Por José María Maruri, SJ
1.- El evangelio de hoy, a primera vista, nos habla de una catástrofe universal. Como si Dios, justiciero y omnipotente, cansado de la obstinación de los hombres, que se enfrentan a Él y le persiguen, agarrara el universo por el eje y lo agitara dispuesto a triturar a los hombres. Esto sería una solución muy humana para acabar con un orden y comenzar otro nuevo, pero no sería propia de un Dios infinito en sabiduría y también en amor y que muestra su poder en el perdón.
Dios no necesita luchar contra el mal, ni aplastar al hombre. El mal de destruye a si mismo. ¿Cuántos enemigos de Dios y cuántos perseguidores de la Iglesia han pasado por este mundo? ¿Y qué queda de ellos? ¿Cuántas ideologías ateas se ha apoderado de la sociedad y son los mismos que las defendían ayer los que hoy las denigran y tratan de corregir sus errores? Nada ni nadie puede impedir a Dios que establezca un orden nuevo aunque suponga una hecatombe para la humanidad.
2.- De lo que Jesús nos habla hoy es de la venida del Hijo del Hombre, que ya está aquí, en “esta generación” y que con el grano de mostaza, y como puñado de levadura, está haciendo fermentar la masa hasta que los astros y la tierra vieja se conviertan en un cielo nuevo y una tierra nueva, donde el egoísmo se transforme en amor y fraternidad, que ponga a los pies del trono de Dios a sus mismos enemigos… ¿Vencidos? ¿Por qué? ¿Convertidos?... Tal vez.
En realidad la catástrofe mundial ya la estamos viviendo. Todos los slogans, que brillaban como estrellas en el cielo prometiendo la felicidad, han creado una humanidad en la que cada día sufre más hambre, en que la violencia de guerras y terrorismo se fomenta con la venta de armas, en que es patente la corrupción de los gobiernos y de que quien mandan, en que la degradación del individuo por el vicio de la droga es una fuente de ingresos, y en que se destruye a la familia con propagandas y leyes.
Las estrellas de la felicidad no nos sirven y todo lo que siente el hombre de buena voluntad siente en su corazón, respecto a la construcción de un nuevo orden, de un mundo nuevo, de un cielo y una tierra nueva, sólo se puede conseguir con el mutuo amor y la verdadera fraternidad de todos nosotros. Y esta es la levadura que ya está ahí, en medio de esa sociedad que se desmorona. El Mundo Nuevo esta ya como semilla en el Orden Viejo.
3.- Como en el cuerpo destrozado de Cristo bajado de la cruz estaba ya la semilla de la Resurrección.
--como los dolores de parto de la mujer se resuelven en la maravilla del recién nacido.
--como en la fealdad del gusano de seda está ya la mariposa graciosa y ágil.
--como en el grano de trigo podrido en el surco está ya la espiga dorada plena de granos.
--como en la bola de fuego que nuestra Tierra, estaban el prodigio de los montes, y ríos, y valles y mares y flores.
Vivamos con esperanza porque en esta sociedad que se nos desmorona vive ya el Hijo del Hombre que transforma a esta sociedad en un cielo nuevo y una tierra nueva. Esto si es un plan digno de Dios que es todo cariño y amor.
Dios no necesita luchar contra el mal, ni aplastar al hombre. El mal de destruye a si mismo. ¿Cuántos enemigos de Dios y cuántos perseguidores de la Iglesia han pasado por este mundo? ¿Y qué queda de ellos? ¿Cuántas ideologías ateas se ha apoderado de la sociedad y son los mismos que las defendían ayer los que hoy las denigran y tratan de corregir sus errores? Nada ni nadie puede impedir a Dios que establezca un orden nuevo aunque suponga una hecatombe para la humanidad.
2.- De lo que Jesús nos habla hoy es de la venida del Hijo del Hombre, que ya está aquí, en “esta generación” y que con el grano de mostaza, y como puñado de levadura, está haciendo fermentar la masa hasta que los astros y la tierra vieja se conviertan en un cielo nuevo y una tierra nueva, donde el egoísmo se transforme en amor y fraternidad, que ponga a los pies del trono de Dios a sus mismos enemigos… ¿Vencidos? ¿Por qué? ¿Convertidos?... Tal vez.
En realidad la catástrofe mundial ya la estamos viviendo. Todos los slogans, que brillaban como estrellas en el cielo prometiendo la felicidad, han creado una humanidad en la que cada día sufre más hambre, en que la violencia de guerras y terrorismo se fomenta con la venta de armas, en que es patente la corrupción de los gobiernos y de que quien mandan, en que la degradación del individuo por el vicio de la droga es una fuente de ingresos, y en que se destruye a la familia con propagandas y leyes.
Las estrellas de la felicidad no nos sirven y todo lo que siente el hombre de buena voluntad siente en su corazón, respecto a la construcción de un nuevo orden, de un mundo nuevo, de un cielo y una tierra nueva, sólo se puede conseguir con el mutuo amor y la verdadera fraternidad de todos nosotros. Y esta es la levadura que ya está ahí, en medio de esa sociedad que se desmorona. El Mundo Nuevo esta ya como semilla en el Orden Viejo.
3.- Como en el cuerpo destrozado de Cristo bajado de la cruz estaba ya la semilla de la Resurrección.
--como los dolores de parto de la mujer se resuelven en la maravilla del recién nacido.
--como en la fealdad del gusano de seda está ya la mariposa graciosa y ágil.
--como en el grano de trigo podrido en el surco está ya la espiga dorada plena de granos.
--como en la bola de fuego que nuestra Tierra, estaban el prodigio de los montes, y ríos, y valles y mares y flores.
Vivamos con esperanza porque en esta sociedad que se nos desmorona vive ya el Hijo del Hombre que transforma a esta sociedad en un cielo nuevo y una tierra nueva. Esto si es un plan digno de Dios que es todo cariño y amor.
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