Por José María Maruri, SJ
1.- Todavía olía el ambiente a pan recién hecho por la multiplicación de los panes cuando sucede esta escena del evangelio de hoy, en que aparece otro pan con otro aroma, que no satisface los estómagos vacíos sino los corazones hambrientos.
“Me buscáis porque habéis comido hasta saciaros, “es la queja del Señor, que no quiere convertirse en nuestro proveedor de nuestro supermercado, Corte Ingles o Caprabo.
El Señor sabe que no nos atrae el aroma de Dios, que tenemos atrofiado el olfato para el pan que ha bajado del cielo, mientras nos entusiasma el aroma del pan recién hecho como a los judíos.
2.- Nuestra petición no debería ser “Señor, tenemos hambre”, sino “Ayúdanos porque es que no tenemos hambre de Ti”. Tenemos el corazón y los sentido tan llenos de ruidos, de sensualidad, de colores chillones, de ese pasarlo bien, que no tenemos hambre para buscar a Dios.
--Deberíamos buscar con el interés y la fe merecedores de la promesa del Señor “Buscad y hallaréis”.
--Deberíamos buscar al Señor perdido, con el ansia con que José y María lo buscaron y hallaron en el Templo.
Como María Magdalena buscó a su Señor junto al sepulcro y mereció ser llamada por su nombre, “María”, que abrió sus ojos a su Señor.
El Hijo de Dios, ese mismo Jesús que nos dice “me buscáis porque os habéis saciado”, nos enseña a buscar lo que se le había perdido, la oveja, dracma, nuestro corazón. El sí tienes hambre de nosotros y nos busca con ansia y muy a su costa.
No te buscamos, Señor, porque no tenemos hambre, y qué terrible es haber perdido el apetito. ¿Es que buscamos al Señor, con la mera curiosidad con que Herodes buscaba ver al Señor?
3.- Todos tenemos experiencia de esta nuestra falta de apetito, una misa o una ceremonia que se alargue un poco más nos aburre mientras un serial (como “Amar en tiempos revueltos”) se nos pasa en un santiamén y no nos perdemos uno. Si nos gusta leer nos gustan las novelas, la ciencia ficción, la historia y se nos cae de las manos la Escritura.
4.- Nos insultamos de ventanilla a ventanilla yendo en el coche a prisa a no se sabe dónde y nunca tenemos prisa por llegar a misa a tiempo.
Y es que no tenemos hambre, Dios es algo bueno para nosotros, pero superfluo, no es de vida o muerte como el pan para el hambriento. El señor nos dé hambre de El, para que no muramos de indigestión de otras cosas.
“Me buscáis porque habéis comido hasta saciaros, “es la queja del Señor, que no quiere convertirse en nuestro proveedor de nuestro supermercado, Corte Ingles o Caprabo.
El Señor sabe que no nos atrae el aroma de Dios, que tenemos atrofiado el olfato para el pan que ha bajado del cielo, mientras nos entusiasma el aroma del pan recién hecho como a los judíos.
2.- Nuestra petición no debería ser “Señor, tenemos hambre”, sino “Ayúdanos porque es que no tenemos hambre de Ti”. Tenemos el corazón y los sentido tan llenos de ruidos, de sensualidad, de colores chillones, de ese pasarlo bien, que no tenemos hambre para buscar a Dios.
--Deberíamos buscar con el interés y la fe merecedores de la promesa del Señor “Buscad y hallaréis”.
--Deberíamos buscar al Señor perdido, con el ansia con que José y María lo buscaron y hallaron en el Templo.
Como María Magdalena buscó a su Señor junto al sepulcro y mereció ser llamada por su nombre, “María”, que abrió sus ojos a su Señor.
El Hijo de Dios, ese mismo Jesús que nos dice “me buscáis porque os habéis saciado”, nos enseña a buscar lo que se le había perdido, la oveja, dracma, nuestro corazón. El sí tienes hambre de nosotros y nos busca con ansia y muy a su costa.
No te buscamos, Señor, porque no tenemos hambre, y qué terrible es haber perdido el apetito. ¿Es que buscamos al Señor, con la mera curiosidad con que Herodes buscaba ver al Señor?
3.- Todos tenemos experiencia de esta nuestra falta de apetito, una misa o una ceremonia que se alargue un poco más nos aburre mientras un serial (como “Amar en tiempos revueltos”) se nos pasa en un santiamén y no nos perdemos uno. Si nos gusta leer nos gustan las novelas, la ciencia ficción, la historia y se nos cae de las manos la Escritura.
4.- Nos insultamos de ventanilla a ventanilla yendo en el coche a prisa a no se sabe dónde y nunca tenemos prisa por llegar a misa a tiempo.
Y es que no tenemos hambre, Dios es algo bueno para nosotros, pero superfluo, no es de vida o muerte como el pan para el hambriento. El señor nos dé hambre de El, para que no muramos de indigestión de otras cosas.
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