XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
I - LOS PERRITOS DE DIOS
1.- Mis muy queridos amigos:
¿Se han fijado?,… ¡Qué distintos solemos ser los seres humanos con el paso del tiempo! ¡Qué distintas somos las personas cuando un día nos sentimos adultos en la vida!
Cuando las personas somos niños vivimos una serie de valores que, desgraciadamente, con el transcurso de los años vamos abandonando, y es entonces que resultamos lamentablemente empobrecidos.
2.- Quiero mencionarte un conjunto de cinco valores que se suelen vivir durante nuestros primeros años de vida, y que van delineando el perfil de nuestra infancia física,… y también espiritual: En primer lugar, nuestra etapa de la infancia se caracteriza por la sencillez, ya que los niños suelen ser criaturas demasiado simples, a las que se suele tener fácilmente acceso y que suelen vivir en la total apertura, aunque en ocasiones es esto les vuelve vulnerables y desprovistos de defensas. Como una segunda característica de la niñez se ubica esa capacidad de predominio del amor, es decir un niño a pesar de las ofensas suele ofrecer el perdón o suele perdonar casi automáticamente a su momentáneo contendiente. En tercer lugar, un niño suele ser dócil y moldeable como un terreno virgen. La cuarta característica es la de la asunta debilidad de los infantes, lo cual les lleva a comprender, esa necesidad que se tiene de confiarse a alguien más fuerte o mayores que ellos, ellos tienen muy fresca la experiencia de esa necesidad en su relación para con aquellos por quienes Dios les ha dado la vida. Finalmente, un niño suele vivir a plenitud cada uno de los momentos presentes en su agenda, por lo que él no se suele desgastar, ni se complica conjugando sus verbos en otros tiempos verbales como los pretéritos o los futuros.
3.- Con el paso de los años dejamos atrás nuestro tiempo de niños y sobreviene, de forma natural e ineludible, nuestro crecimiento físico y nuestra autoconciencia y, de forma adquirida, llegan muchas de nuestras adquisiciones, tanto en el orden material como en el intelectual.
Los elementos anteriores, en la realidad de nuestra vida, no debieran inquietarnos, sino que al contrario debiéramos agradecerlos desde lo más profundo del corazón. Nuestros problemas se generan cuando todo esto lo vivimos distantes de la presencia de Dios, ya que lo anterior suele propiciar nuestra soberbia, la autosuficiencia, el orgullo, el engreimiento, la vanagloria la actitud ufana y, al mismo tiempo, suelen ser esos nuestros detonantes de los distintos conflictos que afectan la vida del hombre adulto en su relación con el hermano, con Dios, con su mundo y consigo mismo.
Los adultos hemos dejado de ser sencillos y nos hemos vuelto laberínticos,… hemos dejado de ser esas amplias calzadas de la infancia y nos hemos vuelto tan inaccesibles de tan importantes que somos, y suele ser tan difícil llegar a nosotros. Los adultos somos esos seres que hemos caído en esa complejidad que suele enredarse más con cada una de nuestras adquisiciones. A diferencia de un niño que ama y que perdona al poco rato de la ofensa recibida, un adulto suele vivir bajo el predominio del rencor y va cargando toda su vida con el lastre de sus resentimientos y de sus odios. Parece ser que los adultos no hemos comprendido que todos esos nuestros residuos nos dañan gravemente, esto no tan sólo en lo físico sino también en lo espiritual.
El adulto, en contraposición con el casi eterno presente de un niño, lejos de ocuparse de vivir ese momento presente que traen sus propias ocupaciones, suele vivir encarcelado en un pasado que no ha logrado sanar, y suele preocuparse hasta caer en la inquietud, por un porvenir que en la actualidad es solamente un proyecto y la más comprobada de las incertidumbres.
4.- El tiempo inexorable ha recorrido su curso y, durante su paso por nuestra vida, nos ha dejado distintas adquisiciones y nos ha despojado de algunas pertenencias. En la realidad hemos salido perdiendo aún cuando nademos en la aparente abundancia.
Al ir creciendo y al aumentar nuestra lejanía de Dios, es entonces que la fuerza, la estatura, la experiencia, los conocimientos, las monedas van siendo atesoradas celosamente en nuestras arcas, y nos van dejando una factura que es muy difícil de saldar. El tiempo, cuando no es contemplado a la luz de Dios, nos despoja de algunas propiedades y nos endilga esas engañosas apropiaciones.
Los adultos de nuestro tiempo somos buenos para cultivar la ciencia y nos hemos olvidado de la verdadera Sabiduría. Las gentes “grandes” nos adormecemos en los conocimientos estériles, en la abundante cultura, en el caracol de los discursos y nos vamos olvidando de esa Sabiduría que proviene solamente de Dios.
Y así en la etapa adulta todo lo queremos razonar, todo lo queremos demostrar, todo lo especulamos, y vamos perdiendo la conciencia de que existen cosas que no se razonan o que no se demuestran. Nos olvidamos que existe una serie de realidades en nuestra vida, tanto naturales como sobrenaturales, de las que quizá jamás obtendremos una explicación, y en las cuales, traspasamos las fronteras del entendimiento y nos vamos trasladando al mundo de la fe cristiana.
5.- Don Miguel de Unamuno, ciudadano de la otra España y católico muy en el fondo de su corazón, captó esta gran verdad al pedirle a Dios que le permitiera regresar a la etapa de la infancia. Se trata de un hombre tan honesto como admirable, el cual reconoce que la inexorabilidad de la existencia, como se vive en su tiempo y en la actualidad, le ha empujado a un crecimiento que él mismo no ha solicitado, pero que le ha llevado a restar, aunque aparentemente había estado sumando en su vida. He aquí el texto:
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Gracias, Padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados
en que era hijo nada más..."
6.- ¿Estas de acuerdo con Unamuno? Este mundo nos ha traído tantas sorpresas, y la mayor de ellas se vive cuando un día el niño ha dejado de ser niño. Es entonces, cuando el hombre se obstina en su búsqueda de respuestas y en todos esos cuestionamientos intelectuales.
Todos nosotros debemos ser conscientes de que existe un momento en la vida, cuando caminamos al margen de Dios, en el que las preguntas humanas de los que nos sentimos adultos ya no encuentran una respuesta aparentemente satisfactoria.
7.- Para los cristianos será nuestra fe la que iluminará nuestra propia vida, nuestras relaciones, los acontecimientos, nuestras limitaciones, nuestros naufragios, nuestros cansancios y, todas aquellas circunstancias en las que humanamente nos sintamos descorazonados. La fe en Dios funciona como esa especie de lámpara utilizada en la noche oscura de nuestros propios cuestionamientos. Si bien, es cierto que una lámpara jamás cancela la noche, también es verdad que una lámpara nos ayuda para que nuestros pies no tropiecen al caminar en la oscuridad.
La fe nos ayuda a comprender de un modo distinto pero certero, incluso aquello que humanamente nos desilusiona por provenir de la maldad y de la incoherencia. ¿Alguien podría comprender lo que están expresando y cómo lo están expresando en los medios Don Alejandro y Matilde Martí, los papás de Fernado Martí?
8.- La Sabiduría cristiana, que es un don de Dios y no una conquista orgullosa del hombre, no se puede adquirir ni con los años, ni con el dinero, ni en una universidad, ni en un aula, ni en una cátedra, ni en el mejor de los medios cibernéticos, sino solamente en la escucha de la Palabra de Dios y en la Mesa de Aquel que ha bajado del Cielo y que ha querido quedarse como Pan de la Vida. La verdadera Sabiduría es muchísimo más que los conocimientos, que la cultura y que la ciencia.
9.- ¿No lo quieres creer? Permíteme entonces hacerte algunas preguntas: “Oye tú, el erudito, que entiendes la teoría de los Quantums, que dominas la cibernética, la virtualidad y el espectro, que conoces los códigos civiles y penales a la perfección o que dominas la armonía de los espacios en la construcción,... hazme el favor de explicarle a una madre la enfermedad de su hijo nacido “down” o nacido anencefálico,... ¡Explícale!, por favor, a unos esposos que llevan años y años buscando la gestación de un bebé el porque no ha llegado,... ¡Explícale!, de una vez, a una madre joven que tiene a sus hijos en la escolaridad el porque murió su esposo en el momento en que ellos más lo necesitaban,... o bien, ¡Dáte un poco de tiempo y explícale a ése joven recién graduado! el porque le detectaron cáncer en el hígado. ¡Explícales por favor!... Tarde o temprano, cuando se da esa ausencia de Dios en la vida del hombre, la ciencia se vuelve inconciencia y la razón rebotará en la invisible frontera de la irracionalidad.
Pero, cuando vivimos conforme a la sabiduría de Dios, lejos de preguntarnos el ¿por qué? de las cosas, nos preguntamos el ¿para qué? de aquello que nos ha sucedido. Es entonces cuando comprendemos los misterios propios de nuestra naturaleza y los misterios sobrenaturales que Dios ha querido legarnos y confiarnos en su Hijo muy amado.
10.- Esta es la enseñanza del Evangelio de este día, que si fuere mal interpretado podría provocar tantos resquemores en no pocos. ¿Porqué hacer distingos entre los que son llamados hijos y aquellos que son llamados perritos?
Lo que aquella mujer comprendió es sencillo a la luz de la auténtica fe: que Jesús mismo se volvió sencillo, y que Él es ese Pan que los que fueron hijos tiraron con desdén de la mesa del Padre. Ella comprendió que de ese Pan podemos comer todos, pero solamente si logramos un día ser humildes, si es que acaso no nos da vergüenza tomarlo del suelo, de entre los pies de aquellos que en la historia y en el presente han sido altaneros, de aquellos que se ha creído sabios y poderosos sin Dios y contra Dios, nuestro Padre.
Aquella mujer llegó a comprender que la dicha verdadera para el hombre está en ser solamente el perrito de Dios, el pobrecillo, el más pequeño de sus hijos.
“En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
1.- Muy queridos amigos:
Resulta triste el constatar que los hijos hemos tirado el Pan de la Mesa, y ojalá que no olvidemos que sólo aquellos que viven la sencillez podrán recibir el beneficio del Pan de la Vida divina.
2.- Hemos hablado acerca del niño y del adulto, pero alguna vez se han preguntado: ¿Cuál es la edad de la humanidad? ¿Cuántos años tiene el ser humano?
El sacerdote español Juan Mateos al concluir el siglo pasado escribió uno de sus últimos libros: “veintiún años”. En él nos habla sobre la nueva edad del mundo, y en dónde a cada centuria le ubica en un año del mundo cristiano.
Juan Mateos en “Veintiún años” refiere la infancia en el primer milenio, como si fuera un equivalente a los primeros diez años de vida en la cultura cristiana; la etapa rebelde, por su parte, la ubica del siglo XVI en adelante. Los dieciocho años o el siglo XVIII, menciona, fue el tiempo en que la humanidad solicitaba el reconocimiento de su mayoría de edad. Hoy, dice, la humanidad ha cumplido los 21 años y se siente absolutamente independiente, pregonando a los cuatro vientos el no tener necesidad de Dios en lo absoluto.
Te preguntarás tú: ¿Alguien sabe cuál es la edad de la cultura cristiana?
3.- Sobre la edad de la humanidad, existe una diferencia de apreciación en el juicio de la historia, en lo anterior al siglo XVII y en lo posterior al mismo.
Antes del siglo XVII, se juzgaban los tiempos más primitivos como si fueran esa edad de oro o una especie de era de ensoñación, y se ubicaban los tiempos recientes como si fueran una edad en franca decadencia.
La generosidad, el desinterés, el heroísmo, el dominio de sí en el hombre parecían ser los elementos fundamentales que servían para emitir un juicio valorativo. Como una muestra nos bastaría recuperar en nuestra memoria ese capítulo 11 de la primera parte del Quijote de la Mancha en donde el Ingenioso Hidalgo endilgó el siguiente discurso a aquellos cabreros atónitos:
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombres de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes”.
4.- Con el paso del tiempo el pensamiento también cambió. Será a partir del siglo XVII, en donde se inicia un juicio inverso: Los tiempos primitivos se juzgaron con los materiales más rudimentarios y de más escaso valor: la edad de piedra, de hierro,... hasta llegar progresivamente a la autoproclamada edad de las luces.
Y sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Cuál es la decadencia y cuál es la plenitud? ¿Los tiempos antiguos eran mejores o lo son los recientes? Sabemos que todos los tiempos traen consigo sus virtudes y sus propias limitaciones.
En el origen de las especies de 1859, Charles Darwin terminó de cambiar la visión de la humanidad. Antes de él se proclamaba que los tiempos antiguos eran perfectos y que después el hombre había caído en degradación.
A partir del 1859 se presenta la teoría inversa: Los tiempos primitivos eran de costumbres rudimentarias, el hombre permanecía en formas pre-humanas, pero con el paso del tiempo el hombre se fue perfeccionando.
El mismo Voltaire, en el siglo XVII, se reía de Adán en su obra: “El Mundano”:
“ Mi muy querido Adán, mi glotón, mi buen padre,
cuéntame en qué pasabas el tiempo en el Edén,
¿trabajabas tal vez para tus necios hijos?,
¿acaso acariciabas a doña Eva, mi madre?
Reconoced, pardiez, que tenían los dos
Uñas bastantes grandes, algo negras y sucias,
Los cabellos hirsutos y mal distribuidos,
La tez más bien oscura, la piel gris y curtida.
En dónde no hay limpieza el amor más feliz
Deja de ser amor: es vil necesidad.
De su bella aventura bien pronto fatigados,
Debajo de una encina comen con elegancia
Una cena compuesta de agua, mijo y bellotas;
Se echan luego a dormir sobre la tierra dura:
Éste era el puro estado de naturaleza.”
5.- ¿Cuál puede, entonces, ser considerada la edad de oro y cual la edad de hierro? En el siglo XVIII la Edad de Oro fue erradicada de la antigüedad, fue ubicada en su momentáneo presente y lanzada hacia el futuro: Recuerda que Marx en el siglo XIX esperaba también una edad de Oro.
Los, así llamados, ilustrados bautizaron al siglo XVIII como el siglo de las luces. Voltaire decía: “el hombre del siglo XVIII vale más que sus antepasados porque hoy se tienen mejores costumbres que antaño, más cortesía, más luces, más humanidad”. ¿Será?
Pero,... ¿se habrá preguntado?: ¿Qué puede ser considerado como mejores costumbres? ¿Qué es tener más luces y que es tener más humanidad?
Es aquí en donde se acuña el término moderno y el concepto progreso,… y otras nuevas terminologías para poder juzgarnos mejores los modernos en relación a las generaciones pasadas.
6.- Sin embargo, el día de hoy, Voltaire, podría recibir una sopa de su propio chocolate. En el momento presente nos podríamos reír de Voltaire y decirle que aunque él viviera en un palacio real o en una majestuosa construcción, nunca iba a tener la amplia variedad de platillos de la que disponemos el día de hoy al entrar a un solo restaurante. Le podríamos decir que ni viajando durante un año en el siglo XVIII él podría ver tanta variedad de productos como los que miramos hoy día al entrar una hora a un supermercado.
7.- Hoy, el hombre ufano también se burla de sus antepasados, y el día de mañana, otros exactamente con los mismos criterios se burlaran de nosotros, y así será per saecula saeculorum. Carlos Durón ya aseveraba sin clemencia:
A pesar de que era rico, George Washington nunca tuvo una aspirina a la mano cuando le dolía la cabeza. Thomas Jefferson nunca tuvo a su alcance un taxi cuando debía llegar con premura a alguna parte. Benjamín Franklin jamás se imaginó hablar por teléfono. William Shakespeare nunca tuvo ni una máquina para escribir, ni mucho menos una computadora portátil. Los Vikingos que cruzaron el Atlántico no tenían a la mano brújulas. Cristobal Colón no llevó en sus carabelas comida enlatada. Alejandro el Grande, por más grande que fuera, no podía pedir una pizza por teléfono. Beethoven no tenía Discos Compactos ni Minidisks. Mozart nunca pudo grabar sus composiciones, ni escuchar una reproducción digital de ellas. El gran Napoleón nunca tuvo una barra antisudoral. Julio César nunca fue al cine…
8.- Te preguntarás: ¿Hacia dónde pretende este cura llegar?
Me interesa que reflexionemos sobre: ¿Cuál puede ser un criterio de juicio realmente sensato en nuestra vida? Hoy se habla de una nueva ubicación en la historia de la humanidad. Más allá de un nuevo siglo y milenio, hace varios años se bautizó a nuestra propuesta con el nombre de post-moderno, y hoy en día ya se habla de la ultramodernidad,... ¿qué seguirá?
9.- ¿Saben? Me regalaron el texto de una conferencia que dictó el sacerdote español: Melchor Sánchez de Toca Alameda, Oficial Mayor del Pontificio Consejo de Cultura en España, el tema: la Modernidad, Post-Modernidad y los Valores Cristianos, en la cual narraba una anécdota interesante.
Del Príncipe Eszterházy, el hombre más rico del imperio de los Hasburgo en el s. XVIII se cuenta que disponía de una orquesta de cámara completa –cuyo director era Franz Joseph Haydn-, siempre preparada para acudir a su llamada en cualquier momento del día o de la noche, cuando el señor conde padeciese insomnio. Por supuesto que la orquesta tardaba alguna hora en reunirse e implementar sus instrumentos.
Cualquiera de nosotros, con menos recursos que este príncipe, tiene más posibilidades que él. Basta un disco compacto y un aparato de música, y tenemos a disposición, con sólo apretar un botón, en mucho menos tiempo mucha más música de la que jamás pudo soñar aquel gran señor que tenía tanto dinero. ¡Ni siquiera él podía reunir en un minuto su orquesta!
10.- Pero, regresemos a la pregunta de este domingo: ¿Cuál es la edad actual de la humanidad? ¿Cuál puede ser verdaderamente la edad de oro?
¿Acaso son los tiempos que vivimos? Creo que, muchas veces, hemos juzgado con criterios injustos, o por lo menos parciales.
¿A qué le llamamos dorado? ¿A un hombre que ha expulsado a Dios de sus ambientes? ¿Es dorado un tiempo en el que el hombre en su sexualidad ha llegado a prácticas de sodomía y hasta de bestialidad? Yo sé que todos los tiempos han tenido sus vicios y sus deficiencias, el problema es que en nuestro tiempo se quiere, que les ofrezcamos una carta de ciudadanía a los vicios y a las deficiencias.
¿Puedes llamársele edad de oro al que fue el siglo de Hiroshima y Nagasaki? ¿Al siglo de Auschwitz y los Balcanes? ¿Es el siglo de Oro este otro nuevo siglo en el que el tráfico de narcóticos y el secuestro se han convertido en el “negocio” más próspero? ¿Éste siglo en el que la máxima preocupación de la Organización Mundial de la Salud es esa enfermedad llamada depresión, en la que tantas gentes denotan la carencia de valores?
¿Puedes llamarle el siglo de oro a este nuevo tiempo en que el hombre sigue queriendo ser dios y decidir quien vive y quien muere? ¿Podría ser la Moderna Leyenda Dorada, un tiempo con tan alto índice de suicidios o con tanto espectro de soledad en el corazón del hombre? ¿Es el siglo de oro el tiempo de la muerte de los ideales y del vacío de sentido? ¿Es el siglo de Oro este tiempo del permisivismo, de relativismo y de consumismo?
¿Fue el siglo XX el siglo de Oro? Un tiempo en que se mueren por sus excesos: Jim Morrison, Jimi Hendrix, Andy Gibb, Elvis Presley, Marilyn Monroe, Kurt Cobain? ¿Son esas nuestras aspiraciones?... ¿O es Amy Whinehouse nuestro nuevo modelo?
¿Es la edad dorada un tiempo en el que las Personas se encuentran con el bolsillo lleno pero con el corazón vacío? ¿Un tiempo en el que el cuerpo es rico, pero en el que las almas son las pobres?
No nos hemos dado cuenta de que más nos vale ser paupérrimos del bolsillo que menesterosos del alma.
11.- Hoy el mundo ha cumplido sus veintiún años y se sacude las tutelas. Que esté maduro o no, es otra cuestión, pero nuestra sociedad se considera capaz de enfrentarse a sus problemas. El hombre maneja cromosomas para orientar la herencia, envía satélites para controlar ciclones y pretende crear la vida.
La religión parece que es poco atractiva. El hombre no le pide permisos ni a Dios ni a la religión, dice que el terreno es suyo y se considera autónomo. Este hombre, que mucho tiempo, se consideró hijo, ha tirado el Pan de Dios de su mesa y, solamente aquellos que sean sencillos recogerán del suelo lo que un hombre que se cree adulto ha tirado de la mesa en su soberbia.
“Aquella mujer se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija”.
1.- Muy queridos amigos:
Resulta preciso que este domingo aclaremos una cierta ambigüedad que caracteriza el ministerio salvífico de nuestro Señor Jesucristo.
Por un lado, a nadie le puede resultar extraño encontrarse con los relatos evangélicos que nos hablen de los muchos milagros que realiza. Podemos decir que todo el Evangelio está esmaltado de milagros. El itinerario de Jesucristo está señalado por los acontecimientos prodigiosos: conversión de agua en vino, multiplicación de panes, paralíticos que se ponen de pie, tempestades aplacadas, redes que se llenan de peces, manos secas que se llenan de vida, ojos sumergidos en la oscuridad que de pronto contemplan la luz, los muertos que resucitan...
Pero, por el otro lado, Jesucristo, en cierto sentido pareciera ser enemigo de los milagros. El Señor puede multiplicar los prodigios pero no quiere que su ministerio sea confundido con la actividad de un taumaturgo. La razón de que el Señor, en abundantes ocasiones, prohíba propagandear sus milagros, estriba en esa voluntad que tiene de que no caigamos en la más lamentable de las confusiones: Jesucristo vino a este mundo a traernos la salvación eterna, no a hacer milagros.
2.- Él no vino a quitarle el empleo al médico, ni al panadero, ni a los pescadores, ni a los comerciantes, ni a los restauranteros... Jesucristo viene a ofrecer la vida eterna, y los milagros que realiza no son sino la manifestación de que, Aquél que tiene el pleno dominio sobre la vida biológica, también lo tiene sobre la vida eterna. Recuerda aquel pasaje de san Marcos en que Jesús manifiesta: “pues para que se den cuenta de que el Hijo del Hombre tiene el poder para perdonar los pecados. A ti te digo: Toma tu camilla y vete a tu casa.”
Jesucristo evita todo sensacionalismo, Él se niega a lo sólo espectacular.
Podemos decir que los milagros que realiza, le son arrancados literalmente al Señor, se los roban.
Sin embargo, aunado a la comprensión de lo anteriormente referido, es necesario conocer que existen dos situaciones que son capaces de hacer explotar mayúsculamente el poder divino que posee el Señor Jesucristo.
3.- En primer lugar se encuentra la fe del que lo pide. Un rostro que implora con fe auténtica es una escena ante la que Cristo no puede resistirse. Digamos que es como su punto flaco. Y a esa manifestación de la fe del hombre, el Señor corresponde con el milagro de aquello que se le pide. Hoy, en el Evangelio, Cristo ha dejado escapar una expresión de asombro, de elogio y de reconocimiento: “¡Oh, mujer!, ¡qué grande es tu fe!” Y el Maestro no “puede” ni quiere evitar la realización del milagro: “Hágase según tus deseos”.
4.- Quizá muchos de ustedes se preguntarán: y, ¿cuál es el segundo factor que se convierte en un detonante de los milagros que realiza Cristo a parte de la fe de la persona humana?
La compasión de Cristo, es ese segundo elemento, el cual provoca la abundancia de milagros en el Evangelio.
Cuando Jesús se encuentra en sus caminos con la miseria, con el dolor, con la enfermedad, con el corazón roto del ser humano, se siente obligado a regalar el milagro. Acuérdate que en muchos casos, ni siquiera fue necesario que le formularan una petición explícita. Bastaba y sobraba la presencia del sufrimiento. Las lágrimas de la Viuda de Naím que acompaña al sepulcro a su único hijo, dos ojos apagados, un cuerpo tullido cercano a la piscina de Siloé. Y Cristo responde inmediatamente. Cristo no puede sufrir el ver sufrir al hombre.
5.- Estas dos circunstancias la fe y la compasión, provocan el encuentro entre la necesidad del hombre y las facultades de Cristo, entre el poder de Dios y la indigencia humana.
6.- Y sin embargo, hoy existen muchos pseudocristianos que le damos más importancia al milagro que a la salvación que Jesucristo nos ofrece. Cada vez son más los que en sus carpas hacen de los milagros un espectáculo, pensando que los milagros provocaran la fe en las personas y se olvidan de que en la realidad es la fe la que puede provocar un milagro del Señor.
Cada vez son más los predicadores que en la charlatanería se presentan como si fueran médicos en la televisión,… y son tantos los templos, los viejos cines y las lonas en los campos que, según ellos, deberían desplazar los hospitales de nuestra ciudad. En su propuesta deberíamos despedir a los médicos y cerrar los centros clínicos.
Yo soy el primero, junto con mis hermanos, que debo dar testimonio del poder de Cristo, puesto que en reiteradas ocasiones este se manifestó en la vida de mi madre y de mi padre. Pero, también tengo que alertar contra aquellos que desarrollan su vida religiosa bajo el signo de lo extraordinario, de lo excepcional, y en no pocas ocasiones, de lo extravagante.
Ellos se olvidan de que Dios ha querido optar por lo discreto. Recuerda que un milagro sensacional puede también llevar la marca de Satanás: el cual provoca fantasmagorías, ilusiones y engaños... A Satanás le interesa lo estruendoso y lo espectacular,… ¿te acuerdas? Él intentó anular la humanidad de Jesucristo y convertir al Hijo de Dios en un “fenómeno” que empezará a convertir piedras en panes, o bien montar una función para que así al tirarse de la parte más alta del templo, Él fuese llevado en manos de ángeles y, así la multitud en la admiración le vitoreara.
7.- Hay muchísimos milagros en la vida, les mentiría y sería injusto con Dios, nuestro Señor, si olvidara todas sus bendiciones, pero tengo que decir que la discreción suele ser la firma que lleva cada uno de los milagros divinos.
Esos cristianos hambrientos de milagros no se dan cuenta de que en el fondo son muy pobres en la fe. Su ecuación: más milagros igual a más fe, es totalmente falsa y suele ser esa también la propuesta del tentador.
8.- Tampoco debemos negar el don de Dios, pero no es en una carpa, ni en un viejo cine adaptado a un culto, en donde se tienen que dar los milagros, sino en la vida diaria.
El verdadero milagro, ¡no los espectáculos montados!, significarán siempre la libertad de Dios y no una manipulación humana.
Los milagros existen, sin lugar a dudas. Decía Gilbert Keith Chesterton que “lo más maravilloso de los milagros es que a veces suceden”.
Hay quienes niegan los milagros, tal como lo hacía David Hume, en 1748, afirmando: “Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza, y, puesto que una firme e inalterable experiencia ha establecido tales leyes, constituyen una prueba directa y decisiva en contra de la existencia de cualquier milagro”.
Sin duda, David Hume era filósofo, pero la incredulidad también existe entre los que nos llamamos cristianos. Rudolf Bultmann, es un teólogo protestante, él era luterano y afirmaba: “No puede uno hacer uso de la luz eléctrica y de la radio y creer al mismo tiempo en el mundo de espíritus y milagros del Nuevo Testamento”. ¡Fíjate! Eso piensa uno de los cristianos protestantes más reconocidos del siglo XX,... y se quedó con la luz eléctrica y la radio.
Son muchos, los que califican a los milagros como “esa espina de lo irracional”, tal y como los afirmaba Maurice Blondel.
9.- En este espacio, Dios mediante, hablaremos, sobre diferentes conversiones al catolicismo: así por ejemplo la de Chesterton, la de Marcel, la de Foucald, la de García Morentes, la de Pappini, entre otros. Hoy, al hablar sobre los milagros que Dios realiza en su libertad, quiero comentarte sobre la “reconversión” al catolicismo de un señor llamado Alexis Carrell.
“Como muchos de nuestros actuales estudiantes, el doctor Alexis Carrel había perdido la fe en las aulas de la Sorbona en París, el mismísimo lugar de donde habían salido Renán y sus compañeros.
En una ocasión en que en un viaje en tren el joven Alexis Carrel, quien había salido con los máximos honores de la carrera de medicina, tenía que pasar por Lourdes, se encontró con una extraña compañía de viaje: en los asientos de enfrente iba un matrimonio con su pequeña hija, ellos estaban tuberculosos pero su sufrimiento mayor era aquella peritonitis tuberculosa de su niña, la cual ningún médico se atrevía a operar. El joven doctor para romper el hielo y rectamente interesado en un caso clínico, les preguntó sobre el destino de su viaje, y ellos le respondieron que iban al Santuario de Lourdes a pedir la intercesión de la Virgen María y a lavar a su hija en las fuentes de la gruta de Lourdes. El joven y eminente médico, después de pedir permiso a los padres, auscultó a la niña y con seriedad les señaló que iban a perder su tiempo.
Contra el consejo de tan grandioso doctor, los papás continuaron con su viaje y llevaron a su niña llamada María Bailly al Santuario. Aquel médico no tenía prisa en llegar a un destino, por lo cual se decidió a bajar del tren también en Lourdes. Aquel matrimonio se le perdió de vista pues era demasiada gente que deambulaba alrededor del Santuario, eran las 2:30 de la tarde.
A las 2:40 de la tarde, apenas diez minutos después, Alexis Carrel creía ver visiones. Se encontró con aquel matrimonio, venían de pedirle a Dios el milagro a través de la intercesión de la Virgen, ellos habían realizado algunas abluciones. El Doctor Carrell vio que aquella niña que él había visto agonizante, y que incluso había perdido el habla, ahora le estaba hablando. El médico dice que a las 3 de la tarde, él estaba con el matrimonio y que ya habían desaparecido por completo la enfermedad, junto con la hinchazón y los dolores.
Alexis Carrell recuperó la fe, se convirtió en un fiel devoto de la Madre de Jesucristo... ¡Ah!, se me olvidaba decirte, aunque quizá sea lo menos importante,… que Alexis Carrell se dedicó al estudio de los ligamentos vasculares y al injerto de conductos sanguíneos y de órganos, por lo cual fue galardonado con el Premio Nóbel de Fisiología y Medicina en el año 1912.
Alexis escribió antes de morir una bella plegaria: “Que cada minuto de mi vida se consagre a tu servicio, Dios mío”. Se trata de aquella misma persona que un día expresó: “De la misma manera en que el cuerpo necesita del oxígeno para vivir el alma necesita de la oración”.
10.- Querido amigo: No te olvides que los milagros son signos, es decir, son sólo una anticipación del reino.
Hemos visto como hay cristianos que quieren el milagro nuestro de cada día y se olvidan que cada día es un milagro, aunque también hay aquellos que parecen no quererlos para nada.
Dejemos a Dios en la libertad plena que le corresponde, y no olvidemos que esa libertad de Dios se manifiesta también en los milagros, los cuales suelen ser conseguidos por dos factores: la fe del hombre y esa miseria humana ante la que Dios no permanece ni permanecerá nunca impasible.
“En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.
1.- Muy queridos amigos:
Hemos hablado de las debilidades en Dios, y parece ser que este Evangelio tiene como propósito mostrarnos la belleza que poseen las debilidades, entre ellas las de los hombres.
Quisiera, en este contexto, el día de hoy referir una de las mayores debilidades que puede vivir una persona en un estado normal de salud: el afecto experimentado en la paternidad y la maternidad: “Señor, ten compasión de mí: Mi hija…”. La mujer en el texto del Evangelio no está solicitando la compasión para el mal que padece su hija, sino la compasión para el mal que padece ella como madre: el mal de su hija.
2.- ¿Sabes? Hablando de esta debilidad, hoy te quiero confesar que hay una frase anónima que necesitó de un buen tiempo para que un servidor en lo personal pudiera asimilarla: El niño es el padre del hombre.
Al principio mi inexperiencia no me permitía asimilar la veracidad: ¿El niño es el padre del hombre? Hoy la comprendo y te comparto mi aprendizaje: Cuando por primera vez se vive el nacimiento de un bebé junto con el nacimiento del hijo se nace un padre, al nacer un bebé se da a luz algo que antes era inexistente en el hombre. La gestación de un niño es, en cierto modo, la gestación de un padre y de una madre: nacen en las personas dimensiones inéditas de su personalidad.
El niño es el padre del hombre. En lo personal, siempre he considerado que cuando Dios les concede a los esposos cristianos el regalo del amor fecundo les está obsequiando dos regalos que están íntimamente ligados, solo que suele acontecer que solamente uno de los regalos en ocasiones se percibe y sólo ese regalo se agradece, mientras que el segundo de los obsequios al ser ignorado no es valorado, y al no ser valorado no suele ser agradecido.
3.- El primer gran regalo que Dios nuestro Señor les concede a los esposos con el don de la paternidad es sin lugar a dudas el misterio sagrado y profundo de esa posibilidad de tener a alguien en tus brazos que es sangre de tu sangre, alguien que es vida de tu vida, un ser que es herencia de tu herencia. ¿Cómo no va a ser un regalo especial este inmenso don?
¿Y cuál es el segundo regalo? –Me preguntarán todos ustedes- El segundo obsequio que Dios les concede a aquellos que han recibido por primera vez el precioso don de la vida prolongada en la descendencia es el de un sentimiento que Dios permite que puedan experimentar un hombre y una mujer en su corazón: se trata del amor paterno y del amor materno. Este sentimiento había sido desconocido por una persona hasta que él o ella no tienen el gusto de abrazar, besar y cargar a aquel que es una proyección y una prolongación de su existencia. Es muy cierto, que las personas han conocido diferentes expresiones del amor, puede ser que casi todas, pero sí no han tenido a alguien en sus brazos que es sangre de su sangre, entonces desconocen este sentimiento que ha sido elegido por el mismo Dios para así expresarnos el amor que Él nos tiene.
4.- Alguien puede saber lo que es el amor filial si se tiene al papá o a la mamá, conoce sobre el amor fraterno si Dios le ha dado hermanos, ha experimentado el amor de amistad si hay personas que nos han ofrecido un sentimiento noble y transparente en la correspondencia, se ha vivido el amor de noviazgo cuando se ha iniciado la historia de la unión y se conoce hasta el amor esponsal cuando Dios permite que el amor de noviazgo se transforme de un amor sincero en un amor sagrado y de un amor posesivo en un amor oblativo, de un amor humano en un amor santo... pero, ¿el amor paterno y el amor materno?,... suele ser desconocido, hasta que una persona no llega a tener en sus brazos aquel o aquella que es sangre de su sangre y vida de su vida.
Es entonces cuando alguien logra experimentar ampliamente ese segundo regalo, ese sentimiento total, incondicional, espontáneo, indiscriminado y gratuito, conforme al cual, por primera vez en tu vida, preferirías que te doliera a ti algo antes que algo le doliera a tu hijo, un amor por el que darías cualquier cosa con tal de pasar tú carencias antes que ellos pasaran carencias, preferirías enfermarte tú antes que ellos se enfermaran e incluso desearías morir tú antes que ellos murieran.
El amor materno y el amor paterno es el sentimiento más incondicional que existe y Dios mismo ha encontrado en ellos, cuando son auténticos, el mejor lenguaje para comunicarnos acerca del amor que Él nos tiene.
5.- Hoy se nos paraliza el alma al escuchar la plegaria de aquella madre de familia: “Señor, mi hija está enferma”, “mi muchachita”, “mi niña”… Es tan grande el amor de un padre y de una madre, y suele ser tan grande el olvido de los hijos que no quisiera dejar de enfatizar esas nuestras enfermedades.
Decía nuestro bien recordado Amado Nervo que “la gratitud es la memoria que posee el corazón”, y conforme a la verdad que encierra este pensamiento debemos hoy afirmar que nuestra ingratitud sería equiparable a un corazón que padece una especie de amnesia.
Quisiera comentarte que una de las películas que sin duda más me impacto durante mi adolescencia fue la de “El exorcista”, aquella versión de los años ochentas. Recuerdo que cuando tuve la oportunidad de verla yo ya estaba en el Seminario, y a través de un permiso especial nos dispusimos a verla. Te quiero comentar que hay algo que nunca se me olvida: se trata de aquella escena cuando el joven sacerdote se presenta ante aquella niña personificada por Linda Blair y que estaba poseída por el demonio. El demonio que la mantenía poseída para evitar el exorcismo utiliza el mejor de sus recursos: le empieza a decir al joven sacerdote sus propios pecados. Recuerdo con claridad esa escena en la que el diablo en aquella entonces niña imita la voz de aquella viejecita que era madre del sacerdote y le dice: "Hijo ¿Por qué no me has venido a ver? Me siento muy sola".
El demonio le estaba restregando al joven sacerdote sus pecados y le recordaba su propio descuido por su madre ya anciana y sola. Recuerdo que, personalmente en mi camino ya hacia el sacerdocio me hice el firme propósito de no tener ése tipo de pecados, y de cumplir con mis deberes filiales para con mi padre y con mi madre, mientras que Dios me los conservara.
6.- ¿Sabes? El día de hoy en que a la luz del Evangelio, meditamos acerca de ese don y misterio llamado maternidad, soy el primero en reconocer que una madre siempre quiere lo mejor para sus vástagos. Recuerdo aquella sana preocupación que tenía una madre porque su hija deslumbrada era la novia de un joven que parecía no iba a tener mucho futuro. Resulta que tal jóven se convirtió en uno de los más grandes escritores ingleses de finales del siglo diecinueve y de principios del siglo veinte, y en lo personal uno de mis favoritos, converso al catolicismo: Gilbert Keith Chesterton. Chesterton no se molesta por aquella reserva que tiene la madre de su amada para con su persona, y será entonces cuando le escribirá una carta llena de sensatez a su querida Francés, quien posteriormente se convertiría en su esposa:
"Mi queridísima Francés, muy querida mía, seamos muy condescendientes y amables con las personas mayores... Tu madre, ciertamente, se hubiera preocupado también si tú te hubieras prometido al arcángel Miguel; luego, cuánto más se debe preocupar cuando te ve comprometida con alguien como yo... Yo podía haber predicho su inquietud y desasosiego: espera hasta que ella se tranquilice del todo, querida. Que Dios la consuele. Yo no quiero aventurarme...".
¿Qué mejor forma pudo haber tenido aquel joven para tranquilizar el corazón de su bien amada, que el de su propia y madura comprensión ante el rechazo de quien momentáneamente le rechazaba? ¿Y qué mejor lección podemos recibir nosotros para comprender las preocupaciones que se engendran en el corazón de una madre?
Pero parece ser que esta es precisamente esa tragedia humana de la familia que ya percibía Charles de Foucauld al afirmar que esa “tragedia no es otra que el que los hijos dejan de ser hijos y los padres nunca dejan de ser padres”
7.- Recuerdo con afecto aquella carta que Erma Bombeck le escribe a su hija en el año 1977, y que presenta un escenario más conocido del que pudiéramos imaginar, bastaría que recordáramos un poco de nuestra misma juventud:
'¡Es que tú no me quieres!' ¿Cuántas veces nos habrán espetado este reproche nuestros hijos? ¿Y cuántas, como madres o padres, nos habremos aguantado las ganas de decirles lo mucho que los queremos?
Algún día, cuando estén en edad de comprender los móviles de la conducta de una madre, les diré a mis hijos:
Te amaba lo suficiente para fastidiarte preguntando, cada vez que salías, adónde ibas, quién te acompañaba y a qué hora volverías a casa.
Te amaba lo suficiente para callarme mi opinión y dejarte descubrir por ti mismo que aquel amigo que habías escogido tan cuidadosamente era un pelmazo cualquiera.
Te amaba lo suficiente para hacerte devolver la pastilla de chocolate que ya mordías y confesar al tendero que la habías hurtado.
Te amaba lo suficiente como para estarme dos horas viendo cómo ponías en orden tu habitación, tarea que yo habría despachado en 15 minutos.
Te amaba lo suficiente para no buscar disculpas a tus impertinencias y a tus malos modales.
Te amaba lo suficiente para no tener en cuenta lo que 'todas las otras madres' hacían o decían.
Te amaba lo suficiente como para adivinar tus mentiras... y perdonártelas después de confirmarlas.
Te amaba lo suficiente para dejarte tropezar, caer y fracasar para que aprendieras a valerte por tí misma.
Te amaba lo suficiente para aceptarte tal como eres, sin pensar en lo que yo querría de ti.
Y sobre todo, te amaba lo suficiente para negarte algo a sabiendas de que me detestarías, y, ¡créeme!, eso era lo más difícil de todo.
8.- ¿Cuándo los hijos podrán comprender las razones que mueven a una madre en su conducta? ¡Cuando los hijos sean padres! ¿Cuándo las hijas podrán conocer los sentimientos que detonan las actitudes de una madre al posicionarse de esa manera en las decisiones que toman en la vida? ¡Cuando las hijas sean madres!
Cuando los hijos lleguen al otro ángulo de la vida podrán ver las cosas como ellos las miran ahora y podrán experimentar en su corazón el palpitar que ahora provoca que sus padres actúen de esa manera, y será entonces cuando asimilen la segunda parte en las lecciones que necesitamos tomar en nuestra vida para poseer la visión completa de la existencia.
Qué lástima que hoy en día existamos tantos desmemoriados del corazón. Dime ¿no es esta la peor de las amnesias?
8.- Felicidades por el doble regalo recibido de Dios en el nacimiento de tus hijos.
Cuando las personas somos niños vivimos una serie de valores que, desgraciadamente, con el transcurso de los años vamos abandonando, y es entonces que resultamos lamentablemente empobrecidos.
2.- Quiero mencionarte un conjunto de cinco valores que se suelen vivir durante nuestros primeros años de vida, y que van delineando el perfil de nuestra infancia física,… y también espiritual: En primer lugar, nuestra etapa de la infancia se caracteriza por la sencillez, ya que los niños suelen ser criaturas demasiado simples, a las que se suele tener fácilmente acceso y que suelen vivir en la total apertura, aunque en ocasiones es esto les vuelve vulnerables y desprovistos de defensas. Como una segunda característica de la niñez se ubica esa capacidad de predominio del amor, es decir un niño a pesar de las ofensas suele ofrecer el perdón o suele perdonar casi automáticamente a su momentáneo contendiente. En tercer lugar, un niño suele ser dócil y moldeable como un terreno virgen. La cuarta característica es la de la asunta debilidad de los infantes, lo cual les lleva a comprender, esa necesidad que se tiene de confiarse a alguien más fuerte o mayores que ellos, ellos tienen muy fresca la experiencia de esa necesidad en su relación para con aquellos por quienes Dios les ha dado la vida. Finalmente, un niño suele vivir a plenitud cada uno de los momentos presentes en su agenda, por lo que él no se suele desgastar, ni se complica conjugando sus verbos en otros tiempos verbales como los pretéritos o los futuros.
3.- Con el paso de los años dejamos atrás nuestro tiempo de niños y sobreviene, de forma natural e ineludible, nuestro crecimiento físico y nuestra autoconciencia y, de forma adquirida, llegan muchas de nuestras adquisiciones, tanto en el orden material como en el intelectual.
Los elementos anteriores, en la realidad de nuestra vida, no debieran inquietarnos, sino que al contrario debiéramos agradecerlos desde lo más profundo del corazón. Nuestros problemas se generan cuando todo esto lo vivimos distantes de la presencia de Dios, ya que lo anterior suele propiciar nuestra soberbia, la autosuficiencia, el orgullo, el engreimiento, la vanagloria la actitud ufana y, al mismo tiempo, suelen ser esos nuestros detonantes de los distintos conflictos que afectan la vida del hombre adulto en su relación con el hermano, con Dios, con su mundo y consigo mismo.
Los adultos hemos dejado de ser sencillos y nos hemos vuelto laberínticos,… hemos dejado de ser esas amplias calzadas de la infancia y nos hemos vuelto tan inaccesibles de tan importantes que somos, y suele ser tan difícil llegar a nosotros. Los adultos somos esos seres que hemos caído en esa complejidad que suele enredarse más con cada una de nuestras adquisiciones. A diferencia de un niño que ama y que perdona al poco rato de la ofensa recibida, un adulto suele vivir bajo el predominio del rencor y va cargando toda su vida con el lastre de sus resentimientos y de sus odios. Parece ser que los adultos no hemos comprendido que todos esos nuestros residuos nos dañan gravemente, esto no tan sólo en lo físico sino también en lo espiritual.
El adulto, en contraposición con el casi eterno presente de un niño, lejos de ocuparse de vivir ese momento presente que traen sus propias ocupaciones, suele vivir encarcelado en un pasado que no ha logrado sanar, y suele preocuparse hasta caer en la inquietud, por un porvenir que en la actualidad es solamente un proyecto y la más comprobada de las incertidumbres.
4.- El tiempo inexorable ha recorrido su curso y, durante su paso por nuestra vida, nos ha dejado distintas adquisiciones y nos ha despojado de algunas pertenencias. En la realidad hemos salido perdiendo aún cuando nademos en la aparente abundancia.
Al ir creciendo y al aumentar nuestra lejanía de Dios, es entonces que la fuerza, la estatura, la experiencia, los conocimientos, las monedas van siendo atesoradas celosamente en nuestras arcas, y nos van dejando una factura que es muy difícil de saldar. El tiempo, cuando no es contemplado a la luz de Dios, nos despoja de algunas propiedades y nos endilga esas engañosas apropiaciones.
Los adultos de nuestro tiempo somos buenos para cultivar la ciencia y nos hemos olvidado de la verdadera Sabiduría. Las gentes “grandes” nos adormecemos en los conocimientos estériles, en la abundante cultura, en el caracol de los discursos y nos vamos olvidando de esa Sabiduría que proviene solamente de Dios.
Y así en la etapa adulta todo lo queremos razonar, todo lo queremos demostrar, todo lo especulamos, y vamos perdiendo la conciencia de que existen cosas que no se razonan o que no se demuestran. Nos olvidamos que existe una serie de realidades en nuestra vida, tanto naturales como sobrenaturales, de las que quizá jamás obtendremos una explicación, y en las cuales, traspasamos las fronteras del entendimiento y nos vamos trasladando al mundo de la fe cristiana.
5.- Don Miguel de Unamuno, ciudadano de la otra España y católico muy en el fondo de su corazón, captó esta gran verdad al pedirle a Dios que le permitiera regresar a la etapa de la infancia. Se trata de un hombre tan honesto como admirable, el cual reconoce que la inexorabilidad de la existencia, como se vive en su tiempo y en la actualidad, le ha empujado a un crecimiento que él mismo no ha solicitado, pero que le ha llevado a restar, aunque aparentemente había estado sumando en su vida. He aquí el texto:
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Gracias, Padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados
en que era hijo nada más..."
6.- ¿Estas de acuerdo con Unamuno? Este mundo nos ha traído tantas sorpresas, y la mayor de ellas se vive cuando un día el niño ha dejado de ser niño. Es entonces, cuando el hombre se obstina en su búsqueda de respuestas y en todos esos cuestionamientos intelectuales.
Todos nosotros debemos ser conscientes de que existe un momento en la vida, cuando caminamos al margen de Dios, en el que las preguntas humanas de los que nos sentimos adultos ya no encuentran una respuesta aparentemente satisfactoria.
7.- Para los cristianos será nuestra fe la que iluminará nuestra propia vida, nuestras relaciones, los acontecimientos, nuestras limitaciones, nuestros naufragios, nuestros cansancios y, todas aquellas circunstancias en las que humanamente nos sintamos descorazonados. La fe en Dios funciona como esa especie de lámpara utilizada en la noche oscura de nuestros propios cuestionamientos. Si bien, es cierto que una lámpara jamás cancela la noche, también es verdad que una lámpara nos ayuda para que nuestros pies no tropiecen al caminar en la oscuridad.
La fe nos ayuda a comprender de un modo distinto pero certero, incluso aquello que humanamente nos desilusiona por provenir de la maldad y de la incoherencia. ¿Alguien podría comprender lo que están expresando y cómo lo están expresando en los medios Don Alejandro y Matilde Martí, los papás de Fernado Martí?
8.- La Sabiduría cristiana, que es un don de Dios y no una conquista orgullosa del hombre, no se puede adquirir ni con los años, ni con el dinero, ni en una universidad, ni en un aula, ni en una cátedra, ni en el mejor de los medios cibernéticos, sino solamente en la escucha de la Palabra de Dios y en la Mesa de Aquel que ha bajado del Cielo y que ha querido quedarse como Pan de la Vida. La verdadera Sabiduría es muchísimo más que los conocimientos, que la cultura y que la ciencia.
9.- ¿No lo quieres creer? Permíteme entonces hacerte algunas preguntas: “Oye tú, el erudito, que entiendes la teoría de los Quantums, que dominas la cibernética, la virtualidad y el espectro, que conoces los códigos civiles y penales a la perfección o que dominas la armonía de los espacios en la construcción,... hazme el favor de explicarle a una madre la enfermedad de su hijo nacido “down” o nacido anencefálico,... ¡Explícale!, por favor, a unos esposos que llevan años y años buscando la gestación de un bebé el porque no ha llegado,... ¡Explícale!, de una vez, a una madre joven que tiene a sus hijos en la escolaridad el porque murió su esposo en el momento en que ellos más lo necesitaban,... o bien, ¡Dáte un poco de tiempo y explícale a ése joven recién graduado! el porque le detectaron cáncer en el hígado. ¡Explícales por favor!... Tarde o temprano, cuando se da esa ausencia de Dios en la vida del hombre, la ciencia se vuelve inconciencia y la razón rebotará en la invisible frontera de la irracionalidad.
Pero, cuando vivimos conforme a la sabiduría de Dios, lejos de preguntarnos el ¿por qué? de las cosas, nos preguntamos el ¿para qué? de aquello que nos ha sucedido. Es entonces cuando comprendemos los misterios propios de nuestra naturaleza y los misterios sobrenaturales que Dios ha querido legarnos y confiarnos en su Hijo muy amado.
10.- Esta es la enseñanza del Evangelio de este día, que si fuere mal interpretado podría provocar tantos resquemores en no pocos. ¿Porqué hacer distingos entre los que son llamados hijos y aquellos que son llamados perritos?
Lo que aquella mujer comprendió es sencillo a la luz de la auténtica fe: que Jesús mismo se volvió sencillo, y que Él es ese Pan que los que fueron hijos tiraron con desdén de la mesa del Padre. Ella comprendió que de ese Pan podemos comer todos, pero solamente si logramos un día ser humildes, si es que acaso no nos da vergüenza tomarlo del suelo, de entre los pies de aquellos que en la historia y en el presente han sido altaneros, de aquellos que se ha creído sabios y poderosos sin Dios y contra Dios, nuestro Padre.
Aquella mujer llegó a comprender que la dicha verdadera para el hombre está en ser solamente el perrito de Dios, el pobrecillo, el más pequeño de sus hijos.
II - LA EDAD DEL MUNDO.
“En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
1.- Muy queridos amigos:
Resulta triste el constatar que los hijos hemos tirado el Pan de la Mesa, y ojalá que no olvidemos que sólo aquellos que viven la sencillez podrán recibir el beneficio del Pan de la Vida divina.
2.- Hemos hablado acerca del niño y del adulto, pero alguna vez se han preguntado: ¿Cuál es la edad de la humanidad? ¿Cuántos años tiene el ser humano?
El sacerdote español Juan Mateos al concluir el siglo pasado escribió uno de sus últimos libros: “veintiún años”. En él nos habla sobre la nueva edad del mundo, y en dónde a cada centuria le ubica en un año del mundo cristiano.
Juan Mateos en “Veintiún años” refiere la infancia en el primer milenio, como si fuera un equivalente a los primeros diez años de vida en la cultura cristiana; la etapa rebelde, por su parte, la ubica del siglo XVI en adelante. Los dieciocho años o el siglo XVIII, menciona, fue el tiempo en que la humanidad solicitaba el reconocimiento de su mayoría de edad. Hoy, dice, la humanidad ha cumplido los 21 años y se siente absolutamente independiente, pregonando a los cuatro vientos el no tener necesidad de Dios en lo absoluto.
Te preguntarás tú: ¿Alguien sabe cuál es la edad de la cultura cristiana?
3.- Sobre la edad de la humanidad, existe una diferencia de apreciación en el juicio de la historia, en lo anterior al siglo XVII y en lo posterior al mismo.
Antes del siglo XVII, se juzgaban los tiempos más primitivos como si fueran esa edad de oro o una especie de era de ensoñación, y se ubicaban los tiempos recientes como si fueran una edad en franca decadencia.
La generosidad, el desinterés, el heroísmo, el dominio de sí en el hombre parecían ser los elementos fundamentales que servían para emitir un juicio valorativo. Como una muestra nos bastaría recuperar en nuestra memoria ese capítulo 11 de la primera parte del Quijote de la Mancha en donde el Ingenioso Hidalgo endilgó el siguiente discurso a aquellos cabreros atónitos:
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombres de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes”.
4.- Con el paso del tiempo el pensamiento también cambió. Será a partir del siglo XVII, en donde se inicia un juicio inverso: Los tiempos primitivos se juzgaron con los materiales más rudimentarios y de más escaso valor: la edad de piedra, de hierro,... hasta llegar progresivamente a la autoproclamada edad de las luces.
Y sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Cuál es la decadencia y cuál es la plenitud? ¿Los tiempos antiguos eran mejores o lo son los recientes? Sabemos que todos los tiempos traen consigo sus virtudes y sus propias limitaciones.
En el origen de las especies de 1859, Charles Darwin terminó de cambiar la visión de la humanidad. Antes de él se proclamaba que los tiempos antiguos eran perfectos y que después el hombre había caído en degradación.
A partir del 1859 se presenta la teoría inversa: Los tiempos primitivos eran de costumbres rudimentarias, el hombre permanecía en formas pre-humanas, pero con el paso del tiempo el hombre se fue perfeccionando.
El mismo Voltaire, en el siglo XVII, se reía de Adán en su obra: “El Mundano”:
“ Mi muy querido Adán, mi glotón, mi buen padre,
cuéntame en qué pasabas el tiempo en el Edén,
¿trabajabas tal vez para tus necios hijos?,
¿acaso acariciabas a doña Eva, mi madre?
Reconoced, pardiez, que tenían los dos
Uñas bastantes grandes, algo negras y sucias,
Los cabellos hirsutos y mal distribuidos,
La tez más bien oscura, la piel gris y curtida.
En dónde no hay limpieza el amor más feliz
Deja de ser amor: es vil necesidad.
De su bella aventura bien pronto fatigados,
Debajo de una encina comen con elegancia
Una cena compuesta de agua, mijo y bellotas;
Se echan luego a dormir sobre la tierra dura:
Éste era el puro estado de naturaleza.”
5.- ¿Cuál puede, entonces, ser considerada la edad de oro y cual la edad de hierro? En el siglo XVIII la Edad de Oro fue erradicada de la antigüedad, fue ubicada en su momentáneo presente y lanzada hacia el futuro: Recuerda que Marx en el siglo XIX esperaba también una edad de Oro.
Los, así llamados, ilustrados bautizaron al siglo XVIII como el siglo de las luces. Voltaire decía: “el hombre del siglo XVIII vale más que sus antepasados porque hoy se tienen mejores costumbres que antaño, más cortesía, más luces, más humanidad”. ¿Será?
Pero,... ¿se habrá preguntado?: ¿Qué puede ser considerado como mejores costumbres? ¿Qué es tener más luces y que es tener más humanidad?
Es aquí en donde se acuña el término moderno y el concepto progreso,… y otras nuevas terminologías para poder juzgarnos mejores los modernos en relación a las generaciones pasadas.
6.- Sin embargo, el día de hoy, Voltaire, podría recibir una sopa de su propio chocolate. En el momento presente nos podríamos reír de Voltaire y decirle que aunque él viviera en un palacio real o en una majestuosa construcción, nunca iba a tener la amplia variedad de platillos de la que disponemos el día de hoy al entrar a un solo restaurante. Le podríamos decir que ni viajando durante un año en el siglo XVIII él podría ver tanta variedad de productos como los que miramos hoy día al entrar una hora a un supermercado.
7.- Hoy, el hombre ufano también se burla de sus antepasados, y el día de mañana, otros exactamente con los mismos criterios se burlaran de nosotros, y así será per saecula saeculorum. Carlos Durón ya aseveraba sin clemencia:
A pesar de que era rico, George Washington nunca tuvo una aspirina a la mano cuando le dolía la cabeza. Thomas Jefferson nunca tuvo a su alcance un taxi cuando debía llegar con premura a alguna parte. Benjamín Franklin jamás se imaginó hablar por teléfono. William Shakespeare nunca tuvo ni una máquina para escribir, ni mucho menos una computadora portátil. Los Vikingos que cruzaron el Atlántico no tenían a la mano brújulas. Cristobal Colón no llevó en sus carabelas comida enlatada. Alejandro el Grande, por más grande que fuera, no podía pedir una pizza por teléfono. Beethoven no tenía Discos Compactos ni Minidisks. Mozart nunca pudo grabar sus composiciones, ni escuchar una reproducción digital de ellas. El gran Napoleón nunca tuvo una barra antisudoral. Julio César nunca fue al cine…
8.- Te preguntarás: ¿Hacia dónde pretende este cura llegar?
Me interesa que reflexionemos sobre: ¿Cuál puede ser un criterio de juicio realmente sensato en nuestra vida? Hoy se habla de una nueva ubicación en la historia de la humanidad. Más allá de un nuevo siglo y milenio, hace varios años se bautizó a nuestra propuesta con el nombre de post-moderno, y hoy en día ya se habla de la ultramodernidad,... ¿qué seguirá?
9.- ¿Saben? Me regalaron el texto de una conferencia que dictó el sacerdote español: Melchor Sánchez de Toca Alameda, Oficial Mayor del Pontificio Consejo de Cultura en España, el tema: la Modernidad, Post-Modernidad y los Valores Cristianos, en la cual narraba una anécdota interesante.
Del Príncipe Eszterházy, el hombre más rico del imperio de los Hasburgo en el s. XVIII se cuenta que disponía de una orquesta de cámara completa –cuyo director era Franz Joseph Haydn-, siempre preparada para acudir a su llamada en cualquier momento del día o de la noche, cuando el señor conde padeciese insomnio. Por supuesto que la orquesta tardaba alguna hora en reunirse e implementar sus instrumentos.
Cualquiera de nosotros, con menos recursos que este príncipe, tiene más posibilidades que él. Basta un disco compacto y un aparato de música, y tenemos a disposición, con sólo apretar un botón, en mucho menos tiempo mucha más música de la que jamás pudo soñar aquel gran señor que tenía tanto dinero. ¡Ni siquiera él podía reunir en un minuto su orquesta!
10.- Pero, regresemos a la pregunta de este domingo: ¿Cuál es la edad actual de la humanidad? ¿Cuál puede ser verdaderamente la edad de oro?
¿Acaso son los tiempos que vivimos? Creo que, muchas veces, hemos juzgado con criterios injustos, o por lo menos parciales.
¿A qué le llamamos dorado? ¿A un hombre que ha expulsado a Dios de sus ambientes? ¿Es dorado un tiempo en el que el hombre en su sexualidad ha llegado a prácticas de sodomía y hasta de bestialidad? Yo sé que todos los tiempos han tenido sus vicios y sus deficiencias, el problema es que en nuestro tiempo se quiere, que les ofrezcamos una carta de ciudadanía a los vicios y a las deficiencias.
¿Puedes llamársele edad de oro al que fue el siglo de Hiroshima y Nagasaki? ¿Al siglo de Auschwitz y los Balcanes? ¿Es el siglo de Oro este otro nuevo siglo en el que el tráfico de narcóticos y el secuestro se han convertido en el “negocio” más próspero? ¿Éste siglo en el que la máxima preocupación de la Organización Mundial de la Salud es esa enfermedad llamada depresión, en la que tantas gentes denotan la carencia de valores?
¿Puedes llamarle el siglo de oro a este nuevo tiempo en que el hombre sigue queriendo ser dios y decidir quien vive y quien muere? ¿Podría ser la Moderna Leyenda Dorada, un tiempo con tan alto índice de suicidios o con tanto espectro de soledad en el corazón del hombre? ¿Es el siglo de oro el tiempo de la muerte de los ideales y del vacío de sentido? ¿Es el siglo de Oro este tiempo del permisivismo, de relativismo y de consumismo?
¿Fue el siglo XX el siglo de Oro? Un tiempo en que se mueren por sus excesos: Jim Morrison, Jimi Hendrix, Andy Gibb, Elvis Presley, Marilyn Monroe, Kurt Cobain? ¿Son esas nuestras aspiraciones?... ¿O es Amy Whinehouse nuestro nuevo modelo?
¿Es la edad dorada un tiempo en el que las Personas se encuentran con el bolsillo lleno pero con el corazón vacío? ¿Un tiempo en el que el cuerpo es rico, pero en el que las almas son las pobres?
No nos hemos dado cuenta de que más nos vale ser paupérrimos del bolsillo que menesterosos del alma.
11.- Hoy el mundo ha cumplido sus veintiún años y se sacude las tutelas. Que esté maduro o no, es otra cuestión, pero nuestra sociedad se considera capaz de enfrentarse a sus problemas. El hombre maneja cromosomas para orientar la herencia, envía satélites para controlar ciclones y pretende crear la vida.
La religión parece que es poco atractiva. El hombre no le pide permisos ni a Dios ni a la religión, dice que el terreno es suyo y se considera autónomo. Este hombre, que mucho tiempo, se consideró hijo, ha tirado el Pan de Dios de su mesa y, solamente aquellos que sean sencillos recogerán del suelo lo que un hombre que se cree adulto ha tirado de la mesa en su soberbia.
III - LOS MILAGROS DE LA FE.
“Aquella mujer se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija”.
1.- Muy queridos amigos:
Resulta preciso que este domingo aclaremos una cierta ambigüedad que caracteriza el ministerio salvífico de nuestro Señor Jesucristo.
Por un lado, a nadie le puede resultar extraño encontrarse con los relatos evangélicos que nos hablen de los muchos milagros que realiza. Podemos decir que todo el Evangelio está esmaltado de milagros. El itinerario de Jesucristo está señalado por los acontecimientos prodigiosos: conversión de agua en vino, multiplicación de panes, paralíticos que se ponen de pie, tempestades aplacadas, redes que se llenan de peces, manos secas que se llenan de vida, ojos sumergidos en la oscuridad que de pronto contemplan la luz, los muertos que resucitan...
Pero, por el otro lado, Jesucristo, en cierto sentido pareciera ser enemigo de los milagros. El Señor puede multiplicar los prodigios pero no quiere que su ministerio sea confundido con la actividad de un taumaturgo. La razón de que el Señor, en abundantes ocasiones, prohíba propagandear sus milagros, estriba en esa voluntad que tiene de que no caigamos en la más lamentable de las confusiones: Jesucristo vino a este mundo a traernos la salvación eterna, no a hacer milagros.
2.- Él no vino a quitarle el empleo al médico, ni al panadero, ni a los pescadores, ni a los comerciantes, ni a los restauranteros... Jesucristo viene a ofrecer la vida eterna, y los milagros que realiza no son sino la manifestación de que, Aquél que tiene el pleno dominio sobre la vida biológica, también lo tiene sobre la vida eterna. Recuerda aquel pasaje de san Marcos en que Jesús manifiesta: “pues para que se den cuenta de que el Hijo del Hombre tiene el poder para perdonar los pecados. A ti te digo: Toma tu camilla y vete a tu casa.”
Jesucristo evita todo sensacionalismo, Él se niega a lo sólo espectacular.
Podemos decir que los milagros que realiza, le son arrancados literalmente al Señor, se los roban.
Sin embargo, aunado a la comprensión de lo anteriormente referido, es necesario conocer que existen dos situaciones que son capaces de hacer explotar mayúsculamente el poder divino que posee el Señor Jesucristo.
3.- En primer lugar se encuentra la fe del que lo pide. Un rostro que implora con fe auténtica es una escena ante la que Cristo no puede resistirse. Digamos que es como su punto flaco. Y a esa manifestación de la fe del hombre, el Señor corresponde con el milagro de aquello que se le pide. Hoy, en el Evangelio, Cristo ha dejado escapar una expresión de asombro, de elogio y de reconocimiento: “¡Oh, mujer!, ¡qué grande es tu fe!” Y el Maestro no “puede” ni quiere evitar la realización del milagro: “Hágase según tus deseos”.
4.- Quizá muchos de ustedes se preguntarán: y, ¿cuál es el segundo factor que se convierte en un detonante de los milagros que realiza Cristo a parte de la fe de la persona humana?
La compasión de Cristo, es ese segundo elemento, el cual provoca la abundancia de milagros en el Evangelio.
Cuando Jesús se encuentra en sus caminos con la miseria, con el dolor, con la enfermedad, con el corazón roto del ser humano, se siente obligado a regalar el milagro. Acuérdate que en muchos casos, ni siquiera fue necesario que le formularan una petición explícita. Bastaba y sobraba la presencia del sufrimiento. Las lágrimas de la Viuda de Naím que acompaña al sepulcro a su único hijo, dos ojos apagados, un cuerpo tullido cercano a la piscina de Siloé. Y Cristo responde inmediatamente. Cristo no puede sufrir el ver sufrir al hombre.
5.- Estas dos circunstancias la fe y la compasión, provocan el encuentro entre la necesidad del hombre y las facultades de Cristo, entre el poder de Dios y la indigencia humana.
6.- Y sin embargo, hoy existen muchos pseudocristianos que le damos más importancia al milagro que a la salvación que Jesucristo nos ofrece. Cada vez son más los que en sus carpas hacen de los milagros un espectáculo, pensando que los milagros provocaran la fe en las personas y se olvidan de que en la realidad es la fe la que puede provocar un milagro del Señor.
Cada vez son más los predicadores que en la charlatanería se presentan como si fueran médicos en la televisión,… y son tantos los templos, los viejos cines y las lonas en los campos que, según ellos, deberían desplazar los hospitales de nuestra ciudad. En su propuesta deberíamos despedir a los médicos y cerrar los centros clínicos.
Yo soy el primero, junto con mis hermanos, que debo dar testimonio del poder de Cristo, puesto que en reiteradas ocasiones este se manifestó en la vida de mi madre y de mi padre. Pero, también tengo que alertar contra aquellos que desarrollan su vida religiosa bajo el signo de lo extraordinario, de lo excepcional, y en no pocas ocasiones, de lo extravagante.
Ellos se olvidan de que Dios ha querido optar por lo discreto. Recuerda que un milagro sensacional puede también llevar la marca de Satanás: el cual provoca fantasmagorías, ilusiones y engaños... A Satanás le interesa lo estruendoso y lo espectacular,… ¿te acuerdas? Él intentó anular la humanidad de Jesucristo y convertir al Hijo de Dios en un “fenómeno” que empezará a convertir piedras en panes, o bien montar una función para que así al tirarse de la parte más alta del templo, Él fuese llevado en manos de ángeles y, así la multitud en la admiración le vitoreara.
7.- Hay muchísimos milagros en la vida, les mentiría y sería injusto con Dios, nuestro Señor, si olvidara todas sus bendiciones, pero tengo que decir que la discreción suele ser la firma que lleva cada uno de los milagros divinos.
Esos cristianos hambrientos de milagros no se dan cuenta de que en el fondo son muy pobres en la fe. Su ecuación: más milagros igual a más fe, es totalmente falsa y suele ser esa también la propuesta del tentador.
8.- Tampoco debemos negar el don de Dios, pero no es en una carpa, ni en un viejo cine adaptado a un culto, en donde se tienen que dar los milagros, sino en la vida diaria.
El verdadero milagro, ¡no los espectáculos montados!, significarán siempre la libertad de Dios y no una manipulación humana.
Los milagros existen, sin lugar a dudas. Decía Gilbert Keith Chesterton que “lo más maravilloso de los milagros es que a veces suceden”.
Hay quienes niegan los milagros, tal como lo hacía David Hume, en 1748, afirmando: “Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza, y, puesto que una firme e inalterable experiencia ha establecido tales leyes, constituyen una prueba directa y decisiva en contra de la existencia de cualquier milagro”.
Sin duda, David Hume era filósofo, pero la incredulidad también existe entre los que nos llamamos cristianos. Rudolf Bultmann, es un teólogo protestante, él era luterano y afirmaba: “No puede uno hacer uso de la luz eléctrica y de la radio y creer al mismo tiempo en el mundo de espíritus y milagros del Nuevo Testamento”. ¡Fíjate! Eso piensa uno de los cristianos protestantes más reconocidos del siglo XX,... y se quedó con la luz eléctrica y la radio.
Son muchos, los que califican a los milagros como “esa espina de lo irracional”, tal y como los afirmaba Maurice Blondel.
9.- En este espacio, Dios mediante, hablaremos, sobre diferentes conversiones al catolicismo: así por ejemplo la de Chesterton, la de Marcel, la de Foucald, la de García Morentes, la de Pappini, entre otros. Hoy, al hablar sobre los milagros que Dios realiza en su libertad, quiero comentarte sobre la “reconversión” al catolicismo de un señor llamado Alexis Carrell.
“Como muchos de nuestros actuales estudiantes, el doctor Alexis Carrel había perdido la fe en las aulas de la Sorbona en París, el mismísimo lugar de donde habían salido Renán y sus compañeros.
En una ocasión en que en un viaje en tren el joven Alexis Carrel, quien había salido con los máximos honores de la carrera de medicina, tenía que pasar por Lourdes, se encontró con una extraña compañía de viaje: en los asientos de enfrente iba un matrimonio con su pequeña hija, ellos estaban tuberculosos pero su sufrimiento mayor era aquella peritonitis tuberculosa de su niña, la cual ningún médico se atrevía a operar. El joven doctor para romper el hielo y rectamente interesado en un caso clínico, les preguntó sobre el destino de su viaje, y ellos le respondieron que iban al Santuario de Lourdes a pedir la intercesión de la Virgen María y a lavar a su hija en las fuentes de la gruta de Lourdes. El joven y eminente médico, después de pedir permiso a los padres, auscultó a la niña y con seriedad les señaló que iban a perder su tiempo.
Contra el consejo de tan grandioso doctor, los papás continuaron con su viaje y llevaron a su niña llamada María Bailly al Santuario. Aquel médico no tenía prisa en llegar a un destino, por lo cual se decidió a bajar del tren también en Lourdes. Aquel matrimonio se le perdió de vista pues era demasiada gente que deambulaba alrededor del Santuario, eran las 2:30 de la tarde.
A las 2:40 de la tarde, apenas diez minutos después, Alexis Carrel creía ver visiones. Se encontró con aquel matrimonio, venían de pedirle a Dios el milagro a través de la intercesión de la Virgen, ellos habían realizado algunas abluciones. El Doctor Carrell vio que aquella niña que él había visto agonizante, y que incluso había perdido el habla, ahora le estaba hablando. El médico dice que a las 3 de la tarde, él estaba con el matrimonio y que ya habían desaparecido por completo la enfermedad, junto con la hinchazón y los dolores.
Alexis Carrell recuperó la fe, se convirtió en un fiel devoto de la Madre de Jesucristo... ¡Ah!, se me olvidaba decirte, aunque quizá sea lo menos importante,… que Alexis Carrell se dedicó al estudio de los ligamentos vasculares y al injerto de conductos sanguíneos y de órganos, por lo cual fue galardonado con el Premio Nóbel de Fisiología y Medicina en el año 1912.
Alexis escribió antes de morir una bella plegaria: “Que cada minuto de mi vida se consagre a tu servicio, Dios mío”. Se trata de aquella misma persona que un día expresó: “De la misma manera en que el cuerpo necesita del oxígeno para vivir el alma necesita de la oración”.
10.- Querido amigo: No te olvides que los milagros son signos, es decir, son sólo una anticipación del reino.
Hemos visto como hay cristianos que quieren el milagro nuestro de cada día y se olvidan que cada día es un milagro, aunque también hay aquellos que parecen no quererlos para nada.
Dejemos a Dios en la libertad plena que le corresponde, y no olvidemos que esa libertad de Dios se manifiesta también en los milagros, los cuales suelen ser conseguidos por dos factores: la fe del hombre y esa miseria humana ante la que Dios no permanece ni permanecerá nunca impasible.
IV - LA DEBILIDAD DE LOS PADRES.
“En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.
1.- Muy queridos amigos:
Hemos hablado de las debilidades en Dios, y parece ser que este Evangelio tiene como propósito mostrarnos la belleza que poseen las debilidades, entre ellas las de los hombres.
Quisiera, en este contexto, el día de hoy referir una de las mayores debilidades que puede vivir una persona en un estado normal de salud: el afecto experimentado en la paternidad y la maternidad: “Señor, ten compasión de mí: Mi hija…”. La mujer en el texto del Evangelio no está solicitando la compasión para el mal que padece su hija, sino la compasión para el mal que padece ella como madre: el mal de su hija.
2.- ¿Sabes? Hablando de esta debilidad, hoy te quiero confesar que hay una frase anónima que necesitó de un buen tiempo para que un servidor en lo personal pudiera asimilarla: El niño es el padre del hombre.
Al principio mi inexperiencia no me permitía asimilar la veracidad: ¿El niño es el padre del hombre? Hoy la comprendo y te comparto mi aprendizaje: Cuando por primera vez se vive el nacimiento de un bebé junto con el nacimiento del hijo se nace un padre, al nacer un bebé se da a luz algo que antes era inexistente en el hombre. La gestación de un niño es, en cierto modo, la gestación de un padre y de una madre: nacen en las personas dimensiones inéditas de su personalidad.
El niño es el padre del hombre. En lo personal, siempre he considerado que cuando Dios les concede a los esposos cristianos el regalo del amor fecundo les está obsequiando dos regalos que están íntimamente ligados, solo que suele acontecer que solamente uno de los regalos en ocasiones se percibe y sólo ese regalo se agradece, mientras que el segundo de los obsequios al ser ignorado no es valorado, y al no ser valorado no suele ser agradecido.
3.- El primer gran regalo que Dios nuestro Señor les concede a los esposos con el don de la paternidad es sin lugar a dudas el misterio sagrado y profundo de esa posibilidad de tener a alguien en tus brazos que es sangre de tu sangre, alguien que es vida de tu vida, un ser que es herencia de tu herencia. ¿Cómo no va a ser un regalo especial este inmenso don?
¿Y cuál es el segundo regalo? –Me preguntarán todos ustedes- El segundo obsequio que Dios les concede a aquellos que han recibido por primera vez el precioso don de la vida prolongada en la descendencia es el de un sentimiento que Dios permite que puedan experimentar un hombre y una mujer en su corazón: se trata del amor paterno y del amor materno. Este sentimiento había sido desconocido por una persona hasta que él o ella no tienen el gusto de abrazar, besar y cargar a aquel que es una proyección y una prolongación de su existencia. Es muy cierto, que las personas han conocido diferentes expresiones del amor, puede ser que casi todas, pero sí no han tenido a alguien en sus brazos que es sangre de su sangre, entonces desconocen este sentimiento que ha sido elegido por el mismo Dios para así expresarnos el amor que Él nos tiene.
4.- Alguien puede saber lo que es el amor filial si se tiene al papá o a la mamá, conoce sobre el amor fraterno si Dios le ha dado hermanos, ha experimentado el amor de amistad si hay personas que nos han ofrecido un sentimiento noble y transparente en la correspondencia, se ha vivido el amor de noviazgo cuando se ha iniciado la historia de la unión y se conoce hasta el amor esponsal cuando Dios permite que el amor de noviazgo se transforme de un amor sincero en un amor sagrado y de un amor posesivo en un amor oblativo, de un amor humano en un amor santo... pero, ¿el amor paterno y el amor materno?,... suele ser desconocido, hasta que una persona no llega a tener en sus brazos aquel o aquella que es sangre de su sangre y vida de su vida.
Es entonces cuando alguien logra experimentar ampliamente ese segundo regalo, ese sentimiento total, incondicional, espontáneo, indiscriminado y gratuito, conforme al cual, por primera vez en tu vida, preferirías que te doliera a ti algo antes que algo le doliera a tu hijo, un amor por el que darías cualquier cosa con tal de pasar tú carencias antes que ellos pasaran carencias, preferirías enfermarte tú antes que ellos se enfermaran e incluso desearías morir tú antes que ellos murieran.
El amor materno y el amor paterno es el sentimiento más incondicional que existe y Dios mismo ha encontrado en ellos, cuando son auténticos, el mejor lenguaje para comunicarnos acerca del amor que Él nos tiene.
5.- Hoy se nos paraliza el alma al escuchar la plegaria de aquella madre de familia: “Señor, mi hija está enferma”, “mi muchachita”, “mi niña”… Es tan grande el amor de un padre y de una madre, y suele ser tan grande el olvido de los hijos que no quisiera dejar de enfatizar esas nuestras enfermedades.
Decía nuestro bien recordado Amado Nervo que “la gratitud es la memoria que posee el corazón”, y conforme a la verdad que encierra este pensamiento debemos hoy afirmar que nuestra ingratitud sería equiparable a un corazón que padece una especie de amnesia.
Quisiera comentarte que una de las películas que sin duda más me impacto durante mi adolescencia fue la de “El exorcista”, aquella versión de los años ochentas. Recuerdo que cuando tuve la oportunidad de verla yo ya estaba en el Seminario, y a través de un permiso especial nos dispusimos a verla. Te quiero comentar que hay algo que nunca se me olvida: se trata de aquella escena cuando el joven sacerdote se presenta ante aquella niña personificada por Linda Blair y que estaba poseída por el demonio. El demonio que la mantenía poseída para evitar el exorcismo utiliza el mejor de sus recursos: le empieza a decir al joven sacerdote sus propios pecados. Recuerdo con claridad esa escena en la que el diablo en aquella entonces niña imita la voz de aquella viejecita que era madre del sacerdote y le dice: "Hijo ¿Por qué no me has venido a ver? Me siento muy sola".
El demonio le estaba restregando al joven sacerdote sus pecados y le recordaba su propio descuido por su madre ya anciana y sola. Recuerdo que, personalmente en mi camino ya hacia el sacerdocio me hice el firme propósito de no tener ése tipo de pecados, y de cumplir con mis deberes filiales para con mi padre y con mi madre, mientras que Dios me los conservara.
6.- ¿Sabes? El día de hoy en que a la luz del Evangelio, meditamos acerca de ese don y misterio llamado maternidad, soy el primero en reconocer que una madre siempre quiere lo mejor para sus vástagos. Recuerdo aquella sana preocupación que tenía una madre porque su hija deslumbrada era la novia de un joven que parecía no iba a tener mucho futuro. Resulta que tal jóven se convirtió en uno de los más grandes escritores ingleses de finales del siglo diecinueve y de principios del siglo veinte, y en lo personal uno de mis favoritos, converso al catolicismo: Gilbert Keith Chesterton. Chesterton no se molesta por aquella reserva que tiene la madre de su amada para con su persona, y será entonces cuando le escribirá una carta llena de sensatez a su querida Francés, quien posteriormente se convertiría en su esposa:
"Mi queridísima Francés, muy querida mía, seamos muy condescendientes y amables con las personas mayores... Tu madre, ciertamente, se hubiera preocupado también si tú te hubieras prometido al arcángel Miguel; luego, cuánto más se debe preocupar cuando te ve comprometida con alguien como yo... Yo podía haber predicho su inquietud y desasosiego: espera hasta que ella se tranquilice del todo, querida. Que Dios la consuele. Yo no quiero aventurarme...".
¿Qué mejor forma pudo haber tenido aquel joven para tranquilizar el corazón de su bien amada, que el de su propia y madura comprensión ante el rechazo de quien momentáneamente le rechazaba? ¿Y qué mejor lección podemos recibir nosotros para comprender las preocupaciones que se engendran en el corazón de una madre?
Pero parece ser que esta es precisamente esa tragedia humana de la familia que ya percibía Charles de Foucauld al afirmar que esa “tragedia no es otra que el que los hijos dejan de ser hijos y los padres nunca dejan de ser padres”
7.- Recuerdo con afecto aquella carta que Erma Bombeck le escribe a su hija en el año 1977, y que presenta un escenario más conocido del que pudiéramos imaginar, bastaría que recordáramos un poco de nuestra misma juventud:
'¡Es que tú no me quieres!' ¿Cuántas veces nos habrán espetado este reproche nuestros hijos? ¿Y cuántas, como madres o padres, nos habremos aguantado las ganas de decirles lo mucho que los queremos?
Algún día, cuando estén en edad de comprender los móviles de la conducta de una madre, les diré a mis hijos:
Te amaba lo suficiente para fastidiarte preguntando, cada vez que salías, adónde ibas, quién te acompañaba y a qué hora volverías a casa.
Te amaba lo suficiente para callarme mi opinión y dejarte descubrir por ti mismo que aquel amigo que habías escogido tan cuidadosamente era un pelmazo cualquiera.
Te amaba lo suficiente para hacerte devolver la pastilla de chocolate que ya mordías y confesar al tendero que la habías hurtado.
Te amaba lo suficiente como para estarme dos horas viendo cómo ponías en orden tu habitación, tarea que yo habría despachado en 15 minutos.
Te amaba lo suficiente para no buscar disculpas a tus impertinencias y a tus malos modales.
Te amaba lo suficiente para no tener en cuenta lo que 'todas las otras madres' hacían o decían.
Te amaba lo suficiente como para adivinar tus mentiras... y perdonártelas después de confirmarlas.
Te amaba lo suficiente para dejarte tropezar, caer y fracasar para que aprendieras a valerte por tí misma.
Te amaba lo suficiente para aceptarte tal como eres, sin pensar en lo que yo querría de ti.
Y sobre todo, te amaba lo suficiente para negarte algo a sabiendas de que me detestarías, y, ¡créeme!, eso era lo más difícil de todo.
8.- ¿Cuándo los hijos podrán comprender las razones que mueven a una madre en su conducta? ¡Cuando los hijos sean padres! ¿Cuándo las hijas podrán conocer los sentimientos que detonan las actitudes de una madre al posicionarse de esa manera en las decisiones que toman en la vida? ¡Cuando las hijas sean madres!
Cuando los hijos lleguen al otro ángulo de la vida podrán ver las cosas como ellos las miran ahora y podrán experimentar en su corazón el palpitar que ahora provoca que sus padres actúen de esa manera, y será entonces cuando asimilen la segunda parte en las lecciones que necesitamos tomar en nuestra vida para poseer la visión completa de la existencia.
Qué lástima que hoy en día existamos tantos desmemoriados del corazón. Dime ¿no es esta la peor de las amnesias?
8.- Felicidades por el doble regalo recibido de Dios en el nacimiento de tus hijos.
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