Publicado por Cipecar
Lecturas: 2 Reyes 5,14-17; Salmo 97,1-4; 2 Timoteo 2,8-13
Evangelio: Lucas 17, 11-19
Lecturas: 2 Reyes 5,14-17; Salmo 97,1-4; 2 Timoteo 2,8-13
Evangelio: Lucas 17, 11-19
“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo:
-«Id a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo:
-«Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
vv. 11-13: Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”
De camino. Desde la escena de la Transfiguración Lucas nos dice varias veces que Jesús camina hacia Jerusalén decididamente; se encamina al fracaso para cumplir su misión.
En Lv 13, 45-46 se dice: El afectado por la lepra llevará los vestido rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: «¡Impuro, impuro!»Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada.
El sufrimiento los ha reagrupado a judíos y samaritanos; entre los 10 hay por lo menos un samaritano.
Los leprosos podían vivir cerca de los poblados pero alejados de las personas sanas. Bien podemos imaginarnos la vida desgraciada que vivían.
Se pararon a distancia y gritan ese desgarrador ten compasión.
v. 14: Al verlos, les dijo: “Id y presentaos a los sacerdotes.” Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
Jesús les manda que vayan a ser inspeccionados por un sacerdote. Así mandaba la Ley en Lev 14, 2-3.
Los 10 leprosos tienen fe en Jesús y se ponen en camino para que el sacerdote los examine y les permita volver a la vida social normal.
Mientras iban de camino, quedaron limpios.
Es un ejemplo bien claro de lo que es fe. Hace poco nos presentaba la liturgia el evangelio en el que los apóstoles pedían a Jesús que les aumentara la fe. Decíamos que tenemos que dar oportunidades a Jesús para que pueda darnos pruebas que bien podemos fiarnos de Él. Estos leprosos se fiaron de Su Palabra.
vv. 15-16: Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
El gozo que tuvieron al verse curados tuvo que ser grande. Ese mismo gozo les hizo correr para volver a la familia después de pasado el trámite del reconocimiento.
Uno de ellos… y éste era un samaritano.
Se volvió glorificando a Dios en alta voz. Qué lindo. El milagro de esta liberación le lleva a dar gloria a Dios con su cuerpo rejuvenecido y el agradecimiento le hace alzar la voz para mostrar su gozo.
Postrado ante Jesús… le daba gracias. La gloria va dirigida a Dios Padre y la acción de gracias al Hijo de Dios, a Jesús, el Misericordioso.
La postración es un gesto de gran respeto; no estaba necesariamente vinculada a una adoración religiosa.
vv. 17-18: Tomó la palabra Jesús y dijo: “¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?”
Los otros nueve ¿dónde están? Es una queja muy humano-divina de Jesús. Se entristece porque no han sido capaces de refrenar los deseos de ir a los suyos por breve tiempo y volver a dar gloria a Dios.
Este extranjero samaritano. Por su origen, narrado en 2Re 17,24 era rechazado. Lucas es el único de los evangelistas que nos narra complacido esta escena y también la parábola del Samaritano que ayudó a un necesitado. (Lc 10,30-37).
v. 19: Y le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
Tu fe te ha salvado. Una vez más Jesús atribuye a la fe o confianza en Él al hecho de la sanación-salvación.
Es más bien Jesús quien cura como él mismo dice en la escena de la hemorroísa: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí (Lc 8, 46)
La fe es como ponerse en contacto con esa fuerza que tiene Jesús. No fue la magia de la borla que tocó esa mujer que tenía pérdidas de sangre.
Jesús es muy caballeroso y atribuye el milagro al mérito de tener fe en Él, aunque esa fe es necesaria, es Él quien sana y salva.
Señor Jesús, anímanos a que recurramos a ti en las necesidades para que nuestra fe se ejercite en la práctica. Llénanos de tu Espíritu Santo para que siempre y en toda ocasión podamos dar gloria al Padre y darte las gracias por todo a ti, nuestro Hermano Mayor.
-«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo:
-«Id a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo:
-«Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
vv. 11-13: Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”
De camino. Desde la escena de la Transfiguración Lucas nos dice varias veces que Jesús camina hacia Jerusalén decididamente; se encamina al fracaso para cumplir su misión.
En Lv 13, 45-46 se dice: El afectado por la lepra llevará los vestido rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: «¡Impuro, impuro!»Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada.
El sufrimiento los ha reagrupado a judíos y samaritanos; entre los 10 hay por lo menos un samaritano.
Los leprosos podían vivir cerca de los poblados pero alejados de las personas sanas. Bien podemos imaginarnos la vida desgraciada que vivían.
Se pararon a distancia y gritan ese desgarrador ten compasión.
v. 14: Al verlos, les dijo: “Id y presentaos a los sacerdotes.” Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
Jesús les manda que vayan a ser inspeccionados por un sacerdote. Así mandaba la Ley en Lev 14, 2-3.
Los 10 leprosos tienen fe en Jesús y se ponen en camino para que el sacerdote los examine y les permita volver a la vida social normal.
Mientras iban de camino, quedaron limpios.
Es un ejemplo bien claro de lo que es fe. Hace poco nos presentaba la liturgia el evangelio en el que los apóstoles pedían a Jesús que les aumentara la fe. Decíamos que tenemos que dar oportunidades a Jesús para que pueda darnos pruebas que bien podemos fiarnos de Él. Estos leprosos se fiaron de Su Palabra.
vv. 15-16: Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
El gozo que tuvieron al verse curados tuvo que ser grande. Ese mismo gozo les hizo correr para volver a la familia después de pasado el trámite del reconocimiento.
Uno de ellos… y éste era un samaritano.
Se volvió glorificando a Dios en alta voz. Qué lindo. El milagro de esta liberación le lleva a dar gloria a Dios con su cuerpo rejuvenecido y el agradecimiento le hace alzar la voz para mostrar su gozo.
Postrado ante Jesús… le daba gracias. La gloria va dirigida a Dios Padre y la acción de gracias al Hijo de Dios, a Jesús, el Misericordioso.
La postración es un gesto de gran respeto; no estaba necesariamente vinculada a una adoración religiosa.
vv. 17-18: Tomó la palabra Jesús y dijo: “¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?”
Los otros nueve ¿dónde están? Es una queja muy humano-divina de Jesús. Se entristece porque no han sido capaces de refrenar los deseos de ir a los suyos por breve tiempo y volver a dar gloria a Dios.
Este extranjero samaritano. Por su origen, narrado en 2Re 17,24 era rechazado. Lucas es el único de los evangelistas que nos narra complacido esta escena y también la parábola del Samaritano que ayudó a un necesitado. (Lc 10,30-37).
v. 19: Y le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
Tu fe te ha salvado. Una vez más Jesús atribuye a la fe o confianza en Él al hecho de la sanación-salvación.
Es más bien Jesús quien cura como él mismo dice en la escena de la hemorroísa: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí (Lc 8, 46)
La fe es como ponerse en contacto con esa fuerza que tiene Jesús. No fue la magia de la borla que tocó esa mujer que tenía pérdidas de sangre.
Jesús es muy caballeroso y atribuye el milagro al mérito de tener fe en Él, aunque esa fe es necesaria, es Él quien sana y salva.
Señor Jesús, anímanos a que recurramos a ti en las necesidades para que nuestra fe se ejercite en la práctica. Llénanos de tu Espíritu Santo para que siempre y en toda ocasión podamos dar gloria al Padre y darte las gracias por todo a ti, nuestro Hermano Mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario