XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo?

Publicado por Cristo Rey

(Mateo 13:24-43)

Hemos escuchado la Palabra de Dios en este domingo que hace el número diez y seis del tiempo ordinario. Vamos a tratar de reflexionar sobre ella. La primera lectura la hemos tomado del libro de la Sabiduría. Después de hablar del poder y de la grandeza de Dios, el autor concluye que, precisamente porque es poderoso y grande, sabe perdonar, juzga con moderación y gobierna con indulgencia. Y, que aquel que se tiene por justo, ha de saber hacer lo mismo con sus semejantes. “Obrando así, rezaba el autor, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano.”

¡Qué bien nos viene recordar estas palabras a nosotros que somos todo lo contrario: pequeños y débiles y que, sin embargo, nos negamos a perdonar, juzgamos con dureza y abusamos de nuestra autoridad! Si Dios, que es todopoderoso, se inclina por la indulgencia en lugar de la venganza, por el perdón en lugar del castigo, por la comprensión en lugar de la condenación ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo? ¡Qué fácil nos resulta complacernos en la crítica destructiva, en resaltar los aspectos negativos de este o de aquel, en condenar en bloque al otro sin admitir sus cosas buenas, en dar por sentadas sus malas intenciones cuando ha hecho algo que no nos ha gustado! Aprendamos de nuestro Padre Dios. Pidámosle que nos ayude a ser justos y santos, sí, pero comprensivos y tolerantes con las conductas y las personas de los demás.

Y porque esto no es fácil de llevar a cabo, San Pablo les recordaba sus cristianos de Roma que “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene”. En nuestra oración pedimos cosas y hacemos bien. Dios es un Padre que nos quiere y nos escucha. Pero ¿Pedimos lo que nos conviene, lo que es mejor para nosotros y para aquellos por quienes rezamos? ¿Es egoísta nuestra oración? Recordemos que, cuando Jesús nos enseñó la oración del Padre Nuestro, quiso que dijéramos: “hágase tu voluntad”. Ante un problema o una necesidad, digamos al Señor: “Hágase tu voluntad” conscientes siempre de que la voluntad de ese Dios, a quien llamamos Padre, no puede ser más que nuestro bien.

De este Padre Dios nos hablaba Jesús en el evangelio cuando nos contaba la parábola de la cizaña. Un Padre que, como hemos escuchado en la primera lectura, es todopoderoso y a la par comprensivo. En toda sociedad, incluso dentro mismo de la comunidad cristiana, hay justos y pecadores, buena semilla y cizaña. Nosotros hemos de esforzarnos por ser justos, buena semilla, buen trigo, es verdad, pero hemos de ser también tolerantes y comprensivos con todos. Hemos de ser pacientes y dar tiempo a que sea el Señor el que juzgue las vidas y las conductas de cada cual. No debemos precipitarnos a ser nosotros los que arranquemos la cizaña. Nuestra conducta, nuestro testimonio ha de ser de tal calidad que los que hoy son cizaña, mañana puedan ser trigo. Pidamos al Señor que nos ayude a ser colaboradores suyos en la tarea de construir ese Reino de Dios que será una realidad cuando Él sea reconocido como el Padre de todos y cada cual se sienta hermano de su prójimo.