Publicado por Pasionistas.es
Jesús pregunta primero sobre lo que la “gente piensa y dice”. Y la verdad que la gente no tiene ni idea de lo que realmente es Jesús. Saben que no es como los demás. Pero no saben quién es. Sin embargo, a Jesús le interesa más el saber ¿qué piensan ellos? ¿No sabía Jesús de sobra lo que pensaba la gente y lo que pensaban los suyos? Sin duda alguna. Pero sucede que, a veces, ciertas preguntas como que nos desinstalan y remueven los propios cimientos. Porque, además, lo curioso del relato es que el mismo que pregunta está preguntando sobre sí mismo. Jesús es quien pregunta. Y Jesús pregunta sobre El mismo.
La pregunta, además era fundamental. Porque la verdadera fe no es cuestión de un examen de religión ni siquiera un examen de teología. La verdadera fe se conoce de la actitud que tenemos frente a El y de lo que él significa para nosotros.
Por eso Benedicto XVI insiste tanto en el ver y encontrarnos con El. Sin ese encuentro, nuestra fe puede ser una idea o una simple ideología. Pero, en modo, alguno una vida. Y si la fe no es vida es una fe muerta. No es fe.
La pregunta “¿y vosotros quién decís que soy?” Implica todo un cuestionamiento a nuestra fe:
¿Qué idea tenemos de El?
¿Qué significa El en nuestras vidas?
¿Qué pensamos de El?
¿Qué decimos de El?
Bruno Forte cita un texto de Dostoievski: “¿Eres tú, eres tú? No respondas, calla. ¿Y qué podrías decir? Sé muy bien lo que puedes decir. Por lo demás, no tienes derecho a añadir nada a lo que dijiste una vez. ¿Por qué has venido a perturbarnos? Porque has venido a eso, a perturbarnos, lo sabes de sobra”.
Lo que significa que buscar el rostro de Jesús, es dejarnos perturbar, abandonar la tranquila seguridad de las posturas que no comprometen a nada y con nada, tomar partido, dar y experimentar el escándalo”.
¿Quién es Jesús, entonces? Alguien que tiene que perturbar. Alguien que obliga a abandonar nuestra tranquila seguridad. Alguien que no nos puede dejar tranquilos en nuestras actitudes y posturas y falta de compromiso, y olvido de los demás, y cerrar los ojos ante los otros.
Jesús está llamado, de alguna manera, a ser “un escándalo”. Y el problema de nuestra fe está en que son más los que se acurrucan y acomodan fácilmente a El, que aquellos que sufren un impacto y un escándalo. Hay escándalos que son señales de que, su figura nos ha salpicado y nos ha inquietado, nos ha desinstalado, nos ha remecido.
Con cuánta razón escribía K. Barth: “No es ninguna blasfemia el escándalo que de una u otra forma todos recibimos de Cristo: blasfemia es creer que se puede hacer algo con él, o decir y escuchar algo de él sin causar ningún escándalo”. Hablar de Jesús y no provocar escándalo alguno, es señal de que hablamos más desde nosotros que desde El. A pesar de que a Jesús siempre la presentamos con una larga barba, de hecho, el Jesús que anima nuestras vidas, está bien afeitado. Le hemos quitado esa mordiente que molesta y fastidia. Y nos hemos quedado con un Jesús sentimental y dulzarrón. ¿Será por eso que hay tantos cristianos con una glucosa muy elevada y con una diabetes espiritual incurable?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy?
¿Alguien que nos impacta y sacude las fibras de nuestro corazón y de nuestro ser?
¿Alguien que apasiona nuestra mente y nuestro corazón?
¿Alguien que compromete no sólo nuestra moral, nuestra ética, sino todo nuestro ser?
¿Alguien que da sentido y dirección a nuestras vidas?
¿Alguien capaz de sacarnos de nuestros egoísmos y comprometernos con los demás?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy? Cada uno tendrá su propia respuesta. Yo me contentaría con la que da Papini: “…. Todos los días te esperamos a ti, Crucificado, que fuiste atormentado por amor nuestro y ahora nos atormentas con toda la fuerza de tu amor implacable”. Nuestra fe dependerá de la respuesta que cada uno dé a la pregunta ¿Quién decís vosotros que soy yo? ¿Qué significo realmente yo en vuestras vidas? Porque nuestra es la fe en “un Viviente” y es una “fe viva y para la vida”.
La pregunta, además era fundamental. Porque la verdadera fe no es cuestión de un examen de religión ni siquiera un examen de teología. La verdadera fe se conoce de la actitud que tenemos frente a El y de lo que él significa para nosotros.
Por eso Benedicto XVI insiste tanto en el ver y encontrarnos con El. Sin ese encuentro, nuestra fe puede ser una idea o una simple ideología. Pero, en modo, alguno una vida. Y si la fe no es vida es una fe muerta. No es fe.
La pregunta “¿y vosotros quién decís que soy?” Implica todo un cuestionamiento a nuestra fe:
¿Qué idea tenemos de El?
¿Qué significa El en nuestras vidas?
¿Qué pensamos de El?
¿Qué decimos de El?
Bruno Forte cita un texto de Dostoievski: “¿Eres tú, eres tú? No respondas, calla. ¿Y qué podrías decir? Sé muy bien lo que puedes decir. Por lo demás, no tienes derecho a añadir nada a lo que dijiste una vez. ¿Por qué has venido a perturbarnos? Porque has venido a eso, a perturbarnos, lo sabes de sobra”.
Lo que significa que buscar el rostro de Jesús, es dejarnos perturbar, abandonar la tranquila seguridad de las posturas que no comprometen a nada y con nada, tomar partido, dar y experimentar el escándalo”.
¿Quién es Jesús, entonces? Alguien que tiene que perturbar. Alguien que obliga a abandonar nuestra tranquila seguridad. Alguien que no nos puede dejar tranquilos en nuestras actitudes y posturas y falta de compromiso, y olvido de los demás, y cerrar los ojos ante los otros.
Jesús está llamado, de alguna manera, a ser “un escándalo”. Y el problema de nuestra fe está en que son más los que se acurrucan y acomodan fácilmente a El, que aquellos que sufren un impacto y un escándalo. Hay escándalos que son señales de que, su figura nos ha salpicado y nos ha inquietado, nos ha desinstalado, nos ha remecido.
Con cuánta razón escribía K. Barth: “No es ninguna blasfemia el escándalo que de una u otra forma todos recibimos de Cristo: blasfemia es creer que se puede hacer algo con él, o decir y escuchar algo de él sin causar ningún escándalo”. Hablar de Jesús y no provocar escándalo alguno, es señal de que hablamos más desde nosotros que desde El. A pesar de que a Jesús siempre la presentamos con una larga barba, de hecho, el Jesús que anima nuestras vidas, está bien afeitado. Le hemos quitado esa mordiente que molesta y fastidia. Y nos hemos quedado con un Jesús sentimental y dulzarrón. ¿Será por eso que hay tantos cristianos con una glucosa muy elevada y con una diabetes espiritual incurable?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy?
¿Alguien que nos impacta y sacude las fibras de nuestro corazón y de nuestro ser?
¿Alguien que apasiona nuestra mente y nuestro corazón?
¿Alguien que compromete no sólo nuestra moral, nuestra ética, sino todo nuestro ser?
¿Alguien que da sentido y dirección a nuestras vidas?
¿Alguien capaz de sacarnos de nuestros egoísmos y comprometernos con los demás?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy? Cada uno tendrá su propia respuesta. Yo me contentaría con la que da Papini: “…. Todos los días te esperamos a ti, Crucificado, que fuiste atormentado por amor nuestro y ahora nos atormentas con toda la fuerza de tu amor implacable”. Nuestra fe dependerá de la respuesta que cada uno dé a la pregunta ¿Quién decís vosotros que soy yo? ¿Qué significo realmente yo en vuestras vidas? Porque nuestra es la fe en “un Viviente” y es una “fe viva y para la vida”.
Oración
Señor: hay preguntas molestas. Y no porque no sepamos las respuestas,
sino porque las respuestas nos comprometen.
Sabemos que existes: pero no nos preguntamos ¿qué eres para nosotros?
Sabemos que estás a nuestro lado:
pero no nos preguntamos ¿qué significas para nosotros?
Sabemos que tú eres la base de nuestra fe:
pero nosotros seguimos jugando con nuestras pequeñas ideas.
Sabemos que allí donde tú entras todo está llamado a cambiar.
Por eso preferimos hacer arreglitos contigo, donde nosotros nos sintamos bien,
pero sin que tu presencia nos incomode.
Señor, que como Pedro, también nosotros podamos decir que
“Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”.
Señor: hay preguntas molestas. Y no porque no sepamos las respuestas,
sino porque las respuestas nos comprometen.
Sabemos que existes: pero no nos preguntamos ¿qué eres para nosotros?
Sabemos que estás a nuestro lado:
pero no nos preguntamos ¿qué significas para nosotros?
Sabemos que tú eres la base de nuestra fe:
pero nosotros seguimos jugando con nuestras pequeñas ideas.
Sabemos que allí donde tú entras todo está llamado a cambiar.
Por eso preferimos hacer arreglitos contigo, donde nosotros nos sintamos bien,
pero sin que tu presencia nos incomode.
Señor, que como Pedro, también nosotros podamos decir que
“Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”.
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