“Se debe poder oír a Dios de habla”, según un artículo de L'Osservatore Romano
CIUDAD DEL VATICANO, martes 19 de agosto de 2008 (ZENIT.org).- Coherencia con la propia vida y concreción en el mensaje, son los dos aspectos necesarios para que una homilía consiga su propósito de comunicar. Es el consejo que propone el sacerdote experto en comunicación Dario Edoardo Viganò, en un artículo publicado el pasado 13 de agosto en L'Osservatore Romano.
El autor aborda la realización de la homilía desde el punto de vista comunicativo, un tema "complejo", ya que "no se trata de copiar o adaptar las formas discursivas más difundidas en el panorama mediático".
No se trata, por tanto, de realizar una clasificación de tipos de homilía desde el punto de vista meramente comunicativo, "desde las homilías 'spot' a las homilías 'blog' (tipo diario), de las homilías hipertextuales (con conexiones audaces de argumentos distantes) a las homilías "chakra" (o narraciones 'new age' de sugerencias fuertes y significados vagos)".
En la praxis homilética no están en juego aspectos meramente instrumentales, sino "el perfil de una comunicación que es sacramental", y en la que "se debe poder oír a Dios que habla".
"Hablar de la homilía, por tanto, significar ser conscientes de que está hecha de complejidad y de belleza. Aunque haya sido marginada, maltratada, a veces complicada o clericalizada, o a veces sugestiva y acertada, la homilía representa en cualquier caso un verdadero eje esencial e irrenunciable de la liturgia".
Viganò explica que la homilía es, ante todo, un juego comunicativo de "complejidad fascinante" y al mismo tiempo de "cautivadora excentricidad", sobre el cual sería excesivamente reductivo aplicar la típica tipología del lenguaje.
"No faltan estudios empeñados en desarrollar una sistemática, casi una metodología de la homilía", añade. "Existen desde antiguo los diccionarios de homilética, textos que sugieren métodos de preparación a partir de diferentes modelos de homilías, incluso esquemas ya preparados".
A pesar de ello, no existe, según Viganò, un "modelo" de homilía, sino que "el juego de la homilía debe ser concebido como la escucha común y compartida de la Revelación que llega a través de la Palabra y de la historia".
"Aún más, se trata de una gran ocasión de recomponer y reconocer la memoria, las identidades personales y colectivas, y por otro lado, de orientar los proyectos y recorridos de la acción social".
Algunos consejos
A pesar de esta complejidad, Viganò señala dos aspectos importantes para que la homilía consiga su propósito comunicativo: la coherencia con la propia vida del predicador, y la brevedad y concreción del mensaje.
Tomando una frase de san Bernardino de Siena, patrono de los publicistas, Viganò insiste en que la clave está en la claridad de la homilía: "Que el predicador hable muy, muy clarito, para que el que escucha se vaya contento e iluminado, y no deslumbrado".
Respecto a la coherencia, el autor recuerda una frase del filósofo danés Søren Kierkegaard, quien advertía que "la diferencia entre un pastor y un actor es precisamente el momento existencial, que el pastor sea pobre cuando predica la pobreza, que sea escarnecido cuando exhorta a soportar el escarnio. Mientras que el actor tiene la tarea de engañar eliminando el momento existencial, el predicador tiene precisamente el deber, en el sentido más profundo, de predicar con su propia vida".
Sobre la brevedad, Viganò explica que se trata de evitar tanto las "homilías inexistentes" como las "homilías sin fin".
"San Francisco exhortaba a sus frailes a que en la predicación usaran palabras ponderadas y castas, para utilidad y edificación del pueblo, anunciando a los fieles los vicios y las virtudes, la pena y la gloria, con discurso breve, porque el Señor dijo en la tierra palabras breves".
El sacerdote Dario Edoardo Viganò es director de la revista especializada en cine Il Cinematografo, presidente del Ente dello spettacolo, fundación italiana dedicada al cine, y presidente del Instituto Pontificio Redemptor Hominis de la Universidad Pontificia Lateranense.
El autor aborda la realización de la homilía desde el punto de vista comunicativo, un tema "complejo", ya que "no se trata de copiar o adaptar las formas discursivas más difundidas en el panorama mediático".
No se trata, por tanto, de realizar una clasificación de tipos de homilía desde el punto de vista meramente comunicativo, "desde las homilías 'spot' a las homilías 'blog' (tipo diario), de las homilías hipertextuales (con conexiones audaces de argumentos distantes) a las homilías "chakra" (o narraciones 'new age' de sugerencias fuertes y significados vagos)".
En la praxis homilética no están en juego aspectos meramente instrumentales, sino "el perfil de una comunicación que es sacramental", y en la que "se debe poder oír a Dios que habla".
"Hablar de la homilía, por tanto, significar ser conscientes de que está hecha de complejidad y de belleza. Aunque haya sido marginada, maltratada, a veces complicada o clericalizada, o a veces sugestiva y acertada, la homilía representa en cualquier caso un verdadero eje esencial e irrenunciable de la liturgia".
Viganò explica que la homilía es, ante todo, un juego comunicativo de "complejidad fascinante" y al mismo tiempo de "cautivadora excentricidad", sobre el cual sería excesivamente reductivo aplicar la típica tipología del lenguaje.
"No faltan estudios empeñados en desarrollar una sistemática, casi una metodología de la homilía", añade. "Existen desde antiguo los diccionarios de homilética, textos que sugieren métodos de preparación a partir de diferentes modelos de homilías, incluso esquemas ya preparados".
A pesar de ello, no existe, según Viganò, un "modelo" de homilía, sino que "el juego de la homilía debe ser concebido como la escucha común y compartida de la Revelación que llega a través de la Palabra y de la historia".
"Aún más, se trata de una gran ocasión de recomponer y reconocer la memoria, las identidades personales y colectivas, y por otro lado, de orientar los proyectos y recorridos de la acción social".
Algunos consejos
A pesar de esta complejidad, Viganò señala dos aspectos importantes para que la homilía consiga su propósito comunicativo: la coherencia con la propia vida del predicador, y la brevedad y concreción del mensaje.
Tomando una frase de san Bernardino de Siena, patrono de los publicistas, Viganò insiste en que la clave está en la claridad de la homilía: "Que el predicador hable muy, muy clarito, para que el que escucha se vaya contento e iluminado, y no deslumbrado".
Respecto a la coherencia, el autor recuerda una frase del filósofo danés Søren Kierkegaard, quien advertía que "la diferencia entre un pastor y un actor es precisamente el momento existencial, que el pastor sea pobre cuando predica la pobreza, que sea escarnecido cuando exhorta a soportar el escarnio. Mientras que el actor tiene la tarea de engañar eliminando el momento existencial, el predicador tiene precisamente el deber, en el sentido más profundo, de predicar con su propia vida".
Sobre la brevedad, Viganò explica que se trata de evitar tanto las "homilías inexistentes" como las "homilías sin fin".
"San Francisco exhortaba a sus frailes a que en la predicación usaran palabras ponderadas y castas, para utilidad y edificación del pueblo, anunciando a los fieles los vicios y las virtudes, la pena y la gloria, con discurso breve, porque el Señor dijo en la tierra palabras breves".
El sacerdote Dario Edoardo Viganò es director de la revista especializada en cine Il Cinematografo, presidente del Ente dello spettacolo, fundación italiana dedicada al cine, y presidente del Instituto Pontificio Redemptor Hominis de la Universidad Pontificia Lateranense.
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