Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 27-31
Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David».
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
«¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor».
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído».
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
En estos días el panorama urbano se transforma con los arreglos navideños de las calles y las casas; un ambiente sabroso se comienza a sentir. La navidad que se aproxima nos regala un hermoso espectáculo para la vista y nos alegra el corazón. El profeta Isaías nos da hoy una pista para que busquemos, comprendamos y participemos en una transformación más profunda obrada por Dios. Para ello nos enseña a ver el mundo con los ojos de Dios.
1. El signo de la trasformación externa de la naturaleza (v.17)
El profeta observa la lenta pero irresistible transformación de la naturaleza: “Dentro de muy poco tiempo la selva del Líbano se convertirá en huertos, y los huertos serán como bosques” (29,17).
La anotación “dentro de muy poco tiempo” apunta a una triple enseñanza:
• primero, que Dios tiene una pedagogía para salvar al hombre y su historia.
• segundo, que la dilación de los tiempos de la espera de la realización de las promesas no debe matar los sueños sino acrecentar el deseo: ¡Ya viene!
• tercero, que hay que observar las etapas de la acción de Dios y acompañarlas. Notemos en el texto de hoy un crecimiento progresivo que el profeta observa paciente y cuidadosamente: (1) la estepa, (2) el huerto, (3) la selva; esto es, una inmensa tierra improductiva se transforma poco a poco en una gran explanada fértil, expresión de vida en abundancia.
Con frecuencia tendemos a desesperarnos porque no vemos aún realizados nuestros sueños. Pues bien, el profeta le inculca a su pueblo la certeza de Dios y lo enseña a alimentar su esperanza con la observación de los signos que hay en la historia, a los cuales a veces no les ponemos atención.
2. Brota una nueva sociedad que incluye a todos y que promueve la vida (vv.28-21)
Pasando de la observación de la naturaleza al mundo de las personas, el profeta Isaías traspone el milagro de la creación al resurgimiento de una nueva sociedad. Se nota cómo la vida se restaura en sus diversas dimensiones:
• Se curarán las deficiencias físicas y espirituales, simbolizadas en la ceguera y la sordera (v.18). Si volvemos atrás algunas páginas del libro de Isaías, veremos que en Isaías 6,9-10 ―texto citado después por todos los evangelios― el Señor había castigado al pueblo por su mala voluntad para seguir sus caminos, con la incapacidad de captar la revelación divina. En esta profecía que estamos leyendo, el castigo se revoca diciendo: “Aquel día los que estén sordos oirán cuando se lea la Escritura, y verán los ciegos, ya sin sombras ni tinieblas en los ojos”. La frase quiere decir que en estos nuevos tiempos todo el pueblo, comenzando por la gente más sencilla, comenzará a entender y a poner en práctica los proyectos de Dios y los criterios de vida que propone Dios. En otros términos: toda la gente será capaz de leer, de comprender y de vivir las enseñanzas de la Biblia.
• Se superará la pobreza (v.19). Una vez que el pueblo asuma su proyecto comunitario ―en el proyecto de Dios― comenzará a superar penalidades causadas por la falta de recursos económicos, la desigualdad social y la exclusión. La felicidad será inmensa: “Los que sufren volverán a alegrarse con el Señor, los pobres gozarán con el Dios Santo de Israel”.
• Se restablecerá la justicia (vv.20-21). En este nuevo tiempo de la historia humana ya no habrá espacio para la tiranía ni el abuso de poder, porque los causantes de las desgracias de la gente y del desequilibrio social ―torciendo el derecho para el lado de sus intereses― serán juzgados: “han sido eliminados los que se desvelaban por hacer el mal, los que hacían falsas denuncias y en el tribunal impedían la defensa y hundían sin motivo al inocente”.
3. La dignidad, la oración y la evangelización de un pueblo que se ha hecho comunidad (vv.22-24)
Ante el cuadro espectacular de la nueva humanidad, presentada en los versículos anteriores, aparece un pueblo que recobra el ánimo y fortalece su fe.
• Levanta su autoestima. El pueblo siente que puede levantar la cara ante los demás pueblos porque el oprobio, que era la contradicción interna a nivel espiritual ―no comprender a su propio Dios― y social ―la pobreza y la tiranía―, han sido definitivamente superados: “No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá” (v.22).
• Proclama el poder del Dios de la vida. Ahora, por el contrario, la gente se siente fortalecida para confesar que Dios es poderoso: “santificarán el nombre” (v.23).
Y el profeta Isaías tiene una prueba personal de que esto es así. Así como el Señor en una ocasión ya le había dado como señal de su amor y de su gloria un hijo (ver Isaías 8,3), de la misma manera todos los israelitas al ver a sus hijos ―“porque viendo a sus hijos” (v.23ª)― comprenden la obra del Dios de la vida y de la historia.
De hecho, la historia de la salvación ―desde los tiempos de los patriarcas (29,22ª) hasta ahora― es obra de las manos de Dios. Quien aprende a mirar la vida con los ojos de esta profecía sabrá reconocer, precisamente en esta historia a veces tan oscura, la santidad de Dios, su trascendencia, el rumor discreto de sus pasos en todos los aspectos de nuestra cotidianidad.
• Evangeliza a los que dudan del proyecto de Dios. Finalmente, el profeta va más lejos: incluso la gente incrédula ―recordemos al pueblo que criticaba a Dios durante el caminar por el desierto en el éxodo― al ver todo esto sabrá sacar buenas conclusiones: “Y por fin comprenderán los desorientados, y los que protestan aprenderán la lección” (29,24).
Jesús es el MESÍAS que realiza esta profecía (Mateo 9,27-31)
Jesús realiza las palabras de Isaías cuando le abre los ojos a los ciegos. Él lleva al hombre a ver la obra de Dios en la historia con los ojos de la fe. Para ello, lo primero que cura es la fe, por eso pregunta: “¿Creéis que puedo hacer eso?” (v.28); y enseguida agrega: “Hágase en vosotros según vuestra fe” (v.29).
En estos días cantamos “¡Ven, Señor, no tardes!”. ¿Pero a qué viene el Señor? La ceguera que describen las lecturas de hoy tiene que ver con la incomprensión del proyecto de Dios que está en la Biblia. La “lectio divina” debe llevarnos a aprender a caminar poco a poco en sintonía con Dios para que su obra en el mundo, cuyo objetivo es la vida, se realice plenamente con nuestra colaboración. Hacer esto es aprender a ver con los ojos de la fe, para poder poner los pasos en la dirección que verdaderamente construye historia y sociedad.
1. ¿Qué signos de vida hay en mi historia personal, en mi comunidad, en mi nación?
2. Mirando todo lo que falta por hacer para que esta sociedad sea la que Dios y nosotros soñamos, ¿tengo la paciencia del que sabe esperar y la fe del que sabe ver a fondo? ¿Qué me pide el Señor que haga para que se realice su proyecto?
3. A partir de la profecía de Isaías, ¿de qué necesitamos ser sanados en este Adviento para que la Navidad sea realmente celebración de la vida?
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
«¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor».
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído».
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Actitudes ante la venida del Señor (II): Aprender a “ver” con los ojos de la fe
Isaías 29,17-24
“Aquel día los sordos oirán palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán”
Por CELAM - CEBIPAL
Actitudes ante la venida del Señor (II): Aprender a “ver” con los ojos de la fe
Isaías 29,17-24
“Aquel día los sordos oirán palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán”
En estos días el panorama urbano se transforma con los arreglos navideños de las calles y las casas; un ambiente sabroso se comienza a sentir. La navidad que se aproxima nos regala un hermoso espectáculo para la vista y nos alegra el corazón. El profeta Isaías nos da hoy una pista para que busquemos, comprendamos y participemos en una transformación más profunda obrada por Dios. Para ello nos enseña a ver el mundo con los ojos de Dios.
1. El signo de la trasformación externa de la naturaleza (v.17)
El profeta observa la lenta pero irresistible transformación de la naturaleza: “Dentro de muy poco tiempo la selva del Líbano se convertirá en huertos, y los huertos serán como bosques” (29,17).
La anotación “dentro de muy poco tiempo” apunta a una triple enseñanza:
• primero, que Dios tiene una pedagogía para salvar al hombre y su historia.
• segundo, que la dilación de los tiempos de la espera de la realización de las promesas no debe matar los sueños sino acrecentar el deseo: ¡Ya viene!
• tercero, que hay que observar las etapas de la acción de Dios y acompañarlas. Notemos en el texto de hoy un crecimiento progresivo que el profeta observa paciente y cuidadosamente: (1) la estepa, (2) el huerto, (3) la selva; esto es, una inmensa tierra improductiva se transforma poco a poco en una gran explanada fértil, expresión de vida en abundancia.
Con frecuencia tendemos a desesperarnos porque no vemos aún realizados nuestros sueños. Pues bien, el profeta le inculca a su pueblo la certeza de Dios y lo enseña a alimentar su esperanza con la observación de los signos que hay en la historia, a los cuales a veces no les ponemos atención.
2. Brota una nueva sociedad que incluye a todos y que promueve la vida (vv.28-21)
Pasando de la observación de la naturaleza al mundo de las personas, el profeta Isaías traspone el milagro de la creación al resurgimiento de una nueva sociedad. Se nota cómo la vida se restaura en sus diversas dimensiones:
• Se curarán las deficiencias físicas y espirituales, simbolizadas en la ceguera y la sordera (v.18). Si volvemos atrás algunas páginas del libro de Isaías, veremos que en Isaías 6,9-10 ―texto citado después por todos los evangelios― el Señor había castigado al pueblo por su mala voluntad para seguir sus caminos, con la incapacidad de captar la revelación divina. En esta profecía que estamos leyendo, el castigo se revoca diciendo: “Aquel día los que estén sordos oirán cuando se lea la Escritura, y verán los ciegos, ya sin sombras ni tinieblas en los ojos”. La frase quiere decir que en estos nuevos tiempos todo el pueblo, comenzando por la gente más sencilla, comenzará a entender y a poner en práctica los proyectos de Dios y los criterios de vida que propone Dios. En otros términos: toda la gente será capaz de leer, de comprender y de vivir las enseñanzas de la Biblia.
• Se superará la pobreza (v.19). Una vez que el pueblo asuma su proyecto comunitario ―en el proyecto de Dios― comenzará a superar penalidades causadas por la falta de recursos económicos, la desigualdad social y la exclusión. La felicidad será inmensa: “Los que sufren volverán a alegrarse con el Señor, los pobres gozarán con el Dios Santo de Israel”.
• Se restablecerá la justicia (vv.20-21). En este nuevo tiempo de la historia humana ya no habrá espacio para la tiranía ni el abuso de poder, porque los causantes de las desgracias de la gente y del desequilibrio social ―torciendo el derecho para el lado de sus intereses― serán juzgados: “han sido eliminados los que se desvelaban por hacer el mal, los que hacían falsas denuncias y en el tribunal impedían la defensa y hundían sin motivo al inocente”.
3. La dignidad, la oración y la evangelización de un pueblo que se ha hecho comunidad (vv.22-24)
Ante el cuadro espectacular de la nueva humanidad, presentada en los versículos anteriores, aparece un pueblo que recobra el ánimo y fortalece su fe.
• Levanta su autoestima. El pueblo siente que puede levantar la cara ante los demás pueblos porque el oprobio, que era la contradicción interna a nivel espiritual ―no comprender a su propio Dios― y social ―la pobreza y la tiranía―, han sido definitivamente superados: “No se avergonzará en adelante Jacob, ni en adelante su rostro palidecerá” (v.22).
• Proclama el poder del Dios de la vida. Ahora, por el contrario, la gente se siente fortalecida para confesar que Dios es poderoso: “santificarán el nombre” (v.23).
Y el profeta Isaías tiene una prueba personal de que esto es así. Así como el Señor en una ocasión ya le había dado como señal de su amor y de su gloria un hijo (ver Isaías 8,3), de la misma manera todos los israelitas al ver a sus hijos ―“porque viendo a sus hijos” (v.23ª)― comprenden la obra del Dios de la vida y de la historia.
De hecho, la historia de la salvación ―desde los tiempos de los patriarcas (29,22ª) hasta ahora― es obra de las manos de Dios. Quien aprende a mirar la vida con los ojos de esta profecía sabrá reconocer, precisamente en esta historia a veces tan oscura, la santidad de Dios, su trascendencia, el rumor discreto de sus pasos en todos los aspectos de nuestra cotidianidad.
• Evangeliza a los que dudan del proyecto de Dios. Finalmente, el profeta va más lejos: incluso la gente incrédula ―recordemos al pueblo que criticaba a Dios durante el caminar por el desierto en el éxodo― al ver todo esto sabrá sacar buenas conclusiones: “Y por fin comprenderán los desorientados, y los que protestan aprenderán la lección” (29,24).
Jesús es el MESÍAS que realiza esta profecía (Mateo 9,27-31)
Jesús realiza las palabras de Isaías cuando le abre los ojos a los ciegos. Él lleva al hombre a ver la obra de Dios en la historia con los ojos de la fe. Para ello, lo primero que cura es la fe, por eso pregunta: “¿Creéis que puedo hacer eso?” (v.28); y enseguida agrega: “Hágase en vosotros según vuestra fe” (v.29).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:
En estos días cantamos “¡Ven, Señor, no tardes!”. ¿Pero a qué viene el Señor? La ceguera que describen las lecturas de hoy tiene que ver con la incomprensión del proyecto de Dios que está en la Biblia. La “lectio divina” debe llevarnos a aprender a caminar poco a poco en sintonía con Dios para que su obra en el mundo, cuyo objetivo es la vida, se realice plenamente con nuestra colaboración. Hacer esto es aprender a ver con los ojos de la fe, para poder poner los pasos en la dirección que verdaderamente construye historia y sociedad.
1. ¿Qué signos de vida hay en mi historia personal, en mi comunidad, en mi nación?
2. Mirando todo lo que falta por hacer para que esta sociedad sea la que Dios y nosotros soñamos, ¿tengo la paciencia del que sabe esperar y la fe del que sabe ver a fondo? ¿Qué me pide el Señor que haga para que se realice su proyecto?
3. A partir de la profecía de Isaías, ¿de qué necesitamos ser sanados en este Adviento para que la Navidad sea realmente celebración de la vida?
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