Vive la Semana Santa

Por Mons. Garachana cmf

Estimados lectores del blog:

Me dirijo a ustedes, con la debilidad de mi palabra pero con la audacia de la fe, para recordarles que se acercan los días de Semana Santa y para invitarlos a vivirla en toda su densidad humana y en su pleno sentido cristiano. Es Jesucristo, en los misterios de su pasión, muerte y resurrección, quien hace santa a esta semana. Sin Él, son simplemente, unos días de descanso, de vacaciones, de convivencia y para algunos, ¡ojalá los menos!, unos días de desorden moral que termina haciéndoles daño a ellos mismos y a los demás.

Domingo de Ramos
Los verdaderos discípulos del Señor, estemos donde estemos, en el lugar habitual de vivienda, en el querido lugar donde nacimos y del que emigramos, en el lugar donde vacacionamos, meditamos, celebramos y revivimos los últimos acontecimientos de su vida para “conocerle a Él, compartir sus padecimientos y experimentar el poder de su resurrección” (Fil. 3,10).

Con palmas en las manos, cantos en los labios y paz en el corazón proclamamos a Jesús como el bendito de Dios, el Salvador, el Rey de Paz. El no viene como dominador y en son de guerra. Su Reino es un reino de humildad, mansedumbre, servicio y paz. Los suyos proclamamos públicamente que no queremos enrolarnos en la espiral del armamentismo, de la lucha de poderes, de la violencia. Anhelamos que en Honduras todos los días sean un luminoso Domingo de Ramos.

Jueves Santo
Al anochecer del Jueves Santo nos reunimos como hermanos en torno a la mesa del Señor. Fieles a su ejemplo y mandato hacemos lo que Él hizo, y lo realizamos con su mismo espíritu y disposiciones interiores. Partimos y repartimos el pan de vida, Cuerpo de Cristo entregado, para estar con Él en comunión de vida y de destino, para hacer de nuestra propia existencia una trayectoria de amor fraterno y de servicio a los últimos. Hoy, cuando la pobreza llega a tantas mesas, en torno a las cuales hay muchas bocas que alimentar y escasísimos alimentos que ofrecer, la mesa eucarística es un signo profético y un compromiso a favor de la solidaridad, de la justicia social y de lucha contra el hambre, ese resumen de injusticias. El Jueves Santo en Honduras es un clamor de “pan de cada día” para todos.
Viernes Santo
En el viernes Santo escuchamos la invitación de la Iglesia: “miren el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Contemplamos con ojos de fe y corazón agradecido la cruz del Señor y descubrimos en ella la muestra suprema del amor de Jesucristo. Con San Pablo decimos: “me amó y se entrego a la muerte por mi”. Junto a la cruz nos sentimos radicalmente perdonados, reconciliados para siempre con Dios y entre nosotros mismos. “Siendo enemigos, Dios nos reconcilio consigo por la muerte de su Hijo” (Rom. 5,10) y ha destruido todo muro de división, enemistad y odio. El cuerpo crucificado del Señor y su sangre derramada son el lugar de una humanidad reconciliada, de una Honduras reconciliada. (Ef 2, 14-16).

Mirando la cruz del Señor comprendemos el valor y dignidad de cada persona humana. Jesucristo ha muerto por cada uno, para que todos tengamos vida ¡Tanto valemos para Él! Y sin embargo, cada día mueren asesinados en nuestras casas, calles buses o cañeras unas quince personas por término medio. En el viernes Santo nos conmovemos hasta la indignación por esta masacre continuada. Gritamos a los que siguen matando y planifican nuevas muertes: “¡por la cruz de Jesucristo, basta ya!” Y ante el Crucificado nos comprometemos a respetar y promover la vida humana. Honduras, en este Viernes Santo y todos los días, mira la Cruz del Señor donde está clavada tu salvación.

Pascua de Resurrección
Nuestras celebraciones de Semana Santa culminan en la gozosa, deslumbrante y renovadora Pascua de Resurrección. La Pascua es la experiencia que nos identifica a los cristianos. Somos los que creemos en la vida, los que esperamos más vida, los que adoramos al Dios del amor y de la vida. Donde esperábamos encontrar un cadáver encontramos al Resucitado.

Pascua significa un amor victorioso que salva de la muerte. No hay nada que temer. Todos nuestros miedos se polarizan y concentran en el miedo a la muerte. El hombre de la Pascua sabe que el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, es más fuerte que todo, y que nada, ni siquiera la muerte, puede separarlo de él (cf Rm. 8, 38-39).

Pascua es esperanza y compromiso. La Pascua no sólo mira al pasado, la Pascua no ha terminado, ni termina. Cristo sigue resucitado. Por eso, celebramos la Pascua cada año, cada domingo en la eucaristía. Y la celebramos en nuestro corazón cada vez que curamos alguna herida de muerte, cada vez que renovamos nuestra vida. Cada día podemos resucitar un poco más en nosotros, cada día podemos hacer crecer la resurrección en el mundo. Cada día podemos hacer algo por detener la cultura de la muerte y construir la cultura de la vida.

Pascua es envío y anuncio, misión y evangelización. Jesús resucitado encarga a las mujeres y a sus discípulos que “vayan y anuncien”. La Iglesia del Resucitado es enviada a anunciar siempre, en todas partes la buena nueva del Señor. Y es que la luz no debe ser apagada sino propagada; la vida ni puede quedar infecunda sino que ha de ser generadora de vida nueva. El evangelio no puede silenciarse sino que debe anunciarse por todos los medios posibles. La misión de los discípulos de Jesucristo en Honduras es ponerse al servicio de una vida plena para todos.

Desde ahora, les digo a todos: ¡Santa semana y Feliz Pascua!