Publicado por Entra y Verás
¿Qué es más fácil cumplir o vivir descubriendo? ¿Qué es más fácil pensar u obedecer? ¿Qué es más fácil seguir al “rebaño” o tener iniciativa? ¿Qué es más fácil no opinar o tener criterio propio? ¿Qué es más fácil disolverse o destacar? ¿Qué es más fácil la indiferencia o la responsabilidad? ¿Qué es más fácil instalarse en la mediocridad o tener ganas de mejorar y crecer? ¿Qué es más fácil…?
Podía continuar planteando disyuntivas pues el seguimiento de Jesús no está exento de ellas. Cierto es que desde los sectores más conservadores con aspiraciones a “casi perfectos” se lleva años trazando un camino recto y llano en el que lo importante es obedecer y cumplir con más compunción que serenidad. Me alegro profundamente si a alguien le sirve para encontrarse con el Dios de la vida, que se nos presentó de carne y hueso en Jesús de Nazaret; pero dudo que sin levantar la cabeza, sin sumergirse sin ataduras en el mar de la vida pueda lograrse un verdadero encuentro con Dios.
Quizá sea necesario insistir una vez más en que el camino para encontrarnos con Dios tiene un recorrido escasamente marcado excepto el necesario paso por el prójimo. Cumplir sin vivir es una buena dosis de lexatin espiritual pero nada más.
En el evangelio de hoy Jesús se presenta como un “plenificador” de la ley invitando a superar a los que solo se quedan en el mero cumplimento. La grandeza del seguimiento es que no se limita a la norma sino que lo importante es ir alcanzado metas. Nuestra vida de seguidores no está encorsetada en la norma sino orientada hacia Dios. La seguridad no está en lo hecho sino en la meta que orienta la acción, la vida. No podemos quedarnos sólo en lo externo, el “no hacer”, sino que tenemos que orientar el corazón hacia el bien.
Tenemos que ponernos manos a la obra para descubrir en nosotros una debilidad fecunda que nos haga conscientes de nuestras limitaciones y a la vez huir de la mediocridad, la tibieza y el conformismo en el que el amor carece de raíz, la fe elude las preguntas y se instala en el “sí buana” y el juicio deja a un lado la misericordia. De esta manera aterrizamos en la vida donde el amor no es siempre suave, el compromiso conlleva esfuerzo, la generosidad desaparece de vez en cuando de nuestro entorno. Se trata de darse cuenta de que la propia vida no es un cuento, o un juego en el que lo importante es cumplir las normas sino más bien una aventura en la que tenemos unas metas y unas referencias pero la ruta la vamos descubriendo y escribiendo nosotros. Planteo la primera pregunta, ¿qué es más fácil cumplir o vivir describiendo?
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Podía continuar planteando disyuntivas pues el seguimiento de Jesús no está exento de ellas. Cierto es que desde los sectores más conservadores con aspiraciones a “casi perfectos” se lleva años trazando un camino recto y llano en el que lo importante es obedecer y cumplir con más compunción que serenidad. Me alegro profundamente si a alguien le sirve para encontrarse con el Dios de la vida, que se nos presentó de carne y hueso en Jesús de Nazaret; pero dudo que sin levantar la cabeza, sin sumergirse sin ataduras en el mar de la vida pueda lograrse un verdadero encuentro con Dios.
Quizá sea necesario insistir una vez más en que el camino para encontrarnos con Dios tiene un recorrido escasamente marcado excepto el necesario paso por el prójimo. Cumplir sin vivir es una buena dosis de lexatin espiritual pero nada más.
En el evangelio de hoy Jesús se presenta como un “plenificador” de la ley invitando a superar a los que solo se quedan en el mero cumplimento. La grandeza del seguimiento es que no se limita a la norma sino que lo importante es ir alcanzado metas. Nuestra vida de seguidores no está encorsetada en la norma sino orientada hacia Dios. La seguridad no está en lo hecho sino en la meta que orienta la acción, la vida. No podemos quedarnos sólo en lo externo, el “no hacer”, sino que tenemos que orientar el corazón hacia el bien.
Tenemos que ponernos manos a la obra para descubrir en nosotros una debilidad fecunda que nos haga conscientes de nuestras limitaciones y a la vez huir de la mediocridad, la tibieza y el conformismo en el que el amor carece de raíz, la fe elude las preguntas y se instala en el “sí buana” y el juicio deja a un lado la misericordia. De esta manera aterrizamos en la vida donde el amor no es siempre suave, el compromiso conlleva esfuerzo, la generosidad desaparece de vez en cuando de nuestro entorno. Se trata de darse cuenta de que la propia vida no es un cuento, o un juego en el que lo importante es cumplir las normas sino más bien una aventura en la que tenemos unas metas y unas referencias pero la ruta la vamos descubriendo y escribiendo nosotros. Planteo la primera pregunta, ¿qué es más fácil cumplir o vivir describiendo?
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Adelante
Muchos Más Artículos
INICIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario