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jueves, 31 de marzo de 2011

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: IV Domingo de Cuaresma (Jn 9,1-41) - Ciclo A


"Jesús es la luz del mundo"

En nuestro itinerario cuaresmal alcanzamos el cuarto domingo. Tras las Tentaciones y la Transfiguración, el ciclo A que estamos siguiendo nos propone sucesivamente tres evangelios, los tres joánicos, claramente relacionados con el sentido pascual que conduce la cuaresma: la samaritana, el ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. En ellos, el agua, la luz y la victoria sobre la muerte expresan simbólica y realmente quién es Jesucristo y, al mismo tiempo, quién es el cristiano: un iluminado por el Señor que, por el bautismo, ha pasado de la muerte a la vida y halla en él su identidad.

En este cuarto domingo de cuaresma la clave de la Palabra de Dios es la luz. La luz es una de las imágenes recurrentes para expresar la experiencia religiosa. Por oposición, nuestra imagen suele ir relacionada con la de la tiniebla y, en el desarrollo de la misma lógica, al binomio luz-mirada se contrapone el de oscuridad-ceguera. Toda la riqueza del campo semántico de la luz se halla presente en las lecturas de este domingo.

La luminosidad que caracteriza a Dios se refleja, entre otras cosas, en su mirada. La primera lectura (1 Sa 16, 1b.6-7.10-13a) nos lo recuerda en un relato singular y lleno de colorido: la unción de David como rey por el profeta Samuel. Dice en un momento dado el texto: La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.

El evangelio de Juan (9, 1-41) nos explica, en un texto lleno de matices, el efecto del encuentro de la luz de Dios con el ser humano. Jesús es el mediador de este encuentro, por eso es proclamado la luz del mundo. El creyente es un iluminado por Cristo; gracias a él, ve, liberándose así de la ceguera que cierra sus ojos. En este proceso se aprende que la fe consiste en ver y que el que ve, porque cree en Jesús, se transforma en un hijo de la luz.

La segunda lectura (Ef, 5,8-14), precisamente, recuerda que los cristianos son hijos de la luz y que han de comportarse conforme a esa identidad (caminad como hijos de la luz… buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras de las tinieblas).

Fr. Vicente Botella Cubells O.P.
Casa de San Alberto Magno (Valencia)


COMENTARIO BÍBLICO

Primera lectura: (1Samuel 16,1b.6-7.10-13ª).

Marco: La lectura se centra en el acontecimiento de la unción de David. Saúl fue ungido Rey por Dios por medio de su profeta Samuel. Pero no respondió en fidelidad. Samuel decide ungir a otro, a David. La lectura de este domingo hay que entenderla en este marco.

Reflexión

¡Gloria y fracaso de la monarquía en Israel! Sabemos que la historia recogida en la Biblia está muy interpretada teológicamente. Por eso es muy difícil saber todos los detalles que provocaron la situación. Pero hay que tenerla en cuenta si queremos entender bien el fragmento. La historia de la salvación debe ser tomada en toda su seriedad como historia, que es humana sujeta a todas las debilidades, flaquezas y grandezas de lo humano; y por otra parte, es una historia de la salvación, es decir, que la dirige secretamente Dios, que es el Señor de la historia, para llevar adelante su proyecto salvador. ¡David, el rey ideal! David supo llevar adelante la institución utilizando toda su prudencia y su astucia. En este marco histórico aparece la figura del profeta que sanciona de parte de Dios una realidad histórica. David es ungido por el profeta. Es entrañable la dramatización literaria de la escena: son siete hermanos, pero Dios elige al menor, el más joven, al pequeño. Detrás de la presentación literaria hay una realidad teológica de valor y de importancia. El detalle de elegir al pequeño aparece frecuentemente en la historia de la salvación. Dios ama a los pequeños, a los pobres, y les elige para llevar adelante su plan de salvación.

Segunda lectura: Efesios 5,8-14.

Marco: El autor aborda el tema de la unidad de la Iglesia, puesta en peligro. En los capítulos 4, 5 y 6 el autor trata los temas de la unidad de la Iglesia, la vida nueva en Cristo, la moral familiar y el combate al que ha de estar preparados los creyentes.

Reflexiones

¡Procedencia de los cristianos de Éfeso! Los destinatarios de la carta a los Efesios pertenecieron al paganismo. Han sido el resultado de la evangelización cristiana, ya que no pertenecían al pueblo de Dios. Este pueblo estaba en la luz porque Dios habitaba en medio de él. Los judíos se gloriaban de que la Toráh es luz para los hombres. Los paganos, vivían en las tinieblas. Estos pensamientos dependen del dualismo mitigado que utiliza Pablo en sus cartas, al igual que lo hace la escuela joánica, es decir, dividir a los hombres en dos categorías: los que son de arriba y los que son de abajo, los que pertenecen al ámbito de la carne y los que pertenecen al ámbito del espíritu, los que viven en la luz y los que viven en tinieblas. El autor de la Carta a los Efesios recoge y sigue esta misma forma de expresión. Por tanto, estas palabras han de ser leídas y ofrecidas como el don de la luz que Dios ofrece a todos los hombres que vienen a este mundo (Jn 1). ¡El compromiso de una vida cristiana coherente! La respuesta al don gratuito es comprometerse en una vida coherente con la fe. Las actitudes de los creyentes en medio del mundo han de ser la expresión visible de la luz. Pablo recuerda en sus escritos hasta 50 actitudes positivas (o virtudes) diferentes y otras tantas de carácter negativo (o vicios). Abarca todos los ámbitos en que se desarrolla la vida del creyente.

Evangelio: (Juan 9,1-41).

Marco: Jn 9-10 constituye un conjunto con un único tema central: Jesús es la luz del mundo. Y, como todos los episodios, se construye con un signo y discursos que desarrollan lo apuntado en el signo. El signo milagroso es la curación de un ciego de nacimiento. El discurso se compone de una serie de pequeñas unidades que desarrollan el tema.

Reflexión

¿Es de verda justo y se atreve a quebrantar el sábado? Jesús ha realizado este milagro en día de sábado. Surge una dura discusión y enfrentamiento entre los judíos (fariseos) y Jesús, pero a través del ciego de nacimiento. En un estilo hondamente dramático se plantean varios problemas: ¿cómo es posible que un hombre de Dios quebrante el descanso sabático? En los diálogos se plantean algunos interrogantes: ¿Es verdad que este hombre era ciego? ¿es verdad que se ha realizado el milagro? El ciego es acosado una y otra vez, incluso el recurso a sus padres, para asegurarse del hecho. El ciego responde una y otra vez que él era ciego y ahora ve. El no entiende demasiado los sutiles planteamientos de los juristas judíos. Pero él parte de algo irrefutable: era ciego y ahora ve. ¡El creyente en Jesús sometido a un proceso! El texto es claramente bautismal. La fórmula "abrir los ojos" se utiliza siete veces. El autor joánico quiere expresar que el ciego está "totalmente" curado. La séptima vez (9,32) refleja los tres temas: ceguera, totalidad y pecado están estrechamente unidos. En ese caso la totalidad significa lo siguiente: que el ciego recobra la vista y es purificado también de su pecado. Está ya presto para recibir la iluminación de la fe en Jesús, Hijo del hombre (9,35-37). La misma problemática era ya reconocida a propósito del relato de la curación del enfermo en la piscina de Betzatá (Jn 5).

El camino pedagógico de la fe.

1º) En el camino de la fe el primer paso es el encuentro con el Jesús que vivió realmente entre nosotros. En este encuentro se sustenta todo el proceso que conduce hasta reconocerlo como el Señor. Es necesario hablar, conocer y reconocer al Jesús de la historia para llegar al Señor de la fe. Es la teología de la encarnación en su sentido más auténtico.

2º) El profeta es un hombre que habla en nombre de Dios; un hombre que dice la verdad anunciando una palabra de Dios que denuncia, anuncia y consuela. Es el hombre de la palabra de Dios. La palabra que conduce a los hombres a la más genuina libertad y dignidad como personas y como hijos de Dios (Jn 8,31ss).

3º) Jesús, como nuevo Moisés, viene de Dios y realiza las obras de Dios para la salvación del pueblo y para conducirlo al encuentro con Dios (mediante la alianza y la experiencia pascual de la liberación). ¡Jesús viene de Dios! es una afirmación permanente en el evangelios de Juan. Es necesario insistir en esta consoladora verdad y proclamarla al mundo que nos toca evangelizar.

4º) El Hijo del hombre. Otra forma de expresar la fe mesiánica. Los judíos expulsaron a los cristianos de la sinagoga por confesar que Jesús era el verdadero Mesías. Expulsarlo de la sinagoga equivalía a quedarse en una indefensión total jurídica y socialmente hablando. Porque el judaísmo era una religión permitida por las autoridades romanas. Una verdadera persecución. No se trata de un asunto teórico, sino de un asunto vital.

5º) Creo, Señor. Y le adoró. La meta de la fe es el reconocimiento de que el hombre llamado Jesús es el Señor, Dios volcándose en la salvación de los hombres. El Señor de la historia. El que da sentido pleno al ser humano abriéndole el camino de la trascendencia a partir de la humanidad. Y le adoró porque le reconoció como Señor. Un acto de fe como el de Tomás al final del evangelio: ¡Señor mío y Dios mío!

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)


PAUTAS PARA LA HOMILÍA

El relato se inicia bajo la iniciativa de Jesús que, al pasar, pone su mirada en un ciego de nacimiento. Es importante este dato que, al final, reaparece. Cuando es expulsado por los judíos, Jesús lo busca de nuevo para tener otro encuentro con él.

A este primer dato hay que unir otro convergente. El ciego de nuestro texto no pide nada, no dice nada, no espera nada. En los evangelios sinópticos se nos presentan otros ciegos que, ante Jesús, reclaman o solicitan la vista. El del evangelio de Juan tiene una actitud pasiva: simplemente está allí, el resto corre de la mano de Jesús.

Llama la atención que se presente al protagonista del relato como ciego de nacimiento. Este dato no tiene parangón en los sinópticos. Ello provoca una cierta curiosidad: ¿por qué se nos refiere y por qué se insiste tanto en él (hasta seis veces)?

La ceguera de nacimiento provoca una discusión entre los discípulos y Jesús; luego entre Jesús y los fariseos: ¿se trata de una ceguera culpable? El mal es fruto del pecado. Si la invidencia es un mal, ¿quién la ha causado? La búsqueda del responsable solo tiene dos vías de solución: el pecado personal del afectado (pero ¿cómo iba a pecar si nació ya ciego?) o el pecado personal de los padres transmitido al hijo. Jesús niega la culpabilidad de esta ceguera y ofrece otro camino de interpretación: su identidad (soy luz del mundo) y su misión (tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día). En el caso de la controversia con los fariseos, Jesús confirma la misma idea pero de una manera mucho más rotunda. Hay cegueras inocentes y otras culpables. Si la del protagonista de la narración es del primer tipo, la de los fariseos es culpable. En la cima del relato, Jesús llega a afirmar que su misión es la de someter la realidad a un juicio conforme a un criterio paradójico. De acuerdo a él, el que no ve verá y el que ve se volverá ciego. Se intuye que la ceguera y la visión poseen un valor simbólico en relación con Jesús.

Jesús da luz al ciego por medio de un signo (el barro untado en los ojos y el lavarse en la piscina de Siloé, el Enviado) guiado por una palabra (vete, lávate en la piscina de Siloé). El signo es eficaz. El ciego vuelve viendo. El signo es mediación de la sanación, gracias a él nuestro personaje se abre a la luz. Jesús estuvo en la construcción del signo y en la palabra orientadora. Pero luego ya no está presente.

La luz en la existencia del antiguo ciego supone un cambio radical. Es un hombre nuevo. El texto manifiesta la profundidad de esta mutación en un proceso conflictivo de nuestro personaje con diferentes instancias. A lo largo de él, el iluminado por Cristo ve cada vez con mayor claridad lo que le ha pasado y comprende mejor quién es el que le ha abierto los ojos. Su ver se va tornando en experiencia de vida y en sabiduría.

La causa del conflicto es la identidad que el antiguo ciego ha conquistado gracias a Jesús: ¿es él o es otro?, ¿quién es ? Sus vecinos son los primeros en extrañarse del cambio acontecido. Ante las dudas, el que fue ciego tiene que decir un significativo soy yo. Una expresión que une estrechamente al que ahora ve con Jesús, ya que en el cuarto evangelio es una frase propia de Jesús. Esta cercanía no va dejar ya el relato, pues de la pregunta por la identidad del antiguo ciego se pasará a continuación a la pregunta por la identidad del que le ha abierto los ojos.

Luego, sus vecinos conducen a nuestro protagonista a los fariseos. Además era sábado. Otro problema. Tras escuchar los fariseos el modo de la sanación, el episodio entra en una discusión en torno a quién es Jesús y de dónde viene.

Los padres del ciego de nacimiento son llamados a testificar. Ellos puedan dar testimonio de lo que saben, pero no pueden decir nada sobre el cómo de su curación o el quién lo ha hecho. Solo su hijo puede referir tal información. El texto, entonces, desliza un dato de interés: sus padres actuaron así por miedo a los judíos, ya que una ley castigaba con la expulsión de la sinagoga al judío que confesara que Jesús era el Cristo. De hecho, al ciego de nacimiento le aplican dicha ley. Lo curioso es que la norma es del año 90 después de Cristo. Por lo tanto, es de la época en la que se escribe el evangelio, no es contemporánea de Jesús. Se trata de un recurso del autor para unir en su relato dos tiempos y, de esta manera, lograr un mayor impacto en la vida de sus lectores, que sufren las consecuencias de esa ley.

El conflicto sube de tono. Los fariseos vuelven a interrogar al antiguo ciego sobre la identidad de Jesús y sobre el cómo de la curación. El iluminado por Cristo se enfrenta a sus interlocutores y, con cierta ironía, les pregunta si quieren hacerse discípulos de Jesús. La discusión llega al momento culminante: Jesús ¿viene a o no viene de Dios? El ciego de nacimiento cree que sí. Los fariseos no. Por eso lo expulsan.

La escena sigue narrando el encuentro de Jesús con el expulsado. De nuevo el tema va a ser el de la identidad del Nazareno. Todo se inicia con una pregunta: ¿crees en el Hijo del Hombre? El antiguo ciego no sabe quién es. Jesús añade: le has visto, el que habla contigo. Si somos justos, el que fuera ciego nunca había llegado a ver físicamente a Jesús, puesto que volvió viendo después de lavarse en Siloé. En el primer encuentro con el Maestro era ciego. Este dato confirma la interpretación simbólica de la ceguera. Nuestro protagonista cae a tierra y grita: creo Señor.

El episodio se cierra con las frases del porqué paradójico de la misión de Jesús y la controversia con los fariseos en torno a su ceguera culpable.

¿Qué decir después de todo lo apuntado? Hemos de ser necesariamente escuetos. Lo haremos en ocho guiones:

- La ceguera de nacimiento indica la situación de cualquier persona antes de haber tenido un encuentro con la luz, que es Cristo; de ahí que no haya en ella ninguna culpabilidad; cosa que sí ocurre cuando alguien (como los fariseos) conociendo la luz de Jesús la rechaza;

- Jesús es el que toma siempre la iniciativa en todo proceso de fe; el proceso hace que se produzca una identidad profunda entre Jesús y el iluminado por él. Jesús, luz del mundo, pone al descubierto quién es quién;

- El ciego, que comienza a ver gracias a Jesús, es un creyente, un iluminado por Cristo, que ve y entiende todo desde la luz que recibe de él; de ahí que, identificado con Jesús, sea otro Cristo (por eso dice, soy yo).

- El texto señala que el que fuera ciego de nacimiento y ahora ve, no solo es un creyente, sino el modelo de lo que ha de ser un buen cristiano o discípulo. Su capacidad de dar testimonio de Cristo frente a diversas instancias (vecinales, familiares y autoridades) así lo muestra; sobre todo, cuando, además, sufre las consecuencias de confesar a Jesús en tierra hostil (no teme a la exclusión social). Aquí hay un guiño directo a los destinarios del evangelio que sufrían en sus carnes lo que el antiguo ciego afronta de manera ejemplar: la expulsión.

- El proceso que sigue el ciego de nacimiento también es modélico en otras facetas: a) su conocer a Jesús brota de la experiencia que le cambia la vida (yo solo sé que antes era ciego y ahora veo) y b) este conocimiento, en el relato, supone un ascenso cristológico progresivo desde el hombre Jesús, pasando por el Profeta y el Hijo del Hombre, hasta la confesión pascual con el título Señor.

- El signo recuerda mucho el bautismo por el que ahora (lavándose en Cristo, el Enviado) se produce un nacimiento a la luz, a la vida nueva. Por eso, este texto ha sido interpretado en el catecumenado antiguo en clave bautismal. El ciego de nacimiento es modelo del cristiano que sabe dar razón de forma adulta de la nueva vida recibida de Cristo y, por eso, es apto para recibir el bautismo.

- En la Pascua renovaremos nuestro bautismo, este texto cuaresmal brinda una oportunidad maravillosa para que toda la Iglesia y cada uno de nosotros nos examinemos sobre la veracidad y la autenticidad del bautismo que hemos de renovar en la próxima Pascua.

- También se puede insistir en la relevancia del testimonio de cara a la fe. El discípulo es otro Cristo; en él actúa la luz del Maestro. Ver al discípulo conduce al Señor que vive en él. La luz de la vida del cristiano es la de Jesús. Pero, ¿qué luz refleja nuestra vida?

Fr. Vicente Botella Cubells O.P.
Casa de San Alberto Magno (Valencia)

Publicado por Dominicos.org

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