1. "Yo soy el Señor y no hay otro" Isaías 45,1. Se dirige Dios y habla a Ciro II el Grande, rey de Persia, pagano e idólatra del dios Ahura Mazda, a quien ha elegido y llamado para que sea el instrumento humano por el que se van a cumplir sus designios salvíficos sobre su pueblo, Israel. Dios le ayuda para que derribe el imperio de Babilonia. Sin él saberlo, Ciro va a liberar del yugo de Babilonia a su pueblo, a quien le dice por Isaías: "No temas, pues yo te he redimido, te he llamado por tu nombre y eres mio” (Is 43,1). También es el Señor el que “lleva de la mano a Ciro" para liberar a su pueblo (Is 42,6). “Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes", es decir, los desarmaré. Pero Dios quiere que Ciro le reconozca como autor principal de sus conquistas, pues El le ha escogido por amor de Israel, al que quiere repatriar, y su gloria no la cede a nadie. Por eso le desagrada que trabajemos tratando de encaramarnos en nuestro propio pedestal y nos deja solos y nuestras empresas se derrumban. “Así dice el Señor a su ungido, Ciro, a quien tomé de la diestra..., el Dios de Israel que te llamó por tu nombre” (Is 45,3). Vemos aquí la providencia de Dios actuando: "El corazón del rey es una acequia en manos de Dios: la dirige a donde quiere" (Prov 21,1). Dios va dirigiendo los pasos de Ciro, sin que él tenga conciencia de que está siendo instrumento de liberación en manos de Dios: "Aunque tú no me conocías" (Ib 4).
2. Deberíamos tener una perspicacia más profunda para descubrir la acción de Dios, incluso en los sucesos más insignificantes de la historia de nuestras vidas y de la vida de los pueblos. "Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados" (Mt 10,30). Ciro ignoraba que sus conquistas las obraba el Señor, Dios desconocido para él. Si Dios le protege es "para que todos reconozcan que no hay más Dios que el Señor" (Ib 5).
3. Los fariseos y los herodianos le tienden una trampa a Jesús. Pretendían que Jesús se comprometiera en alguna declaración para denunciarlo a Pilato, gobernador romano, representante del César. Para ello lo preparan todo con alevosía. No irán a encararse con Jesús ellos, pues conocían su clarividencia y temen que les desenmascare, y enviarán a sus discípulos, estudiantes no graduados aún con el título de Rabbí. Así parecerá todo más inocente, y junto con ellos a los herodianos, enemigos entre sí, también enemigos de Jesús, por su popularidad originada desde que Herodes había degollado a Juan Bautista, y más partidarios del derecho romano que del judío. El objeto de la trampa será la debatida cuestión de los impuestos, siempre discutida y odiada. El tributo al César. Ved la relación del Evangelio de Mateo 22,15, con Isaías: el César, emperador romano, y Ciro, rey de Persia. Dice San Pablo a los Romanos: "Sométase todo indivíduo a las autoridades constituidas; no existe autoridad sin que lo disponga Dios y, por tanto, las actuales han sido establecidas por él". En consecuencia, "el insumiso a la autoridad se opone a la disposición de Dios" (Rom 13,1). “Vivid sujetos a toda autoridad humana por amor al Señor; sea al emperador como soberano, sea a los gobernadores como delegados suyos” (1 Pe 2,13). "Por mí reinan los reyes y los príncipes dan leyes justas, por mí gobiernan los gobernantes" (Prov 8,15).
4. La "Gaudium et Spes" ha establecido: "La comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios" (GS 74). Jesús quiere que se conceda a los gobernantes lo que les pertenece.
5. Pero la verdadera cuestión era que los interlocutores de Jesús querían evadirse de los deberes que tenían con Dios, no aceptando a su Hijo, que se los estaba predicando. Y para zafarse de la cuestión, echaban balones fuera, trasladando el problema al terreno político, siempre tan vidrioso, para poder acusar a Jesús de ser enemigo del César. "¡Hipócritas!". Jesús les quita la careta. Pretenden manifestar que buscan a Dios, cuando están rechazando a su enviado, al que no reconocen porque les ciega la soberbia y la envidia. Me diréis que ellos obraban con buena fe porque ignoraban que Jesús fuera Hijo de Dios, ¿pero no les había dado pruebas de sobra con sus milagros, que se resistían a aceptar y negaban? Su ignoracia era culpable y obstinada. Los discípulos de Jesús estaban tensos, porque la cuestión era muy comprometida. Si dice que no es lícito pagar el tributo al César, se pone en contra del poder constituido legítimamente, es un mal ciudadano. Si responde que es lícito, no es fiel a la fe de Israel, que tiene como soberano a Dios, y es un mal israelita. Pero respiran tranquilos cuando oyen que Jesús les responde: ¿Cuya es la imagen del denario? Del César. Jesús responde: "Dad al César lo que es del César".
6. Alrededor de la imagen del emperador Tiberio figuraba la inscripción: ”El emperador Tiberio, hijo del divino Augusto, digno de adoración”. Ellos le han preguntado por el impuesto al César, pero Jesús da lección y testimonio de Dios. “A Dios lo que es de Dios”. No se ha salido por la tangente, sino que ha planteado bien la cuestión, y ha establecido el principio básico: porque “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay Dios” Isaías 45,1. A los cristianos de Roma los matirizaban porque no ofrecían incienso ante el altar del dios falso transitorio. Pagaban los impuestos y obedecían las leyes del Estado pero se resistían a dar culto al Emperador.
7. Hasta la mitad de nuestro siglo no ha llegado la renuncia de divinidad del emperador del Japón. Tuvo que reconocer que es un hombre mortal como todos, lo que llevó a la vocación de San Francisco de Borja: El ataúd de la emperatriz permaneció abierto hasta las últimas despedidas. Nobles y plebeyos, ricos y pobres, todos querían contemplar por última vez las facciones jóvenes de su amada soberana. También el duque Francisco de Borja se acercó al féretro. Pero retrocedió instintivamente. ¿Era su reina la que estaba allí en el ataúd? Pero... ¿tan desfigurada por la muerte? ¿Casi irreconocible? ¿No era antes la más hermosa de las mujeres de España? ¿No fue la esposa del emperador más poderoso del mundo, en cuyo dominio no se ponía el sol? ¿No era esa mujer ante la cual todos se inclinaban con respeto para pedir su mano e implorar su favor? ¿Y ahora? ¡Completamente transformada por las manos frías e implacables de la muerte! Los disfraces de embalsamamiento no habían impedido el avance irreversible de las leyes de la descomposición. Francisco quedó profundamente impresionado. Dejó el recinto murmurando: ¡Vanidad de vanidades!. ¡Voy a servir a un Señor que no se me me pueda morir!.
8. Aceptad la verdad, "Porque el Señor es grande, y muy digno de alabanza, humillaos ante El, decid a los pueblos: "el Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente" El Salmo 95, cuyas son estas frescas expresiones de alabanza y gratitud, no sólo la reconoce sino que la canta e invita a Israel y al universo entero a recordar las gestas del Señor a favor de su pueblo y de todos los pueblos en una visión universalista, que evidencia el dominio del Señor sobre todas las gentes, como destaca la lectura de Isaías en la elección de Ciro, pagano, para liberar a su pueblo de la cautividad de Babilonia. La aclamación al Señor será siempre siembra de nuevas bendiciones sobre los que le aclaman y sobre todo el universo. San Ignacio en sus Ejercicios escribe: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma”. El César tiene autoridad delegada de Dios. Cuando se aparta de ella cesa la obligación de obedecerle: Cuando el César legisle contra la ley natural, ley de Dios, hay oponerse. La legislación del César no cohonesta la desobediencia a Dios. Pongamos por caso, el aborto permitido por la legislación del Estado, nunca dejará de ser un crimen y por tanto, quebrantará el mandamiento “No matarás”. Cuando se gobierna contra la ley de Dios y su justicia, los cristianos deben hablar, votar y oponerse para que no se gobierne como si Dios no existiera. Y en cuanto a las administración de los recursos de los tributos, de los “denarios” hay que exigir al gobierno justicia y honradez, y que la demuestre, porque no administran recursos propios, sino el sudor de los ciudadanos que, cuando tributan, lo hacen para contribuir al bien común, no al derecho de disparar con pólvora del Rey, ni del despilfarro, corrupción y chanchullos..
9. Demos nosotros gloria a Dios, cumplamos su voluntad, reconciliémonos con El, confesando nuestros pecados, participemos en la Eucaristía con generosidad, practiquemos el amor fraterno, y cumplamos nuestros deberes como ciudadanos de esta tierra, aunque extranjeros (Heb 11,13), sin acomodarnos a sus criterios, para no ser, como los fariseos, hipócritas y malintencionados. Nuestros deberes, aun los más insignificantes, que nunca lo son si los vivifica el amor.
10. Que "la actividad de nuestra fe, el esfuerzo de nuestro amor, y el aguante de nuestra esperanza", sean tan ardientes como los de los fieles, recordados hoy por San Pablo Tesalonicenses 1,1.
11. Y que en la proclamación del evangelio entre nosotros, "no haya sólo palabras, sino fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda", para continuar ofreciendo la víctima sagrada y participando de su vida y resurrección por la comunión.
En el día del DOMUND, además de la limosna y, por encima de la limosna, la "oración al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies" (Mt 9,38), para que el Evangelio sea predicado a todas las criaturas, y de todas las naciones se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola familia consagrada a su nombre.
2. Deberíamos tener una perspicacia más profunda para descubrir la acción de Dios, incluso en los sucesos más insignificantes de la historia de nuestras vidas y de la vida de los pueblos. "Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados" (Mt 10,30). Ciro ignoraba que sus conquistas las obraba el Señor, Dios desconocido para él. Si Dios le protege es "para que todos reconozcan que no hay más Dios que el Señor" (Ib 5).
3. Los fariseos y los herodianos le tienden una trampa a Jesús. Pretendían que Jesús se comprometiera en alguna declaración para denunciarlo a Pilato, gobernador romano, representante del César. Para ello lo preparan todo con alevosía. No irán a encararse con Jesús ellos, pues conocían su clarividencia y temen que les desenmascare, y enviarán a sus discípulos, estudiantes no graduados aún con el título de Rabbí. Así parecerá todo más inocente, y junto con ellos a los herodianos, enemigos entre sí, también enemigos de Jesús, por su popularidad originada desde que Herodes había degollado a Juan Bautista, y más partidarios del derecho romano que del judío. El objeto de la trampa será la debatida cuestión de los impuestos, siempre discutida y odiada. El tributo al César. Ved la relación del Evangelio de Mateo 22,15, con Isaías: el César, emperador romano, y Ciro, rey de Persia. Dice San Pablo a los Romanos: "Sométase todo indivíduo a las autoridades constituidas; no existe autoridad sin que lo disponga Dios y, por tanto, las actuales han sido establecidas por él". En consecuencia, "el insumiso a la autoridad se opone a la disposición de Dios" (Rom 13,1). “Vivid sujetos a toda autoridad humana por amor al Señor; sea al emperador como soberano, sea a los gobernadores como delegados suyos” (1 Pe 2,13). "Por mí reinan los reyes y los príncipes dan leyes justas, por mí gobiernan los gobernantes" (Prov 8,15).
4. La "Gaudium et Spes" ha establecido: "La comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios" (GS 74). Jesús quiere que se conceda a los gobernantes lo que les pertenece.
5. Pero la verdadera cuestión era que los interlocutores de Jesús querían evadirse de los deberes que tenían con Dios, no aceptando a su Hijo, que se los estaba predicando. Y para zafarse de la cuestión, echaban balones fuera, trasladando el problema al terreno político, siempre tan vidrioso, para poder acusar a Jesús de ser enemigo del César. "¡Hipócritas!". Jesús les quita la careta. Pretenden manifestar que buscan a Dios, cuando están rechazando a su enviado, al que no reconocen porque les ciega la soberbia y la envidia. Me diréis que ellos obraban con buena fe porque ignoraban que Jesús fuera Hijo de Dios, ¿pero no les había dado pruebas de sobra con sus milagros, que se resistían a aceptar y negaban? Su ignoracia era culpable y obstinada. Los discípulos de Jesús estaban tensos, porque la cuestión era muy comprometida. Si dice que no es lícito pagar el tributo al César, se pone en contra del poder constituido legítimamente, es un mal ciudadano. Si responde que es lícito, no es fiel a la fe de Israel, que tiene como soberano a Dios, y es un mal israelita. Pero respiran tranquilos cuando oyen que Jesús les responde: ¿Cuya es la imagen del denario? Del César. Jesús responde: "Dad al César lo que es del César".
6. Alrededor de la imagen del emperador Tiberio figuraba la inscripción: ”El emperador Tiberio, hijo del divino Augusto, digno de adoración”. Ellos le han preguntado por el impuesto al César, pero Jesús da lección y testimonio de Dios. “A Dios lo que es de Dios”. No se ha salido por la tangente, sino que ha planteado bien la cuestión, y ha establecido el principio básico: porque “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay Dios” Isaías 45,1. A los cristianos de Roma los matirizaban porque no ofrecían incienso ante el altar del dios falso transitorio. Pagaban los impuestos y obedecían las leyes del Estado pero se resistían a dar culto al Emperador.
7. Hasta la mitad de nuestro siglo no ha llegado la renuncia de divinidad del emperador del Japón. Tuvo que reconocer que es un hombre mortal como todos, lo que llevó a la vocación de San Francisco de Borja: El ataúd de la emperatriz permaneció abierto hasta las últimas despedidas. Nobles y plebeyos, ricos y pobres, todos querían contemplar por última vez las facciones jóvenes de su amada soberana. También el duque Francisco de Borja se acercó al féretro. Pero retrocedió instintivamente. ¿Era su reina la que estaba allí en el ataúd? Pero... ¿tan desfigurada por la muerte? ¿Casi irreconocible? ¿No era antes la más hermosa de las mujeres de España? ¿No fue la esposa del emperador más poderoso del mundo, en cuyo dominio no se ponía el sol? ¿No era esa mujer ante la cual todos se inclinaban con respeto para pedir su mano e implorar su favor? ¿Y ahora? ¡Completamente transformada por las manos frías e implacables de la muerte! Los disfraces de embalsamamiento no habían impedido el avance irreversible de las leyes de la descomposición. Francisco quedó profundamente impresionado. Dejó el recinto murmurando: ¡Vanidad de vanidades!. ¡Voy a servir a un Señor que no se me me pueda morir!.
8. Aceptad la verdad, "Porque el Señor es grande, y muy digno de alabanza, humillaos ante El, decid a los pueblos: "el Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente" El Salmo 95, cuyas son estas frescas expresiones de alabanza y gratitud, no sólo la reconoce sino que la canta e invita a Israel y al universo entero a recordar las gestas del Señor a favor de su pueblo y de todos los pueblos en una visión universalista, que evidencia el dominio del Señor sobre todas las gentes, como destaca la lectura de Isaías en la elección de Ciro, pagano, para liberar a su pueblo de la cautividad de Babilonia. La aclamación al Señor será siempre siembra de nuevas bendiciones sobre los que le aclaman y sobre todo el universo. San Ignacio en sus Ejercicios escribe: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma”. El César tiene autoridad delegada de Dios. Cuando se aparta de ella cesa la obligación de obedecerle: Cuando el César legisle contra la ley natural, ley de Dios, hay oponerse. La legislación del César no cohonesta la desobediencia a Dios. Pongamos por caso, el aborto permitido por la legislación del Estado, nunca dejará de ser un crimen y por tanto, quebrantará el mandamiento “No matarás”. Cuando se gobierna contra la ley de Dios y su justicia, los cristianos deben hablar, votar y oponerse para que no se gobierne como si Dios no existiera. Y en cuanto a las administración de los recursos de los tributos, de los “denarios” hay que exigir al gobierno justicia y honradez, y que la demuestre, porque no administran recursos propios, sino el sudor de los ciudadanos que, cuando tributan, lo hacen para contribuir al bien común, no al derecho de disparar con pólvora del Rey, ni del despilfarro, corrupción y chanchullos..
9. Demos nosotros gloria a Dios, cumplamos su voluntad, reconciliémonos con El, confesando nuestros pecados, participemos en la Eucaristía con generosidad, practiquemos el amor fraterno, y cumplamos nuestros deberes como ciudadanos de esta tierra, aunque extranjeros (Heb 11,13), sin acomodarnos a sus criterios, para no ser, como los fariseos, hipócritas y malintencionados. Nuestros deberes, aun los más insignificantes, que nunca lo son si los vivifica el amor.
10. Que "la actividad de nuestra fe, el esfuerzo de nuestro amor, y el aguante de nuestra esperanza", sean tan ardientes como los de los fieles, recordados hoy por San Pablo Tesalonicenses 1,1.
11. Y que en la proclamación del evangelio entre nosotros, "no haya sólo palabras, sino fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda", para continuar ofreciendo la víctima sagrada y participando de su vida y resurrección por la comunión.
En el día del DOMUND, además de la limosna y, por encima de la limosna, la "oración al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies" (Mt 9,38), para que el Evangelio sea predicado a todas las criaturas, y de todas las naciones se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola familia consagrada a su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario