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sábado, 16 de agosto de 2008

El pan de los hijos, el pan de los perros

XX DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO - CICLO A
Publicado por El Blog de X. Pikaza

Mateo 15,21-28. Esto domingo ofrece una lectura inquietante, tanto en la versión de Marcos (7, 24-30) como en la que aquí ofrece Mateo. Sigue en la línea del «pan» de la multiplicaciones, del que los discípulos llevan en la barca como «tesoro de Jesús»: Un mismo pan para compartirlo entre todos, bendiciendo a Dios. Pero, de pronto, al llegar a una tierra extraña (a la región de los tirios y sidonios, paganos, cananeos), Jesús distingue con la teología y la práctica de muchos judíos (y de muchos cristianos actuales) que hay un «pan para los hijos», que no puede malgastarse con extraños, es decir, con perros. Unos nadan en la abundancia (los llamados hijos, el Primer Mundo), otros mueren como perros callejeros (los cananeos, de los cuartos mundos). ¿Qué hará Jesús? Jesús empieza defendiendo su postura (¡hay que conservar el buen para los ojos!), pero termina dejándose cambiar por la mujer (al fin no hay hijos y perros, pues todos los hijos). Éste es el Jesús que se deja cambiar, como tiene que dejarse cambiar nuestro mundo, a fin de que el pan sea de todos, de manera que en la mesa haya un espacio para los hijos y para los llamados perros. Así lo veré, siguiendo en parte el argumento de J. Marcus (Marcus, New York 2000).

Texto 15,21-28.

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: "Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo." Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando." Él les contestó: "Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel." Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: "Señor, socórreme." Él le contestó: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos." Pero ella repuso: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos." Jesús le respondió: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas." En aquel momento quedó curada su hija.

Perros salvajes y perros domésticos

Aunque el hecho pueda parecer chocante para personas de nuestra sociedad occidental, que es amiga de los perros, la tradición del Antiguo Testamento y del judaísmo se refiere casi siempre a los perros de un modo negativo. Los autores bíblicos parecen ajenos a todo tipo de relación amistosa entre un perro y su dueño. Más aún, llamarle a una persona «perro» era un insulto (véase, por ejemplo 1 Sam 17, 43; Is 56, 10-11). Esta visión negativa está relacionada con el hecho de que los perros que aparecen en la Biblia y en la tradición judía son, generalmente, de tipo salvaje y carroñero y no de tipo doméstico.
Ese tipo de perros salvajes vivían fuera de las ciudades (cf. Ap 22, 15) y se alimentaban de carroña, incluyendo la carne de animales impuros e incluso de cadáveres humanos (cf. Ex 22, 31; 1 Rey 4, 11). Según eso, lo perros quedaban asociados a menudo con aquello que era imputo (cf. b. Baba Qam 83a). El Nuevo Testamento continúa teniendo esta visión negativa, y así dice que lo santo no debe ser arrojado a los perros, que aparecen asociados con los cerdos (Mt 7, 6) y que vienen asociados a menudo con los enemigos o con los herejes (2 Ped 2, 22; Flp 3, 2; Ap 22, 15 etc)
En Ap 22, 15 el nombre «perro» se aplica a alguien que está fuera de la comunión formada por la gracia de Dios, es un idólatra cuya vida está fundada en la mentira. Este simbolismo del Nuevo Testamento desarrolla probablemente una asociación judía entre perros y gentiles. La asociación entre perros y gentiles aparece de un modo especialmente destacado en contextos donde se siente la necesidad de separación entre judíos y no judíos (cf. por ejemplo en Pirqe R. El 29: «El que come con un idólatra es como el que come con un perro»); esta última consideración puede ser importante para entender nuestro pasaje (véase la introducción al comentario).
De todas formas, sería una exageración afirmar que la imagen de los perros en el Antiguo Testamento y en la tradición judía es siempre negativa. Así, por ejemplo, encontramos perros amigos en algunos manuscritos de Tob 6, 1 y 11, 4 y también en b. ’Abod. Zar 54b. Más aún, los perros domesticados pueden simbolizar a los gentiles justos. Así, por ejemplo, lo mismo que nuestro pasaje. Mid. Sal 4, 11 compara a los gentiles con perros en el banquete escatológico. En ambos pasajes los perros consiguen comer, pero no comparten el banquete total como lo hacen los invitados o los familiares.

Un asombroso diálogo. ¿Jesús racista?

La mujer espera que Jesús cure a su hija…pero Jesús le responde dos cosas asombrosas:

a. Sólo se ocupa de los buenos… de Israel (de los blancos, de los civilizados, de los nuestros…)
b. Los demás son perros, no son como los hijos. Pueden morir. No importan

Esta afirmación constituye un ejemplo extremo del etnocentrismo que caracterizaba a algunas de las doctrinas judías, aunque de ninguna forma a todas. Como dice con amargura justificable el estudioso judío J. Klausner, «si algún otro maestro judío de aquel tiempo hubiera dicho una cosa de ese tipo, los cristianos nunca hubiera perdonado al judaísmo por ello» . El exegeta cristiano G. Theissen añade que este dicho es moralmente ofensivo, como si un médico se negara a tratar a un niño extranjero.
A pesar de su carácter ofensivo, la lectura más honrada que puede hacerse de ese dicho en un plano histórico es una lectura literal. Jesús se hallaba inicialmente dispuesto a rechazar la petición de la mujer. Por eso, la decisión posterior de ayudarla supone, por su parte, un cambio de opinión.
A lo largo de los evangelios, Jesús atribuye a menudo las curaciones a la fe perseverante de la gente (Mc 2, 5; 5, 34; 10, 52; cf. Mt 15, 28). En este contexto podemos indicar dos razones para el «cambio» de Jesús:

Ha llegado la hora. Hay pan para todos, no hay perrros

Jesús acepta el ritmo de la historia de la salvación: primero los judíos, luego los gentiles… Primero hay que alimentar a los de casa, primero hay que curar a los hijos… Después, cuando los hijos estén saciados, podrá alimentarse a los perros, s decir, a los de fuera…. Esa es la visión normal que se suele tener. La que tenían los judíos (muchos judíos), la que tenemos muchos cristianos, la que tiene gran parte del capitalismo actual…. Nuestro bien… repercutirá más tarde en el bien de los otros.
La mujer acepta el argumento de Jesús… pero lo invierte, indicando ha llegado la hora de que coman «los perros».
Esta mujer «sabia» argumento y convence a Jesús. Ella domina la escena»; su respuesta a Jesús constituye una mezcla deliciosa de saludo respetuoso («Señor»), por el que parece que ella acepta su posición de inferioridad (acepta lo de «perros») y de osada contestación: ella argumenta a Jesús y hace que el mismo Mesías cambie de opinión.
La mujer despliega su combate retórico aceptando la metáfora de Jesús, retomando la metáfora canina que Jesús ha utilizado contra ella y convirtiéndola sutilmente en argumento a su favor. La respuesta de la mujer transformó al perro de la metáfora de Jesus, que era presumiblemente un perro callejero, que vivía fuera de la casa, en un perro doméstico, que vive en el interior de la casa. Según eso, aunque se sitúe de hecho en un lugar inferior al de los hijos, el perro viene a presentarse como parte integrante de la «casa de la fe» (cf. Gal 6, 10). Así parafraseaba un Padre de la iglesia, san Eutimio: «Desde el momento en que soy un perro, ya no soy un extranjero». Empiezo siendo un perro en la casa… termino siendo un hijo.
La comida sobra… No es que haya necesidad… hay poca voluntad de compartir… Con la comida que sobra pueden comer los «perros» para iniciar un camino de plenitud para todos….

Conclusión

La historia de la mujer pagana de la región de Tiro/Sidón, que consigue así, luchando con Jesús, que los perros puedan comer el pan de los hijos resulta notable en varios sentidos. Esa historia ofrece no sólo, dentro de los evangelios, el único ejemplo de una persona que vence con sus argumentos a Jesús, sino que presenta a un Jesús que aparece inusualmente sensible ante las pretensiones de los privilegios histórico/salvíficos de sus paisanos judíos, sino que aparece también inusualmente duro ante la situación de los gentiles. Según eso, los judíos son hijos de Dios y sus necesidades vienen primero; comparados con los judíos, los no-judíos con justamente «perros».
Jesús empieza reconociendo la dignidad de los judíos… para añadir después (con las palabras de la mujer) que la fe vincula a todos… y que les vincula también el hambre, la enfermedad. Al terminar la escena, Jesús sale enriquecido por las palabras de este mujer, sale convencido, sale cambiado. Jesús ha aprendido la lección de esta mujer, la lección de la necesidad de los pobres… Jesús ha visto con los ojos de esta mujer… El mismo hijo de Dios ha aprendido a mirar, como mira y ama esta mujer… que busca el bien de su hija enferma.

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