En el pecho del Arzobispo, las vanidosas costumbres sociales
del Reino prendieron dos cruces que él las sintió como dos clavos: la de Isabel la católica y la de Carlos III: Me causaban pena y no llevaba ninguna y aún ahora sólo las llevo en días de grande etiqueta (Aut. XIII).
Esas cruces ni la pidió ni las quiso. Porque la cruz no se lleva sobre el pecho sino sobre las espaldas, y por lo tanto, no se ve.
Claret amó su propia cruz por ser el soporte visible del cuerpo martirizado de Cristo, su única esperanza. Amó su cruz y al igual que Jesús la convirtió en llave de liberación. Por eso la cogió un día, la cruz litúrgica que le había dado la Iglesia al ser elegido pastor, la desprendió de su corazón y la convirtió en ayuda de un pobre que necesitaba alivio en su miseria. Las otras cruces vistosas que le habían dado los reyes, fueron a parar a algún rincón olvidado. La que de veras asumió como discípulo de Cristo, la llevó cada día en su camino y le sirvió de pedestal para subir a los brazos de Aquél que lo esperaba para coronarlo con la vida para siempre.
La cruz es realidad en nuestra vida. Pero desde ahí solamente es posible la Resurrección.
Agustín Cabre,cmf.
del Reino prendieron dos cruces que él las sintió como dos clavos: la de Isabel la católica y la de Carlos III: Me causaban pena y no llevaba ninguna y aún ahora sólo las llevo en días de grande etiqueta (Aut. XIII).
Esas cruces ni la pidió ni las quiso. Porque la cruz no se lleva sobre el pecho sino sobre las espaldas, y por lo tanto, no se ve.
Claret amó su propia cruz por ser el soporte visible del cuerpo martirizado de Cristo, su única esperanza. Amó su cruz y al igual que Jesús la convirtió en llave de liberación. Por eso la cogió un día, la cruz litúrgica que le había dado la Iglesia al ser elegido pastor, la desprendió de su corazón y la convirtió en ayuda de un pobre que necesitaba alivio en su miseria. Las otras cruces vistosas que le habían dado los reyes, fueron a parar a algún rincón olvidado. La que de veras asumió como discípulo de Cristo, la llevó cada día en su camino y le sirvió de pedestal para subir a los brazos de Aquél que lo esperaba para coronarlo con la vida para siempre.
La cruz es realidad en nuestra vida. Pero desde ahí solamente es posible la Resurrección.
Agustín Cabre,cmf.
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