Andamos ya por los días cercanos a la Navidad y parece que todas las cosas se tiñan de un color especial. Por las calles mucha gente camina más ajetreada de la habitual, los niños parecen más expresivos y ruidosos que de costumbre, cada uno quizás va pensando en la fiesta que ya está cerca, en los preparativos, recuerdos y deseos que estos días comportan.
Navidad se convierte para muchos en un tiempo de alegría, de deseo de compartir con los demás cuanto tienen y de buscar los medios para dar gusto convirtiendo en realidad aquellos buenos propósitos que a lo largo del año se nos han quedado como adormilados y sin llevar adelante. El tiempo de Navidad es un tiempo de ilusión, y para bastante gente se quedará en eso, en tiempo de soñar con una realidad inalcanzable, un sueño que brota del corazón y que desea extenderse a cuantos nos rodean, pero que no logra tener el sentido de plenitud que los cristianos podemos tener.
El Nacimiento del Hijo de Dios que celebramos es algo más que una ilusión, es una celebración que se convierte en el inicio del tiempo porque en medio del silencio Dios ha hablado a los hombres. Nos invita a procurar que nuestro corazón vibre con una actitud lo más acorde posible a lo que Dios espera de todos y cada uno.
La Navidad, decimos que es un tiempo de ilusión y de alegría que se refleja en los rostros de niños y mayores, pero la Navidad no puede quedarse una ilusión y por tanto en una irrealidad, Navidad debería ser el inicio de una vida nueva, una vida envuelta en la alegría y en la paz. Seguro que la vida de cada persona conoce momentos de angustia y desasosiego, de frustración y de poco ánimo, pero la Navidad nos conduce a todos a poner toda preocupación y todo sufrimiento de lado para comunicar el gozo que nos anuncian los ángeles desde el portal de Belén: Ha nacido el Salvador del mundo y Dios nos ofrece la paz en la Tierra.
Texto: Hna. Carmen Solé.
Publicado por Mi Vocación
Navidad se convierte para muchos en un tiempo de alegría, de deseo de compartir con los demás cuanto tienen y de buscar los medios para dar gusto convirtiendo en realidad aquellos buenos propósitos que a lo largo del año se nos han quedado como adormilados y sin llevar adelante. El tiempo de Navidad es un tiempo de ilusión, y para bastante gente se quedará en eso, en tiempo de soñar con una realidad inalcanzable, un sueño que brota del corazón y que desea extenderse a cuantos nos rodean, pero que no logra tener el sentido de plenitud que los cristianos podemos tener.
El Nacimiento del Hijo de Dios que celebramos es algo más que una ilusión, es una celebración que se convierte en el inicio del tiempo porque en medio del silencio Dios ha hablado a los hombres. Nos invita a procurar que nuestro corazón vibre con una actitud lo más acorde posible a lo que Dios espera de todos y cada uno.
La Navidad, decimos que es un tiempo de ilusión y de alegría que se refleja en los rostros de niños y mayores, pero la Navidad no puede quedarse una ilusión y por tanto en una irrealidad, Navidad debería ser el inicio de una vida nueva, una vida envuelta en la alegría y en la paz. Seguro que la vida de cada persona conoce momentos de angustia y desasosiego, de frustración y de poco ánimo, pero la Navidad nos conduce a todos a poner toda preocupación y todo sufrimiento de lado para comunicar el gozo que nos anuncian los ángeles desde el portal de Belén: Ha nacido el Salvador del mundo y Dios nos ofrece la paz en la Tierra.
Texto: Hna. Carmen Solé.
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