LAS PARÁBOLAS DEL TESORO ESCONDIDO Y LA PIEDRA PRECIOSA
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LA PARÁBOLA DE LA RED ECHADA AL MAR
Mas por que no pongamos toda nuestra confianza en la mera predicación evangélica ni nos imaginemos que basta la fe sola para la salvación, nos pone el Señor otra parábola espantosa. ¿Qué parábola? La de la red echada al mar: Porque semejante es el reino de los cielos a una red echada al mar y que recoge todo género de cosas". Sacándola luego los pescadores a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en vasos y tiran afuera lo malo. ¿Qué diferencia hay de esta parábola a la de la cizaña? En realidad también allí unos se salvan y otros se pierden; pero en la de la cizaña es por seguir doctrinas malas y, aun antes de esto, por no atender siquiera a la palabra divina; éstos, empero, de la red se pierden por la maldad de su vida y son los más desgraciados de todos, pues alcanzado ya el conocimiento de la verdad, pescados ya en las redes del Señor, ni aun así fueron capaces de salvarse. Por lo demás, en otra parte dice que Él mismo, como pastor, separará a los buenos de los malos; mas aquí, lo mismo que en la parábola de la cizaña, esa función incumbe a los ángeles ¿Que decir a esto? En un caso les habla de modo más rudo y en otro más elevado. Y notemos que esta parábola la interpretó el Señor espontáneamente, sin que nadie se lo pidiera, siquiera sólo la declara en parte y para aumentar el temor. Al oír, en efecto, que los pescadores se contentaban con tirar fuera lo malo, pudiera pensarse que aquella perdición no tenía peligro alguno. De ahí que, en la interpretación, el Señor señala el verdadero castigo, diciendo: Los arrojarán al horno de fuego, y nos recordó el rechinar de dientes y nos dio a entender que el dolor es inexplicable. ¡Ya veis cuántos son los caminos de la perdición! La perdición nos puede venir de la roca, de las espinas, del camino, de la cizaña, de la red ahora. No sin razón dijo, pues, el Señor: Ancho es el camino que lleva a la perdición y muchos son los que andan por él. Habiendo, pues, dicho todo esto, cerrado su razonamiento con el temor y habiéndoles sin duda mostrado más cosas, pues con ellos habló más tiempo que con el pueblo, terminó diciéndoles: ¿Habéis entendido todo esto? Y ellos le respondieron: Sí, Señor. Luego, ya que le habían entendido, los alabó diciendo: Por eso todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un amo de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. De ahí que en otra parte les dice: Yo os enviaré sabios y escribas.
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46–90), Tomo II, BAC, Madrid, 1956, Pág. 21- 24)
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