Publicado por El Blog de X. Pikaza
Hace unos días (21 y 22 de enero) he presentado algunas reflexiones sobre el sentido e historia de Galilea en tiempos de Jesús. Algunos me pidieron que siguiera presentando el tema, cosa que irá haciendo, al hilo de mis reflexiones sobre Jesús.
En un comentario quise indicar el influjo que el lugar social y teológico de los exegetas tiene en el estudio de Galilea, cosa que algunos habituales a mi blog no ven claro. Por eso insistiré en días futuros sobre el tema. Hoy sólo quiero recordar unos hechos bien sabidos de la dura historia de Galilea en el tiempo de los abuelos y de la niñez e infancia de Jesús. Tengo el convencimiento de que esos hechos (con otros: lectura de la Biblia, influjo de sus padres, piedad personal...) marcaron su vida, en la primera infancia que es cuando la vida se moldea, con la voz y el recuerdo de abuelos y padres.
Me atrevo a "copiar" lo mejor de lo que digo de un trabajo de Ariel Álvarez, tomado de http://www.exodo.org/LAS-REBELIONES-POLITICAS-QUE.html (donde se publica on line en parte). Buen día a todos. Gracias Ariel, por tu análisis, certero y claro, como siempre. En la imagen las rocas de Arbel(Arbela, donde Herodes mató a los "nacionalistas" galileos, en el tiempo de los abuelos de Jesús.
INTRODUCCIÓN (ARIEL A.)
Cuando imaginamos la infancia de Jesús, en el pequeño pueblito de Nazaret, la suponemos tranquila, con san José trabajando serenamente entre virutas de madera, serrucho y formón, mientras el niño Jesús jugaba con carritos de madera hechos por su padre, y María cantaba lavando la ropa, rodeados todos por los bondadosos paisanos de la aldea.
Sin embargo no fue así. La época que le tocó vivir a Jesús estuvo marcada por protestas sociales, revueltas campesinas y sublevaciones políticas, algunas ocurridas muy cerca de donde Jesús vivía. Ninguno de estos movimientos rebeldes tuvo éxito. Todos fueron brutalmente reprimidos por las autoridades romanas, que en aquel tiempo eran los dueños del país. Pero el espíritu de las rebeliones permaneció siempre vivo en el escenario de Palestina, de modo que Jesús creció y vivió desde su más tierna infancia en medio de un ambiente generalizado de protestas y disturbios contra el poder de Roma, lo cual marcó de manera determinante su trayectoria como Maestro.
EN TIEMPO DE LOS ABUELOS. LOS NACIONALISTAS DE ARBELA (X. Pikaza)
Se suele decir que en los niños influyen de un modo especial las historias que cuentan los abuelos, que eran los que mantenían la tradición israelita. Jesús nació el año 6 aC. Sus abuelos podían tener por entonces unos 40 ó 50 años. Pues bien, en el tiempo de la juventud de sus abuelos (el 39-38 aC.), unos 32 años antes, sucedió en Galilea algo horrible, vinculado a la toma de poder de Herodes el Grande, a sangre y fuego.
(En la imagen, vista de Galilea desde las rocas de Arbel, con Magdala y el Monte de las Bienaventuranzas; al fondo está Cafarnaum, a la derecha Betsaida)
Vivía por entonces en Galilea hombre llamado Ezequiel, a quien Flavio Josefo llama Lêstes (palabra que hoy podría traducirse como terrorista o guerrillero), pero que puede y debe traducirse en este caso como “soldado al servicio de la libertad nacional” (en los años 43 al 38 a.C.). Los últimos reyes macabeos/asmoneos estaban perdiendo el poder a manos de los romanos (tras la conquista de Pompeyo (63 A. C.). Se estaba jugando en Palestina la batalla entre oriente y occidente (¿Cómo hoy?).
Estaban divididos los judíos, unos con Roma (Occidente), otros con los Partos/Persas (Oriente) que conquistaron Jerusalén (el 40 a.C.). Herodes, hijo del gran Antípatro/Antipas, gobernador romano de Palestina, huyó a Roma de donde volvió con poderes para “conquistar” el reino (para sí mismo, y para Roma).
En ese momento, un famoso galileo (Ezequías, hijo de Judas Galileo y fundador de una gran dinastía de luchadores nacionales) se opuso a unos y a otros, a partos y romanos, porque quería que Judea/Palestina fuera israelita (ni parta ni romana). Los vieron que la situación era difícil y marcharon. Roma se impuso, a través de su aliado Herodes.
Pues bien, en este contexto se sitúa la “conquista y pacificación de Galilea”, realizada por Herodes que en este momento aparece como un condottiero genial y durísimo (al servicio de sí mismo). Tomó primero Séforis (¡a seis kilómetros de Nazaret, donde vivían los abuelos de Jesús!) en medio de una gran nevada (cosa extraña en aquella zona) y después organizó una campaña contra los “bandidos” (¡nacionalistas!) refugiados en las rocas de Arbela, sobre el Mar de Galilea (visibles desde toda la costa, de Cafarnaúm a Tiberíades).
Allí, en las cuevas de las rocas, se habían refugiado los nacionalistas. Allí les atacó Herodes y les venció, en una guerra que se parece muchísimo a la de Masada, más de un siglo más tarde (el 72/73 d.C.). Estamos en el año 38 a.C. Los bandidos/nacionalistas se defienden hasta la muerte. Flavio Josefo, el historiador le llama “bandoleros/bandidos” (lêstai), pero les describe como héroes (Ant XIV, 419-421).
«Las cuevas se encuentran en unas montañas muy abruptas, provistas de accesos escarpados. Justo en estas rocas tenían su guarida los bandidos con sus familias… Pero el rey hizo construir contra ellos arcones, lo descolgó atados con cadenas de hierro, llenos de guerreros con ganchos…».
Fue una batalla encarnizada, una lucha épica, que terminó con la muerte por hambre, hierro y fuego de todos los “bandidos”. Al final, un anciano héroe (¡de esos que ha dado siempre Israel!), para no caer en manos de Herodes y de los partidarios de Roma, mató a sus siete hijos, los despeñó por la roca, y mató también a su mujer, antes de lanzarse él mismo al vacío «prefiriendo la muerte a la esclavitud”, dice expresamente Josefo.
Hombres como Ezequías y sus “bandidos” de Arbelas, aniquilados por Herodes y los partidarios de Roma, a pocos kilómetros de Nazaret, llenaron sin duda el imaginario de los abuelos de Jesús. Esos guerreros de Arbelas (guiados por Ezequías, el Padre de Judas Galilea) tuvieron que haber sido para Jesús uno de los primeros recuerdos de infancia.
CONMOCIÓN A LA VUELTA DE CASA (sigue Ariel)
Así empezó el reino de Herodes, matando a los galileos que luchaban por su libertad en Arbelas. Pues bien, 34 años más tarde, el año 4 a.C., cuando Jesús era apenas un niño de dos o tres años y vivía en Nazaret, murió el rey Herodes. Había gobernado el país por casi cuarenta años con mano de hierro y al filo de espada, por lo que su muerte generó un gran vacío de poder. Estallaron entonces violentas manifestaciones en todo el país.
La primera tuvo lugar muy cerca de la casa del niño Jesús, en Séforis. Ésta era una ciudad rica y pujante, a 6 kilómetros de Nazaret. La revuelta estaba encabezada por Judas, un personaje surgido de las clases más populares de Galilea, y que desde hacía tiempo lideraba un grupo de bandoleros. Aprovechando la muerte de Herodes, asaltó el palacio real de Séforis y se apoderó de las armas allí guardadas. Con ellas equipó a sus hombres, saqueó las reservas que había, y se proclamó rey de Israel.
Gracias al apoyo de sus seguidores, llegó a controlar toda la región de Galilea, incluida Nazaret donde Jesús vivía con sus padres.
Poco después en la provincia de Perea, al este de Jerusalén, un hombre llamado Simón, exesclavo de Herodes, también se sublevó, y al frente de una horda numerosa prendió fuego a otro palacio real que Herodes tenía en Jericó, donde se proclamó rey.
Finalmente al sur, en la provincia de Judea, un pastor de enorme fuerza física llamado Atronges, tomó igualmente la corona real, y con sus cuatro hermanos, a quienes nombró generales, redujo y sometió a toda la región.
Los líderes de estas revueltas fueron apoyados por la gente, y gozaron de gran popularidad. Primero, porque eran todos judíos, y el pueblo hacía tiempo que añoraba un rey autóctono, pues Herodes no era judío, sino idumeo. Segundo, porque todos los cabecillas eran de origen humilde y a la vez carismáticos, como lo había sido el gran rey David. De modo que estos líderes en cierto modo habían logrado reavivar las esperanzas, nunca olvidadas, de un Rey Mesías que vendría a liberar al pueblo de la opresión extranjera.
CUANDO SE APLASTAN LOS SUEÑOS
La aparición de estos tres caudillos, autoproclamándose Mesías, fomentó motines entusiastas por todas partes, y pronto Palestina se vio envuelta en llamas y en delirios de liberación. Ante esta situación de revuelta generalizada, la reacción de Roma no se hizo esperar.
El general Publio Varo, instalado en ese momento en Siria, tomó inmediatamente tres legiones y marchó contra los revoltosos. Primero se dirigió a Perea, donde sofocó el movimiento de Simón. Luego aplastó en Judea a los rebeldes de Atronges y crucificó a más de 2.000 sublevados cerca de Jerusalén. Pero el castigo más duro lo aplicó en Galilea, la patria de Jesús. Allí Varo puso sitio a Séforis, apresó y dio muerte a Judas, prendió fuego a la ciudad, destruyó completamente todos sus edificios reduciéndolos a cenizas, y finalmente a sus habitantes, por haber apoyado a Judas, los hizo vender como esclavos.
De esta manera, la brutal represión romana acabó con los experimentos mesiánicos que tanta expectativa habían despertado en el pueblo. La gran cantidad de tropas que Varo tuvo que emplear para derrotarlos demuestra el enorme apoyo popular del que habían gozado. Y el recuerdo de la “guerra de Varo”, como se la conoció desde entonces, quedó para siempre grabado en la memoria judía como uno de los episodios más sangrientos que debió afrontar el pueblo judío.
Mientras tanto, muy cerca de allí, el niño Jesús jugaba despreocupado en brazos de María, ajeno a los terribles escarmientos y crucifixiones de su patria, y sin entender todavía nada de Mesías ni de alzamientos.
SÓLO DIOS PODÍA COBRARLO
En el año 6 d.C, siendo ya Jesús un adolescente de unos 13 años, se produjo en el país la segunda oleada de resistencia contra Roma. Esta vez las consecuencias fueron más graves que las anteriores. Nuevamente el centro del estallido fue Galilea, donde vivía Jesús, por lo que él debió de haber conocido todos los detalles de estos disturbios.
El iniciador fue un maestro religioso, llamado Judas el Galileo; y la causa fue el cambio de administración del sur del país, es decir, las provincias de Judea, Samaria e Idumea. Hasta entonces estaban regidas por un gobernador judío. Pero en el año 6 los romanos lo destituyeron por mal comportamiento, anexaron el territorio a Roma y empezaron a administrarlo directamente a través de un Prefecto. Para ello crearon un nuevo impuesto llamado tributum soli (impuesto a la tierra).
El Sumo Sacerdote de Jerusalén acató la medida, para evitar males mayores, y ordenó aceptarla. Pero Judas (¡hijo de Ezequías, el de Arbela) desoyó la orden y reaccionó enérgicamente contra ella. Aunque había nacido en Gamala, al norte de la Galaunítide, y por lo tanto no le afectaba el nuevo impuesto, se trasladó a Jerusalén y desde allí empezó a exhortar a la población a no pagarlo. El argumento que esgrimía era claro: Dios es el único dueño de la tierra; por lo tanto, el emperador no tiene derecho a cobrar impuestos sobre el suelo de Israel.
La insurrección de Judas no era militar, como las anteriores, sino pacífica. Judas no pretendía proclamarse Mesías, sino que quería el reconocimiento de Dios como rey del país, y de sus derechos sobre la tierra. Era, pues, un movimiento “teocrático”, religioso, no violento, que buscaba imponer ideas, no estructuras. Pero al cuestionar un impuesto de Roma, desairaba la autoridad imperial, y con ella su presencia en Palestina. Por lo tanto, los romanos lo consideraron peligroso. Además, había logrado captar la aceptación de todo el país. Por eso lo persiguieron, lo atraparon, y lo mataron sin contemplaciones (Hch 5,37).
Mientras tanto el adolescente Jesús, con sus 13 años, aprendía de su padre José cómo ser un buen artesano en el taller de Nazaret… ¿O aprendía también otras cosas de la historia real de su pueblo?.
LA ENSEÑANZA MISTERIOSA
Si bien el movimiento teocrático de Judas fue aplastado con facilidad, sus ideas perduraron por décadas en el ambiente palestino. Incluso Jesús tuvo la ocasión de opinar sobre ellas, en el conocido episodio del impuesto, que tuvo lugar en el año 30 en Jerusalén. Se le acercaron unos fariseos y herodianos, y lo interrogaron: “¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?” (Mc 12,13-17)… Es evidente que en el fondo de esa pregunta latía “el eterno tema galileo”, el de Ezequías de Arbela, el de Judas Galileo.
En un comentario quise indicar el influjo que el lugar social y teológico de los exegetas tiene en el estudio de Galilea, cosa que algunos habituales a mi blog no ven claro. Por eso insistiré en días futuros sobre el tema. Hoy sólo quiero recordar unos hechos bien sabidos de la dura historia de Galilea en el tiempo de los abuelos y de la niñez e infancia de Jesús. Tengo el convencimiento de que esos hechos (con otros: lectura de la Biblia, influjo de sus padres, piedad personal...) marcaron su vida, en la primera infancia que es cuando la vida se moldea, con la voz y el recuerdo de abuelos y padres.
Me atrevo a "copiar" lo mejor de lo que digo de un trabajo de Ariel Álvarez, tomado de http://www.exodo.org/LAS-REBELIONES-POLITICAS-QUE.html (donde se publica on line en parte). Buen día a todos. Gracias Ariel, por tu análisis, certero y claro, como siempre. En la imagen las rocas de Arbel(Arbela, donde Herodes mató a los "nacionalistas" galileos, en el tiempo de los abuelos de Jesús.
INTRODUCCIÓN (ARIEL A.)
Cuando imaginamos la infancia de Jesús, en el pequeño pueblito de Nazaret, la suponemos tranquila, con san José trabajando serenamente entre virutas de madera, serrucho y formón, mientras el niño Jesús jugaba con carritos de madera hechos por su padre, y María cantaba lavando la ropa, rodeados todos por los bondadosos paisanos de la aldea.
Sin embargo no fue así. La época que le tocó vivir a Jesús estuvo marcada por protestas sociales, revueltas campesinas y sublevaciones políticas, algunas ocurridas muy cerca de donde Jesús vivía. Ninguno de estos movimientos rebeldes tuvo éxito. Todos fueron brutalmente reprimidos por las autoridades romanas, que en aquel tiempo eran los dueños del país. Pero el espíritu de las rebeliones permaneció siempre vivo en el escenario de Palestina, de modo que Jesús creció y vivió desde su más tierna infancia en medio de un ambiente generalizado de protestas y disturbios contra el poder de Roma, lo cual marcó de manera determinante su trayectoria como Maestro.
EN TIEMPO DE LOS ABUELOS. LOS NACIONALISTAS DE ARBELA (X. Pikaza)
Se suele decir que en los niños influyen de un modo especial las historias que cuentan los abuelos, que eran los que mantenían la tradición israelita. Jesús nació el año 6 aC. Sus abuelos podían tener por entonces unos 40 ó 50 años. Pues bien, en el tiempo de la juventud de sus abuelos (el 39-38 aC.), unos 32 años antes, sucedió en Galilea algo horrible, vinculado a la toma de poder de Herodes el Grande, a sangre y fuego.
(En la imagen, vista de Galilea desde las rocas de Arbel, con Magdala y el Monte de las Bienaventuranzas; al fondo está Cafarnaum, a la derecha Betsaida)
Vivía por entonces en Galilea hombre llamado Ezequiel, a quien Flavio Josefo llama Lêstes (palabra que hoy podría traducirse como terrorista o guerrillero), pero que puede y debe traducirse en este caso como “soldado al servicio de la libertad nacional” (en los años 43 al 38 a.C.). Los últimos reyes macabeos/asmoneos estaban perdiendo el poder a manos de los romanos (tras la conquista de Pompeyo (63 A. C.). Se estaba jugando en Palestina la batalla entre oriente y occidente (¿Cómo hoy?).
Estaban divididos los judíos, unos con Roma (Occidente), otros con los Partos/Persas (Oriente) que conquistaron Jerusalén (el 40 a.C.). Herodes, hijo del gran Antípatro/Antipas, gobernador romano de Palestina, huyó a Roma de donde volvió con poderes para “conquistar” el reino (para sí mismo, y para Roma).
En ese momento, un famoso galileo (Ezequías, hijo de Judas Galileo y fundador de una gran dinastía de luchadores nacionales) se opuso a unos y a otros, a partos y romanos, porque quería que Judea/Palestina fuera israelita (ni parta ni romana). Los vieron que la situación era difícil y marcharon. Roma se impuso, a través de su aliado Herodes.
Pues bien, en este contexto se sitúa la “conquista y pacificación de Galilea”, realizada por Herodes que en este momento aparece como un condottiero genial y durísimo (al servicio de sí mismo). Tomó primero Séforis (¡a seis kilómetros de Nazaret, donde vivían los abuelos de Jesús!) en medio de una gran nevada (cosa extraña en aquella zona) y después organizó una campaña contra los “bandidos” (¡nacionalistas!) refugiados en las rocas de Arbela, sobre el Mar de Galilea (visibles desde toda la costa, de Cafarnaúm a Tiberíades).
Allí, en las cuevas de las rocas, se habían refugiado los nacionalistas. Allí les atacó Herodes y les venció, en una guerra que se parece muchísimo a la de Masada, más de un siglo más tarde (el 72/73 d.C.). Estamos en el año 38 a.C. Los bandidos/nacionalistas se defienden hasta la muerte. Flavio Josefo, el historiador le llama “bandoleros/bandidos” (lêstai), pero les describe como héroes (Ant XIV, 419-421).
«Las cuevas se encuentran en unas montañas muy abruptas, provistas de accesos escarpados. Justo en estas rocas tenían su guarida los bandidos con sus familias… Pero el rey hizo construir contra ellos arcones, lo descolgó atados con cadenas de hierro, llenos de guerreros con ganchos…».
Fue una batalla encarnizada, una lucha épica, que terminó con la muerte por hambre, hierro y fuego de todos los “bandidos”. Al final, un anciano héroe (¡de esos que ha dado siempre Israel!), para no caer en manos de Herodes y de los partidarios de Roma, mató a sus siete hijos, los despeñó por la roca, y mató también a su mujer, antes de lanzarse él mismo al vacío «prefiriendo la muerte a la esclavitud”, dice expresamente Josefo.
Hombres como Ezequías y sus “bandidos” de Arbelas, aniquilados por Herodes y los partidarios de Roma, a pocos kilómetros de Nazaret, llenaron sin duda el imaginario de los abuelos de Jesús. Esos guerreros de Arbelas (guiados por Ezequías, el Padre de Judas Galilea) tuvieron que haber sido para Jesús uno de los primeros recuerdos de infancia.
CONMOCIÓN A LA VUELTA DE CASA (sigue Ariel)
Así empezó el reino de Herodes, matando a los galileos que luchaban por su libertad en Arbelas. Pues bien, 34 años más tarde, el año 4 a.C., cuando Jesús era apenas un niño de dos o tres años y vivía en Nazaret, murió el rey Herodes. Había gobernado el país por casi cuarenta años con mano de hierro y al filo de espada, por lo que su muerte generó un gran vacío de poder. Estallaron entonces violentas manifestaciones en todo el país.
La primera tuvo lugar muy cerca de la casa del niño Jesús, en Séforis. Ésta era una ciudad rica y pujante, a 6 kilómetros de Nazaret. La revuelta estaba encabezada por Judas, un personaje surgido de las clases más populares de Galilea, y que desde hacía tiempo lideraba un grupo de bandoleros. Aprovechando la muerte de Herodes, asaltó el palacio real de Séforis y se apoderó de las armas allí guardadas. Con ellas equipó a sus hombres, saqueó las reservas que había, y se proclamó rey de Israel.
Gracias al apoyo de sus seguidores, llegó a controlar toda la región de Galilea, incluida Nazaret donde Jesús vivía con sus padres.
Poco después en la provincia de Perea, al este de Jerusalén, un hombre llamado Simón, exesclavo de Herodes, también se sublevó, y al frente de una horda numerosa prendió fuego a otro palacio real que Herodes tenía en Jericó, donde se proclamó rey.
Finalmente al sur, en la provincia de Judea, un pastor de enorme fuerza física llamado Atronges, tomó igualmente la corona real, y con sus cuatro hermanos, a quienes nombró generales, redujo y sometió a toda la región.
Los líderes de estas revueltas fueron apoyados por la gente, y gozaron de gran popularidad. Primero, porque eran todos judíos, y el pueblo hacía tiempo que añoraba un rey autóctono, pues Herodes no era judío, sino idumeo. Segundo, porque todos los cabecillas eran de origen humilde y a la vez carismáticos, como lo había sido el gran rey David. De modo que estos líderes en cierto modo habían logrado reavivar las esperanzas, nunca olvidadas, de un Rey Mesías que vendría a liberar al pueblo de la opresión extranjera.
CUANDO SE APLASTAN LOS SUEÑOS
La aparición de estos tres caudillos, autoproclamándose Mesías, fomentó motines entusiastas por todas partes, y pronto Palestina se vio envuelta en llamas y en delirios de liberación. Ante esta situación de revuelta generalizada, la reacción de Roma no se hizo esperar.
El general Publio Varo, instalado en ese momento en Siria, tomó inmediatamente tres legiones y marchó contra los revoltosos. Primero se dirigió a Perea, donde sofocó el movimiento de Simón. Luego aplastó en Judea a los rebeldes de Atronges y crucificó a más de 2.000 sublevados cerca de Jerusalén. Pero el castigo más duro lo aplicó en Galilea, la patria de Jesús. Allí Varo puso sitio a Séforis, apresó y dio muerte a Judas, prendió fuego a la ciudad, destruyó completamente todos sus edificios reduciéndolos a cenizas, y finalmente a sus habitantes, por haber apoyado a Judas, los hizo vender como esclavos.
De esta manera, la brutal represión romana acabó con los experimentos mesiánicos que tanta expectativa habían despertado en el pueblo. La gran cantidad de tropas que Varo tuvo que emplear para derrotarlos demuestra el enorme apoyo popular del que habían gozado. Y el recuerdo de la “guerra de Varo”, como se la conoció desde entonces, quedó para siempre grabado en la memoria judía como uno de los episodios más sangrientos que debió afrontar el pueblo judío.
Mientras tanto, muy cerca de allí, el niño Jesús jugaba despreocupado en brazos de María, ajeno a los terribles escarmientos y crucifixiones de su patria, y sin entender todavía nada de Mesías ni de alzamientos.
SÓLO DIOS PODÍA COBRARLO
En el año 6 d.C, siendo ya Jesús un adolescente de unos 13 años, se produjo en el país la segunda oleada de resistencia contra Roma. Esta vez las consecuencias fueron más graves que las anteriores. Nuevamente el centro del estallido fue Galilea, donde vivía Jesús, por lo que él debió de haber conocido todos los detalles de estos disturbios.
El iniciador fue un maestro religioso, llamado Judas el Galileo; y la causa fue el cambio de administración del sur del país, es decir, las provincias de Judea, Samaria e Idumea. Hasta entonces estaban regidas por un gobernador judío. Pero en el año 6 los romanos lo destituyeron por mal comportamiento, anexaron el territorio a Roma y empezaron a administrarlo directamente a través de un Prefecto. Para ello crearon un nuevo impuesto llamado tributum soli (impuesto a la tierra).
El Sumo Sacerdote de Jerusalén acató la medida, para evitar males mayores, y ordenó aceptarla. Pero Judas (¡hijo de Ezequías, el de Arbela) desoyó la orden y reaccionó enérgicamente contra ella. Aunque había nacido en Gamala, al norte de la Galaunítide, y por lo tanto no le afectaba el nuevo impuesto, se trasladó a Jerusalén y desde allí empezó a exhortar a la población a no pagarlo. El argumento que esgrimía era claro: Dios es el único dueño de la tierra; por lo tanto, el emperador no tiene derecho a cobrar impuestos sobre el suelo de Israel.
La insurrección de Judas no era militar, como las anteriores, sino pacífica. Judas no pretendía proclamarse Mesías, sino que quería el reconocimiento de Dios como rey del país, y de sus derechos sobre la tierra. Era, pues, un movimiento “teocrático”, religioso, no violento, que buscaba imponer ideas, no estructuras. Pero al cuestionar un impuesto de Roma, desairaba la autoridad imperial, y con ella su presencia en Palestina. Por lo tanto, los romanos lo consideraron peligroso. Además, había logrado captar la aceptación de todo el país. Por eso lo persiguieron, lo atraparon, y lo mataron sin contemplaciones (Hch 5,37).
Mientras tanto el adolescente Jesús, con sus 13 años, aprendía de su padre José cómo ser un buen artesano en el taller de Nazaret… ¿O aprendía también otras cosas de la historia real de su pueblo?.
LA ENSEÑANZA MISTERIOSA
Si bien el movimiento teocrático de Judas fue aplastado con facilidad, sus ideas perduraron por décadas en el ambiente palestino. Incluso Jesús tuvo la ocasión de opinar sobre ellas, en el conocido episodio del impuesto, que tuvo lugar en el año 30 en Jerusalén. Se le acercaron unos fariseos y herodianos, y lo interrogaron: “¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?” (Mc 12,13-17)… Es evidente que en el fondo de esa pregunta latía “el eterno tema galileo”, el de Ezequías de Arbela, el de Judas Galileo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario