Fuente: Reflexión y LIberación
Es el “teólogo de los pobres”. Julio Lois que enseñó Cristología a generaciones de curas y lacios de toda España. Una Cristología encarnada y liberadora.
Durante más de 30 años ejerció su magisterio desde el Instituto de Pastoral de Madrid. Con sus libros, artículos y conferencias. Y con su propio testimonio vital. Hace 30 años que es, y sigue siendo, coadjutor de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Vallecas.
Punto de referencia de la Iglesia de base, alimenta con sus ideas a esa “mayoría silenciosa” de cristianos desencantados de la Iglesia oficial. Sencillo y profundamente espiritual dice las verdades sin acritud. Por ejemplo, que la Iglesia “debería renunciar al Vaticano” y que “otra Iglesia es posible, pero no paralela ni frente ni en contra de la institucional”.
Julio Lois acaba de publicar su enésimo libro. Se titula “El Dios de los pobres” (Secretariado trinitario), en el que trata de demostrar que “el Dios bíblico y cristiano es un Dios que tiene como prioritarios destinatarios a los débiles y a los excluidos. Un Dios de los que apenas son y apenas cuentan”. Algo que documenta exhaustivamente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Y es que, para Lois, “Jesús es el sacramento de la compasión de Dios en la Historia”. Y por lo tanto, “para ser fiel al plan salvífico es necesaria la opción por los pobres y por la Justicia”.
Y a partir de esos y otros postulados, el teólogo extrae consecuencias. La primera clara y tajante: “La Iglesia de Jesús tiene que ser una Iglesia pobre y de los pobres. Y no sólo pobre material, sino también pobre de poder. Porque el mensaje de Jesús no se impone, se ofrece, se propone”.
¿Una Iglesia a años luz de la actual? ¿Dos Iglesias: la soñada y la real? Lois subraya, una y otra vez, que él y los que opinan como él, no están pidiendo “una Iglesia frente o contra la Iglesia institucional”. Sólo le piden a la Iglesia real, que “sea fiel a lo que tiene que ser, que esté orientada permanentemente hacia un proyecto de conversión”, porque “el ideal cristiano es un ideal al que hay que tender” y “aspirar a lo imposible”. Y para que la iglesia “siga corriendo hacia esa meta” tiene que “andar por el mundo ligera de equipaje”, porque “la solidaridad sólo es posible si hay austeridad”.
¿Debería renunciar al Vaticano, por ejemplo, como sostienen Xavier Pikaza o José Ignacio González-Faus? “Debería despojarse de esas cosas y ser débil públicamente y no caer en la tentación del poder para imponer sus convicciones”. Porque “el poder es la gran tentación de la Iglesia”.
Además, Lois sostiene que “hay una demanda generalizada de que desaparezca el Vaticano o los Nuncios. Es algo que está deseando la mayoría silenciosa de los creyentes, así como teólogos como Pikaza, Faus y muchos otros”. Porque “las mediaciones son históricas y pueden ser transformadas. Lo ideal sería que desaparezca el boato, la riqueza y el poder”.
A pesar de apuntar alto en la transformación eclesial, el teólogo dice no ser “un ingenuo”. “No es fácil la transformación de la Iglesia, pero si pensamos que la sociedad puede cambiar, ¿por qué no iba a poder hacerlo la Iglesia?. Otra Iglesia de Jesús es posible, pero no paralela ni frente ni en contra”.
Reconoce, sin embargo, que en este camino hacia otra Iglesia “tuvimos momentos mejores”. La dinámica esperanzadora y evangélica que comenzó con el Vaticano II, se rompió, a su juicio, “en los últimos tiempos de Pablo VI (sobre todo con la Humanae vitae) y, sobre todo, con Juan Pablo II”. Y ahora, “la involución eclesial es real”.
“En estos momentos, la línea involutiva –sin el menor deseo de juzgar intenciones ni creerme mejor que los demás- está siendo mantenida desde las instancias más altas. Eso sí, sin absoluta unanimidad, aunque a los obispos les resulte difícil manifestar disentimiento, especialmente a nivel público, pero algunos en privado no están de acuerdo con la línea más conservadora”.
Eso sí, Lois reconoce que “los partidarios de la involución son honrados y están absolutamente convencidos de que, para conservar la fe, es necesaria la restauración”. En cualquier caso, asegura que, como decía Karl Rahner, “seguimos viviendo tiempos de invierno eclesial. Domina el miedo al cambio en la Iglesia”.
Pero también augura que la “postura involutiva va a tener que ponerse a dialogar, porque no le va a quedar más remedio, para no convertirse en irrelevante o insignificante socialmente”.
Según Lois, “la Iglesia no está respondiendo a esa exigencia de significación social y es una exigencia de conciencia luchar contra esa dinámica”. ¿Desde dónde? ¿Desde arriba o desde abajo? “Congar siempre decía que la Iglesia avanza desde los márgenes. Hay que conseguir un auténtico clamor eclesial, que deba ser escuchado desde las instancias más altas, que tienen una influencia decisiva en la orientación de la Iglesia. Pero teniendo siempre en cuenta que los cambios en la Iglesia casi siempre brotan de las bases”.
También sostiene el presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII que “la Iglesia no tiene que estar obsesionada por lo cuantitativo, sino por confirmar que la oferta de Jesús es razonable, bonita y bella. Es buena racionalmente y fecunda”.
Y termina asegurando que su escuela de toda la vida, el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, “goza de buena salud y está en buenas manos”. Y rinde un sentido homenaje a su compañero y amigo, recién fallecido, Jesús Burgaleta. Homenaje al que nos sumamos de corazón. Van quedando menos profetas. Y, Julios Lois es uno de ellos.
Durante más de 30 años ejerció su magisterio desde el Instituto de Pastoral de Madrid. Con sus libros, artículos y conferencias. Y con su propio testimonio vital. Hace 30 años que es, y sigue siendo, coadjutor de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Vallecas.
Punto de referencia de la Iglesia de base, alimenta con sus ideas a esa “mayoría silenciosa” de cristianos desencantados de la Iglesia oficial. Sencillo y profundamente espiritual dice las verdades sin acritud. Por ejemplo, que la Iglesia “debería renunciar al Vaticano” y que “otra Iglesia es posible, pero no paralela ni frente ni en contra de la institucional”.
Julio Lois acaba de publicar su enésimo libro. Se titula “El Dios de los pobres” (Secretariado trinitario), en el que trata de demostrar que “el Dios bíblico y cristiano es un Dios que tiene como prioritarios destinatarios a los débiles y a los excluidos. Un Dios de los que apenas son y apenas cuentan”. Algo que documenta exhaustivamente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Y es que, para Lois, “Jesús es el sacramento de la compasión de Dios en la Historia”. Y por lo tanto, “para ser fiel al plan salvífico es necesaria la opción por los pobres y por la Justicia”.
Y a partir de esos y otros postulados, el teólogo extrae consecuencias. La primera clara y tajante: “La Iglesia de Jesús tiene que ser una Iglesia pobre y de los pobres. Y no sólo pobre material, sino también pobre de poder. Porque el mensaje de Jesús no se impone, se ofrece, se propone”.
¿Una Iglesia a años luz de la actual? ¿Dos Iglesias: la soñada y la real? Lois subraya, una y otra vez, que él y los que opinan como él, no están pidiendo “una Iglesia frente o contra la Iglesia institucional”. Sólo le piden a la Iglesia real, que “sea fiel a lo que tiene que ser, que esté orientada permanentemente hacia un proyecto de conversión”, porque “el ideal cristiano es un ideal al que hay que tender” y “aspirar a lo imposible”. Y para que la iglesia “siga corriendo hacia esa meta” tiene que “andar por el mundo ligera de equipaje”, porque “la solidaridad sólo es posible si hay austeridad”.
¿Debería renunciar al Vaticano, por ejemplo, como sostienen Xavier Pikaza o José Ignacio González-Faus? “Debería despojarse de esas cosas y ser débil públicamente y no caer en la tentación del poder para imponer sus convicciones”. Porque “el poder es la gran tentación de la Iglesia”.
Además, Lois sostiene que “hay una demanda generalizada de que desaparezca el Vaticano o los Nuncios. Es algo que está deseando la mayoría silenciosa de los creyentes, así como teólogos como Pikaza, Faus y muchos otros”. Porque “las mediaciones son históricas y pueden ser transformadas. Lo ideal sería que desaparezca el boato, la riqueza y el poder”.
A pesar de apuntar alto en la transformación eclesial, el teólogo dice no ser “un ingenuo”. “No es fácil la transformación de la Iglesia, pero si pensamos que la sociedad puede cambiar, ¿por qué no iba a poder hacerlo la Iglesia?. Otra Iglesia de Jesús es posible, pero no paralela ni frente ni en contra”.
Reconoce, sin embargo, que en este camino hacia otra Iglesia “tuvimos momentos mejores”. La dinámica esperanzadora y evangélica que comenzó con el Vaticano II, se rompió, a su juicio, “en los últimos tiempos de Pablo VI (sobre todo con la Humanae vitae) y, sobre todo, con Juan Pablo II”. Y ahora, “la involución eclesial es real”.
“En estos momentos, la línea involutiva –sin el menor deseo de juzgar intenciones ni creerme mejor que los demás- está siendo mantenida desde las instancias más altas. Eso sí, sin absoluta unanimidad, aunque a los obispos les resulte difícil manifestar disentimiento, especialmente a nivel público, pero algunos en privado no están de acuerdo con la línea más conservadora”.
Eso sí, Lois reconoce que “los partidarios de la involución son honrados y están absolutamente convencidos de que, para conservar la fe, es necesaria la restauración”. En cualquier caso, asegura que, como decía Karl Rahner, “seguimos viviendo tiempos de invierno eclesial. Domina el miedo al cambio en la Iglesia”.
Pero también augura que la “postura involutiva va a tener que ponerse a dialogar, porque no le va a quedar más remedio, para no convertirse en irrelevante o insignificante socialmente”.
Según Lois, “la Iglesia no está respondiendo a esa exigencia de significación social y es una exigencia de conciencia luchar contra esa dinámica”. ¿Desde dónde? ¿Desde arriba o desde abajo? “Congar siempre decía que la Iglesia avanza desde los márgenes. Hay que conseguir un auténtico clamor eclesial, que deba ser escuchado desde las instancias más altas, que tienen una influencia decisiva en la orientación de la Iglesia. Pero teniendo siempre en cuenta que los cambios en la Iglesia casi siempre brotan de las bases”.
También sostiene el presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII que “la Iglesia no tiene que estar obsesionada por lo cuantitativo, sino por confirmar que la oferta de Jesús es razonable, bonita y bella. Es buena racionalmente y fecunda”.
Y termina asegurando que su escuela de toda la vida, el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, “goza de buena salud y está en buenas manos”. Y rinde un sentido homenaje a su compañero y amigo, recién fallecido, Jesús Burgaleta. Homenaje al que nos sumamos de corazón. Van quedando menos profetas. Y, Julios Lois es uno de ellos.
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