Éxodo celebra su número 100 y tiene muchos motivos para celebrarlo; muchos tenemos motivos para celebrar este jubileo de comunicación libre, oportuna, solidaria. Yo me siento particularmente comprometido y en cierta medida responsable porque, desde la primera hora de la revista y desde su prehistoria con Misión Abierta, el equipo fundador ha sido y es gente muy mía, hasta el punto de estar encardinado a nuestra Prelatura de São Félix do Araguaia.
El título de la revista es una expresiva afirmación de su proceso y de la opción inclaudicable por una sociedad alternativa y por una Iglesia ‘otra’, Iglesia y Sociedad que son posibles, necesarias, urgentes. Siempre «en rebelde fidelidad». La revista es una historia de éxodos, de ‘salidas’ hacia tierra extraña, de terca esperanza al servicio de la utopía humanizadora que, a la luz de la fe cristiana, es la propia utopía de la vida y muerte y resurrección de Jesús de Nazaret: el Reino, ese Reino proyecto de Dios, pasión total de nuestras vidas. En éxodo estamos, hacia la tierra de la libertad, a la búsqueda de «la Tierra sin Males» que proclaman nuestros pueblos de Amerindia.
Éxodo está en la frontera del diálogo, es una revista puente a varios niveles, sin claudicaciones, sin ambigüedades, sin crispación, a la luz de la verdad buscada y de la convivencia ensayada diariamente en asambleas y congresos, en gestos y campañas de solidaridad.
La revista mantiene su testimonio cristiano siempre en un diálogo abierto ecuménicamente, macroecuménicamente. En sus páginas caben todas las ‘fes’, todas las dudas, los silencios agnósticos y la forja simultánea de una religión y de una laicidad adultas, corresponsables.
Cada número de Éxodo es una monografía de alguno de los temas más candentes de nuestra hora. Voces consagradas, contribuciones pioneras muchas veces, de un humanismo y de una religión humanizadores. Sin exhibicionismos Éxodo viene siendo una plataforma profética, una instancia revolucionaria.
No es un éxodo hacia dentro desentendiéndose de la responsabilidad que nos cabe a todos a la hora del pensamiento y de la acción. Los teólogos de la liberación nos recuerdan que incluso hay que «practicar a Dios». Éxodo propone en todos sus números un pensamiento práxico. Somos lo que hacemos y hacemos lo que pensamos. Es un éxodo hacia dentro urgiendo la radicalidad.
Los fundadores de la revista confiesan que «aunque nos ha costado algún trabajo, es nuestro trabajo». Es una misión, y venciendo censuras y estrecheces continúa siendo y ensanchando la «misión abierta» de aquellas primeras horas. Se ha merecido un reconocimiento plural, una muy buena imagen en el mundo intercultural e interreligioso.
Hay que seguir, en éxodo siempre. En utopía diaria. «Pueden quitárnoslo todo, menos la fiel esperanza». Me permito decir, en la síntesis de un soneto, lo que siento, lo que agradezco, lo que amo en el fondo y trasfondo de la revista, del personal que la escribe y de todos los lectores y lectoras que la agradecemos. Con el soneto va un abrazo entrañable, de ternura y de compromiso.
El título de la revista es una expresiva afirmación de su proceso y de la opción inclaudicable por una sociedad alternativa y por una Iglesia ‘otra’, Iglesia y Sociedad que son posibles, necesarias, urgentes. Siempre «en rebelde fidelidad». La revista es una historia de éxodos, de ‘salidas’ hacia tierra extraña, de terca esperanza al servicio de la utopía humanizadora que, a la luz de la fe cristiana, es la propia utopía de la vida y muerte y resurrección de Jesús de Nazaret: el Reino, ese Reino proyecto de Dios, pasión total de nuestras vidas. En éxodo estamos, hacia la tierra de la libertad, a la búsqueda de «la Tierra sin Males» que proclaman nuestros pueblos de Amerindia.
Éxodo está en la frontera del diálogo, es una revista puente a varios niveles, sin claudicaciones, sin ambigüedades, sin crispación, a la luz de la verdad buscada y de la convivencia ensayada diariamente en asambleas y congresos, en gestos y campañas de solidaridad.
La revista mantiene su testimonio cristiano siempre en un diálogo abierto ecuménicamente, macroecuménicamente. En sus páginas caben todas las ‘fes’, todas las dudas, los silencios agnósticos y la forja simultánea de una religión y de una laicidad adultas, corresponsables.
Cada número de Éxodo es una monografía de alguno de los temas más candentes de nuestra hora. Voces consagradas, contribuciones pioneras muchas veces, de un humanismo y de una religión humanizadores. Sin exhibicionismos Éxodo viene siendo una plataforma profética, una instancia revolucionaria.
No es un éxodo hacia dentro desentendiéndose de la responsabilidad que nos cabe a todos a la hora del pensamiento y de la acción. Los teólogos de la liberación nos recuerdan que incluso hay que «practicar a Dios». Éxodo propone en todos sus números un pensamiento práxico. Somos lo que hacemos y hacemos lo que pensamos. Es un éxodo hacia dentro urgiendo la radicalidad.
Los fundadores de la revista confiesan que «aunque nos ha costado algún trabajo, es nuestro trabajo». Es una misión, y venciendo censuras y estrecheces continúa siendo y ensanchando la «misión abierta» de aquellas primeras horas. Se ha merecido un reconocimiento plural, una muy buena imagen en el mundo intercultural e interreligioso.
Hay que seguir, en éxodo siempre. En utopía diaria. «Pueden quitárnoslo todo, menos la fiel esperanza». Me permito decir, en la síntesis de un soneto, lo que siento, lo que agradezco, lo que amo en el fondo y trasfondo de la revista, del personal que la escribe y de todos los lectores y lectoras que la agradecemos. Con el soneto va un abrazo entrañable, de ternura y de compromiso.
EN ÉXODO
La vida sobre ruedas o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
y oigo cómo se acerca Tu venida.
Cuanto menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tu vida.
Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.
Y me llama Tu paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.
Pedro Casaldáliga
La vida sobre ruedas o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
y oigo cómo se acerca Tu venida.
Cuanto menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tu vida.
Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.
Y me llama Tu paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.
Pedro Casaldáliga
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