Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo A
Por R. J. García Avilés
Por R. J. García Avilés
Al contrario que en Mc, es Judas quien pide dinero por entregar a Jesús (v. 14). Judas es el hombre que no ha hecho la opción por la pobreza (5,3), y el afán de dinero lo ha llevado a traicionar el mensaje (13,22). El precio que los sumos sacerdotes ponen a Jesús se encuentra en Zac 11,12 (LXX). Las treinta monedas de plata eran el precio de un esclavo (Ex 21,32).
La escena tiene lugar "el primer día de los Azimos" (fiesta de los panes sin levadura), la tarde de la víspera de Pascua. Son los discípulos los que recuerdan a Jesús que ha de ser preparada la cena. Jesús, consciente de que "su momento" -el de su muerte- está cerca, manda a todos los discípulos a dar el recado a un desconocido.
"Caída la tarde se puso a la mesa con los Doce" (v. 20). "Los Doce" se identifican con "sus discípulos"; se ve el valor simbólico del número, que designa al grupo como el Israel mesiánico. Jesús anuncia la traición, provocando la tristeza y la inseguridad de ellos (v. 21); "mojar en la misma fuente" era gesto de amistad e intimidad.
Y añade: "El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ese hombre que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido". Hay una clara oposición entre "el Hijo del Hombre" y "ese hombre", es decir, entre el portador del Espíritu de Dios (3,16) y el que carece de él. Al entregar al Hijo del hombre a la muerte, Judas elimina de sí mismo todos los valores propios del Hijo del hombre y pretende acabar definitivamente con ellos. Renuncia para siempre a su plenitud humana. Prefiere el dinero a su propio ser. La vida del hombre es un camino hacia la plenitud; quien renuncia a ella se condena él mismo al fracaso; más le valdría no haber nacido.
"Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciendo: -¿Acaso soy yo, Rabbí? Jesús respondió: -Tú lo has dicho (v. 25). Jesús va estrechando el circulo de los posibles traidores (v. 21: «uno de vosotros»; v. 23: "Uno que ha mojado en la misma fuente que yo"). A la primera denuncia todos reaccionan, excepto Judas: "Ellos, consternados, empezaron a replicarle uno tras otro: ¿Acaso soy yo, Señor?" (v. 22).
A la segunda, Jesús se ve forzado a reaccionar: "Tú lo has dicho" (v. 25).
Sin reproche alguno, Jesús identifica al traidor, aunque no necesariamente a los oídos de todos. Es su último esfuerzo para que Judas tome conciencia de lo que va a hacer y recapacite.
"Cuerpo" significaba la persona en cuanto identificable y activa; "sangre" (símbolo de la muerte violenta) denotaba también a la persona en cuanto entregada a la muerte.
El sentido inmediato del pan es el de alimento, y como tal indispensable para la vida. Al mismo tiempo, era símbolo de la Ley. Al identificar Jesús el pan con "su cuerpo" sustituye el código de la alianza antigua por el de la suya: la norma de vida para el discípulo es él mismo, su persona y su actividad. Invita a los discípulos a comer el pan, es decir, a asimilarse a su persona; es una expresión del seguimiento. La bendición que pronuncia Jesús pone este relato en relación con el primer episodio de los panes (14,19). La entrega de los discípulos a la gente, simbolizada por el reparto del pan, se hace posible por esta entrega de Jesús a ellos y la identificación de ellos con Jesús.
Al darles este pan, simboliza Jesús su entrega a ellos por amor; ellos, a su vez, deberán entregarse a todos en el pan que repartan. Mt no constata que los discípulos comiesen el pan.
La copa es símbolo de pasión y de muerte. La acción de gracias pone el relato en relación con el segundo episodio de los panes (15, 35s).
La escena tiene lugar "el primer día de los Azimos" (fiesta de los panes sin levadura), la tarde de la víspera de Pascua. Son los discípulos los que recuerdan a Jesús que ha de ser preparada la cena. Jesús, consciente de que "su momento" -el de su muerte- está cerca, manda a todos los discípulos a dar el recado a un desconocido.
"Caída la tarde se puso a la mesa con los Doce" (v. 20). "Los Doce" se identifican con "sus discípulos"; se ve el valor simbólico del número, que designa al grupo como el Israel mesiánico. Jesús anuncia la traición, provocando la tristeza y la inseguridad de ellos (v. 21); "mojar en la misma fuente" era gesto de amistad e intimidad.
Y añade: "El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ese hombre que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido". Hay una clara oposición entre "el Hijo del Hombre" y "ese hombre", es decir, entre el portador del Espíritu de Dios (3,16) y el que carece de él. Al entregar al Hijo del hombre a la muerte, Judas elimina de sí mismo todos los valores propios del Hijo del hombre y pretende acabar definitivamente con ellos. Renuncia para siempre a su plenitud humana. Prefiere el dinero a su propio ser. La vida del hombre es un camino hacia la plenitud; quien renuncia a ella se condena él mismo al fracaso; más le valdría no haber nacido.
"Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciendo: -¿Acaso soy yo, Rabbí? Jesús respondió: -Tú lo has dicho (v. 25). Jesús va estrechando el circulo de los posibles traidores (v. 21: «uno de vosotros»; v. 23: "Uno que ha mojado en la misma fuente que yo"). A la primera denuncia todos reaccionan, excepto Judas: "Ellos, consternados, empezaron a replicarle uno tras otro: ¿Acaso soy yo, Señor?" (v. 22).
A la segunda, Jesús se ve forzado a reaccionar: "Tú lo has dicho" (v. 25).
Sin reproche alguno, Jesús identifica al traidor, aunque no necesariamente a los oídos de todos. Es su último esfuerzo para que Judas tome conciencia de lo que va a hacer y recapacite.
"Cuerpo" significaba la persona en cuanto identificable y activa; "sangre" (símbolo de la muerte violenta) denotaba también a la persona en cuanto entregada a la muerte.
El sentido inmediato del pan es el de alimento, y como tal indispensable para la vida. Al mismo tiempo, era símbolo de la Ley. Al identificar Jesús el pan con "su cuerpo" sustituye el código de la alianza antigua por el de la suya: la norma de vida para el discípulo es él mismo, su persona y su actividad. Invita a los discípulos a comer el pan, es decir, a asimilarse a su persona; es una expresión del seguimiento. La bendición que pronuncia Jesús pone este relato en relación con el primer episodio de los panes (14,19). La entrega de los discípulos a la gente, simbolizada por el reparto del pan, se hace posible por esta entrega de Jesús a ellos y la identificación de ellos con Jesús.
Al darles este pan, simboliza Jesús su entrega a ellos por amor; ellos, a su vez, deberán entregarse a todos en el pan que repartan. Mt no constata que los discípulos comiesen el pan.
La copa es símbolo de pasión y de muerte. La acción de gracias pone el relato en relación con el segundo episodio de los panes (15, 35s).
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