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jueves, 17 de marzo de 2011

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A



T E X T O S

DEL LIBRO DEL GÉNESIS (12, 1-4)
En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:
- Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.

DE LA SEGUNDA CARTA DE PABLO A TIMOTEO (1, 8-10)
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. El nos salvó, y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos sino porque antes de la creación, desde el tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia por medio de Jesucristo; y ahora esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a luz la vida inmortal.

DEL EVANGELIO DE MATEO (17,1-9)
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
- Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!. Si quieres haré tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
- Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
- Levantaos y no temáis.
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
- No contéis a nadie la visión, hasta que el hijo del hombre resucite de entre los muertos.


T E M A S Y C O N T E X T O S

EL LIBRO DEL GÉNESIS
Nos encontramos con el relato que se ha llamado "la vocación de Abrahán", aunque todavía lleva su primitivo nombre, Abrán. Vive en Jarán una ciudad de Mesopotamia, en las fuentes del río Eúfrates, a donde emigraron sus antepasados desde Ur, en Caldea. Son arameos, semitas, pastores que nomadean en torno a las grandes zonas agrícolas civilizadas.
Abrán es invitado por Dios a salir de su tierra, con la promesa de ser el padre de un pueblo nuevo. El relato tiene dos lecturas: una lectura histórica; los antepasados del pueblo de Israel procedían de una migración de los arameos, pastores seminómadas de la Alta Mesopotamia: otra lectura religiosa; Dios "saca" a Abrahán de la vulgaridad de su vida para hacerlo su instrumento, como padre del pueblo de Israel.
No podemos menos, sin embargo, que lamentar una frase: “Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan”. Está en la triste y destructiva línea de “el pueblo privilegiado”, “el Dios terrible que mata a los enemigos” … Una vez más, el AT. No es todavía Jesús y es Palabra de Dios con muchas reservas.

LA SEGUNDA CARTA A TIMOTEO
Las tres cartas (2 a Timoteo y una a Tito), atribuidas en principio a Pablo, hoy son consideradas como "de su escuela", incluso "puestas bajo su nombre" por personas que continúan su enseñanza. En este fragmento se expone una especie de resumen abreviado de Cristología: Jesús fuente gratuita de gracia, que nos salva, destruye la muerte y manifiesta la vida.

EL EVANGELIO DE MATEO
LA TRANSFIGURACIÓN es un relato común a Marcos, Mateo y Lucas. Falta en Juan. Los tres relatos son muy semejantes. Lucas añade el tema de la conversación de Jesús con Moisés y Elías acerca de la pasión y la muerte de Jesús. Éste es un aspecto fundamental. La Transfiguración de Jesús se sitúa siempre en el anuncio de la Pasión, como para mostrar quién es el que va a morir, y se hace siempre referencia a la Resurrección. La Transfiguración por tanto da el sentido de la muerte y es anuncio de la Resurrección.
Nuestra cultura y nuestra curiosidad occidentales nos llevan a preguntar ante todo qué sucedió, si se trata de un hecho comprobable por los ojos y los oídos, como lo será la crucifixión por ejemplo. Y sin embargo, tenemos que leer la Biblia entera, y los evangelios, tal como son, no como a nosotros nos gustaría que fueran. Lo "histórico" y lo "real" para nosotros son lo mismo. Para la Biblia, no. Lo "histórico" apenas tiene importancia, salvo porque ahí se puede manifestar lo real, lo que sucede sin que los ojos lo vean.
El texto nos está mostrando "la realidad de Jesús", tal como la captan Pedro, Santiago y Juan, que son los tres jefes más importantes de la comunidad de Jerusalén después de la Resurrección. Jesús es "el Hijo amado, el predilecto". Y debemos recordar que ellos no “entendieron” a Jesús hasta después de la experiencia Pascual, que es cuando se escribe el relato. Por tanto, lo que sucedió está interpretado por la fe.
Esto muestran todos los símbolos acumulados en el texto: el monte, lugar de la manifestación de Dios, como el Sinaí: la manifestación de su condición por el resplandor de su rostro y sus vestidos: Moisés y Elías, los dos personajes que experimentaron a Dios en la cumbre del Sinaí, el fundador del Pueblo y el primer Profeta: la voz del Señor, manifestada desde la nube, como en el monte Sinaí. Es un texto formidablemente simbólico: todo el Antiguo Testamento confluye en él. Nos recuerda bastante al relato del bautismo de Jesús, en el que también se interpreta el suceso desde la fe, usando símbolos muy parecidos.
El sentido del texto es doble: por una parte, muestra "lo que hay en Jesús". En Jesús hay mucho más de lo que se ve. En él está el Espíritu, el mismo de los Profetas, el mismo de Moisés, que le hace Hijo Predilecto. Por eso, hay que escucharle. Por otra parte, está mostrando lo que hay dentro de lo que nosotros llamamos la realidad: el mundo de lo divino, que no es visible, pero es lo más importante de lo real. Con este texto entendemos que la muerte de Jesús es su paso a la Realidad definitiva, su salida de esta realidad provisional, de esta tierra. Y la resurrección muestra la realidad definitiva de Jesús, después de triunfar de la muerte y de la condición humana que nosotros conocemos.


R E F L E X I Ó N

1. LA CUARESMA
En el camino de cuarenta días (la vida humana) hacia la Resurrección, hoy se nos invita a una reflexión sobre el sentido del camino. El sentido del camino viene dado por su final. No pocas veces se nos ha presentado la muerte como una amenaza para que, sintiendo miedo ante ella, nos comportemos mejor. Esto es una manipulación, pero está hecha sobre un tema válido. El valor de esta vida no está en ella misma. La vida es, esencialmente, camino, y el sentido del camino lo da el lugar a donde se ha de llegar.
En este sentido, los tres textos de este domingo presentan tres motivos fundamentales de la Escritura y de la vida Sal de tu tierra .
Cristo destruye la muerte .
Caminamos hacia la luz .

1. SAL DE TU TIERRA
Tema básico en todo el AT., esencial como sentido de la aventura humana y fundamental para toda espiritualidad cristiana. En el AT. todo está planteado como la invitación de Dios a "salir", abandonar un pasado - presentado muchas veces como más agradable - para "ir al encuentro de Dios". Es el tema de muchos de los personajes del AT. y el tema fundamental del libro del Éxodo. Salir de la cómoda esclavitud, llamado por Dios al desierto, y, a través del desierto, a la patria.
Esto, que se entiende no pocas veces en el AT. de una manera aún muy material y política, cobra su plena dimensión espiritual en el NT. Salir del pecado, muchas veces agradable, liberarse, lanzarse al desierto que puede parecer el Reino, fiarse de la Palabra de Dios, hacia la Patria.
El desierto es una imagen de la vida humana sin más. Vivir, comer, trabajar, amar, sufrir, triunfar, frcasar... morir. Puede ser insoportable y llena de sufrimiento. Puede ser confortable y llena de satisfacción. Generalmente los dos extremos están presentes en la vida. Y los dos son absurdos si no están encaminados a algo más. Una vida llena de pobreza, injusticia, dolor... es una esclavitud al mal, a lo más físico y áspero del mal. El ser humano se siente esclavo de un destino amargo e inexplicable. "Esto no es vida", decimos, por mucho menos que eso, y con razón. Pero también una vida llena de satisfacciones, comodidad, bienestar, es deshumanizadora. Su final en la muerte la hace insatisfactoria y aun absurda. Pero, sobre todo, empequeñece al ser humano. Esta sí que puede llamarse esclavitud, aunque las cadenas parezcan doradas.
¿No te sientes esclavo? Sal de ahí, vete al desierto, deja atrás tanta comodidad, tanto qué dirán, tanta competencia, tanta vanidad, tanto afán de consumo ... Y sobre todo, camina, libérate, que tú eres más que eso.....
Más aún: ¿no te duele el dolor de tus hermanos? ¿Piensas que puede existir fe en Dios junto con indiferencia por los que sufren? Sal de ahí, sin entrañas de misericordia jamás podrás salir de tus doradas cadenas.

2. JESUCRISTO EL LIBERTADOR, VENCEDOR DE LA MUERTE
La palabra que nos llama desde la esclavitud es Jesús. El es La Palabra. La Palabra nos muestra ante todo que "hay que salir", es decir, que somos pecadores y hay que salir de ahí. El primer rasgo de toda religiosidad cristiana es que hay que caminar. Es cristiano, es de Jesús, antes que nada el que no se conforma con la situación presente del ser humano (personal y común), sino que la entiende como "pecado", "engaño", porque es apartada de Dios, porque no es digna de los Hijos de Dios. "Salir de tu tierra" es fiarse de Dios, de que la realidad humana, nuestra tierra, no es nuestro final, ni nuestro destino. "Salir", para cualquier persona cristiana que "va caminando" es aspirar continuamente a más en el camino hacia Dios. "Aspirar a más" es la continua conversión, que continuamente nuestro espíritu se acerque más a Dios y convierta sus valores en los de Jesús. "Salir" es renunciar para liberarse. Poniendo el ejemplo más concreto, los bienes, lo que poseemos, "salir" será liberarse de necesitar, cada vez más, ir teniendo cada vez más sólo lo que es útil para el Reino, poseerlo todo solamente como medio para trabajar por el Reino... liberarse cada vez más de ser poseído.
En expresión más drástica, “salir de tu tierra” es salir de la muerte, entender que esta vida no es vida sino vida medio muerta si no está alentada por un espíritu superior, por el Viento de Dios. Si entendemos la vida como mera biología hemos renunciado a lo más vivo de la vida, al Espíritu, estamos medio muertos.
El Libertador ha vencido a la muerte.
Porque la muerte sólo es temible cuando es el fin de todas las ilusiones humanas. La Resurrección revela qué es la muerte. Si "El Hijo" ha podido morir, es porque la muerte no es aniquilación. La muerte es parto, doloroso quizá, a la Vida. "La Creación entera suspira con gemidos de parto hasta que se revele lo que será...."
La muerte es el fin de toda ilusión y el acceso a la realidad total. La muerte es el "sal de tu tierra" definitivo. Podríamos aplicar aquí, sesgadamente, la palabra de Jesús: "donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón". Y las frases de Pablo: "Deseo ser liberado y estar con Cristo". "Para mí, vivir es Cristo, y morir ganancia". Para un cristiano la muerte no significa más dolor que los dolores físicos o las consecuencias que la acompañan, y la separación de los seres queridos. Y ya es hora de que los cristianos demos muestra de nuestra fe a la hora de la muerte.
Pero no se puede dejar de temer a la muerte si no se desea más vida, una vida más plena, que merezca verdaderamente el nombre de vida. “He venido para que tengan vida, vida en plenitud”. Eso es lo de Jesús: no conformarse; lo contrario es simple resignación, indigna de un ser humano.

3.- CAMINAMOS HACIA LA LUZ; LOS OJOS DE LA FE
Vemos en Jesús la realidad humana transfigurada. Pablo en la primera carta a los corintios afirma que seremos “revestidos de inmortalidad” (1 Cor 15,53). Juan en su primera carta avisa que aún no se ha mostrado lo que somos (1 Jn 3.2). Nuestra condición de hijos de Dios está aquí como encerrada en una condición animal. Tendemos a creernos de nosotros mismos sólo lo más burdo que ven los ojos. Pero hay más en nosotros y en nuestro destino, como había en Jesús más de lo que veían los ojos de los que no creían en él.
Este es un domingo para hacer un acto de fe en Jesús y en nosotros. Y para revisar si vivimos como hijos de la luz o como hijos de la tierra. La Cuaresma debe ser para nosotros la reflexión sobre la vida. No podemos ayunar en Cuaresma porque está mandado, sino reflexionar sobre todo lo que nos sobra en todos los días de la vida: nos sobra, y nos encadena. No es bueno quedarnos en una "penitencia por los pecados", o en una petición de misericordia. Hay que hacer más: reconsiderar nuestra condición de pecadores, darnos cuenta de que sólo miramos a la tierra y olvidamos quiénes somos.
Y contemplar a Jesús, que es el Libertador, el ideal, la revelación del Amor de Dios. Por eso, es fundamental en Cuaresma contemplar a Jesús, en cualquiera de los momentos de su vida, para poder examinar nuestra vida, para que se vaya convirtiendo al Reino.


PARA NUESTRA ORACIÓN

1.- Meditación sobre la muerte.
Considerar la enorme violencia de la muerte en los que no poseen otra cosa que esta vida.
Considerar el modo de morir de los que han estado toda la vida trabajando por el Reino.
Imaginar mi vejez y mi muerte. ¿Será la tristeza de estar perdiendo lo único que tengo, o la esperanza del encuentro ya próximo?
Dando una interpretación más bien sesgada, pensar en la vejez con las palabras "No estás lejos del Reino de Dios".
¿Me siento "condenado a muerte" o "seguro de la liberación"?
¿Tengo amor a mis cadenas?

2.- Encender la luz de Jesús sobre el día que he pasado hoy.
Ver qué cosas de las que hago o tengo brillan con la luz de Jesús, o se vuelven sombra ante esa luz. En la oscuridad hay fantasmas que parecen reales, y hay realidades que no se ven. Encender la luz y ver la realidad.
Conocer al menos las cadenas como cadenas, lo trivial como trivial.
Escuchar la voz de Dios "sal de tu tierra".
Escuchar la voz de Jesús "vende lo que tienes... ven, sígueme". "No os hagáis tesoros de tierra, que roe la polilla y se llevan los ladrones".

3.- Contemplar a Jesús en la cumbre del Monte. Escuchar la Palabra.
Este es mi Hijo, el Amado, el Predilecto.
Escuchadle.
Renovar nuestra fe en Jesús. Este es el Salvador, el Camino, la Verdad, la Vida.
Preparándonos para contemplar, dentro de unas semanas, la Pasión de Jesús, ver ahora en Él el reflejo de la divinidad, profesar la fe que tenemos en El, darle nuestro asentimiento. Y dejar que el corazón disfrute de ver su gloria, "gloria del Unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad"


C A N T O D E Z A C A R I A S

Sustituimos el Salmo Responsorial (Salmo 33) por el Cántico de Zacarías, dando gracias a Dios porque llega la Luz, como estaba prometido, para liberarnos de la muerte. Se presenta a Jesús como regalo de Dios; Dios regala una fuerza de salvación, un libertador, cumbre de todo lo prometido antes. Juan Bautista, el pequeño que acaba de nacer, es el anuncio del Sol Naciente, Jesús.

Bendito sea el señor, Dios de Israel
porque ha visitado y liberado a su pueblo
y nos ha regalado un poder de salvación
en la casa de David, su servidor
como lo había anunciado, desde tiempos antiguos
por la boca de sus santos profetas
para salvarnos de nuestros enemigos
y del poder de todos los que nos odian.
Así muestra su amor a nuestros padres
así se acuerda de su Alianza Santa
del juramento que ha jurado a Abraham nuestro padre
de concedernos que, sin temor,
liberados del poder de nuestros enemigos
le sirvamos en santidad y justicia
ante sus ojos, a lo largo de todos nuestros días.
Y tú, pequeño,
serás llamado Profeta del Altísimo
porque precederás al Señor para prepararle el camino
para dar a su pueblo conocimiento de la salvación
por el perdón de los pecados,
obra de la misericordiosa ternura de nuestro Dios
que nos traerá de lo alto
la visita del sol naciente
para iluminar a los que andan en tinieblas
a la sombra de la muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino del paz.


ORACIONES PARA LA EUCARISTÍA

Venimos a tu mesa, Padre, porque creemos en Jesús, porque queremos alimentarnos de Él, porque necesitamos fortalecer nuestra fe. Gracias, Padre, porque siempre nos acoges y nos invitas.
Nuestro pan y nuestro vino, todo lo que somos y tenemos, ofrecidos en tu mesa. Dispón de nosotros, Padre; queremos que nuestra vida sea útil para el Reino., para nuestros hermanos.
Nos llevamos en las manos y en el corazón la luz de Jesús, la fuerza de tu Espíritu.
Gracias, Padre, porque siempre nos iluminas y nos alimentas. Gracias, Padre, por Jesús, nuestro Señor.

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