El género escatológico es un género literario muy especial, y necesita ser bien interpretado. Se llama "escatológico" a lo que hace referencia al fin, al fin de los tiempos, o del individuo... a "la consumación". Naturalmente no se puede tratar este tema de forma descriptiva: nadie lo ha visto. Se trata por tanto en forma de "visiones", de "anuncios proféticos".
Pero el contenido no son sucesos, sino ideas. Esto es lo que veces no se interpreta bien, y lleva a conclusiones muy desgraciadas. Las "visiones proféticas" no quieren decir que el que escribe haya sido transportado al futuro y luego nos cuenta lo que ha visto. Quieren decir que el que escribe crea imágenes para expresar lo que su fe le dice acerca del futuro.
Esto es muy normal en la literatura hebrea. Las imágenes, por tanto son el envoltorio del mensaje, no el mensaje. De esta manera podemos leer el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, y el Apocalipsis, en el Nuevo.
El género escatológico suele ser "catastrofista". Narra el fin de los tiempos como una gran catástrofe cósmica. Las estrellas "caen del cielo"... Está claro lo que sabían de astronomía los que lo escribieron... Está claro que es una imagen, y que el catastrofismo es algo cultural, no precisamente un contenido de fe revelada.
En sentido opuesto, el Apocalipsis muestra el final de los tiempos como "la victoria de nuestro Dios", extiende el número de los "salvados" a multitudes innumerables de todas las razas y lugares e imagina el final como la llegada a la "Ciudad Santa", en la que ya no hay dolor ni oscuridad.
En el Evangelio vemos este género en boca de Jesús. Aparte de estas imágenes, las acostumbradas, se añade otra imagen muy usada en el género: el juicio. Al final, el juicio de Dios. En este caso concreto, el juez es Jesús (el Hijo del Hombre).
Nosotros solemos creer que cuando se aplica a Jesús el nombre de "el Hijo del Hombre" es para subrayar su humanidad. Es lo contrario: es un término tomado precisamente de la profecía de Daniel que significa más o menos lo mismo que "El Mesías", "el hombre especialísimo, mensajero de Dios".
Nos encontramos, pues, ante una especie de epílogo de la predicación de Jesús. Jesús, rechazado ya definitivamente por los sacerdotes y los doctores, está proclamando su Verdad: Él es el Juez, la norma: optar por él es acertar.
Nos encontramos por tanto ante unos textos en que se mezclan varios niveles de redacción y varios "sucesos" diferentes. Podemos aclarar esta mezcla diferenciando tres temas en estos “discursos escatológicos” de los evangelios:
- la destrucción de Jerusalén y del Templo
- el final de los tiempos
- la conducta del cristiano
Está claro que los textos muestran una predicción de la destrucción de Jerusalén. Pero, sea una predicción o esté escrito después de la destrucción, muestran sobre todo una interpretación de esa destrucción. Los judíos piensan que el Templo es el centro de la presencia de Dios en la tierra. Por eso pueden pensar que la destrucción del templo es el final: no lo es.
Jesús muestra aquí algo muy importante de su mensaje: ha pasado el tiempo en que el Templo, la Circuncisión, el Sábado, los sacrificios... tenían (si tenían) importancia religiosa. Por afirmaciones como ésta decidieron los jefes religiosos de Israel matarle. Jesús anuncia que ése no es el fin sino el tiempo de anunciar el evangelio a todo el mundo.
Esta parte del texto muestra por tanto la gran crisis de los judeo-cristianos, que quedaron obligados a dejar atrás todos los resabios judaicos y abrirse al mundo entero cuando el Templo y el culto son destruidos y ellos mismos expulsados de la Sinagoga. Por eso se les advierte de lo mucho que tendrán que sufrir por mantenerse fieles a Jesús.
En segundo lugar, se habla del final de los tiempos. Se utilizan ingenuas imágenes tomadas de los apocalipsis judíos y que reflejan concepciones cosmológicas muy primitivas. El mensaje no está ahí, en cómo y cuándo va a suceder el final de los tiempos. Más bien se elude la respuesta: "ni el Hijo lo sabe, sólo el Padre". Y se habla expresamente de los falsos profetas que van a anunciar el final de los tiempos con muchos falsos motivos.
En tercer lugar, todo lo anterior se pone como prólogo al mensaje verdadero: estamos viviendo hacia un futuro que necesariamente viene: la vida del ser humano no se explica sin mirar hacia su futuro. Nada de la vida cristiana, ni nada de Jesús, tiene sentido sino mirando al destino de todo.
Ya conocemos la imagen del caminante, del peregrino, para el que el valor primero es llegar y todo lo demás se subordina a ese valor, de manera que cualquier cosa es importante o no lo es solamente si ayuda a caminar. Aquí la imagen es otra: el futuro viene hacia nosotros de manera inexorable. Pero el contenido, el mensaje, es el mismo: todos nuestros valores se fundan en el final.
El final se presenta con otra imagen: el juicio. Pero esta palabra no debe ser reducida a la interpretación teatral-superficial y a las amenazas catastrofistas. El juicio significa que al final de todo resplandece la verdad. Mientras dura el camino estamos sujetos a error, a apariencias, a engaños.
Esta es una condición del caminante que al final desaparece: al final, la verdad. La verdad es Dios, la verdad la anuncia la Palabra de Dios, Jesús. Esto se expresa también con imágenes: Cristo no viene de ningún sitio ni cabalga sobre las nubes sino que todos los humanos se encuentran al final con la revelación definitiva del bien y el mal, el acierto o el error. Y el acierto es Jesús, la Palabra de Dios. Por eso el juez es Cristo.
En resumen, estos textos significan:
• Para los cristianos de aquel tiempo: que cuando se derrumbe la Antigua Ley no se ha acabado nada: empieza la evangelización del mundo.
• Para aquellos cristianos especialmente y también para todos: que el cómo y el cuándo del final de los tiempos lo sabe sólo Dios y hay que guardarse de los falsos profetas.
• Para todos: todos vivimos "de cara al final". El tiempo sólo es tiempo, se acaba: hay que vivir la vida en tensión hacia ese final, porque lo pasajero sólo tiene sentido de cara a lo definitivo.
• Las primeras generaciones cristianas tuvieron dos tentaciones: pensar que el final de los tiempos era algo inminente, e interpretar la destrucción de Jerusalén como el final de los tiempos.
Se suele afirmar que Jesús mismo pensaba que el final de los tiempos estaba próximo. Personalmente creo que estos textos muestran precisamente lo contrario. Cuando Jesús habla de escatología se desinteresa por el final de los tiempos y da primacía al sentido escatológico personal: es mi tiempo el que se termina; por eso, hay que estar bien despierto.
ÚLTIMAS PUNTUALIZACIONES
En el contexto más histórico, se trata de que Jesús, rechazado por las autoridades religiosas y por los letrados de Israel, va a afrontar su final y se proclama juez. Juez significa que Él es la norma, la Verdad. Que los que no le aceptan se equivocan y que "aún hay tiempo", pero estamos "en los últimos tiempos", cuando el Reino de Dios ya se ha hecho plenamente presente, cuando hay que optar.
La Palabra de Dios está ahí, y puede ser rechazada. Jesús está proclamando la condición humana: el hombre es dramáticamente libre: puede elegir para su mal. La Palabra está presente, para salvar al hombre, porque puede perderse, y Dios no quiere que esto suceda.
No es correcto sacar de aquí conclusiones sobre la severidad del juicio, sobre el número de los que "se pierden"... Dios no es un Juez: se usa la imagen de un juicio al final, pero es una imagen, como todas las del género escatológico. La idea es que Dios es la Verdad. Jesús es la Verdad, el acierto.
El mensaje no es que Dios se va a portar con los hombres como un Juez severo. Un mensaje aún más fuerte del Evangelio –su mensaje fundamental- es que Dios es Padre, que Jesús es la prueba visible de que Dios es "El Salvador".
No podemos separar estos textos de la gran parábola final de Mateo (25,31), en la que se da el mensaje definitivo, la materia del juicio: "A mí me lo hicisteis, a mí me lo dejasteis de hacer". Se trata de una última, definitiva y drástica "des-sacralización" de lo religioso: servir a Dios no tiene nada que ver con el templo, el rito... sino con la construcción de humanidad.
Así construimos nuestra visión del futuro, y nuestro modo de vivir el presente: entre la urgencia de seguir a la Palabra, y de anunciarla, para salvar lo humano, que es lo que Dios quiere; y la consciencia de que el ser humano es libre, incluso -aunque parezca increíble- contra la Voluntad Salvadora de Dios.
Otra de las preguntas estériles que nos hacemos es cuántos se salvan, si alguien se condena. Se la hicieron a Jesús: (Lucas 13,23)
- Señor ¿son pocos los que se salvan?
Y Jesús contesta:
- ….esforzaos por entrar por la puerta estrecha...
Una vez más, no es propio de Jesús satisfacer curiosidades sino provocar actitudes de conversión.
Muchas parábolas de Jesús, la de la higuera, la del amo ausente que va a volver, la de los talentos, la del administrador infiel, la de las doncellas necias ... hacen referencia a la urgencia de aprovechar el tiempo.
Nuestro tiempo es momento de negociar, de caminar, de sembrar... y se acaba. Interpretar toda la vida desde su final, estimarlo todo desde su valor definitivo, no conformarse con el engaño de lo provisional... es Sabiduría de Jesús. Nuestra vida cristiana no tiene sentido sino mirando al final: esto significa que nuestra vida puede tener sentido, un espléndido sentido; pero también se puede decir que, mirando al final, el modo de vida que llevamos puede no tener sentido.
Aquí se ponen a prueba todas nuestras “sabidurías”. “Carpe diem”, “a vivir que son dos días”, “la vida es para disfrutarla” … Todo eso es verdad, y Jesús lo cumple a rajatabla: aprovechar la vida, vivir a tope, porque la vida es breve, disfrutar ya del reino, buscar las felicidades más íntimas, más profundas y duraderas. No conformarse con menos que con ser hijo, con el Reino.
Si algo caracteriza a Jesús es la ambición, el deseo de plenitud, personal y de todos. Y engancharse a ese ideal: que todos, empezando por mí, lleguen a ser todo lo que Dios ha soñado. Porque el Reino es, ante todo, el sueño de Dios.
Sucedió que en un seno fueron concebidos gemelos. Pasaron las semanas y los gemelos crecieron. A medida que fueron tomando conciencia, su alegría rebosaba:
- Dime: ¿no es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?
Los gemelos empezaron a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que les unía a su madre y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron llenos de gozo:
- ¡Tanto nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!
Pasaron las semanas, luego los meses. De repente se dieron cuenta de cuánto habían cambiado.
- ¿Qué significará esto?
- Esto significa que pronto no cabremos aquí dentro. No podemos quedarnos aquí: naceremos.
- En ningún caso quiero verme fuera de aquí, yo quiero quedarme siempre aquí.
- Reflexiona. No tenemos otra salida. Acaso haya otra vida después del nacimiento.
- ¿Cómo puede ser esto? Sin el cordón de la vida no es posible vivir. Además, otros antes de nosotros han abandonado el seno materno y ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que hay una vida tras el nacimiento. No, con el nacimiento se acaba todo. Es el final.
El otro guardó las palabras de su hermano en su corazón y quedó hondamente preocupado.
- Si la concepción acaba con el nacimiento ¿qué sentido tiene esta vida aquí? No tiene ningún sentido. A lo mejor resulta que ni existe una madre como siempre hemos creído.
- Sí que debe existir. De lo contrario, ya no nos queda nada.
- ¿Has visto alguna vez a nuestra madre? A lo mejor sólo nos la hemos imaginado. Nos la hemos forjado para podernos explicar mejor nuestra vida aquí.
Así, entre dudas y preguntas, sumidos en profunda angustia, transcurrieron los últimos días de los dos hermanos en el seno materno. Por fin llegó el momento del nacimiento. Cuando los gemelos dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito. Lo que vieron superó sus más atrevidos sueños.
Labensängste-Lebensträume,
Krankenbrief 1999/l. pág.3.
Pero el contenido no son sucesos, sino ideas. Esto es lo que veces no se interpreta bien, y lleva a conclusiones muy desgraciadas. Las "visiones proféticas" no quieren decir que el que escribe haya sido transportado al futuro y luego nos cuenta lo que ha visto. Quieren decir que el que escribe crea imágenes para expresar lo que su fe le dice acerca del futuro.
Esto es muy normal en la literatura hebrea. Las imágenes, por tanto son el envoltorio del mensaje, no el mensaje. De esta manera podemos leer el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, y el Apocalipsis, en el Nuevo.
El género escatológico suele ser "catastrofista". Narra el fin de los tiempos como una gran catástrofe cósmica. Las estrellas "caen del cielo"... Está claro lo que sabían de astronomía los que lo escribieron... Está claro que es una imagen, y que el catastrofismo es algo cultural, no precisamente un contenido de fe revelada.
En sentido opuesto, el Apocalipsis muestra el final de los tiempos como "la victoria de nuestro Dios", extiende el número de los "salvados" a multitudes innumerables de todas las razas y lugares e imagina el final como la llegada a la "Ciudad Santa", en la que ya no hay dolor ni oscuridad.
En el Evangelio vemos este género en boca de Jesús. Aparte de estas imágenes, las acostumbradas, se añade otra imagen muy usada en el género: el juicio. Al final, el juicio de Dios. En este caso concreto, el juez es Jesús (el Hijo del Hombre).
Nosotros solemos creer que cuando se aplica a Jesús el nombre de "el Hijo del Hombre" es para subrayar su humanidad. Es lo contrario: es un término tomado precisamente de la profecía de Daniel que significa más o menos lo mismo que "El Mesías", "el hombre especialísimo, mensajero de Dios".
Nos encontramos, pues, ante una especie de epílogo de la predicación de Jesús. Jesús, rechazado ya definitivamente por los sacerdotes y los doctores, está proclamando su Verdad: Él es el Juez, la norma: optar por él es acertar.
Nos encontramos por tanto ante unos textos en que se mezclan varios niveles de redacción y varios "sucesos" diferentes. Podemos aclarar esta mezcla diferenciando tres temas en estos “discursos escatológicos” de los evangelios:
- la destrucción de Jerusalén y del Templo
- el final de los tiempos
- la conducta del cristiano
Está claro que los textos muestran una predicción de la destrucción de Jerusalén. Pero, sea una predicción o esté escrito después de la destrucción, muestran sobre todo una interpretación de esa destrucción. Los judíos piensan que el Templo es el centro de la presencia de Dios en la tierra. Por eso pueden pensar que la destrucción del templo es el final: no lo es.
Jesús muestra aquí algo muy importante de su mensaje: ha pasado el tiempo en que el Templo, la Circuncisión, el Sábado, los sacrificios... tenían (si tenían) importancia religiosa. Por afirmaciones como ésta decidieron los jefes religiosos de Israel matarle. Jesús anuncia que ése no es el fin sino el tiempo de anunciar el evangelio a todo el mundo.
Esta parte del texto muestra por tanto la gran crisis de los judeo-cristianos, que quedaron obligados a dejar atrás todos los resabios judaicos y abrirse al mundo entero cuando el Templo y el culto son destruidos y ellos mismos expulsados de la Sinagoga. Por eso se les advierte de lo mucho que tendrán que sufrir por mantenerse fieles a Jesús.
En segundo lugar, se habla del final de los tiempos. Se utilizan ingenuas imágenes tomadas de los apocalipsis judíos y que reflejan concepciones cosmológicas muy primitivas. El mensaje no está ahí, en cómo y cuándo va a suceder el final de los tiempos. Más bien se elude la respuesta: "ni el Hijo lo sabe, sólo el Padre". Y se habla expresamente de los falsos profetas que van a anunciar el final de los tiempos con muchos falsos motivos.
En tercer lugar, todo lo anterior se pone como prólogo al mensaje verdadero: estamos viviendo hacia un futuro que necesariamente viene: la vida del ser humano no se explica sin mirar hacia su futuro. Nada de la vida cristiana, ni nada de Jesús, tiene sentido sino mirando al destino de todo.
Ya conocemos la imagen del caminante, del peregrino, para el que el valor primero es llegar y todo lo demás se subordina a ese valor, de manera que cualquier cosa es importante o no lo es solamente si ayuda a caminar. Aquí la imagen es otra: el futuro viene hacia nosotros de manera inexorable. Pero el contenido, el mensaje, es el mismo: todos nuestros valores se fundan en el final.
El final se presenta con otra imagen: el juicio. Pero esta palabra no debe ser reducida a la interpretación teatral-superficial y a las amenazas catastrofistas. El juicio significa que al final de todo resplandece la verdad. Mientras dura el camino estamos sujetos a error, a apariencias, a engaños.
Esta es una condición del caminante que al final desaparece: al final, la verdad. La verdad es Dios, la verdad la anuncia la Palabra de Dios, Jesús. Esto se expresa también con imágenes: Cristo no viene de ningún sitio ni cabalga sobre las nubes sino que todos los humanos se encuentran al final con la revelación definitiva del bien y el mal, el acierto o el error. Y el acierto es Jesús, la Palabra de Dios. Por eso el juez es Cristo.
En resumen, estos textos significan:
• Para los cristianos de aquel tiempo: que cuando se derrumbe la Antigua Ley no se ha acabado nada: empieza la evangelización del mundo.
• Para aquellos cristianos especialmente y también para todos: que el cómo y el cuándo del final de los tiempos lo sabe sólo Dios y hay que guardarse de los falsos profetas.
• Para todos: todos vivimos "de cara al final". El tiempo sólo es tiempo, se acaba: hay que vivir la vida en tensión hacia ese final, porque lo pasajero sólo tiene sentido de cara a lo definitivo.
• Las primeras generaciones cristianas tuvieron dos tentaciones: pensar que el final de los tiempos era algo inminente, e interpretar la destrucción de Jerusalén como el final de los tiempos.
Se suele afirmar que Jesús mismo pensaba que el final de los tiempos estaba próximo. Personalmente creo que estos textos muestran precisamente lo contrario. Cuando Jesús habla de escatología se desinteresa por el final de los tiempos y da primacía al sentido escatológico personal: es mi tiempo el que se termina; por eso, hay que estar bien despierto.
ÚLTIMAS PUNTUALIZACIONES
En el contexto más histórico, se trata de que Jesús, rechazado por las autoridades religiosas y por los letrados de Israel, va a afrontar su final y se proclama juez. Juez significa que Él es la norma, la Verdad. Que los que no le aceptan se equivocan y que "aún hay tiempo", pero estamos "en los últimos tiempos", cuando el Reino de Dios ya se ha hecho plenamente presente, cuando hay que optar.
La Palabra de Dios está ahí, y puede ser rechazada. Jesús está proclamando la condición humana: el hombre es dramáticamente libre: puede elegir para su mal. La Palabra está presente, para salvar al hombre, porque puede perderse, y Dios no quiere que esto suceda.
No es correcto sacar de aquí conclusiones sobre la severidad del juicio, sobre el número de los que "se pierden"... Dios no es un Juez: se usa la imagen de un juicio al final, pero es una imagen, como todas las del género escatológico. La idea es que Dios es la Verdad. Jesús es la Verdad, el acierto.
El mensaje no es que Dios se va a portar con los hombres como un Juez severo. Un mensaje aún más fuerte del Evangelio –su mensaje fundamental- es que Dios es Padre, que Jesús es la prueba visible de que Dios es "El Salvador".
No podemos separar estos textos de la gran parábola final de Mateo (25,31), en la que se da el mensaje definitivo, la materia del juicio: "A mí me lo hicisteis, a mí me lo dejasteis de hacer". Se trata de una última, definitiva y drástica "des-sacralización" de lo religioso: servir a Dios no tiene nada que ver con el templo, el rito... sino con la construcción de humanidad.
Así construimos nuestra visión del futuro, y nuestro modo de vivir el presente: entre la urgencia de seguir a la Palabra, y de anunciarla, para salvar lo humano, que es lo que Dios quiere; y la consciencia de que el ser humano es libre, incluso -aunque parezca increíble- contra la Voluntad Salvadora de Dios.
Otra de las preguntas estériles que nos hacemos es cuántos se salvan, si alguien se condena. Se la hicieron a Jesús: (Lucas 13,23)
- Señor ¿son pocos los que se salvan?
Y Jesús contesta:
- ….esforzaos por entrar por la puerta estrecha...
Una vez más, no es propio de Jesús satisfacer curiosidades sino provocar actitudes de conversión.
Muchas parábolas de Jesús, la de la higuera, la del amo ausente que va a volver, la de los talentos, la del administrador infiel, la de las doncellas necias ... hacen referencia a la urgencia de aprovechar el tiempo.
Nuestro tiempo es momento de negociar, de caminar, de sembrar... y se acaba. Interpretar toda la vida desde su final, estimarlo todo desde su valor definitivo, no conformarse con el engaño de lo provisional... es Sabiduría de Jesús. Nuestra vida cristiana no tiene sentido sino mirando al final: esto significa que nuestra vida puede tener sentido, un espléndido sentido; pero también se puede decir que, mirando al final, el modo de vida que llevamos puede no tener sentido.
Aquí se ponen a prueba todas nuestras “sabidurías”. “Carpe diem”, “a vivir que son dos días”, “la vida es para disfrutarla” … Todo eso es verdad, y Jesús lo cumple a rajatabla: aprovechar la vida, vivir a tope, porque la vida es breve, disfrutar ya del reino, buscar las felicidades más íntimas, más profundas y duraderas. No conformarse con menos que con ser hijo, con el Reino.
Si algo caracteriza a Jesús es la ambición, el deseo de plenitud, personal y de todos. Y engancharse a ese ideal: que todos, empezando por mí, lleguen a ser todo lo que Dios ha soñado. Porque el Reino es, ante todo, el sueño de Dios.
José Enrique Galarreta
PARÁBOLA DE LOS GEMELOS
Sucedió que en un seno fueron concebidos gemelos. Pasaron las semanas y los gemelos crecieron. A medida que fueron tomando conciencia, su alegría rebosaba:
- Dime: ¿no es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?
Los gemelos empezaron a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que les unía a su madre y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron llenos de gozo:
- ¡Tanto nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!
Pasaron las semanas, luego los meses. De repente se dieron cuenta de cuánto habían cambiado.
- ¿Qué significará esto?
- Esto significa que pronto no cabremos aquí dentro. No podemos quedarnos aquí: naceremos.
- En ningún caso quiero verme fuera de aquí, yo quiero quedarme siempre aquí.
- Reflexiona. No tenemos otra salida. Acaso haya otra vida después del nacimiento.
- ¿Cómo puede ser esto? Sin el cordón de la vida no es posible vivir. Además, otros antes de nosotros han abandonado el seno materno y ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que hay una vida tras el nacimiento. No, con el nacimiento se acaba todo. Es el final.
El otro guardó las palabras de su hermano en su corazón y quedó hondamente preocupado.
- Si la concepción acaba con el nacimiento ¿qué sentido tiene esta vida aquí? No tiene ningún sentido. A lo mejor resulta que ni existe una madre como siempre hemos creído.
- Sí que debe existir. De lo contrario, ya no nos queda nada.
- ¿Has visto alguna vez a nuestra madre? A lo mejor sólo nos la hemos imaginado. Nos la hemos forjado para podernos explicar mejor nuestra vida aquí.
Así, entre dudas y preguntas, sumidos en profunda angustia, transcurrieron los últimos días de los dos hermanos en el seno materno. Por fin llegó el momento del nacimiento. Cuando los gemelos dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito. Lo que vieron superó sus más atrevidos sueños.
Labensängste-Lebensträume,
Krankenbrief 1999/l. pág.3.
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