NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

viernes, 26 de marzo de 2010

EL MENSAJE DEL DOMINGO: Domingo de Ramos (Lc 22, 14-23, 56) - Ciclo C


La Semana Santa o Semana Mayor comienza el Domingo de Ramos, llamado también Domingo de Pasión. En este año el texto bíblico que precede a la bendición de los ramos antes de la Misa está tomado del Evangelio según san Lucas (19, 28-40). En la Misa se toma del mismo Evangelio el relato de la pasión y muerte de Jesús (Lucas 22, 14-23.56), antecedido de un texto del libro de Isaías (50, 4-7), del Salmo 22 (21) y de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11). Centremos nuestra reflexión en tres temas que se relacionan con cada una de las frases destacadas a continuación y que encontramos en el Evangelio, la primera en el relato de la entrada de Jesús a Jerusalén y las otras dos en el de su pasión y muerte.


1. “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (Lucas 19, 38)

Jesús entra a Jerusalén, no arrogante en un carro de guerra tirado por caballos, sino manso y humilde sobre un asno. Lucas indica que inicialmente es recibido por la multitud de sus discípulos como el Mesías prometido, descendiente del Rey David. Pero también relatará luego cómo van a abandonarlo, hasta salirse con la suya los fariseos que finalmente provocarían su condenación a la muerte de cruz. A la aclamación inicial -Bendito el Rey que viene- le sucederá un grito de rechazo: Crucifícalo (Lucas 23, 20).


2. “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes…” (Lucas 22, 19-20)

El relato de la pasión según san Lucas nos presenta, durante la cena pascual que Jesús celebra con los doce apóstoles antes de su muertes tres d, la institución de la Eucaristía. Este sacramento constituye la “fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”, como dice el Concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia. Dentro de la Semana Mayor, la Iglesia dedica la tarde del Jueves Santo a conmemorar especialmente la institución de la Eucaristía, que es “sacramento de nuestra fe”.

En efecto, tal como lo decimos inmediatamente después de la consagración del pan y del vino, la Eucaristía es el sacramento de nuestra fe en el que anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y expresamos nuestra esperanza en su venida gloriosa (ven, Señor Jesús). Y como actualización del sacrificio redentor de Jesús, es el signo sagrado del amor de Dios, que como tal implica a su vez el mandamiento del amor: amor a Dios sobre todas las cosas, y a nuestros prójimos no sólo como a nosotros mismos, sino como Él nos ha mostrado que nos ama: hasta la entrega de la propia vida.


3. “Realmente, este hombre era justo”

Esta expresión, que corresponde en los dos Evangelios anteriores al reconocimiento de Cristo crucificado como Hijo de Dios (Mateo 27, 54 y Marcos 15,39), la encontramos en el Evangelio según san Lucas inmediatamente después de la exclamación final de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23, 46). El título Hijo de Dios, que Jesús se había aplicado a sí mismo al responderles a quienes lo juzgaban en el Sanedrín (Lucas 22, 70), constituye a su vez un reconocimiento de su divinidad.

Reconocer a Jesús como el hombre justo por excelencia es a su vez reconocerlo como el Hijo de Dios -así, con mayúscula-, porque la verdadera justicia, en el lenguaje bíblico, consiste en realizar la voluntad de Dios Padre que nos invita a ser solidarios con los que padecen la injusticia, hasta dar la vida si es necesario. Y en consecuencia, cuando nos identificamos como seguidores de Cristo con la señal de la cruz, estamos expresando que nos comprometemos con la realización de lo que este signo representa. Quienes creemos en Jesucristo como Hijo de Dios, reconocemos que en su pasión y muerte de cruz se cumplen las profecías de los cuatro poemas del “Servidor de Yahvé” escritos hace unos 2.550 años y que encontramos en el libro de Isaías. En el tercer poema, que escuchamos en la primera lectura de este domingo, el Servidor de Yahvé dice: “Yahvé me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento”, o como se escribe en otra traducción, “para sostener al abatido” (Isaías 50, 4).

En la segunda lectura de hoy (Filipenses 2, 6-11) el apóstol San Pablo dice que Aquél que se despojó de la gloria de su divinidad para humillarse hasta la muerte de cruz como consecuencia de su solidaridad con las víctimas de la injusticia, fue exaltado con el nombre de Señor del universo. Todo lo contrario a lo sucedido en los comienzos de la humanidad, y que sigue sucediendo hoy, cuando el ser humano cae en la tentación de la soberbia al pretender igualarse a Dios desconociendo su condición de criatura y dejándose dominar por la sed de poder para explotar y oprimir a los demás.

Celebremos esta Semana Santa identificándonos con Jesús que se solidariza hasta las últimas consecuencias con el sufrimiento humano y con todos los que se reconocen necesitados de salvación. Aclamémoslo no sólo como el Rey que viene en el nombre del Señor, sino también como el que tiene este mismo título por haber entregado su vida para salvarnos y hacer de nosotros hijos de Dios a su imagen y semejanza. Y renovemos nuestro compromiso de vivir como tales, cumpliendo su voluntad, es decir, practicando la justicia de acuerdo con su mandamiento del amor significado en la santa cruz, único camino para lograr la reconciliación y la paz en nuestra vida personal y social-.

No hay comentarios: