Por Angel Moreno
(Ez 37, 12-14; Sal 129; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45)
(Ez 37, 12-14; Sal 129; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45)
Texto para meditar
“Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
-Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: -Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.”
Reflexión
El pasaje de Betania, en el que se narra la resucitación de Lázaro, está enmarcado en un clima de amistad, hasta el extremo de ser uno de los textos en los que más se refleja la humanidad de Jesús. Al verlo llorar y sin poder contener la emoción por la muerte de su amigo, sentimos la cercanía del Señor.
Es verdad que la posible intención de la narración está centrada en un hecho trascendente, por el que Jesús demuestra que tiene poder no sólo sobre la enfermedad, sino también sobre la muerte, como profecía y anticipo de la Pascua. Él se define a Sí mismo como resurrección y vida – “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”-.
¡Amigo, ven a Betania! No lo hagas por compromiso, como lo hicieron tantos de los que se acercaron a la casa de Marta y María a dar el pésame, sino para gozar de la amistad y relación afectiva con Jesús. Él declaró amigos a los suyos, y también demostró la necesidad de tener amigos. En estos tiempos recios conviene, como diría anta Teresa, la presencia de los que te quieren. La Liturgia nos invita a ser del grupo de los que desean acompañar al Maestro en las horas más fuertes.
Oración
Señor, como Marta de Betania, por el dolor en los que tantos quedan sumergidos, te decimos: si hubieras estado aquí no habría sucedido la catástrofe, la muerte, la violencia. Pero aún ahora sabemos que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. No abandones, Señor la obra de tus manos, que no perezcamos en la experiencia de despojo, sino que en esos momentos nos atrevamos a confesar: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Propuesta
“Espera en el Señor, espera en su palabra”.
“Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
-Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: -Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.”
Reflexión
El pasaje de Betania, en el que se narra la resucitación de Lázaro, está enmarcado en un clima de amistad, hasta el extremo de ser uno de los textos en los que más se refleja la humanidad de Jesús. Al verlo llorar y sin poder contener la emoción por la muerte de su amigo, sentimos la cercanía del Señor.
Es verdad que la posible intención de la narración está centrada en un hecho trascendente, por el que Jesús demuestra que tiene poder no sólo sobre la enfermedad, sino también sobre la muerte, como profecía y anticipo de la Pascua. Él se define a Sí mismo como resurrección y vida – “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”-.
¡Amigo, ven a Betania! No lo hagas por compromiso, como lo hicieron tantos de los que se acercaron a la casa de Marta y María a dar el pésame, sino para gozar de la amistad y relación afectiva con Jesús. Él declaró amigos a los suyos, y también demostró la necesidad de tener amigos. En estos tiempos recios conviene, como diría anta Teresa, la presencia de los que te quieren. La Liturgia nos invita a ser del grupo de los que desean acompañar al Maestro en las horas más fuertes.
Oración
Señor, como Marta de Betania, por el dolor en los que tantos quedan sumergidos, te decimos: si hubieras estado aquí no habría sucedido la catástrofe, la muerte, la violencia. Pero aún ahora sabemos que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. No abandones, Señor la obra de tus manos, que no perezcamos en la experiencia de despojo, sino que en esos momentos nos atrevamos a confesar: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Propuesta
“Espera en el Señor, espera en su palabra”.
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