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lunes, 15 de septiembre de 2008

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: El evangelio de la gracia

Publicado por Somos Iglesia

Situación de esta lectura.

En lo que llamamos “lectura continuada", que hacemos domingo tras domingo, hemos dejado atrás varios pasajes importantes, en vistas a que son leídos en otras ocasiones, pero nos interesa saber las circunstancias que rodean a la parábola de hoy. Unas intervenciones de la gente han ido motivando los temas anteriores: la relación de la pareja humana como pareja de iguales, la situación de los pequeños en la vida y la relación con los bienes. En los tres casos han tenido algún papel los discípulos y en los tres se ha puesto en evidencia que no estaban a la altura de las circunstancias. El pasaje de hoy se encabeza y termina con el estribillo de los últimos y los primeros y es como una prolongación de la conversación con los discípulos.

La claves para la lectura.

Antes que nada hay que recordar que es una parábola. Su enseñanza no se sitúa en el mismo plano social en que la historia narrada discurre, ni tiene interés la pregunta sobre los porqués de los comportamientos que aparecen. Son detalles que ni se narran ni importan; es más, estorbarían. Sólo nos interesa la lección central: Dios no retribuye, sino que regala. Y esta gran afirmación es la respuesta final a la pregunta de Pedro: Nosotros hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué nos espera? Jesús les habla de su participación en la nueva humanidad (se sentarán con el Hijo del Hombre) para ser el referente ante Israel (ése es el juicio) y añade aquello de cien veces más y la vida eterna para cuantos hayan dejado algo por el reino. Esto es lo convenido: la alegría de trabajar por el reino de Dios es una paga en sí misma; pero que nadie se crea con derechos especiales por haber dejado más o llevar más tiempo que otro. En el contexto de Mateo no es por tanto un dicho del Señor al pueblo de Israel respecto a los paganos, o a los fariseos respecto a los pecadores, sino un dicho a sus discípulos de cara a todos los advenedizos a la fe.

El evangelio de la gracia

El argumento del evangelio no es la remuneración, sino la gracia. ¡Con cuánta frecuencia nos equivocamos de Dios! Por eso, el núcleo significativo es la relación de Dios con el hombre: esa especie de compromiso mutuo entre la criatura y el Creador. Dios nos regala la vida y nos ha hecho criaturas inteligentes, libres y responsables. Si Él nos crea, adquiere una especie de compromiso consigo mismo de que la vida en bloque no debe desilusionar a su criatura. Si hablamos de Creación y de un Dios bueno, tenemos que dar eso por supuesto. Claro que, como no podemos contemplar la vida sino los en pequeños plazos de lo que tenemos por delante, nos escandalizamos al contemplar tantas personas infelices y frustradas. Nosotros, por otra parte, adquirimos un compromiso con nosotros mismos, con la familia, con la sociedad, con la tierra, con la historia (con Dios, en definitiva). Éstas son las exigencias: dejarlo todo, tomar la cruz, vienen las persecuciones. Ésta es nuestra tarea y éste es el denario. Todas las religiones han hablado de un juicio en el que Dios pagará a cada cual según sus obras. Lo del denario de la parábola evangélica ¿querrá decir lo mismo?

Como tenemos que interpretar todo esto en coherencia con otros pasajes, el reino es como un tesoro escondido, como una perla preciosa... sospechamos que la idea del juez que retribuye no puede nublar la del padre que regala. En efecto: la parábola tiene su punto sorprendente en la segunda parte: A cada uno su denario empezando por los últimos. Dios quiere poner en evidencia que tanto la vida como la nueva vida, que es plenitud y, en definitiva, lo que revela el proyecto total de Dios, no establece una relación de derechos y deberes, sino de amor y generosidad, de misericordia. Todo es regalo. Y para que no se vaya cada cual con su paga sin pensar en otra cosa que en su jornal cobrado, empieza a darse el jornal por los últimos. Que sirva de alegría a todos tener la experiencia de esta generosidad. En la nueva humanidad, el jornal dado al último debe ser una comunicación de alegría para el primero. Y aumenta nuestra alegría saber que formamos parte de la nueva humanidad, que vivimos ya vida eterna... Sin embargo, cuando tenemos mentalidad de competición, no nos dejamos contagiar por la alegría de que no hay excluidos: nos domina la tristeza que nace de la envidia. ¿Cómo es que no me dan más, si yo he dado más por merecerlo? ¿Merecer, qué? Todo es regalo. Comprender esto es lo que da sentido a una vida. Si no, nos parecerá un rompecabezas sin ton ni son.

Pero ¿dónde está la nueva humanidad? ¿Qué cambia en el mundo? Por eso, antes de decidirnos a ser cristianos, tenemos que preguntarnos: ¿Nos trae cuenta lo que abandonamos en vistas a lo que recibimos?

EL EVANGELIO

Los primeros van a ser últimos y los últimos, primeros; porque el reinado de Dios se parece a un patrono que salió con el alba para llevarse jornaleros a su viña. Acordando con los jornaleros que el jornal sería un denario, los mandó a su viña. Y saliendo de nuevo a media mañana, vio a otros plantados en la plaza sin trabajo y les dijo: Venid también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Saliendo ya a última hora, encontró a otros parados y les dijo: ¿Pero cómo os habéis pasado todo el día sin trabajar? Le respondieron: No nos ha contratado nadie. Él les dijo: Id también vosotros a la viña. Al atardecer, dijo el dueño de la viña a su encargado: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Y al acercarse los de la última hora, cobró cada cual su denario. Y cuando llegaron los primeros pensaban que les iban a dar más, pero también ellos cobraron cada uno su denario. Por eso, al recibirlo, se pusieron a protestar contra el patrono: Estos últimos sólo han trabajado una hora y te has comportado con ellos como con nosotros, que hemos soportado la carga del día y el calor. Él le dirigió la palabra a uno de ellos: Camarada, yo no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y márchate. Si a este último le quiero dar lo mismo que a ti, ¿no soy libre de hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con envidia mi generosidad? Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos. Mientras vamos de camino Un modo de ir entrando en ese sentido de la vida que se nos da desde Dios es levantar la comunión contra la competitividad. El slogan de El Capital de K. Marx: aportar cada uno según sus posibilidades y recibir según sus necesidades, es un reflejo de lo que describió Lucas dos mil años antes en el Libro de los Hechos.

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