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martes, 15 de febrero de 2011

Iesu “Communio”: Comunión y comunidad, fraternidad, pueblo...


Publicado por El Blog de X. Pikaza

El pasado 11, con ocasión de la nueva “profesión” solemne de las 177 religiosas de Lerma, publiqué un post titulado “Iesu Communio (Lerma), Sanctorum Communio. La comunión de los santos”. El número de lectores ha sido generoso, unos diez mil directos (más todos los que entran a través de links y copias de diverso tipo). Eso significa que el tema ha interesado, por lo que es (177 monjas que aparecen de repente ante los medios, con gran publicidad), y quizá también por lo que el nuevo nombre significa: Communio, Comunión.
Allí me limitaba sencillamente a estudiar el nombre: “Communio, comunión de los Santos”, entendido en forma de comunión de Jesús y comunión de 177 monjas concretas, que prometían vivir en comunidad, bajo la inspiración de la hermana Verónica, nombre famoso de la mujer que llevaba en su lienzo, según tradición, el rostro amado del Jesús sufriente.

Quiero volver al tema de un modo muy sencillo, en dos partes.
(a) Presentando primero el contexto sentido de aquel trabajo.
(b) Situando la palabra “comunión” en un contexto o constelación más larga de palabras importantes de la tradición cristiana: cuerpo, pueblo. solidaridad etc…
Me atrevo a "copiar" al final, poniendo como anejo, una reflexión meditada, mesurada, sabia de Miguel Peiró, amigo de un amigo común, en su blog http://predicablogdelagracia.blogspot.com/2011/02/sobre-la-fundacion-de-la-nueva.html. Por favor, los que leáis el trabajo de Peiró entrad en su blog, introducid allí vuestros comentarios, dialogad con él. No os pesará. Buen día a todos, en comunión de cuerpo (si queréis añadir "cuerpo de Cristo" hacedlo), en solidaridad fraterna, como pueblo de Dios, sociedad de amigos... Con un saludo de Xabier (für ICL).
a. El trabajo sobre la comunión de los santos
Alguien me ha preguntado de dónde viene el trabajo sobre la Sanctorum Communio, la comunión de lo santos. Decía el día 11 que era el texto de una conferencia pronunciada en el edificio de la Universidad Vieja de Salamanca (creo que fue en el Aula Unamuno) el año 1981, en un Curso de Teología de la Cátedra Domingo de Soto. El texto fue publicado en forma de libro por el director del curso, O. González de Cardedal, con el título El Credo de los cristianos, Narcea, Madrid 1982. No conservaba copia, pero hoy se recuperan muchas cosas por obra de “copistas” electrónicos, de forma que encontré el texto on line y me limité a copiarlo.
Aquel libro está agotado, que yo sepa, hace yo tiempo. En él se recogían las ponencias sobre el Creo, dictadas por profesores de la Facultad de Teología de Salamanca:
M. Martín Velasco, CREO EN DIOS PADRE
A. G. Montes, PADRE TODOPODEROSO
R. Blázquez, JESÚS DE NAZARET
J. M. S. Caro, JESUCRISTO
Olegario G. de Cardedal, HIJO DE DIOS
J. M. Garijo, ESPIRITU SANTO
R. Trevijano, IGLESIA
X. Pikaza, COMUNIÓN
j. M. Múgica, PERDON
J. L. R. de la Peña, RESURRECCIÓN
Los temas son claves, los nombres de los ponentes bien conocidos: ¡Jóvenes teólogos del año 81!. Dos de ellos son hoy obispos importantes (Blázquez, Montes), otros han sido y siguen siendo puntos de referencia del pensamiento cristiano (M. Velasco, Olegario, M. Múgica…). Dos, grandes amigos, muy distintos entre sí, complementarios, han fallecido (Garijo y de la Peña….). Vaya eso como explicación del origen del texto
b )El tema: Comunión, comunidad, solidaridad, sociedad etc.
A mi me interesaba, dentro del Credo y de la vida cristiana, el tema de la Comunión… un tema que las monjas de Lerma han vuelto a poner de relieve al llamarse “Comunión de Jesús”. Por eso insistía en el nombre, que hoy quiero comparar con otros nombres esenciales para entender el cristianismo:
a) Comunión y comunidad (compartir)….
Las monjas de Lerma han insistido en la “Communio”, que, como explicaba en el trabajo tiene dos sentidos:
a) Comunión en “las realidades santas”, es decir, compartir (ese era el sentido primero, neutral, de hagion: cosas santas). Lo primero es “compartir” las cosas santas (eucaristía, sacramentos, salvación….), compartiendo la vida y el amor de Dios, el pan y el vino, la tierra y sus bienes, el trabajo y los valores de la historia… Ése el sentido de fondo del término.
b) Comunión “de los santos”: es decir, comunicación entre lo “santos”, es decir, los amados por Dios (es decir, todos), comunión en forma de comunidad abierta a griegos y judíos, hombres y mujeres, pecadores y justos…
b) Cuerpo y noviazgo
La iglesia era Communio, pero, al mismo tiempo, es “cuerpo” de Cristo y matrimonio. Así aparece en toda la tradición cristiana:
1) Cuerpo… La comunión cristiana es corporal, se identifica con el cuerpo del Cristo, hecho de pan y de vino (eucaristía), hecho de concreción física, de encuentro, relación… carne y sangre…
2) Noviazgo, matrimonio… Al lado del símbolo del cuerpo, la Iglesia ha destacado siempre (desde el AT y desde Pablo) el signo del noviazgo-matrimonio: como novia y novio, como esposo y esposa…, así han de ser los hombres y mujeres en la iglesia, en comunión de amor intenso. En esa línea de la Communio ha elevado su canto Juan de la Cruz, en esa línea pienso que han querido ponerse, como ejemplo ante todos, las monjas de Lerma
c) Sociedad y solidaridad
Cité el otro día los dos signos, que había puesto de relieve Ignacio de Loyola, al fundar la “Societas Iesu”, es decir, la compañía de los seguidores de Jesús, hechos socios de la misma empresa, compañeros de la misma gran tarea del reino
1. Sociedad pone más de relieve los aspectos concretos de un compromiso común al servicio de la “obra” de Dios. Los socios han de trabajar juntos…
2. Los socios han de ser solidarios entre sí y con todos los hombres y mujeres que viven en el mundo. Ésta es la solidaridad que han puesto de relieve muchos movimientos sociales del siglo XIX, planteando un tema aún no resuelto. En esa línea quería y quiero que monjas de Lerma y todos los cristianos seamos socios buenos, seamos solidarios
d) Fraternidad y pueblo
Seguía diciendo que las monjas de Lerma vienen de una Fraternidad… Habían sido Hermanas Menores de todos los hombres, con Jesús, el gran Hermano, según la línea de Francisco y Clara, creadores de los grupos de Hermanos Menores (OFM: Ordo Fratrum Minorum). Pero esa hermandad era inseparable del pueblo, pueblo de Dios:
1. Uno de los primeros nombres y signos del cristiano es la fraternidad: “No os llaméis Padre, ni Señor…, pues todos sois hermanos” (Mt 23). Hermanos de los más pequeños, que son los fundadores de toda fraternidad, como sabe Mt 25 y como sabe desde siempre la iglesia
2. Pero, siendo fraternidad, la iglesia es el Pueblo de Dios, en el sentido fuerte del término… Así lo sabe el AT, así lo sabe San Pedro, cuando dice en su carta: “antes erais extraños, ahora sois pueblo”… Eso era lo que en un post anterior yo había destacado, diciendo que las monjas de Lerma me parecían elite noble y no pueblo: no se volvían para saludar, no daban la mano… (a diferencia de las bernardas vecinas, que eran pueblo bueno y llano). Espero que ahora se hagan pueblo con el pueblo.
e) Liberación y clase (superación de clases)
Terminaré esta reflexión diciendo que la comunión está al servicio de la liberación, como sabe uno de los fuertes movimientos católicos de este tiempo que, a mi juicio, ha influido en las “lermeñas”: Comunión y Liberación… Comunión para la liberación…
1. Esto es lo que quiero destacar: que sean comunión para liberar, como han querido decir los teólogos de la liberación… Comunión que no sea para separarse en un cuerpo aislado (cosa nostra), sino para creas comunidad abierta en todo el mundo…
3. Una comunión que no sea “nueva clase” en la iglesia, sino que esté al servicio de todas las clases sociales, superando al fin las clases, en gesto de transformación económica y personal.
Ésta es ya mi reflexión final sobre las monjas lermeñas: la Iesu Communio, al servicio del Pueblo de Dios, de la gran hermandad de los amigos de Jesús, que son todos los hombres y mujeres de la tierra
Anejo de Miguel Peiró:
http://predicablogdelagracia.blogspot.com/2011/02/sobre-la-fundacion-de-la-nueva.html
Sobre la fundación de la nueva congregación Iesu Communio
El mundo eclesiástico español se muestra curioso y celoso por el fenómeno vocacional de lo que popularmente se denomina como “las Clarisas de Lerma”. Aunque quizás sería más preciso decir que se denominaban así porque desde hace unas semanas tomaron la decisión de mutar a una nueva forma jurídica y espiritual que adopta el nombre de Iesu Communio y que se presentó el sábado 12 de febrero en la catedral de Burgos.
Desde hace años se viene oyendo hablar de este fenómeno excepcional en los números y quizás no tanto en el fondo. Apasionados defensores y detractores se manifiestan a favor y en contra de los modos y maneras del monasterio y sus ramificaciones, pero siempre me ha quedado la sensación de un juicio superficial que no es capaz de ver (porque quizás tampoco se ha querido ver) lo que realmente puede significar para la vida eclesiástica y eclesial (que no siempre coinciden).
Mucho obispo, mucho dinero, mucha monja, mucho morbo y, sobre todo, mucho cotilleo, son demasiados ingredientes picantes como para que se pueda digerir un fenómeno así sin un poco de bicarbonato teológico. Desde esta convicción, aquí sugiero algunas intuiciones con la esperanza de que puedan aportar algo en este sentido:
1) Fundaciones y fundadores/as.- Un dato llamativo en todo este proceso es el hincapié que se ha puesto en la figura de la inspiradora y a la postre fundadora de esta nueva congregación. Sobre la hermana Verónica Berzosa se han dicho y escrito muchas cosas y siempre queda la sensación que de lo bueno y de lo malo que se oiga de una persona uno no debería creerse más que el 50%. En muchos de los episodios históricos en los que se originó un nuevo grupo religioso, la figura del líder carismático ha dado mucho que hablar. Algunos como san Francisco de Asís huyeron del personaje de fundador para no ser devorados por la institucionalización y ello le supuso la incomprensión de sus propios hermanos. Otros fundadores optaron por el camino contrario y se alinearon con la absolutización de la institución ahogando en cierta manera la novedad carismática que albergaba la nueva institución. Hay opciones intermedias que han combinado de manera más equilibrada lo institucional y lo carismático. En todos los casos está en juego que el nuevo grupo o la nueva institución se articule y despliegue de tal modo que pueda atender a la misión que el Espíritu (que procede del Padre y del Hijo) y único Superior legítimo puede encomendarle. Ya se sabe que es difícil llegar, pero mucho más difícil es mantenerse. Ahí radica la prueba de la fidelidad de un carisma a su misión, sin perjuicio de que algún día su misión pueda agotarse o ser asumida por otros grupos o carismas.
2.- Raíces y puntas.- Otro aspecto polémico en esta gestación ha sido la mutación desde el carisma franciscano –en su versión femenina contemplativa clarisa- al actual carisma de origen, en principio, radicalmente novedoso (de raíz nueva). De ello, lo primero que hay que decir es que tras años de convivencia en el monasterio bajo la impronta clarisa, y siendo un clamor eclesiástico las dudas sobre la identificación del incipiente grupo de nuevas monjas con el estilo y la tradición franciscana, llama la atención tanto que unos –la Familia franciscana y las clarisas en particular- se sientan utilizados y otros –el grupo que ha engendrado a Iesu Communio- se sienta mayoritariamente (por no decir, totalmente) desvinculado de los pechos que les amamantaron. Ambas partes tuvieron tiempo y formas para resolver su situación de forma más explícita. Los carismas religiosos son dones del Espíritu y no es de recibo jugar con ellos, manipularlos, ni por supuesto llegar a creer que uno está por encima de ellos. Sólo las partes implicadas saben qué hay realmente bajo este proceso, pero humildemente considero que no deberían despreciar su relación con el carisma. Por ello, las clarisas deberán estar a la altura de la grandeza espiritual de su carisma y de su tradición. Ser infiel a la misma sería un suicidio espiritual y un fraude eclesial que les dañaría especialmente a ellas pero también a quienes esperamos los mejores frutos de su buenhacer monástico (desde la contemplación más profunda hasta las trufas y dulces más revitalizantes). Por su parte, el nuevo grupo –a quienes algunos ya han llamado “venoniquesas”- deberá resolver la dificultad que tiene para un colectivo humano el reproducirse por esquejes. En el lado positivo está el hecho de que siguen vinculadas a una raíz común, Jesucristo y su Evangelio. En el lado menos sencillo está el desafío de germinar fructíferamente a partir de una savia espiritual que, si no estoy equivocado, poco o nada tiene que ver con la del árbol franciscano. El tiempo dirá.
3.- Carismas e intrusismo.- En mi opinión, este proceso de gestación de Iesu Communio nos ofrece una novedad que puede ser muy enriquecedora para la vida eclesial en general y para la monástica –mayoritariamente la femenina- en particular. Con el tiempo el monasterio de Lerma y, por extensión, el de La Aguilera han acogido muchas vocaciones jóvenes. Ya dije que no se trata de un fenómeno tan excepcional, sino más bien de una consecuencia lógica de algo que entiendo que se estaba y aún está haciendo mal en la Iglesia (espero que no se haga malintencionadamente). Tantas jóvenes no son una explosión vocacional excepcional sino la canalización de un grupo de jóvenes de determinados movimientos eclesiales (Opus Dei, Comunión y Liberación y Camino Neocatecumenal, principalmente) hacia un estilo de vida contemplativo que no estaba presente en dichos movimientos, que suelen tener una parte laical y otra presbiteral. Si esto es así, me parece una buena noticia, porque tratar de invadir los monasterios y carismas de otros grupos eclesiales no sólo es un error dañino para todos sino un atrevimiento teologal de consecuencias imprevisibles tanto mundanas como trascendentales. Sin embargo, mi optimismo tiene límites. El primero es que esta situación está por confirmarse y mientras tanto siguen existiendo sujetos eclesiales con esquizofrenia carismática por vivir en el seno de un carisma pero tener el corazón anclado en otro muy diferente. El segundo límite me surge al comprobar con gran sorpresa que Iesu Communio ha decidido relativizar su impronta contemplativa y la redefine acentuando su opción apostólica, apostando por una versión más activa. He aquí otro dato que se muestra como otra incógnita a despejar. Una vez más, me temo que el tiempo dirá.
Podrían hacerse más consideraciones, más o menos profundas, que van desde el impresionante despliegue eclesiático para promocionar a este grupo hasta el comentario estilístico sobre el nuevo hábito y su tendencia textil o de moda. Todas ellas son palabras menores en referencia a lo que Iesu Communio se pueda traer entre manos a partir de lo que entiende que es la misión que Dios, a través de la Iglesia, les haya encomendado. Rezo por ellas y sus circunstancias, deseándoles lo mejor y brindando porque sean fieles al único que les sostuvo, les puede sostener y ojalá les sostenga en el futuro. En el fondo, el resumen de lo que ellas están llamadas a vivir y de estas sencillas líneas es claro: "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles" (Sal 126).

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