EN LA PROCESIÓN DE RAMOS
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!»
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es éste?»
Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».
El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no quedaré defraudado.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto». R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mis ropas
y sortean mi túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
Tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
“Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.” R.
Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como lago que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte en cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”
¿Cuánto me darán si lo entrego?
C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los Sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»
C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?
C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual ?»
C. Él respondió:
a «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos"».
C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Uno de ustedes me entregará
C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
S. «¿Seré yo, Señor?» C. Él respondió:
a «El que acaba de servirse de la misma fuente que Yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
S. «¿Seré yo, Maestro?»
a «Tú lo has dicho».
C. Le respondió Jesús.
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
a «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:
a «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
a «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño". Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».
C. Jesús le respondió:
a «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».
C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Comenzó a entristecerse y a angustiarse
C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
a «Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».
C. Y llevando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».
C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
a «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
a «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
C. Se alejó por segunda vez y suplicó:
a «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad».
C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
a «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar»
Se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:
S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».
C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
S. «Salud, Maestro».
C. Y lo besó. Jesús le dijo:
a «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
C. Entonces se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
a «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»
C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:
a «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron».
C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso
C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días"».
C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a queme digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le respondió:
a «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte».
C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».
Antes que cante el gallo, me negarás tres veces
C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».
C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé lo que quieres decir».
C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».
C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
S. «Yo no conozco a ese hombre».
C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a "Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».
C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador
C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre
C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
S. «He pecado, entregando sangre inocente».
C. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».
C. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».
C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado».
¿Tú eres el rey de los judíos?
C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:
S. «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
a «Tú lo dices».
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»
C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Él insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos».
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con Él dos bandidos
C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;» y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con El dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. "Ha confiado en Dios; que Él lo libre ahora si lo ama", ya que Él dijo: "Yo soy Hijo de Dios"».
C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?
C. Desde. el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
a «Elí, lí, lemá sabactaní».
C. Que significa:
a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.
C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!»
C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.
José depositó el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo
C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que sé había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
Ahí tienen la guardia,
vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente
C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor que el primero».
C. Pilato les respondió:
S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».
C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: EL PUEBLO QUE FUE CAUTIVO
El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»
Ant. 2. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Ant. 3. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
LECTURA BREVE Za 9, 9
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
RESPONSORIO BREVE
V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»
PRECES
Adoremos a Cristo, que al entrar en Jerusalén fue aclamado por las multitudes como rey y mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno;
hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores,
conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Unidos fraternalmente, dirijámonos al Padre, diciendo con toda confianza:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LLEVABA ROJA LA TÚNICA
Llevaba roja la túnica
y enrojecido el cabello.
¿De dónde, con pies sangrantes,
avanzas tú, Lagarero?
«Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer,
blanco será mi lucero.»
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.
También de blanco le vi
el vestido y el aliento;
bello como las estrellas,
como flor de cardo bello.
Rojo como la amapola
y blanco como un cordero:
carmesíes sus heridas
y blancos sus pensamientos.
Llevaba blanca la túnica,
blanca de amor y fuego.
Por toda la negra tierra
el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Ant. 2. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
Ant. 3. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24
Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
LECTURA BREVE Hch. 13, 26-30a
Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y, a pesar de que no encontraron en él causa alguna digna de muerte, pidieron a Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
RESPONSORIO BREVE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.
PRECES
Oremos humildemente al Salvador del género humano, que sube a Jerusalén a sufrir su pasión para entrar así en la gloria, y digámosle:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Mira con bondad a aquellos a quienes hemos escandalizado con nuestros pecados,
ayúdalos a ellos y corrígenos a nosotros, para que resplandezca en todo tu santidad y tu amor.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
concede a tus fieles obediencia y paciencia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO LLEGÓ EL INSTANTE DE TU MUERTE
Cuando llegó el instante de tu muerte
inclinaste la frente hacia la tierra,
como todos los mortales;
mas no eras tú el hombre derribado,
sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado
y siga sin retorno por mi senda,
como todos los mortales,
el sueño de tu rostro será lumbre
y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche
tu paz y tu venida nos recuerdan,
Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario
como secreto amor que a ti se llega. Amén
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!»
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es éste?»
Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».
Palabra del Señor.
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no quedaré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto». R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mis ropas
y sortean mi túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
Tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
“Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.” R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2, 6-11
a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como lago que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte en cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”
Palabra de Dios.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 3-5. 14-27, 66
¿Cuánto me darán si lo entrego?
C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los Sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»
C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?
C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual ?»
C. Él respondió:
a «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos"».
C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Uno de ustedes me entregará
C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
S. «¿Seré yo, Señor?» C. Él respondió:
a «El que acaba de servirse de la misma fuente que Yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
S. «¿Seré yo, Maestro?»
a «Tú lo has dicho».
C. Le respondió Jesús.
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
a «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:
a «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
a «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño". Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».
C. Jesús le respondió:
a «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».
C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Comenzó a entristecerse y a angustiarse
C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
a «Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».
C. Y llevando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».
C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
a «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
a «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
C. Se alejó por segunda vez y suplicó:
a «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad».
C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
a «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar»
Se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:
S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».
C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
S. «Salud, Maestro».
C. Y lo besó. Jesús le dijo:
a «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
C. Entonces se abalanzaron sobre Él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
a «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»
C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:
a «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron».
C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso
C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días"».
C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a queme digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le respondió:
a «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte».
C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».
Antes que cante el gallo, me negarás tres veces
C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».
C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé lo que quieres decir».
C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».
C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
S. «Yo no conozco a ese hombre».
C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a "Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».
C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador
C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre
C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
S. «He pecado, entregando sangre inocente».
C. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».
C. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».
C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado».
¿Tú eres el rey de los judíos?
C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:
S. «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
a «Tú lo dices».
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»
C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Él insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos».
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con Él dos bandidos
C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;» y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con El dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. "Ha confiado en Dios; que Él lo libre ahora si lo ama", ya que Él dijo: "Yo soy Hijo de Dios"».
C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?
C. Desde. el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
a «Elí, lí, lemá sabactaní».
C. Que significa:
a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.
C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!»
C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.
José depositó el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo
C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que sé había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
Ahí tienen la guardia,
vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente
C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor que el primero».
C. Pilato les respondió:
S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».
C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
Del Propio de la solemnidad.
17 de abril
LAUDES
(Oración de la mañana)
TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
Del Propio de la solemnidad.
17 de abril
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: EL PUEBLO QUE FUE CAUTIVO
El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»
Ant. 2. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Ant. 3. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
LECTURA BREVE Za 9, 9
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
RESPONSORIO BREVE
V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres, Señor.»
PRECES
Adoremos a Cristo, que al entrar en Jerusalén fue aclamado por las multitudes como rey y mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno;
hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores,
conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Unidos fraternalmente, dirijámonos al Padre, diciendo con toda confianza:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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VÍSPERAS
Oración de la tarde
VÍSPERAS
Oración de la tarde
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LLEVABA ROJA LA TÚNICA
Llevaba roja la túnica
y enrojecido el cabello.
¿De dónde, con pies sangrantes,
avanzas tú, Lagarero?
«Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer,
blanco será mi lucero.»
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.
También de blanco le vi
el vestido y el aliento;
bello como las estrellas,
como flor de cardo bello.
Rojo como la amapola
y blanco como un cordero:
carmesíes sus heridas
y blancos sus pensamientos.
Llevaba blanca la túnica,
blanca de amor y fuego.
Por toda la negra tierra
el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Ant. 2. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
Ant. 3. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24
Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
LECTURA BREVE Hch. 13, 26-30a
Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y, a pesar de que no encontraron en él causa alguna digna de muerte, pidieron a Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
RESPONSORIO BREVE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.
PRECES
Oremos humildemente al Salvador del género humano, que sube a Jerusalén a sufrir su pasión para entrar así en la gloria, y digámosle:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Mira con bondad a aquellos a quienes hemos escandalizado con nuestros pecados,
ayúdalos a ellos y corrígenos a nosotros, para que resplandezca en todo tu santidad y tu amor.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
concede a tus fieles obediencia y paciencia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CUANDO LLEGÓ EL INSTANTE DE TU MUERTE
Cuando llegó el instante de tu muerte
inclinaste la frente hacia la tierra,
como todos los mortales;
mas no eras tú el hombre derribado,
sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado
y siga sin retorno por mi senda,
como todos los mortales,
el sueño de tu rostro será lumbre
y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche
tu paz y tu venida nos recuerdan,
Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario
como secreto amor que a ti se llega. Amén
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
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