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viernes, 27 de febrero de 2009

La cuaresma de Jesús - I Domingo de Cuaresma - Ciclo B: (Marcos 1, 12-15)

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Cada sábado, vengo ofreciendo en este blog un comentario exegético (a veces algo especializado) a las lecturas (especialmente al evangelio) de cada domingo, según la liturgia católica. Varias veces me han pedido que adelante el día, y ponga el comentario el jueves, para que los lectores atentos, especialmente los presbíteros y predicadores, tengan tiempo para preparar la liturgia del domingo. Me he resistido, porque prefiero centrarme en el domingo como tal (no empezar el jueves) y, sobre todo, porque el jueves es el día en que aparecen las homilías más hermosas de mi amigo Fray Marcos (http://www.feadulta.com/index.htm). De verdad os digo a todos mis lectores de blog: si de verdad queréis saborear el domingo de un modo cristianos, leed lo de Fray Marcos. Pero he pensado que él no se enfada si yo pongo mi texto también en su días, de manera que el jueves pueda ser, como alguien me ha dicho, el día de Marcos y Pikaza. Pues ahí va. Hoy comienzo presentando la primera parte del comentario a Mc 1, 12-15. El texto del domingo es corto, pero contiene dos unidades significativas: la cuaresma/tentación de Jesús en el desierto (Mc 1, 12-13) y su mensaje en Galilea (Mc 1, 14-5). Del mensaje en Galilea trataré mañana. Por eso he puesto en el título un (a). Mañana será (b). Que empieza bien la semana para todos, con la cuaresma de Jesús según Marcos.

Texto: Marcos 1,12-13.

12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó hacia el desierto; 13 y estaba en el desierto durante cuarenta días. Estaba con las fieras y los ángeles le servían..

Este pasaje evoca la prueba originaria de Adán y Eva, que Jesús ha retomado, con el nuevo paraíso que él ha inaugurado para los hombres. Nacido de Dios en el bautismo (cf. Mc 1, 9-11(, Jesús debe asumir la lucha de los hombres contra los poderes de la muerte, en una escena en la que se vinculan, en clave simbólica, los aspectos principales de la trama de Marcos: lucha y victoria de Jesús contra Satán y surgimiento de la nueva humanidad, que ha llegado a su culminación escatológica. Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio el sentido y final de la historia que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, descubriendo la identidad de cada uno

Situación. En el desierto

Jesús no es Hijo para encerrarse y vivir en aislamiento (en oración de pura intimidad), sino para extender la filiación divina a todos los hombres, y para ello tiene que luchar contra el diablo (es decir, contra aquel/aquello que no deja que los hombres sean hijos de Dios). La gran lucha tiene que empezar inmediatamente, como indica el texto al afirmar que euthys (1, 12), de pronto, el mismo Espíritu que había recibido en el bautismo le arrojó al desierto, para iniciar la creación de la familia de Dios (1, 12-13).

El desierto es un lugar geográfico (a la vera del Jordán). Pero, al mismo tiempo, es signo de la prueba que Jesús debe asumir a lo largo de su vida. Allí, en el desierto qu se extiende en la misma vera del Jordán, hacia oriente, o en los montes que se alzan hacia occidente, en el camino que va a Jerusalén ha sido “tentado” Jesús según Marcos. Pero, en contra de Mt 4 y Lc 4, nuestro evangelio no ha contado ninguna tentación concreta.

Conocemos ya al antagonista: Satán, espíritu de muerte que desea destruir al ser humano. Ascetas de Qumrán y apocalípticos judíos le habían vinculado a los principios cósmicos del mal y a los poderes enemigos que combaten contra el judaísmo. Mc le vincula con la enfermedad, marginación y muerte de los pobres.

Cuaresma de Israel, cuaresma de Jesús

El desierto donde Jesús debe luchar contra Satán es más que un lugar de penitencia y bautismo ritual de los judíos, donde Juan sigue actuando (1, 4). Es ciertamente lugar de camino y tentación, pues los cuarenta días de Jesús, nuevo Israel (1, 13), reflejan los cuarenta años de prueba del antiguo Israel (cf. libros de Ex, Num, Lev, Dt). Pero ofrece también una evocación del paraíso de Gen 2: como nuevo Adán.

Jesús hace el camino de Israel, pero no pecado contra Dios, sino que es fiel a su llamada, pudiendo así entrar de verdad en la Tierra Prometida. Jesús viene a ponerse de nuevo en el lugar donde estuvieron Adán y Eva, pero es fiel a la palabra de su Dios y de esa forma invierte el antiguo pecado y suscita el verdadero ser humano.

Jesús ha vuelto al principio de la historia de Israel, al principio de la humanidad, para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, a la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio nos hallamos incluidos. En su victoria se anticipa ya nuestra victoria.

Ser hijo de Dios es ser tentado: poder aprender y superar la prueba

-- Ser Hijo de Dios es poder renacer a la vida. La voz del Padre, que le ha dicho en el bautismo tu eres mi Hijo”, le arranca a Jesús del estado anterior de búsqueda y le lleva, más allá de Juan Bautista, que espera sin cesar la llegada del Juicio, hasta el lugar de nacimiento verdadero de la vida humana, al lugar donde estaba los Israelitas al principio, al lugar de Adán (de todos los hombres). El agua de Juan (el puro Jordán antigua) era signo de separación: dejar el mundo, arrepentirse, limpiarse. Pero ella no podía crear nueva familia, no era lugar de nacimiento. Por el contrario, el Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta el Edén original (al lugar de Adán y Eva) donde, venciendo a Satán, la vida puede empezar en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano (como Hijo de Dios=

-- Ser Hijo de Dios significa ser tentado. Frente a Frente con Satán. No dice el texto que Jesús haya ayunado durante cuarenta días (como dirán Mateo y Lucas), pues el ayuno era propio de Juan Bautista (experto en langosta de estepa y miel silvestre), a nivel de judaísmo. Jesús supera ese nivel y llega hasta el lugar de la prueba originaria, habitando frente a frente con Satán, Tentador hecho persona, en cuarenta días que son trauma de nuevo nacimiento.

Como verdadero Adán y Eva, colocado en el desierto-paraíso del que todo brota, Jesús es tentado por el Diablo. Uno frente a otro se sitúan los poderes de la historia: Jesús como principio de humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de muerte sobre el mundo. No hace falta hablar de ayuno: lo que importe es llegar a la guarida de Satán, para vencerle.

-- Ésta es una tentación hermenéutica (o, si se quiere, simbólica, perdonad la palabra), siendo la más real de todas las que se han dado a lo largo de la historia humana. Esta tentación nos permite interpretar el pasado (la historia ha sido una gran tentación) y entender el evangelio: hay una esperanza de victoria contra Satán. Al situar a Jesús al principio de la historia (en el lugar donde habían estado Adán y Eva), Marcos indica que la historia antigua no se encuentra clausurada ni perdida para siempre. Lo que en una perspectiva fue "pecado" (principio de caída para los hombres) puede interpretarse en otra perspectiva como fuente de vida para todos los humanos. Mc reescribe desde aquí la historia de la Biblia, llevándonos del agua del Bautista al principio de la humanidad, para decirnos que Jesús ha retomado el camino de Adán y Eva, para ofrecernos la salvación de Dios, en el mismo camino de la vida humana. Desde aquí se entiende lo que sigue.

Ángeles y fiera

-- Estaba entre las fieras. Está Jesús como el Adán primero, habitante del antiguo paraíso, rodeado de animales, dándoles un nombre (Gén 2). Ha vuelto al lugar de las fieras, al principio de la vida humana, allí donde nos vinculamos con los animales y nos separamos de ellos. Ha vuelto a las raíces y allí está, frente a los animales salvajes.

También nosotros debemos volver simbólicamente a ese lugar; de allí partimos, desde allí debemos elevarnos, buscando la más alta compañía de lo humano, como Adán en Gen 2-3. Es evidente que Jesús no se ha quedado a ese nivel de fiera, no es Mesías puramente ecológico (de ecología puramente animal) al que bastan los vivientes inferiores de la estepa, sino que rompe la inmediatez biológica para suscitar la nueva "iglesia" de lo humano.

-- Y los ángeles le servían. Sobre el fondo animal, frente a la prueba tentadora de Satán, se eleva el orden y servicio de lo angélico entendido como principio de comunicación salvadora. Los ángeles son para Mc mensajeros de esperanza (cf. 1, 2) y portadores de salvación escatológica (cf. 8, 38; 12, 25; 13, 27). Pues bien, el texto añade que servían a Jesús (1, 13). Esta anotación ha de entenderse desde la versión del pecado que ofrece El Libro de Adán y Eva (recogida y popularizada en el Corán) donde se dice que Dios mandó a los ángeles servir a los humanos (que los adoraran como imagen divina). ((Texto de la Vida de Adán y Eva, con traducción y comentarios de N. F. Marcos, en A. Díez Macho (ed.), Apócrifos del AT II, Cristiandad 1983, 319-354)). Conforme a esa visión, algunos ángeles de Dios, dirigidos por Satán, se rebelaron, negándose a servirles y volviéndose así tentadores. Lógicamente, allí donde Jesús retorna al paraíso para iniciar el camino de lo humano, enfrentándose a Satán, los buenos ángeles de Dios han de servirle.

– Jesús y los ángeles de la guarda. Eso significa que Jesus tiene ángeles guardianes, como los tenemos nosotros, ángeles que le muestran el camino de Dios y le permiten superar la prueba, acompañándole en todo el camino que ha de serguir.

-- Prueba y servicio definen todo el evangelio. Jesús se encuentra situado entre la tentación (peiradsomenos) que es esencia de Satán y el servicio (diakonia) que es esencia de lo angélico. Tentar es destruir al otro por envidia, encaminándole a la muerte. Servir, en cambio, es procurar su bien. En este lugar originario donde se dividen los espíritus (tentadores y servidores) ha venido a situarse Jesús, Hijo de Dios. Su vida aparece así como campo de batalla primordial, lugar donde se resuelve no sólo el pecado humano (de Adán/Eva) sino el mismo pecado de los ángeles

Símbolo e historia. La cuaresma de Jesús

Este sencillo e intenso relato (Mc 1, 12-13) ha marcado el comienzo de la historia salvadora de Jesús. Alguien podría haber pensado que después de este prólogo “teológico” (con Satán y ángeles) tendría que haber seguido un relato mítico más amplio, con una batalla espiritual (al estilo de Ap 12, 7-9) entre poderes puramente sobrehumanos (como en guerra de galaxia espiritual). Pues bien, esa impresión resulta falsa. Marcos no dice más, todo lo ha dicho ya con esta escena. Él ha evocado estos poderes (ángeles y Diablo), como en un espejo, para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la "historia original". Pero depuse, cuando pasa a la historia concreta de Jesús, esos actores sobrenaturales desaparecen (o quedan velados) y es Jesús quien debe servir (cf. Mc 10, 45),a sus discípulos.

Aquí aparecía Satán al desnudo, de un modo directo. Pero después veremos que Jesús tiene que luchar contra el Satán de la vida diaria, que se expresa de manera especial en los posesos (cf. 3, 22-30), y que está como "encarnado" en los poderes de violencia de este mundo, es decir, en aquellos que le matarán, al final del evangelio. Significativamente, en la primera parte de Mc (1, 1-8, 26) Jesús se opone a Satán de una manera expresa; pero luego (8, 27- 16, 8) Satán en cuanto fuerza personificada tiende a desaparecer y en su lugar emergen los poderes de este mundo y los discípulos satanizados (cf. 8, 31-33) que tientan a Jesús.

De esta forma, lo que podía parecer mito angélico viene a convertirse en historia evangélica: situado en el lugar de la gran prueba, superando el nivel de tentación (de imposición sobre los otros), Jesús ha desplegado su vida como servicio salvador. Por eso es nuevo Adán, ser humano verdadero.

Estos cuarenta días de prueba duran todo el evangelio. Jesús no ha ido al desierto para allí evadirse sino para asumir, como Adán universal, el camino y problemas de la historia. Evidentemente, no está aislado: en la dureza y soledad de aquel lugar ha podido escuchar y asumir las pruebas y dolores de lo humano. De esta forma ha mostrado Marcos, en esta bella y dura escena (en la línea de Gen 2-3 y del libro de Adán y Eva), que Jesús es salvador universal: ha condensado en su historia nuestra historia. En la trama de su vida se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos ángeles y diablos).

La teología posterior dirá estas cosas en claves conceptuales. Pablo las ha dicho ya en lenguaje de discusión escolar y proclamación kerigmática (Rom 5). Marcos las ha evocado aquí de un modo respetuoso y profundo. No ha necesitado largas discusiones. Le bastan unos trazos para presentarnos a los personajes que estarán al fondo de todo lo que sigue. Quizá pudiéramos decir que él ha historizado el símbolo de la gran lucha de Jesús contra el Dígalo. Quien quiera conocer la tentación de Jesús, quien quiera conocer de verdad su lucha, deberá seguir leyendo el evangelio: sólo en el conjunto de su historia descubrimos el sentido de Satán y la victoria del Cristo en favor de los humanos.
En esta línea, quizá pudiéramos presentar la iglesia como comunidad de aquellos que, siguiendo el ejemplo de Jesús (y con su ayuda), pueden vencer la tentación (manipulación dominadora), para vivir en clave de servicio mutuo (cf Mc 1, 31; 10, 45 y 15, 41).

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