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sábado, 30 de octubre de 2010

El Hijo del hombre ha venido... XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Le pido al Señor la gracia de acercarnos a su Palabra para que nos haga comprende lo que quiere decirnos.
Podemos como dice san Ignacio “como si presente me hallase” hacer este ejercicio. Imaginarnos la escena con los distintos protagonistas. En los dos personajes, tanto en Jesús como en Zaqueo, me puedo identificar.

● Zaqueo que busca y pone los medios a su alcance (escala el árbol) para descubrir a Jesús. ¿A dónde tengo que escalar para ver a Jesús? ¿Vivo la actitud búsqueda permanente del sentido de mi vida, del encuentro con Jesús?
● ¿Dónde encontrar esa higuera que me acerque a Jesús, a su Proyecto?
● Por otra parte como seguidor de Jesús a su vez estoy llamado a ser como Él buscador de almas perdidas. ¿Cómo lo vivo?
● ¿En qué medida participo de la acción salvadora de Jesús?
● El encuentro con Jesús transforma la vida de Zaqueo. Mi encuentro con Jesús ¿en qué medida ha transformado mi vida?
● ¿Percibo que en algo mi vida es especial gracias al encuentro con Jesús?
● Llamadas.

Oro lo contemplado

“PENITENCIA Y RECONCILIACIÓN”

VER

En alguna ocasión, cuando ha salido el tema, he planteado a algunas personas esta pregunta: “¿Cuál es tu primera reacción cuando te hablan del sacramento de la penitencia?” Y la mayoría de las respuestas coincidían en que la primera reacción era la intranquilidad, cierto temor, una “carga”, incluso un impulso de rechazo... Sólo una minoría expresaba que este sacramento era algo que buscaban porque sentían que lo necesitaban, ya que posteriormente se sentían verdaderamente reconciliadas con Dios y con más fuerza “a través de la gracia recibida por la absolución” para seguir adelante con su vida de fe. Sentían y experimentaban sus entrañas misericordiosas, que eran levantados de su postración...


JUZGAR

Los sacramentos son “signos visibles de la gracia de Dios”. Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica [1127]: «Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan. Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien actúa en sus sacramentos». Por lo tanto, todos los sacramentos suponen para quien los recibe con fe un momento de encuentro personal con el mismo Cristo; también el sacramento de la penitencia y de la reconciliación.

¿Por qué, entonces, surge ese temor, esa intranquilidad a la hora de recibir este sacramento? Quizá porque durante siglos hemos puesto todo el acento en la palabra “penitencia”, con todas sus connotaciones negativas, y además desde el miedo «como si afirmásemos que el día del Señor está encima» y nos va a sorprender en pecado, con la amenaza de la condenación. Quizá no hemos reflexionado lo suficiente acerca de lo que Jesús ha dicho en el Evangelio: «el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Quizá porque no nos hemos fijado en lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice acerca de este sacramento, que es denominado “Sacramento de la penitencia y de la reconciliación”, las dos cosas. Y al hablar del nombre de este sacramento [1423 y 1424], indica: «Se le denomina “sacramento de conversión” porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, la vuelta al Padre... Se denomina “sacramento de la Penitencia” porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador... Es llamado “sacramento de la confesión” porque... la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial... Se le llama “sacramento del perdón” porque, por la absolución... Dios concede al penitente “el perdón y la paz”... Se le denomina “sacramento de reconciliación” porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia».

Por lo tanto, lo que conocemos como “sacramento de la Penitencia” incluye la «conversión», la «penitencia», la «confesión», el «perdón» y la «reconciliación». Y, enfocado desde esta perspectiva, podemos empezar a verlo ya no como algo que temer, sino como lo que realmente es, uno de los “sacramentos de curación”, de “sanación” como lo denomina el Catecismo [1421]: «El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2, 1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación... Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos». En definitiva, este sacramento es una prueba más del amor misericordioso de Dios.

Y para entrar en el significado de este sacramento, y vivirlo desde el amor de Dios y no desde el temor a su castigo, podemos ayudarnos de lo que el libro de la Sabiduría nos ha indicado en la 1ª lectura: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan... a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida... Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor».


ACTUAR

Teniendo presentes las palabras de Jesús en el Evangelio, «el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido», preguntémonos: ¿Cuál es mi primera reacción cuando me hablan del sacramento de la penitencia? ¿Tengo claro que es Cristo mismo quien me perdona, porque me ama, por medio del sacerdote? ¿Me siento reconciliado con Dios después de recibirlo, siento su misericordia? ¿Es para mí realmente un sacramento de curación?

Cristo mismo actúa en sus sacramentos, esto no podemos olvidarlo. Y Él, por amor, ha venido «a buscar y salvar lo que estaba perdido». Como Zaqueo, no tengamos miedo ni vergüenza, busquemos al Señor donde se le encuentra, en sus sacramentos, y recibámoslos muy contentos porque son signos que nos confieren su gracia y su amor. Dejémonos transformar y convirtámonos como Zaqueo, para que también Él pueda decirnos: «Hoy ha sido la salvación de esta casa», hoy ha sido tu salvación.

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