, pues había corrido el vino, quedaron sólo, en la habitación interior, Zaqueo con Jesús, y Salomé, su buena esposa.

El texto no dice lo que dijo Jesús a Salomé (¡que era también pecadora, pero que hacía buen cordero!), ni lo que dijo Salomé, ni lo que hablaron Jesús y Zaqueo, sino solo la parte final, la parte de los dineros.

Al final hablaron de dineros

Como he dicho, Lucas no conservar las conversaciones y saludos anteriores, a lo largo de la comida, sino sólo la palabra final de Zaqueo que dice: ¡doy la mitad de mis bienes, restituyo cuatro veces…!

Zaqueo habla en presente (doy, restituyo), pero está evocando, sin duda, un gesto futuro, que marcará toda su vida: dice lo que está empezando a hacer, lo que hará de inmediatas, lo que cambiará su vida ya vivida.

El encuentro con Jesús ha transformado al publicano. Jesús entra en la casa de ese hombre que “estaba perdido”, aunque era hijo de Abrahán (israelita), y con Jesús entra la salvación, que se expresa en un cambio económico: ¡Hay que cambiar las cuentas del Telonio de Jericó y las de Jerusalén… Quizá habría que cambiar las cuentas de las iglesias y las xuntas y las “generalidades” de Santiago y Barcelona, donde no va Jesús, pero va en representante de Pedro, de su Pedro, que es el Papa.

Zaqueo: ¿un publicano particular… o un hombre de Iglesia y un servidor del Estado?

No se puede separar ambas facetas. Es evidente que Zaqueo habla como un particular, un hombre que ha empezado a creer en las implicaciones del Dios de Israel, tal como Jesús se lo ha mostrado. Pero, al mismo tiempo, es un “hombre público” (=publicano, en nuestras lenguas), un administrador de los bienes de la Iglesia y del Estado (que en aquel tiempo, entre los judíos, no podían separarse, y quizá tampoco en éste). Zaqueo era un recaudador de impuestos para el servicio del procurador romano, que manda en Jericó…. y los bienes que él recauda pasan también, de alguna forma, a los fondos del Templo.

¿Puede separar su vida privada de su función económica? ¡Evidentemente que no! No puede separarla, pues él actúa precisamente como “publicano” (hombre para el público, hoy diríamos para las xuntas y las generalidades. Él no puede realizar su gesto de un modo puramente privado, sino que tiene que hacerlo como servidor de un sistema, con lo que eso implica..

Un inciso: Zaqueo es quizá sólo un subordinado, los altos jefes nunca pueden convertirse.

El evangelio nos sitúa ante la conducta de un hombre público… que declara ante Jesús su compromiso de cambio en la administración de sus bienes, que son los bienes de poder publico. Esto implica unos problemas y consecuencias que el texto no ha explicitado, pero que son esenciales para comprender la parábola, para entender el compromiso cristiano. Nos hallamos ante un texto político de gran envergadura.

Jesús no “convierte” a Pilato o Caifás, pero puede convertir y convierte a sus “subordinados”, iniciando de esa forma lo que en un post anterior he llamado la “revolución de los publicanos”, que será la “revolución de los funcionaros”.

No, no se puede cambiar normalmente a la gente por arriba (desde arriba: convertir a los grandes sacerdotes y a los reyes, a los procuradores…). Pero se puede convertir a los funcionarios intermedios, como este publicano, que es un tipo de “Ministro de Hacienda” de segunda categoría, un inspector provincial de Aduanas.. Por lo que nos dice que hará (que está empezando a hacer) sospechamos que lo tendrá difícil (¿podrá seguir siendo Publicano Jefe de Jericó? ¿le echarán de su cargo?). Dejemos por ahora el tema abierto.

Conversión primera: doy la mitad de mis bienes…

El publicano es por principio un hombre que está encargado de poner el dinero del pueblo (y en especial el de los pobres) al servicio de la administración (que suele representar a los ricos). Por eso le critican y odian los pobres de Israel: porque trabaja al servicio de la economía imperial (con lo que eso implica de imposición económica y de pacto con los poderes establecidos).

Este Zaqueo no es pobre (como otros pobres publicanos), pues tiene un cargo importante en la ciudad fronteriza de Jericó. Lo que él haga influirá en la forma de entender el dinero en la zona (y en la Iglesia). Doy (=voy a dar) la mitad de mis bienes. No va a dar el 0,7% que se pide a favor de los países pobres. No, no va a dar una “limosna cicatera” como la que dicen dar los países del primer mundo a los del tercero (para después sacarles, en general, más dinero). No va a dar ni siquiera el 5%, ni el 20%, sino la mitad, el 50%...

Evidentemente, la mitad es el 50%, el fifty fifty que, en el fondo, implica: “repartimos a medias”, todo a medias. Este repartir a medias formas parte de de la simbología económica y afectiva del mundo oriental y así aparece en la misma Biblia, donde ha tomado el ese “signo” nuestro texto. El lugar más significativo es quizá el de Ester 7, 2, donde el Gran Rey promete a su favorita “hasta la mitad de mi reino”. Es lo mismo que promete Herodes Antipas a su bailarina favorita: “te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino” (Mc 6, 23). Todo a medias, la mitad para cada uno, empezando por el mas valiente (¡este Zaqueo!) algo de eso han soñado casi todos los pueblos de la tierra.

Dar la mitad significa, según eso, compartir… Es tenerlo todo a medias, Zaqueo y los pobres…, unos con otros, de un modo particular y público. Éste es el ideal de los amigos verdaderos, el ideal de los hombres y mujeres de justicia: que todo sea a medias, que todo sea, en el fondo, común. Es un ideal que nos llega desde las raíces utópicas de la historia humana, allí donde los hombres y mujeres han descubierto el valor de la fraternidad y la justicia han querido “vivir a medias”, compartiendo trabajos y fortunas.

En esta línea se sitúa la “conversión de Zaqueo”… Ha entrado Jesús en la casa del publicano… y cambia su forma de entender el dinero. Ciertamente, ha tenido que cambiar su corazón y su cabeza… Pero eso se ve menos. Lo que se ve y se dice es el cambio de economía. No hará falta preguntar si Jesús ha entrado alguna vez en un Estado como el de España, o incluso en una Iglesia…

Repararé cuatro veces….

No parecía necesaria esta añadidura: «Y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más». El texto nos sitúa ante el robo económico, que se debe reparar “con creces”. Según la tradición judicial judía (marcada por el talión) había que reparar con lo mismo: ojo por ojo, diente por diente… Pero existían casos de delito económico en los que el “violador” estaba obligado a “devolver” cuatro o cinco veces lo robado. Así lo declara la ley más solemne del Código de la Alianza, en el corazón del Sinaí, después de los mandamientos.

Cuando alguien robe un buey o una oveja y lo degüelle o venda, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja, pagará cuatro ovejas… Al ladrón le corresponde hacer restitución, y si no tiene con qué, será vendido por lo que ha robado. Si lo robado es hallado vivo en su poder, sea buey, asno u oveja, pagará el doble (cf. Ex 21, 1-6).

Es evidente que el ladrón tenía que restituir lo robado. Normalmente, tenía que dar el doble (cuando lo robado se hallaba todavía en sus manos…); pero cuando había matado o vendido lo robado… debía dar cuatro o cinco veces más… Esa es la “ley” a la que apela Zaqueo: evidentemente, él ha podido robar, él ha robado… y se compromete a restituir, no por caridad, sino por justicia… y si no lo hace pierde el derecho a la libertad, pierde el derecho a la “honestidad”

El fifty fifty sólo es posible y verdadero allí donde primero se ha devuelto lo robado, allí donde se pone en marcha un camino de amor, no por simple caridad, sin por justicia. Estamos ante un ideal de justicia radical (restitución) y de comunicación de bienes (¡todo a medias!)….

Aplicaciones….

Quizá sería mejor dejar el texto como está, sin hacer aplicaciones. Las hará cada lector, si quiere y puede… Pero he comenzado haciendo unas preguntas y quiero repetirlas:

¿Qué pasará si Jesús viene a mi casa? Ahí debe estar mi respuesta

¿Qué pasaría si viniera al Vaticano?

¿Qué pasaría si se diera una vuelta por la Moncloa?

He hablado ayer de la visita del Papa a Santiago y a Barcelona. Esa visita es un juego de niños en relación con lo que hoy propone el evangelio.

Supongamos que el que viene a Santiago de Compostela es el mismo Jesús de Nazaret (no el Papa que está en el Vaticano), haciendo el Camino, para visitar a su viejo amigo Xacobo, el Zebedeo, Hijo del Rayo ¿Cómo iría? Dicen que sabía andar e burro. ¿Dónde se hospedaría? Dicen que dormía en cualquier sitio, que no tenía piedra fija que le sirviera de almohada ¿Qué diría en Lavacolla y en el Obradoiro?

Supongamos que viene a Barcelona: ¿Imagináis que tendría tiempo para visitar las piedras geniales de Gaudí? Dicen que no le importaban las piedras, que y no fue a ver los templos de Gerasa y que se enfadó cuando le dijeron lo grande que quera el templo de Jerusalén (Mc 13, 1-3). De todas formas, pienso que iría a ver lo de Gaudí.... De todas formas, quizá se pasraría antes por el entorno del Prat, y en el Valle Hebrón. Quizá iría a ver a sus amigos de la vieja C. Modelo. Al fin, llegaría, estoy seguro, al Templo de la Sagrada Familia ¡Qué diría, qué haría?

(Es decir: ¿qué me diría? ¿qué nos diría?))

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